martes, 27 de octubre de 2020

Néstor Kirchner: memoria y vigencia

Lo conocí en los primeros días de febrero de 2003.

La actividad era vertiginosa en la Casa de Santa Cruz, en la calle Reconquista del microcentro porteño, donde concurrí con un grupo de dirigentes políticos para decidir nuestro apoyo a su candidatura presidencial, convencidos de que era la mejor opción para la Argentina, aunque tal vez no la que cada uno de nosotros soñó.

Lejos de la imagen de hombre irascible y autorreferencial que intentaron instalar por años, me impactó la calidez que encontré en Néstor Kirchner; algo que no suele suceder entre quienes tenemos años de actividad política.

En la despedida, me tomó del hombro y con un gesto afectuoso me llevó hacia un costado, para recordar a mi padre (“gran persona tu viejo, y un dirigente del que aprendimos mucho; quizás el único con el que disentíamos, pero sabíamos que no era gorila”) y a las Juventudes Políticas de los años 70 (“también me acuerdo lo que vos hiciste, hasta el golpe y después del golpe; espero que los años que vienen nos encuentren juntos”).

Por un tiempo pensé que esa información -como sucede- le había sido anticipada para la ocasión por algún colaborador, pero él se encargó de ratificármela en otras reuniones.

El primer encuentro no había sido pacífico. ¿Es que podía serlo con ese político que defendía sus convicciones con tanta fuerza?

Esa noche, participamos una decena de referentes, varios de ellos “sobrevivientes” de aquellas juventudes que ganaban unidas la calle desde los finales de la dictadura de Lanusse, quienes coincidimos en la necesidad de:

1. Recuperar fuertemente el salario, como medida de justicia social, pero a la vez dinamizador del mercado interno y polea para la reconstrucción del aparato productivo, para encarar el desgarrador cuadro de desocupación, pobreza y hambre;

2. Acordar que el audaz programa de cambios que planteaba exigía fondos para financiarlo, y estos debían provenir de la renta agroexportadora, petrolera, minera y financiera, incluyendo la reestatización de los aportes jubilatorios entregados a las AFJP.

3. Construir la fuerza capaz de impulsar y respaldar ese rumbo, un nuevo bloque histórico, con todos los componentes políticos y sociales del movimiento nacional y popular.

Kirchner esbozó la aprobación del último punto, alguna duda respecto al primero y prudente silencio ante el segundo, es decir la drástica recuperación de la renta que proponíamos. Julio De Vido, todavía un desconocido arquitecto, lo acompañaba sin pronunciar palabra.

Las encuestas lo mostraban muy lejos de un triunfo. Apenas rozaba un dígito en la intención de voto.

Un cable de la agencia Télam, fechado el 16 de febrero de 2003, reprodujo las declaraciones que realicé a la salida del encuentro: “Estamos de acuerdo en la convocatoria del gobernador [de Santa Cruz] a un frente nacional y popular, con participación de fuerzas y personalidades no peronistas, para lograr un modelo de producción y trabajo contrario al neoliberal, pues nuestra propuesta económica y social es el plan Fénix y, en lo político, contribuir a la construcción de una confluencia de fuerzas nacionales y populares”.

Apoyamos su candidatura pues entendemos que “La opción es vagar entre el principismo testimonial y la observación críticamente académica de los hechos, o embarrarse en la construcción de un espacio que conjugue la voluntad de tantos malheridos por las sucesivas derrotas y frustraciones del campo popular, y de mi generación en particular, para incidir en los acontecimientos y crecer en el proceso”.

Y concluía: “Si el compromiso se cumple, estamos ante una ineludible oportunidad para los que buscamos una alternativa en el país”. Néstor no solo cumplió con su compromiso, sino que superó con creces las expectativas de los presentes. Tal vez, como en aquella primavera de 1973, porque los logros las excedieron ampliamente.

A la política le faltaba pueblo y Kirchner reconcilió a centenares de miles con ella. Rescató el denigrado valor de la militancia, la historia de tantas generaciones de luchadores.

A menos de 72 horas de asumir la presidencia, como señal de lo que vendría, viajó a la provincia de Entre Ríos para destrabar meses de conflicto docente mediante la restitución de sus derechos, como lo hizo al terminar con una década de congelamiento de las paritarias salariales, o al devolver lo arrebatado a jubilados y estatales.

Reinstaló el papel central del Estado y del mercado interno como motor de la economía, con el aporte de las exportaciones, pero agregando trabajo argentino a los productos primarios, es decir salario, ciencia y tecnología.

Retomó el juicio a los responsables del genocidio dictatorial, terminó con el indulto, la impunidad legislada y la desmemoria. Lejos del oportunismo, lo hizo cuando nadie lo esperaba, ya que casi solo figuraba en la esperanza militante, en medio de la apatía de buena parte de la ciudadanía.

Junto a Chávez, Lula, Zelaya, Tabaré/Mujica, Evo, Lugo, y Correa integró una inédita generación de presidentes latinoamericanos que trazaron una alternativa regional independiente de los dictados de Washington y avanzaron la integración de la Patria Grande, por lo que tuvieron que enfrentar una furiosa reacción desestabilizadora y golpista.

