miércoles, 30 de septiembre de 2020

La bisabuela comunista de Mafalda

    Joaquín Lavado, Quino, se inspiró en su abuela republicana y comunista para crear el personaje y el pensamiento de la ya inmortal Mafalda.

    Hijo de inmigrantes andaluces, Quino siempre contó que en su casa se respiraba política, hablaba de sus padres socialistas y de su abuela comunista.

    Nacido en Mendoza, “Cuando yo tenía cuatro años empezó la guerra civil española y en mi casa se vivió como una tragedia personal; además, como la perdimos, peor todavía. Se acaba la guerra civil española y comienza la Segunda Guerra Mundial".

    En una entrevista al diario italiano La República, el dibujante relató que en su casa había siempre discusiones entre su abuela, "comunista, una mujer muy simpática con un gran sentido del humor" y el resto de la familia republicana. "Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban unas trifulcas terribles en mi casa". "Ella era un cómic viviente, estaba constantemente hablando del Chile de Pinochet y de las atrocidades cometidas en Vietnam", recuerda.

    En un extenso reportaje que le dio Quino a Mónica Maristain en 2004, para Página/12 se definía a su mismo como socialista: “El capitalismo también se va a ir al carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga se intente otra forma de socialismo. No igual al que ya fue, pero para mí sigue siendo el mejor sistema de gobierno”, declaró en aquella ocasión.

    La última pregunta de la entrevista fue si “morirá siendo socialista”: “Sí, por supuesto. Esa es la mejor forma de gobierno que concibo, es el mejor sistema. Apenas tuvo 70 años para expresar y es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema más justo y más humano para todos?”, respondió.

    En una entrevista con el dibujante y humorista Rep, Quino contó que lo peor que le sucedió con sus dibujos fue durante la última dictadura militar. En marzo de 1976 decidió autoexiliarse y, meses más tarde, se produjo la llamada “Masacre de San Patricio”, en la que cinco religiosos palotinos fueron acribillados en una iglesia en el barrio de Belgrano. El grupo de tareas que los mató colocó al lado de uno de los cadáveres una de las viñetas más conocidas de Mafalda, en la que señala al bastón de un policía y afirma: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Raúl Alfonsin, la UCR y el Neoliberalismo

    En la funesta década del 90, casi en soledad, Raúl Alfonsín enfrentó con firmeza y fundamento al neoliberalismo, cuando en el mundo campeaba la “revolución conservadora” de Thatcher y Reagan, cuyas semillas fueron sembradas en nuestra tierra por la dictadura, germinaron con el menemismo y florecieron con el macrismo.

    Me distinguió con su afecto, continuidad de la tumultuosa amistad que lo ligó a mi padre, y pese a la dura crítica que como político formulé durante su presidencia a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida o al giro económico de la economía de guerra.

    Ya en el llano, y hasta su muerte, siguieron muchas horas de reflexión política en su departamento de la calle Santa Fe, que también fueron de constructivo intercambio entre su krausismo con impronta socialdemócrata y mi marxismo.

        Era un período difícil para el ex presidente, cercado por los agravios del menemismo, al que la prensa hegemónica sumó un implacable silenciamiento, salvo para ofenderlo o calumniarlo.

    A ese coro se unieron -por oportunismo o convicción- no pocos dirigentes de la UCR que crecieron a su sombra, los que entonces contribuyeron a un lacerante aislamiento, y hoy malversan su legado desde las filas de Juntos por el Cambio (JxC), principal expresión de una ideología y una práctica que condenó explícitamente.

    Seguramente en ellos pensaba el fundador de Renovación y Cambio cuando en 1996, desde el prólogo de su libro “Democracia y consenso”, se propuso “…enaltecer la lucha de la UCR a favor de los principios del Estado de Bienestar y propiciar en su seno una actitud firme y sistemática contra las postulaciones del neoconservadorismo, evitando cualquier forma de seducción que la saque de su cauce”.

    En marzo de 2015, cuando la Convención Nacional aprobó en Gualeguaychú su alianza con la derecha del PRO, se concretó la temida seducción del régimen conservador. La UCR no se rompió entónces, se dobló y apartó del cauce reivindicado por Alfonsín, de su proclamado compromiso con los desposeídos.

    De este modo, el centenario partido dio base territorial e institucional a un núcleo municipal, para coprotagonizar un gobierno que, como dijera el ex presidente acerca de las administraciones neoliberales, son “la contrafigura de la democracia basada en la solidaridad, la participación y la búsqueda de la igualdad. Parte(n) de una filosofía del cinismo que genera resignación; propone(n) una democracia elitista que desalienta la participación y la búsqueda de la igualdad, se apoya(n) en una concepción del Estado mínimo, que solo debe ocuparse de la seguridad; se asienta(n) sobre una idea económica que confunde la libertad individual con el mercado libre; reprueba el gasto social, por injusto, fútil y peligroso; impulsa(n) una educación socialmente discriminatoria que conspira contra la movilidad social y, finalmente acepta(n) la manipulación de la opinión pública, como única forma de viabilizar políticas regresivas”.

