En el post que publiqué el 21 de marzo pasado, titulado “Ley de Radiodifusión: indignante campaña”, trate de relatar desde mi experiencia personal, que es la de tantos militantes y dirigentes del campo popular silenciados durante años por los medios de difusión del sistema, como actúan los supuestos adalides de la libertad de prensa y de expresión. Preocupado por seleccionar hechos que pudieran ser significativos para el lector, como lo fueron para sus protagonistas, mi memoria me jugó una mala pasada, o quizá se apiadó de un dolor que no cesa, al omitir la historia que relato abajo, y que también incorporé al texto definitivo del post.
Casi dos años después, el 28 de noviembre de 1979, un joven periodista, Román Mentaberry, fue asesinado en la redacción clandestina del periódico Informe. Román partencia a la “Fede” y fue literalmente ahorcado con su propio cinturón, y hallado en condiciones que no quiero recordar. Luego de confirmar el crimen, coordinar con Francisco “Cacho” Álvarez y Eduardo Duchatsky para impedir que nadie llegara a las redacciones, tuvimos la difícil tarea de lidiar con las “preocupaciones” de una parte del aparato partidario por el tono de la denuncia que redactamos para los semanarios del PC, Eduardo, y
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