Es cierto, cuando el 27 de octubre de 2010 nos golpeó su muerte, no habíamos superado un obstáculo que luego se agravó y considero determinante para que perdamos la década ganada. La restauración conservadora avanzó sobre el flanco de la incapacidad o falta de voluntad para construir la fuerza nacional programática, unitaria y pluralista que defendiera y profundizara las conquistas logradas.

Con ese objetivo, en el inicio de su gestión, Néstor impulsó la Transversalidad en la construcción política frentista, una convocatoria plural para superar el perimido bipartidismo, la que fue repudiada por las derechas partidarias, y saboteada por sus expresiones dentro del propio Frente para la Victoria.

En su lugar, prevaleció la recreación electoral de lo que se pretendía superar: la Concertación que llevó al radical Julio Cobos a la vicepresidencia en 2007, pero estalló un año después cuando la rebelión de las patronales rurales. Otro retroceso, la llamada Pejotizacion, le siguió sin mayor aporte y similar suerte.

Fueron tres momentos de un proceso que hacia 2015 se mostró incapaz para ejercer la conducción política del conjunto. Se paralizó la construcción del frente nacional, se descartaron los aportes críticos y hasta quedaron desplazados aliados estratégicos en el movimiento obrero, con lo que predominaron en forma perniciosa la obsecuencia y la deserción.

En ningún caso el alejamiento “por derecha” de ciertos dirigentes se originó en las limitaciones reales en una gestión de la que formaron parte en puestos clave. El motivo fue la seducción del privilegio, o (en el mejor de los casos) el temor a las consecuencias de confrontarlo.

En cambio, las deserciones “por izquierda” se atribuyeron a decisiones postergadas y promesas incumplidas. Hubo quienes rechazaron a Kirchner en 2003, luego sumaron sus fuerzas y obtuvieron posiciones legislativas o institucionales, pero finalmente partieron ante la demora en tomar el cielo por asalto, objetivo lejano en los tiempos y formas que imaginaron, el que tampoco alcanzaron -ni antes ni después- desde sus propias identidades.

Se alejaron con algunas razones, pero sin justificación suficiente. Algunos volvieron a confluir en la amplia alianza electoral que en 2019 permitió derrotar al neoliberalismo, por lo que a su regreso ocupan decisivos puestos institucionales.

Néstor Kirchner fue casi obsesivo cuando de medir las fuerzas en disputa se trataba. Hoy, esa relación es más desfavorable que cuando le tocó asumir la presidencia y mucho más adversa que cuando culminó el mandato de Cristina.

La pandemia agudizó la catástrofe económico- social y sanitaria en que Cambiemos sumió a la Argentina, a la vez que incrementó el poder político y económico del bloque dominante, su capacidad de presión y daño destituyente.

Si entonces se trataba de avanzar para consolidar lo logrado, ahora es necesario recuperar lo destruido para poder consolidarlo y avanzar.

La magnitud del desafío potencia la vigencia de las definiciones de aquel encuentro con Néstor en la Casa de Santa Cruz. La recesión, el hambre y la pobreza exigen medidas drásticas, financiar la recuperación con recursos que provengan de una reforma tributaria y otra financiera, que termine con la usura y la especulación apañadas por la vigente legislación de la dictadura, así como recobrar parte de la abusiva renta de la patronal agroexportadora, minera y energética.

Nuestra historia muestra que es suicida apostar la suerte de un proyecto popular a la búsqueda de acuerdos superestructurales o a la conciliación de intereses antagónicos, si los del pueblo no están respaldados por la fortaleza de su presencia organizada.

Las pulseadas, incluidas las que se dan dentro de una amplia y heterogénea alianza electoral en el gobierno, se definen con protagonismo y movilización, de la mano de un Frente de Todos institucionalizado, con la participación de todos sus integrantes políticos y sociales, arraigado en cada lugar de trabajo, creación y estudio. La base debe ser un programa estratégico decidido en común, motor de la acción reivindicativa conducida desde la política en cada ámbito, que es decir núcleos de poder popular que lo impulsen, apliquen y defiendan.

Esa voluntad existe y quiere abrirse paso, como miles y miles lo demostraron en las calles el 17 y el 27 de octubre pasado. No precisaron de una convocatoria gubernamental, como no la necesitaron en 1945, ni tampoco para despedir masivamente a Néstor 10 años atrás.

Esa es la fuerza para que el gobierno resista presiones y avance con energía en el cumplimento del compromiso electoral. La fuerza para decidir la eterna disputa entre quienes pretenden hacer pagar las crisis a los trabajadores y no al privilegio, cuyo modelo de renta y rapiña las causó, las profundizó, y siempre se benefició en ellas.

El pueblo movilizado, pero tambièn organizado como sujeto político, es muestra de Lealtad a la historia del peronismo, mayoritario componente del movimiento nacional y popular.