    En los meses que lleva en la oposición, esa cúpula partidaria se muestra lejos de rectificar y tomar distancia de las peores expresiones de este pensamiento. Por el contrario, se ha impregnado de sus raíces ideológicas para fundamentar el bloqueo de todas las iniciativas gubernamentales.

    ¿Que tienen que ver las vacilaciones de la dirigencia radical frente al golpe en Bolivia, o el irracional temor que siembran en relación a Cuba, con la política exterior de Alfonsín, con su rechazo del bloqueo a la isla y la defensa de la autodeterminación de los pueblos? Mucho menos se inspiran en su respuesta al un ex presidente estadounidense en 1985, cuando en los jardines de la Casa Blanca dejó de lado su discurso para rechazar las políticas de ajuste y cualquier injerencia militar en el continente, luego que Regan (con similar lenguaje al que ahora usan Trump o Cambiemos para referirse a Venezuela) exigió una postura intervencionista contra “la tiranía comunista impuesta en Nicaragua”.

    Para la cúpula de la UCR el intento de salvataje de la cerealera Vicentin, cuyos dueños expropiaron a miles de productores y al Estado con su estafa, fue una violación de la propiedad privada. Una medida “confiscatoria” dijeron, el mismo término que usara Guillermo Alchourron, un 13 de agosto de 1988 en la Sociedad Rural, para condenar la política agropecuaria del ex presidente, quien les recordó a los que lo abucheaban que “se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura. Y son también los que se han equivocado y han aplaudido a quienes han venido a destruir la producción agraria argentina. No son los productores agropecuarios”.

    La UCR se une al hipócrita y desestabilizador festival reaccionario acerca de la corrupción. Muta de víctima en victimaria, para reiterar el escenario montado contra la gestión radical en el inicio de la recuperación democrática. Entonces, en abril de 1987, Alfonsín le cerró la boca de monseñor Medina, el vicario castrense que acusó a su gobierno “coimas” y “negociados, imputación que sería retomada por la prensa hegemónica y el propio Carlos Menem: con su habitual descaro lo consideró “el gobierno más corrupto de la historia”.

        Esta conducción se suma genuflexa al rechazo corporativo a la declaración de servicio público esencial del sistema de comunicaciones digital, al proyecto de aporte extraordinario de las grandes fortunas, a cualquier control de precios o regulación estatal. Se pliegan a la cantinela neoliberal en lugar de compartir las definiciones del líder radical, para quien “…el mercado requiere ser regulado para evitar deformaciones tales como monopolios y oligopolios y que además el Estado no puede abandonar su papel redistribuidor, ya que el mercado aumenta la brecha entre el rico y el pobre”.

    Corren solícitos en defensa de los multimillonarios negocios del grupo Clarín, al que el ex presidente frenó temporalmente en su avanzada hegemónica y de cuyo diario insignia advertía que “…se especializa en titular de manera definida, como si realmente quisiera hacerle caer la fe y la esperanza al pueblo argentino”, o del que Cesar Jaroslavsky, añadiera que “ataca como partido político y, si uno le contesta, se defiende con la libertad de prensa”.

    La cúpula radical repite, con los monopolios mediáticos, que las regulaciones ponen en peligro la libertad a la que hacía referencia el ex jefe del bloque de diputados de la UCR, pero omiten que para Alfonsín eran necesarias para frenar la expansión de las posiciones dominantes en el sector: “…el correlato insustituible de la libertad de prensa es el igualmente importante derecho del pueblo a una correcta información y al acceso igualitario a todas las opiniones en los medios de comunicación. Dicho de otro modo, el fundamento de la libertad de prensa es doble: debe garantizar la libertad de expresión y resguardar el derecho a la información y el pluralismo”, prevenía.

    Poco tiene que ver la advertencia sobre “Una oposición que intentara la anulación del gobierno se alejaría de las reglas de juego del sistema democrático con el bloqueo de JxC al debate en Diputados, incluida su impugnación judicial a una sesión parlamentaria, nunca tan brutalmente expresada como por el senador Luis Naidenoff, quien directamente promovió la intromisión de la Corte Suprema en caso sancionarse un proyecto del poder Ejecutivo.