Es Memoria presente del aporte de otras culturas políticas que lo fueron conformando, como de la izquierda marxista (anarquista, socialista, comunista o guevarista) y el yrigoyenismo, mal que le pese al negacionismo sectario de algunos ex funcionarios con generosa prensa.

Es la Garantía posible para definir la suerte de esta epopeya para reconstruir la Patria y hacerla libre, justa y soberana.

Es Homenaje y continuidad de la brecha abierta por Néstor Kirchner con su proyecto político. En suma, la última y definitiva lección de un estadista nacional y regional, pero también un hombre de carne y hueso, uno más de nosotros, del héroe colectivo del que hablaba Oesterheld.

 Lo conocí en los primeros días de febrero de 2003.

La actividad era vertiginosa en la Casa de Santa Cruz, en la calle Reconquista del microcentro porteño, donde concurrí con un grupo de dirigentes políticos para decidir nuestro apoyo a su candidatura presidencial, convencidos de que era la mejor opción para la Argentina, aunque tal vez no la que cada uno de nosotros soñó.

Lejos de la imagen de hombre irascible y autorreferencial que intentaron instalar por años, me impactó la calidez que encontré en Néstor Kirchner; algo que no suele suceder entre quienes tenemos años de actividad política.

En la despedida, me tomó del hombro y con un gesto afectuoso me llevó hacia un costado, para recordar a mi padre (“gran persona tu viejo, y un dirigente del que aprendimos mucho; quizás el único con el que disentíamos, pero sabíamos que no era gorila”) y a las Juventudes Políticas de los años 70 (“también me acuerdo lo que vos hiciste, hasta el golpe y después del golpe; espero que los años que vienen nos encuentren juntos”).

Por un tiempo pensé que esa información -como sucede- le había sido anticipada para la ocasión por algún colaborador, pero él se encargó de ratificármela en otras reuniones.

El primer encuentro no había sido pacífico. ¿Es que podía serlo con ese político que defendía sus convicciones con tanta fuerza?

Esa noche, participamos una decena de referentes, varios de ellos “sobrevivientes” de aquellas juventudes que ganaban unidas la calle desde los finales de la dictadura de Lanusse, quienes coincidimos en la necesidad de:

1. Recuperar fuertemente el salario, como medida de justicia social, pero a la vez dinamizador del mercado interno y polea para la reconstrucción del aparato productivo, para encarar el desgarrador cuadro de desocupación, pobreza y hambre;

2. Acordar que el audaz programa de cambios que planteaba exigía fondos para financiarlo, y estos debían provenir de la renta agroexportadora, petrolera, minera y financiera, incluyendo la reestatización de los aportes jubilatorios entregados a las AFJP.

3. Construir la fuerza capaz de impulsar y respaldar ese rumbo, un nuevo bloque histórico, con todos los componentes políticos y sociales del movimiento nacional y popular.

Kirchner esbozó la aprobación del último punto, alguna duda respecto al primero y prudente silencio ante el segundo, es decir la drástica recuperación de la renta que proponíamos. Julio De Vido, todavía un desconocido arquitecto, lo acompañaba sin pronunciar palabra.

Las encuestas lo mostraban muy lejos de un triunfo. Apenas rozaba un dígito en la intención de voto.

Un cable de la agencia Télam, fechado el 16 de febrero de 2003, reprodujo las declaraciones que realicé a la salida del encuentro: “Estamos de acuerdo en la convocatoria del gobernador [de Santa Cruz] a un frente nacional y popular, con participación de fuerzas y personalidades no peronistas, para lograr un modelo de producción y trabajo contrario al neoliberal, pues nuestra propuesta económica y social es el plan Fénix y, en lo político, contribuir a la construcción de una confluencia de fuerzas nacionales y populares”.

Apoyamos su candidatura pues entendemos que “La opción es vagar entre el principismo testimonial y la observación críticamente académica de los hechos, o embarrarse en la construcción de un espacio que conjugue la voluntad de tantos malheridos por las sucesivas derrotas y frustraciones del campo popular, y de mi generación en particular, para incidir en los acontecimientos y crecer en el proceso”.

Y concluía: “Si el compromiso se cumple, estamos ante una ineludible oportunidad para los que buscamos una alternativa en el país”. Néstor no solo cumplió con su compromiso, sino que superó con creces las expectativas de los presentes. Tal vez, como en aquella primavera de 1973, porque los logros las excedieron ampliamente.

A la política le faltaba pueblo y Kirchner reconcilió a centenares de miles con ella. Rescató el denigrado valor de la militancia, la historia de tantas generaciones de luchadores.

A menos de 72 horas de asumir la presidencia, como señal de lo que vendría, viajó a la provincia de Entre Ríos para destrabar meses de conflicto docente mediante la restitución de sus derechos, como lo hizo al terminar con una década de congelamiento de las paritarias salariales, o al devolver lo arrebatado a jubilados y estatales.

Reinstaló el papel central del Estado y del mercado interno como motor de la economía, con el aporte de las exportaciones, pero agregando trabajo argentino a los productos primarios, es decir salario, ciencia y tecnología.

Retomó el juicio a los responsables del genocidio dictatorial, terminó con el indulto, la impunidad legislada y la desmemoria. Lejos del oportunismo, lo hizo cuando nadie lo esperaba, ya que casi solo figuraba en la esperanza militante, en medio de la apatía de buena parte de la ciudadanía.

Junto a Chávez, Lula, Zelaya, Tabaré/Mujica, Evo, Lugo, y Correa integró una inédita generación de presidentes latinoamericanos que trazaron una alternativa regional independiente de los dictados de Washington y avanzaron la integración de la Patria Grande, por lo que tuvieron que enfrentar una furiosa reacción desestabilizadora y golpista.

Es cierto, cuando el 27 de octubre de 2010 nos golpeó su muerte, no habíamos superado un obstáculo que luego se agravó y considero determinante para que perdamos la década ganada. La restauración conservadora avanzó sobre el flanco de la incapacidad o falta de voluntad para construir la fuerza nacional programática, unitaria y pluralista que defendiera y profundizara las conquistas logradas.

Con ese objetivo, en el inicio de su gestión, Néstor impulsó la Transversalidad en la construcción política frentista, una convocatoria plural para superar el perimido bipartidismo, la que fue repudiada por las derechas partidarias, y saboteada por sus expresiones dentro del propio Frente para la Victoria.

En su lugar, prevaleció la recreación electoral de lo que se pretendía superar: la Concertación que llevó al radical Julio Cobos a la vicepresidencia en 2007, pero estalló un año después cuando la rebelión de las patronales rurales. Otro retroceso, la llamada Pejotizacion, le siguió sin mayor aporte y similar suerte.

Fueron tres momentos de un proceso que hacia 2015 se mostró incapaz para ejercer la conducción política del conjunto. Se paralizó la construcción del frente nacional, se descartaron los aportes críticos y hasta quedaron desplazados aliados estratégicos en el movimiento obrero, con lo que predominaron en forma perniciosa la obsecuencia y la deserción.

En ningún caso el alejamiento “por derecha” de ciertos dirigentes se originó en las limitaciones reales en una gestión de la que formaron parte en puestos clave. El motivo fue la seducción del privilegio, o (en el mejor de los casos) el temor a las consecuencias de confrontarlo.

En cambio, las deserciones “por izquierda” se atribuyeron a decisiones postergadas y promesas incumplidas. Hubo quienes rechazaron a Kirchner en 2003, luego sumaron sus fuerzas y obtuvieron posiciones legislativas o institucionales, pero finalmente partieron ante la demora en tomar el cielo por asalto, objetivo lejano en los tiempos y formas que imaginaron, el que tampoco alcanzaron -ni antes ni después- desde sus propias identidades.

Se alejaron con algunas razones, pero sin justificación suficiente. Algunos volvieron a confluir en la amplia alianza electoral que en 2019 permitió derrotar al neoliberalismo, por lo que a su regreso ocupan decisivos puestos institucionales.

Néstor Kirchner fue casi obsesivo cuando de medir las fuerzas en disputa se trataba. Hoy, esa relación es más desfavorable que cuando le tocó asumir la presidencia y mucho más adversa que cuando culminó el mandato de Cristina.

La pandemia agudizó la catástrofe económico- social y sanitaria en que Cambiemos sumió a la Argentina, a la vez que incrementó el poder político y económico del bloque dominante, su capacidad de presión y daño destituyente.

Si entonces se trataba de avanzar para consolidar lo logrado, ahora es necesario recuperar lo destruido para poder consolidarlo y avanzar.

La magnitud del desafío potencia la vigencia de las definiciones de aquel encuentro con Néstor en la Casa de Santa Cruz. La recesión, el hambre y la pobreza exigen medidas drásticas, financiar la recuperación con recursos que provengan de una reforma tributaria y otra financiera, que termine con la usura y la especulación apañadas por la vigente legislación de la dictadura, así como recobrar parte de la abusiva renta de la patronal agroexportadora, minera y energética.

Nuestra historia muestra que es suicida apostar la suerte de un proyecto popular a la búsqueda de acuerdos superestructurales o a la conciliación de intereses antagónicos, si los del pueblo no están respaldados por la fortaleza de su presencia organizada.

Las pulseadas, incluidas las que se dan dentro de una amplia y heterogénea alianza electoral en el gobierno, se definen con protagonismo y movilización, de la mano de un Frente de Todos institucionalizado, con la participación de todos sus integrantes políticos y sociales, arraigado en cada lugar de trabajo, creación y estudio. La base debe ser un programa estratégico decidido en común, motor de la acción reivindicativa conducida desde la política en cada ámbito, que es decir núcleos de poder popular que lo impulsen, apliquen y defiendan.

Esa voluntad existe y quiere abrirse paso, como miles y miles lo demostraron en las calles el 17 y el 27 de octubre pasado. No precisaron de una convocatoria gubernamental, como no la necesitaron en 1945, ni tampoco para despedir masivamente a Néstor 10 años atrás.