    Sus parlamentarios traban el proyecto de reformas al fuero federal con argumentos que van desde una búsqueda de impunidad (que no logran ubicar concretamente en ningún artículo) hasta lo “inoportuno” de reformas parciales “en momentos de crisis como la que atravesamos”, pasando por lamentar “nuevos temas de discrepancias y de divisiones entre los argentinos”. Sugerente, los entrecomillados pertenecen a (algunos de) los cuestionamientos formulados al pluralista Consejo de Consolidación de la Democracia que Alfonsín impulsó en 1985, con un objetivo mucho más ambicioso, y en tiempos aún más difíciles: la reforma de la Constitución Nacional.

   ¿Con que autoridad hablan de la democracia, la república y la libertad, dibujando una imagen recortada y pasteurizada del ideario de Raúl Alfonsín?

    Democracia -escribió el fallecido líder radical- es vigencia de la libertad y los derechos, pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad, pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aun un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluidos”.

      Raúl Alfonsín jamás concibió la democracia, la república o la libertad en abstracto, sino que batalló con aciertos y errores por la República Democrática y la Democracia Social.

    Su convicción de que “Con la democracia se come, se cura, se educa” mantiene absoluta vigencia, a contramano de la prédica neoliberal, e incluso la de algunos que levantan de manera miope y excluyente las banderas de lo nacional y popular.

    Porque fueron y son tareas pendientes, porque todavía la República Argentina no es una República Democrática, porque no lo será mientras no coman, se curen y eduquen todos los argentinos.


martes, 15 de septiembre de 2020

Recetario desestabilizador

 

    El sedicioso reclamo salarial de sectores la policía de la provincia de Buenos Aires aportó al muestrario de acciones destituyentes que, desde el triunfo electoral de la fórmula presidencial Fernández-Fernández, llevan a cabo las grandes corporaciones y la oposición partidaria neoliberal con la implementación de los sicarios mediáticos.

    Ablandamiento, deslegitimación, “calentamiento de las calles” y desestabilización son los pasos que vienen dando; etapas previas al desplazamiento de los gobiernos “incomodos” para los Estados Unidos, según la teorización del politólogo de la CIA Gene Sharp, quien propone transitarlas mediante nada menos que 198 métodos.

    Con cierto pudor, al resultado final lo denominan “golpe blando” o “suave”, cuando ciertamente es un golpe, pero nada tiene de suave o blando. La receta supuestamente “no violenta” aplicada en Latinoamérica y el mundo tiene al privilegio como impulsor, no excluye la participación militar o policial, y siempre descarga fuertes dosis de violencia sobre los pueblos.

    Pese a las optimistas previsiones de algunos ideólogos del progresismo vegano, que se apresuraron a dar por superada la etapa de los golpes de Estado en la región, el continente se estremeció en 2009 con el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras. En 2012 y 2016 en Paraguay y Brasil siguieron las destituciones de Fernando Lugo y Dilma Rousseff, para cerrar 2019 con el sangriento golpe contra Evo Morales en Bolivia.

    En Argentina, las recetas de Sharp fracasaron en el intento de desplazar prematuramente a la presidenta Cristina Kirchner, pero generaron la base social de un triunfo electoral de la derecha en 2015, por primera vez en su historia.

    Estados Unidos, en disputa abierta con China y Rusia, no soporta ningún atisbo de independencia económica o política exterior soberana. Por ello, el papel de su embajada local fue trascendente, junto al asesoramiento en acción psicológica de Steve Bannon, notable estafador y fundador de Cambridge Analytica.

    El ex jefe de campaña de Trump y asesor de Bolsonaro, orientó a las trollsbots y botnets de Mauricio Macri en la campaña de falsedades antikirchneristas desarrollada en redes sociales a favor de Cambiemos, entre 2014/15. Fueron los tiempos de acuñar slogans como la “ruta del dinero K” o “se robaron un PBI”, los que desde sus portadas amplificaban Clarín, La Nación y otras repetidoras.


Ablandamiento

    Derrotada en las urnas en octubre de 2019 con el triunfo del peronismo y sus aliados del Frente de Todos (FdT), la desestabilización neoliberal inició la fase de “ablandamiento”, para la cual el manual estadounidense indica erosionar a las autoridades electas, promover el descontento y malestar ciudadano.

    Aún antes de asumir la nueva administración, comenzaron las declaraciones de los grandes grupos económicos, acompañadas de entrevistas con las autoridades electas, para condicionar sus futuras decisiones.

    En simultaneo, los medios hegemónicos reprodujeron, pero a la vez instalaron, una noticia falsa tras otra. Una y otra vez sembraron desconcierto y angustia ante la nunca concretada “incautación” de ahorros y plazos fijos o la “feroz interna en el FdT” ante “el avance de La Cámpora”. También desvirtuaron propuestas reales como la denuncia de periodistas venales, la regulación del comercio exterior y la garantía del derecho a la vivienda.