Esa es la fuerza para que el gobierno resista presiones y avance con energía en el cumplimento del compromiso electoral. La fuerza para decidir la eterna disputa entre quienes pretenden hacer pagar las crisis a los trabajadores y no al privilegio, cuyo modelo de renta y rapiña las causó, las profundizó, y siempre se benefició en ellas.

El pueblo movilizado, pero tambièn organizado como sujeto político, es muestra de Lealtad a la historia del peronismo, mayoritario componente del movimiento nacional y popular.

Es Memoria presente del aporte de otras culturas políticas que lo fueron conformando, como de la izquierda marxista (anarquista, socialista, comunista o guevarista) y el yrigoyenismo, mal que le pese al negacionismo sectario de algunos ex funcionarios con generosa prensa.

Es la Garantía posible para definir la suerte de esta epopeya para reconstruir la Patria y hacerla libre, justa y soberana.

Es Homenaje y continuidad de la brecha abierta por Néstor Kirchner con su proyecto político. En suma, la última y definitiva lección de un estadista nacional y regional, pero también un hombre de carne y hueso, uno más de nosotros, del héroe colectivo del que hablaba Oesterheld.

domingo, 25 de octubre de 2020

Recordando los años de Néstor (V)

 

La cercanía al 27 me obliga a saltear algunas notas de los primeros años de Néstor que quería compartir. Avanzo hasta el 18 DE DICIEMBRE DE 2006.
Los temas de la ofensiva derechista, e incluso los que debemos debatir hacia el interior del movimiento nacional y popular, son casi los mismos, pese que ¡PASARON 14 AÑOS! Va nota, exactamente como la publiqué.

“Los guiños amistosos entre dirigentes de la UCR con Macri, Sobisch y Lavagna, amenazan con poner punto final a la ‘divisoria’ de aguas con la derecha que marcaban algunos radicales, y aceptar los consejos de Joaquín Morales Solá, que supo prestar su figura para decorar el "Operativo Independencia" en Tucumán, pero ahora desde su "atril", discrimina entre autoritarios y demócratas y llama a formar un Partido de la Republica, lo que en política suele simplificarse como "una nueva Unión Democrática".
“Algunos pésimos defensores del Presidente Néstor Kirchner creen que "polarizar" la contradicción es conveniente para afirmar el rumbo emprendido, pero esa posición es funcional a la anterior.
“La izquierda de la que provengo ya cayó en esa trampa, pero somos muchos los que no cejaremos en el empeño para impedir que muchos compañeros que han probado largamente su pertenencia al campo popular vuelvan a quedar atrapados, y del peor lado, en falsas antinomias.
“En 1945 nos dividieron mal y no queremos que vuelvan a lograrlo, como parcialmente lo hicieron identificando a las patronales rurales con “el campo”, con la democracia y el desarrollo del país.
“En aquel momento histórico, buena parte de la izquierda y el progresismo, preocupados por las libertades democráticas y por sectores claramente derechistas que rodeaban a Perón, perdieron de vista que el centro de su llamado estaba en las banderas de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica.
"Y con esta posición no se abrió paso a la Democracia y la República. Se ejerció una oposición sistemática que permitió que la hegemonizaran quienes terminaron masacrando al pueblo en la Plaza de Mayo. No querían libertad –como no la quieren ahora sus sucesores– sino enfrentar el proceso de transformación y dignidad popular que se iniciaba. Y es nuestro deber contribuir para que esa historia no se repita.
“Pero tampoco permitiremos que, agitando las banderas del pueblo peronista, vuelvan a vestirse con los ropajes del movimiento nacional los que, entonces y ahora, en realidad querían lo mismo que los liberales y los conservadores. No queremos de nuevo la Alianza de Queraltó y Kelly ni la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de López Rega y Osinde, como no queremos a los que manejan sus territorios como feudos donde vale todo, desde los desarmaderos hasta el paco asesino. Esos no querían ni quieren Justicia Social ni una mejor Argentina.
“La contradicción debe darse a partir de ideas, de proyectos de país, y el presidente Kirchner ubicó en el debate y los hechos temas por los que siempre hemos luchado, y que hace poco tiempo atrás parecían sepultados o muy lejanos en el tiempo: Justicia y Corte Suprema, Derechos Humanos, independencia de los condicionamientos del FMI, papel protagónico del Estado, proyecto estratégico latinoamericano, para citar algunos ejes.
“Claro que no todas son rosas, pero rechazamos cualquier debate sobre un republicanismo ‘rengo’, que sólo habla de división e independencia de poderes, pero que nunca propone cómo, además de la ‘calidad institucional’, se construye una verdadera democracia, que no es sino con justicia social, la que garantiza la parte de la Constitución que siempre se olvidan de citar”.
Agenda Unite 18/12/2006

sábado, 24 de octubre de 2020

Recordando los primeros años de Néstor (IV)


En esta vigilia hacia el 27, recordando a Néstor Kirchner, comparto esta cuarta entrega de algunos párrafos TEXTUALES de mis notas, en este caso de la publicada el 24 DE OCTUBRE DE 2003, los días en que empezaba la CAMPAÑA MEDIATICA, de la mano del privilegio, para enfrentar las conquistas que se iban concretando, y el debate que se iría tornando caliente acerca de la LIBERTAD DE PRENSA.