    A días de iniciada la nueva gestión, desde la prensa y las redes sociales repetían que “todo sigue igual”, los problemas socioeconómicos se mantienen, y políticamente “se llevan puesta la República”, el presidente está “acorralado por Cristina Fernández”, o bien (vale todo) “son lo mismo”.

Deslegitimación

    El contundente resultado de las elecciones, que fueron organizadas por el propio gobierno macrista, impidió el uso de la clásica muletilla de fraude, un clásico para la “deslegitimación” de los gobiernos populares en el continente. En cambio, arreciaron las acusaciones de “corruptos”, “autoritarios” y “populistas” ante cada intento de dar cumplimento a las modestas promesas electorales.

    Las corporaciones se enfurecen ante cualquier regulación antimonopólica o una pequeña redistribución de recursos en favor de los más postergados. Entrelazados con la oposición partidaria de Juntos por el Cambio (JxC) claman por la propiedad privada presuntamente violentada y profundizan la guerra psicológica, para lo cual amenazan con definiciones absurdas, pero de impacto en su público:  el “totalitarismo cubano” o el surgimiento de una “Argenzuela”.

Calentamiento de las calles

    A estas etapas se suma la de “calentamiento de las calles”, es decir movilizar contra el gobierno a una parte de la población con un discurso de odio (antiperonista, anticomunista, xenófobo, antiestatal, etc.) para lo cual no dudan en violar toda medida preventiva para la salud.

    En tiempos previos a la pandemia comenzó el corte de rutas de la patronal agropecuaria, para ya en plena expansión del covid 19 promover “cacerolazos” barriales. Envalentonados, en junio volvieron a bloquear rutas para impedir un intento de salvataje de la fraudulenta cerealera Vicentin, mientras en julio, agosto y septiembre volcaron manifestantes antigubernamentales a las calles, con un marcado incremento de la violencia verbal y física: agresivas consignas, golpizas a periodistas, destrozo en edificios públicos, amenazas de muerte a legisladores y a la vicepresidente de la Nación, en una inquietante sintonía con el libreto aplicado en otros países del continente y por los grupos neonazis europeos.

Desestabilización y desplazamiento

    Estas tres etapas confluyen – sucesiva o simultáneamente- en una cuarta, la de abierta “desestabilización”, ya sobre el objetivo final que es el “desplazamiento” de las autoridades legítimamente elegidas, intento que en casos como el de Venezuela llega al pedido de intervención militar extranjera.

    Los medios hegemónicos multiplican su tarea de desinformación y acción psicológica, promueven el miedo y la desesperación mediante anuncios apocalípticos de un inevitable default financiero, “fuertes devaluaciones”, “quiebras masivas”, inseguridad generalizada, tomas masivas de tierra y expropiaciones de viviendas familiares. Tampoco se privan de acusaciones delirantes acerca de “crímenes del poder”, como ya lo hicieron en 2015 con el suicidio del ex fiscal Alberto Nisman y repitieron en julio pasado con el asesinato del ex secretario presidencial Fabián Gutiérrez.

    También se proponen meter, o aprovechar, cuñas en la propia coalición de gobierno, distanciarla de la ciudadanía y -en la medida que obtienen demoras o retrocesos- minar su propia base militante y electoral. Ametrallan con análisis periodísticos acerca de supuestos enfrentamientos entre el presidente y la vicepresidente, choques en el seno del gabinete ministerial, o del “distanciamiento” del gobernador bonaerense y los intendentes oficialistas.

    Sin embargo, aún si logran el desplazamiento no concluye la ofensiva.

    Cuando fracasan en sus intentos -como hasta ahora- tratan de imponer a la mayoría la agenda de las minorías, cogobernar de hecho. Cuando logran su objetivo persiguen al movimiento popular y proscriben a sus dirigentes con el taparrabos judicial y el lawfare. Fallaron con Cristina Kirchner, pero lo lograron encarcelando a Lula da Silva en Brasil, para en estos días proscribir a los ex presidentes Evo Morales y Rafael Correa, inhabilitados para ser candidatos a senador y vicepresidente, respectivamente.  



La escalada en marcha en Argentina incluye abiertos llamados a la “desobediencia civil” por parte de intelectuales adictos, que con el estímulo y promoción de las corporaciones y los multimedios llegan al extremo de calificar la protección de la salud de los argentinos como “infectadura” o “terrorismo sanitario”.

    Los legisladores opositores cacarean acerca del dialogo y el consenso, pero inician un abierto desafío a las normas de la democracia. En abril convocaron a una patética “Travesía por la democracia”, desde las provincias hacia el Congreso Nacional, supuestamente en riesgo por las limitaciones que impone la emergencia mundial.  Son los mismos que bloquean las sesiones parlamentarias virtuales y reclaman la intervención de un poder no electo, la Corte Suprema de Justicia, para frenar la aprobación o aplicación de leyes aprobadas democráticamente en el Congreso.

Peligrosa subestimación

    En este clima, es alentadora la potente reacción de la militancia y la dirigencia intermedia del FdT, de organizaciones sociales y sindicales, ante la gravedad institucional de la asonada protagonizada por los policías bonaerenses, quienes llegaron a cercar las residencias del gobernador y el presidente. A la vez, preocupa cierta subestimación por parte de algunos funcionarios gubernamentales que se esforzaron en otorgarle razonabilidad a los reclamos, pero restarle importancia a los hechos, reducirlos al mero planteo salarial.

    La derecha desprecia y aprovecha el respeto del movimiento popular ante la gravedad de la pandemia, el que en virtud de su compromiso con la salud de los argentinos aún no se moviliza para enfrentar el destituyente “calentamiento de las calles”.

    Ese respeto va unido al reclamo para que el gobierno ejerza plenamente la autoridad conferida por mandato electoral, sin vacilaciones en el cumplimiento de los compromisos con el pueblo que lo votó; que actúe con equilibrio, pero tambièn con firmeza ante cada intento desestabilizador.


    El cuidado de la salud y la vida de nuestros compatriotas NO puede llevar a la pasividad ante el discurso y la acción del privilegio, ni impedir formas alternativas de participación ciudadana, de movilización y ejercicio del protagonismo popular.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Allende vive

 

Salvador Allende, por las calles de Santiago,
el 3 de noviembre de 1973.

Hace hoy 50 años, el 4 de septiembre de 1970, la Unidad Popular triunfaba en Chile, en las elecciones que llevarían a la presidencia a Salvador Allende.

Mucho se puede decir, y se está diciendo en estos días, de un hecho que conmovió a Latinoamérica y al mundo, para después sufrir la desestabilización derechista, la acción -comprobada y admitida- de la CIA y los EEUU; el golpe cívico-militar que ahogó en sangre "el camino chileno al socialismo".

Personalmente, solo quiero recordar que dos meses después, con apenas 18 años y como miembro de la Federación Juvenil Comunista (FJC), integré la delegación argentina que participo de la asunción presidencial, del acto en el Estadio Nacional, los masivos festejos populares en las alamedas, las marchas de la “J” chilena, los encuentros con futuros ministros y legisladores chilenos, con Julio Cortázar o los valientes pobladores de las humildes “callampas”, con lágrimas de esperanza en el compañero presidente.

Con los niños de una de la "callampas" de Santiago.


Con una muy elemental cámara registré estas fotos que recién serian reveladas tres meses después (no era fácil ni económico en aquellos años, bajo una de las tantas dictaduras que sufrimos), concretamente luego que yo volviera de mi segunda visita al país hermano, como miembro de la Brigada Santiago Pampillón, de trabajos voluntarios, organizada por la Federación Universitaria Argentina (FUA).

Otros contactos y poco amables e ilegales visitas llegarían después del negro septiembre de 1973, pero para aportar -de la mano de mis heroicos camaradas chilenos- a las acciones solidarias y de contrainteligencia frente a la Operación Cóndor que coordinó a las dictaduras genocidas del cono sur latinoamericano.

Con el Departamento Juvenil de la CUT
Desfile de la Juventudes Comunistas de Chile,
la "J", en día de la asunción del gobierno
 de la Unidad Popular.



martes, 1 de septiembre de 2020

Una propuesta frente a la desestabilización


Muy peligrosas definiciones del arco opositor
    La última semana de agosto, vigesimocuarta de pandemia, puso claramente de manifiesto las vigentes relaciones de poder y las alternativas que enfrenta la Argentina: el moderado progreso económico/social que impulsa el gobierno o la restauración conservadora que pretende la oposición.

    El Ejecutivo marcó agenda mediante tres decisiones que despertaron la ira de las corporaciones: 1) restableció mediante un decreto la condición de servicios esenciales y estratégicos de las tecnologías de la información y el conocimiento; 2) envió al Congreso un proyecto de ley que introduce reordenamientos parciales en la organización de la justicia; 3) hizo lo propio con el que impone un aporte “solidario”,  y por única vez, a 12.000 propietarios de grandes fortunas de entre 200 y 3.000 millones de pesos, apenas el equivalente a la renta extraordinaria de la que se apropiaron durante la pandemia.