Mucho, pero mucho antes, del “Clarín Miente”, o del desbarranque total de Carrió:

“En la Argentina no existe la ‘libertad de prensa’: ello implicaría que todo tipo de organizaciones sociales y políticas, así como el ciudadano común tuvieran acceso pleno a los medios masivos de comunicación. Ni hablar de la de información, que incluye el derecho a recibir información veraz, objetiva, oportuna, y completa, es decir el derecho a enterarse de todas las noticias, sin exclusión alguna.”
“A lo sumo, ‘libertad de empresa’, o sea el derecho de propiedad ejercido por los grupos económicos que hoy detentan el poder de publicar, o dejar de publicar, lo que quieren. Y libertad de empresa hasta ahí, teniendo en cuenta la cesión de Papel Prensa otorgada por la dictadura a algunos medios, cuasi monopólicos en cuanto al crítico insumo.
“Por ello merece atención que Noticias del 18-10-03, dedique su tapa, titulada ‘El Apriete’, al anuncio de una producción especial acerca de las supuestas presiones que estaría ejerciendo el Gobierno sobre algunos medios, intimidando o retaceando publicidad oficial.
“Nada más alejado de nuestra filosofía que justificar ‘aprietes’ de ningún tipo sobre personas o entidades, pero llama la atención esta nota en un país donde los interesados saben –repetimos, saben– que no existe la libertad de prensa. Sobre todo, cuando se acusa directamente a Néstor Kirchner, a ‘El Presidente y su entorno’.
“Esta y otras notas, de Clarín y La Nación, INDICAN QUE ESTAMOS ANTE EL INICIO DE UNA CAMPAÑA ANTIGUBERNAMENTAL DE PROPORCIONES.
"Es curioso: con algunos cambios de sustantivos, el ejercicio del ‘apriete’ podría aplicarse a los grandes grupos multimediáticos, incluso gran parte de los llamados ‘periodistas independientes’ que ocupan su espacio en ellos, para analizar su actitud y opinión escrita, u omitida, de hechos y personas que no les gustan a sus empleadores, y a los que no vacilan en presionar cada vez más abiertamente.
“Elisa Carrió, con un tono de ingenuidad propia de quien jamás estuvo en una redacción, pero indignante en una política que pretende opinar al respecto, simula preocupación: ‘Esto estaba silenciado. A mí me preocupa sobre todo el periodismo joven, porque si un periodista no trabaja por la verdad, finalmente tiene una frustración enorme’.
“Compartimos su criterio, junto al 99% de los trabajadores de prensa conscientes, pero sería bueno que lo aplique a los despedidos de Clarín o Editorial Perfil, justamente por decir la verdad o reclamar sus derechos ya que es a ese medio al que le concede el reportaje.
“‘Hoy se controla hasta la coma que se pone en un artículo. Y esto genera una autocensura muy grande’. Es así señora Carrió, pero no porque “se siente miedo del poder” político, como afirma insidiosa. En todo caso, el miedo de los periodistas jóvenes es a la patronal y a la estructura vertical del medio, la que se encargará de decirle lo que puede, o no escribir, de levantarle o mutilarle una nota, o (si insiste) despedirlo sin más.
Agenda Unite, 24/10/2003

viernes, 23 de octubre de 2020

Recordando los primeros años de Néstor (III)

 

Mientras preparo mi recuerdo personal de Néstor Kirchner, que compartiré en breve, comparto esta tercera entrega de párrafos TEXTUALES de notas que escribí en los primeros días de su presidencia, en este caso del 11 DE JULIO DE 2003.

Invito a leer y comparar los “argumentos” con los que atacaban hace… ¡17 años!

A unos no se les cae una idea, pero otros no tienen memoria.

“En una edición anterior señalamos los pasos de la cruzada de manipulación ideológica que, a nuestro juicio, rodeó y rodea la gestión Kirchner.
"En aquel momento, puntualizamos seis líneas de acción:

1. Desautorización del candidato, comenzando por su capacidad de gestión: ninguna experiencia “nacional”, antecedentes “preocupantes” de su gobierno en Santa Cruz, etc.
2. Campaña “sucia” al estilo de “El chirolita de Duhalde”. O un poco más elaboradas, como “El Cámpora de Duhalde”, presentando como análisis político la tesis de la dependencia que tendría respecto al “aparato duhaldista” Kirchner, si llegara a la presidencia.
3. Ahora, ya electo , y sin renegar de lo dicho, se pasa a una nueva teorización: su presunta falta de legitimidad, y por lo tanto de capacidad de gestión, por el escaso número de votos, 22,24%, obtenidos en la primera vuelta.
4. Ante el ascenso en la imagen positiva del Presidente, surge el “estilo K”, mezcla de auténticas expresiones de buena voluntad con un intento descarado de vaciar de contenido el debate político.
5. Contemporánea con la anterior, casi su continuación natural, sostienen que Kirchner produce “muchos gestos y pocos hechos”. Es una abierta presión por la falta de “hechos” reclamados por el establishment y por gestos que sí, molestan a los “grupos concentrados”. Braman por la falta de “un –SU– programa económico global” (compensación a los bancos, aumento de tarifas, pago del total de la deuda externa, apoyo a las AFJP o menguada coparticipación federal, entre otros temas), por completo distinta del apoyo para algunas definiciones y el impulso a otras (salario, más justa distribución de la riqueza, mercado interno, producción y desarrollo, reestatización de las AFJP) de los que nos consideramos parte del campo popular.
6. La aparición de groseras caracterizaciones como “setentistas” o “nostálgicos” anticipan una suerte de revanchismo anti izquierdista, que lo es antiperonista combativo, contra un sector del Gobierno, al menos.

"Son indicios apenas, pero podemos anticipar que su eventual crecimiento, incluso brutalidad, será directamente proporcional al rechazo de Kirchner a las presiones del establishment".
Agenda Unite, 11/7/2003

jueves, 22 de octubre de 2020

Recordando los primeros años de Néstor (II)

 

Cerca del décimo aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner, recordamos los primero tramos de su gestión con esta segunda entrega, en este caso con algunos párrafos TEXTUALES de mi nota del 13 DE JUNIO DE 2003.

“Sin duda, hay una fuerte tendencia a vaciar de contenido el debate político que permitiría dilucidar las cuestiones fundamentales que enfrentamos los argentinos: un programa de transformaciones y la fuerza político-social en condiciones de llevarlo adelante. En su lugar, se trata de reducirlo al análisis semiótico y/o gestual acerca del “estilo Kirchner”.
“Tenemos la simplificación de quienes, desde una supuesta izquierda, trinan que “no hay ninguna diferencia: Menem, Duhalde y Kirchner son lo mismo”.
"A ellos hay que agregar a quienes, con muy buena intención, se deslumbran con la energía presidencial para encarar tareas ante las que siempre se sitúan como espectadores. ¿Podrá? ¿Seguirá así? ¿No serán los primeros días?
"Los hay, también, quienes mezclan ambos elementos, y tienen otras preocupaciones: ¿Tendría que haber seguido este orden? ¿No había otros ejes más importantes? ¿No serán demasiados frentes a la vez?
"A la mezcla anterior debemos agregarle la verdadera, aunque disimulada acción política: trabajan para que no siga así, sueñan con que sea sólo en estos primeros días, no quieren estos ejes sino otros bien distintos y, por fin, les importa muy poco si son muchos frentes o pocos. En realidad, quieren dejar estos de lado y abrir otros que profundicen el modelo económico-social de exclusión que veníamos soportando.
"Nosotros nos enrolamos, sin dudar, en la apuesta por las transformaciones emprendidas, aunque puntualizamos la necesidad de un programa que apunte a la motorización del aparato productivo, con la herramienta insustituible del salario.
"No se resuelven los problemas, aunque “pulvericemos” la corrupción y demos justa solución a situaciones puntuales de desamparo y abandono de años. En esto, el rumbo no llega a ser definitivo, y mucho menos en la gran tarea de conformar el nuevo bloque histórico que acompañe al Presidente de manera activa, para enfrentar la resistencia de la clase dominante".
Agenda Unite, 13/6/2003

miércoles, 21 de octubre de 2020

Recordando los primeros años de Néstor (I)


El 27 de octubre se cumplen 10 años de la muerte de Néstor Kirchner, y comienzan los análisis realizados desde la comodidad del presente, olvidando el papel de cada uno -de izquierda a derecha- en los primeros días de su gestión.

Inicio la reproducción TEXTUAL de párrafos de algunas de mis notas en aquellos años, en este caso el 30 DE MAYO DE 2003, apenas iniciado el mandato.
“Kirchner ocupó su primera semana con algunas definiciones y acciones dignas de tener en cuenta:
1) un discurso de asunción contundente, al que un crítico poco complaciente, José María Pasquíni Durán, calificó como las definiciones que “el progresismo esperaba hace años”, tanto en lo interno como en su definición latinoamericanista, sin con ello cerrarse al mundo;
2) el llamado a no “angustiarse” en la negociación con el FMI, ya que “nos hemos arreglado sin él”;
3) el viaje a Entre Ríos para terminar un conflicto docente de tres meses, que mereció el adecuado reconocimiento de Marta Maffei;
4) la definición de que no se aumentarían tarifas sin analizar antes las pérdidas y ganancias reales de las empresas privatizadas y el cumplimiento de sus contratos;
5) el compromiso de no aceptar extorsiones y tender a la depuración de la Justicia; 6) el corte por lo sano de cualquier cuña del pasado en las fuerzas armadas.