    Si para estos días se anticipan nuevas medidas, la oposición económica, mediática y judicial se lanzó a bloquear las ya anunciadas, por lo que agudizó su ofensiva desestabilizadora, su presión para frenarlas y forzar retrocesos que aíslen al gobierno e, incluso, deteriore la base político y social que lo sostiene.

     Así, aparecen nuevas líneas de maceración ideológica por parte de los sicarios mediáticos, que a la vez amplifican las irresponsables y destituyentes definiciones del arco opositor.

    Agudización de la ofensiva desestabilizadora

    Esta semana, la artillería pesada la han descargado los múltiples pronunciamientos de entidades empresariales, agroindustriales, de la corporación mediática y judicial contra los proyectos gubernamentales. Obvio, detrás de las palabras rimbombantes confirman que apelarán a cualquier medo para defender sus privilegios.
   
    Como el 17 de agosto, pero ahora con la descarada convocatoria de Clarín anticipando que “Así será la marcha del 26A”), o de La Nación difundiendo con precisión “Los puntos de concentración para la marcha”, volvieron a salir a la calle los “antitodo”. Retornaron para pasear su odio y violar las medidas sanitarias, esta vez más que raquíticos en número, pero con redoblada violencia. Dejaron gravemente herido a un periodista, mientras en las redes se promovía una amenaza de muerte a la vicepresidenta y se divulgaban masivamente teléfonos, direcciones y domicilios de legisladores del Frente de Todos (FdT).
   
    Conviene no demorarse en el carácter delirante de algunas consignas enarboladas en gritos y pancartas, ya que predomina claramente un núcleo que reinstala las que históricamente esgrimió la reacción, tanto en golpes militares como para forzar la capitulación de gobiernos surgidos de las urnas: Libertad, Democracia, República, la Corrupción.
   
    Es el libreto con el que, malversando el sentido de las palabras, hundieron en la pobreza al pueblo y regaron con sangre las calles de la Patria.

    Gritando Libertad, encarcelaron, secuestraron y asesinaron a miles de argentinos. Con la bandera de la República voltearon gobiernos electos, arrasaron con la Constitución y las leyes. Para “restaurar” la Democracia y “protegerla” de peronistas y comunistas proscribieron partidos políticos y disolvieron el Congreso.

    El taparrabos de la corrupción fue uno de las excusas para derrocar a Yrigoyen en 1930, a Perón en 1955 y a Illia en 1966. También para acorralar a Raúl Alfonsín. En cambio, demolieron las instituciones, saquearon el bolsillo de los trabajadores, esquilmaron al Estado, y en sociedad con la “patria contratista” nos endeudaron en el exterior, a la vez que obligaron a todos los argentinos a pagar los créditos y autopréstamos de un puñado de grandes empresarios, que con el dinero público engrosaron sus fortunas personales.

    Ahora, sus sucesores, acompañados por muchos de los que callaron ante tantos atropellos, “Llaman libertad a la opresión y dictadura al cuidado de la vida”, como sintetiza la filosa pluma de Horacio González. 

    Nuevas líneas de maceración ideológica

    En el pasado, luego de la decisión estratégica de Cristina de proponer a Fernández a la presidencia, y acompañarlo como su vice, intentaron impedir el triunfo de la fórmula del FdT con acusaciones que fueron desde una caricaturización de la consigna de marzo de 1973 (“Cámpora al gobierno, Perón al poder”) hasta delirios como el de Elisa Carrió, quien no vaciló en vaticinar un magnicidio impulsado por la dos veces presidenta.
 
La campaña de los sicarios mediáticos del privilegio
 
   Tampoco falto la vieja receta del “Chirolita”, donde Alberto Fernández sería un títere en manos de Cristina, como en 2011 aseguraron que Cristina lo sería de Néstor Kirchner y, en 2003, el propio Néstor de Duhalde. Poco imaginativos, como se ve, pero siempre dañinos: conjeturan que “el público se renueva” y que el sector de la sociedad al que se dirigen antepone prejuicios a la propia experiencia.

    Posteriormente al triunfo electoral hubo varios cambios de libreto para colonizar la subjetividad de esa porción de la población, que por otra parte ofrece cada vez menor resistencia. Para los sicarios mediáticos del privilegio, el “chirolita” /títere se convirtió en “un moderado que puede frenar a Cristina”, pero más adelante sembraron temor ante “el asedio de Cristina al presidente” y finalmente se irritan pues, en realidad, “los dos son lo mismo”.

    El viernes 28 de agosto, ante las cámaras de América TV, Luis Novaresio mostró un impostado desencanto por las últimas decisiones del presidente.

Alberto Fernández ya no es el que dijo que era", se lamentó en una suerte de reedición del clásico tango de Celedonio Flores, “Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”.

    El mismo día, en La Nación e inquieto por la suerte patrimonial de sus patrones, Carlos Pagni finge preocupación por el destino de Fernández. “El ‘vamos por todo’ de Cristina Kirchner ahora es contra el presidente”, garantiza con envidiable certeza, aunque apenas 48 horas después lo contradice desde el mismo matutino su colega Joaquín Morales Solá: “El Presidente ha hecho suyas todas las posiciones de su vicepresidenta y, a veces, va más allá de donde ella llega”.

    El domingo 30, en Perfil, Nélson Castro, en tono apocalíptico sentencia que “El curso que Alberto Fernández le imprime a su gestión no deja dudas: CFK se impone de manera paulatina e inexorable”. Le toca al el Editor General de Clarín, Ricardo Kirschbaum, completar la vuelta de argumentos que se diferencian, pero coinciden en dañar la imagen presidencial: “Fernández no es hoy el Fernández que sugirió ser. Cristina Kirchner le fija la agenda e impone el ritmo de cumplimiento. Nunca hubo en la historia un vicepresidente que tuviera ese poder, que exhibe sin pudicia”. “Lo aleja del centro, su atributo principal”, se lamenta, pero deja en claro a que le teme realmente.

    No faltan quienes -como Marcelo Longobardi o Sergio Berensztein, en Radio Mitre- exponen su propia fórmula para neutralizar a la vicepresidenta, y con ella al sector más dinámico del FdT.  A la vez, para preservar a Juntos por el Cambio como núcleo político que garantice la restauración conservadora, ponen distancia de su abierta prédica en favor de Mauricio Macri. Es “la hora de dar un paso al costado”, demandan, y no vacilan en “entregar” al ex presidente siempre y cuando logren apartar también a Cristina.

        Es un juego a dos bandas. Promueven y miden candidatos alternativos al deteriorado Macri, que ha perdido su confianza para liderar la derecha, pero de paso devuelven prudente aire -e ilusiones personales- a figuras que consideran “moderadas” dentro el FdT, las que no faltan, por cierto.

    Peligrosas definiciones del arco opositor, amplificadas por los medios

    Alguna vez advertimos que, una vez iniciada la actual gestión, los intentos de condicionar sus primeros pasos se convertirían en presión directa.
   
    Después de las PASO, y hasta el 10 de diciembre de 2019 tuvimos operaciones diarias sobre “el avance de La Cámpora” y “el kirchnerismo duro”, a la vez que se demonizó una supuesta “Conadep de periodistas” (apenas una ironía militante de Dady Brieva), la “reforma agraria” de Juan Grabois (recreación de una reivindicación de la burguesía francesa del siglo 18) o una tímida referencia de Felipe Solá a la disuelta Junta Nacional de Granos (instaurada por los propios conservadores de la tercera década del siglo pasado, para regular mínimamente el sector).
   
    En esos días, Eduardo Eurnekian, Paolo Rocca, Marcos Galperìn, la Sociedad Rural, entre otros, se apresuraron a pedir entrevistas y/o mandar “constructivos” mensajes al futuro presidente.

    Hoy, sin disimulo, los mensajes son advertencias y amenazas. La oposición y los medios boicotean abiertamente el funcionamiento del parlamento, convocan a un dialogo que no practican y reclaman un consenso al que entienden como la renuncia gubernamental a cumplir con el contrato electoral con sus votantes, a reemplazar su agenda por la de ellos.

    “A ocho meses de asumir le estamos soplando en la nuca al peronismo”, se autoexcita el ex senador Ernesto Sanz. Este radical alvearista no se priva de preguntar amenazante acerca de “¿Cuánto tiempo demora esto en explotar?”. Con los reflejos propios de su tan lejana como olvidada militancia peronista, Patricia Bullrich, actual presidenta del PRO, se apresura a completar la idea: “Ya estamos para gobernar”.

El "flash piscótico" de Duhalde se sumó al clima destituyente
    El “flash psicótico” de Eduardo Duhalde, quien alucinó con un golpe militar que impediría las elecciones de medio término, no fue otra cosa que un aporte más a este clima destituyente sembrado por la corporación política, mediática y judicial.
    Se explica, entonces, la fuerte reacción democrática al dislate del ex presidente interino, aún con su casi nula gravitación política actual, pero resulta incomprensible la total falta de reacción ante las graves afirmaciones del senador radical Luis Naidenoff durante el debate por la denominada “Reforma Judicial”.

     Ninguna figura del oficialismo, tampoco medio de prensa alguno, comentó, y menos condenó, su cuasigolpista cierre en nombre del bloque de Juntos por el Cambio, cuando Naidenoff reclamó abiertamente la intervención de la Corte Suprema si avanza el proyecto ya aprobado en la Cámara alta.

    El Ejecutivo, un poder electo en sufragio universal propone. Otro poder, también surgido de la voluntad popular, discute, propone y legisla. Ambos deciden un reordenamiento parcial del poder más elitista y objetado por la sociedad, el único que no es elegido ni revalidado por el sufragio. Y Naidenoff, como en las paginas mas oscuras de la historia argentina y de su propio partido, lo convoca para que anule la voluntad mayoritaria de los representantes del pueblo.

    A este amplio abanico, en sus distintas etapas, aplica a la austera definición de desestabilización: “Es la acción de debilitar las instituciones políticas de un Estado y de erosionar la autoridad de sus gobernantes, de modo que el sistema en su conjunto pierda seguridad y firmeza”.

     ¿Qué hacer?
        Un reconocido psicoanalista argentino, quien suele incursionar con agudeza en la reflexión política, transcurre estos caldeados tiempos con la convicción de que el reclamo de medidas progresivas desde la izquierda del FdT puede complicar la estabilidad del gobierno.

    En un mundo acechado por el poder de las corporaciones -alerta con respetable, aunque muy reiterado temor- los llamados al protagonismo y la movilización popular, incluso algún reparo dentro de la propia alianza gobernante, pueden contribuir a “a un humor social reactivo”, y encubrir “un intento de calmar las conciencias, que además desconocen que en el mundo entero se prepara la repetición, ahora como farsa, de los totalitarismos del siglo XX”.

    De tal manera, ante el poder del privilegio y su abierta presión sobre el gobierno, da a entender que al campo popular debe replegarse en lugar de enfrentarla construyendo una fuerza equivalente, y en lo posible superior.

    Lejos de disminuir, los peligros crecen si nos adaptamos a las relaciones de fuerza dadas, festejamos la inmovilidad y pasivamente confiamos la suerte del proceso a la capacidad de resistencia de la dirigencia. Aún si esa aptitud fuera firme, quienes deben decidir carecerían del pivote necesario desde el cual fundamentar, difundir y dar sustento a la aplicación de un contrato electoral escasamente ambicioso, pero aun así duramente resistido.

        Hemos dicho, repetimos y reiteraremos, que se impone institucionalizar el FdT ponerlo en funcionamiento, generar espacios de propuesta y decisión para los partidos que lo integran, sumando la participación activa de las organizaciones populares que acompañan.

    A la vez, ir hacia lo profundo de nuestro pueblo, arraigarlo a nivel sectorial y territorial, convertir el frente en un orientador, coordinador y organizador programático colectivo a lo largo y ancho del país.

    No se trata de convocatorias abstractas. Solo a modo de ejemplo, podemos ubicar la inminente discusión parlamentaria y luego la aplicación del aporte “solidario” de las grandes fortunas.

    Será necesario explicarlo y organizar su difusión, para defenderlo frente a la brutal reacción del poder real, sin dejar de lado la opinión de quienes entendemos que es necesaria una reforma tributaria integral, que realmente recaude en forma permanente, entre los que más tienen, los recursos para enfrentar la emergencia, resolver las necesidades sociales y recuperar el trabajo y la producción.

  
Construir poder popular en cada lugar de trabajo, estudio y vivienda
    La batalla de ideas debe ir acompañada con organización.

    Si el proyecto de ley dispone que el 20% de lo recaudado se destinará a la “compra y/o elaboración de equipamiento e insumos críticos para la emergencia sanitaria”, hay que clarificar el alcance de esta decisión y garantizar su cumplimiento mediante la estructura del FdT entre médicos, enfermeros y personal de salud, así como de los trabajadores de las ramas que proveerán el material. Si otro 20% fortalecerá las fuentes de trabajo y la remuneración de los trabajadores de micro y pequeñas empresas, y un 20% se aplicará a becas Progresar para estudiantes, el FdT debe explicar el significado de esta conquista y afirmar la presencia en cada uno de los lugares de trabajo y de estudio. El mismo saldo en la conciencia y la organización debe lograr el FdT con la aplicación del 15% en “los barrios populares en proceso de integración urbana”, o entre los trabajadores que velarán por el 25% destinado a los programas de exploración y desarrollo de gas natural a través de ENARSA, con la coordinación de YPF.

    Son formas concretas de entender de qué hablamos cuando proponemos y convocamos a la necesaria construcción de poder popular en cada uno de los lugares de trabajo, estudio y vivienda.

    Un llamado a dejar de lado la expectativa o la pasividad temerosa ante las presiones internas y los intentos desestabilizadores. A contraponerles movilización y protagonismo.