“Es notable que, mientras la derecha política y periodística alzó su voz indignada por la presencia de Fidel Castro y Hugo Chávez en la ceremonia de asunción presidencial, parte de la izquierda los idolatró acríticamente, salvo en el momento de tomar nota de lo más importante, que prefirieron ignorar: su apoyo explícito al nuevo gobierno y, en particular, a sus definiciones políticas generales. Al parecer, tampoco registraron el agradecimiento de Castro al “aporte internacional que ustedes han hecho al derrotar a un símbolo del neoliberalismo”. Optar por Kirchner y no por Menem, aclaramos, para los que no quieren oír ni leer”.
(…)
“No es tiempo de esperar a ver qué pasa. Tampoco se trata de ser comprensivo o no, ni de dejar pasar lo que no hay que dejar pasar. Se trata de actuar. No sólo de actuar, sino de convocar y organizar el difícil protagonismo popular en política. Y para incidir en el rumbo de los acontecimientos impulsando –y fortaleciéndonos en el proceso– la construcción de un nuevo bloque histórico para un rumbo de desarrollo y justicia social”.
Publicado en "Agenda Unite", el 30/5/2003

martes, 13 de octubre de 2020

El padre Mugica y el dialogo entre católicos y marxistas

 

Con la ayuda de Dios estaré dispuesto a dar mi vida por el Evangelio, pero no para defender estructuras capitalistas, aun cuando ellas estén en la Iglesia.

Carlos Mugica, “Dialogo entre católicos y marxistas”, Buenos Aires, 1965.

 

    En estos días se conmemora el 90 aniversario del nacimiento del sacerdote mártir Carlos Mugica, y 55 años desde que abrió con valentía la primera puerta al dialogo entre católicos y marxistas en la Argentina.

    Su precursora opción por los pobres y la liberación nacional es la razón de odio del privilegio, que empujó a su asesinato en 1974 por la Alianza Anticomunista Argentina, tal como probó la justicia penal, dato que pretenden omitir algunos desertores del peronismo o escribas pagos, hoy voceros de Juntos por el Cambio y el neoliberalismo.

    El 18 de octubre de 1965, una multitud colmó el Aula Magna de la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la UBA para escuchar las reflexiones de dos católicos y dos marxistas, entre los primeros un joven sacerdote de 35 años y entre los segundos mi propio padre.

    Mugica Echague, casi desconocido entonces, sería pionero del trabajo sacerdotal en las villas y, pese a provenir de una familia aristocrática y conservadora, ya había abrazado la causa de los humildes y con ella al peronismo.

    Sin plena consciencia de su trascendencia, pude presenciar ese potente intercambio, con apenas 13 años y en los primeros tiempos pasos de la militancia política, inaugurada con mi expulsión del recién iniciado colegio secundario por promover el repudio a la reciente invasión estadounidense a Santo Domingo.

    Entonces gobernaba Arturo Illia, se respiraba mayor libertad luego de años de cárceles y torturas para centenares de militantes peronistas y comunistas bajo el Plan CONINTES, dictado por el presidente Frondizi, al que ambos habían apoyado electoralmente. Desde marzo, cuando se realizaron elecciones legislativas nacionales, se multiplicó el odio del privilegio por la victoria de la Unión Popular, sigla con que el justicialismo y sus aliados burlaron nuevamente la proscripción del régimen, que respondió meses después con un nuevo golpe cívico-militar, en esta ocasión encabezado por el general Juan Carlos Onganía.

    Habían pasado 10 años de otro golpe, el de la “Revolución Fusiladora”, y la proscripción del PJ se extendió hasta las elecciones de 1973, mientras el PC recuperó su legalidad recién en mayo de ese año, cuando el electo Congreso Nacional derogó por unanimidad la abundante legislación represiva, entre ella la llamada “Ley 17.401 de Represión del Comunismo”, mediante la cual se persiguió penalmente a todo el movimiento popular combativo.

    En la década que siguió al golpe de 1955, y pese a su enfrentamiento electoral en 1945 y represiones posteriores, obreros peronistas y comunistas resistieron el asalto de los “comandos civiles” gorilas a las organizaciones gremiales. Juntos crearon en 1957 las “62 organizaciones”, y confluyeron en el histórico plenario de delegados en que la CGT dio a conocer ese año el antimperialista y antioligárquico Programa de La Falda, posteriormente ratificado con el de Huerta Grande. También se unieron los delegados de ambas militancias en ese ícono de los años de la Resistencia Peronista que fue la toma en 1959 del Frigorífico Lisando de la Torre, donde 9.000 obreros con la solidaridad activa del barrio obrero de Mataderos rechazaron su privatización y la represión conjunta de policías, gendarmes y el propio Ejército, con el insólito apoyo de cuatro tanques de guerra.

    Carlos Mugica fue hijo de esos tiempos, esas persecuciones y esas luchas. Y aquella noche de octubre, inició en estas tierras un camino que en Europa empezaron a transitar católicos y marxistas en los campos de exterminio nazi y la resistencia partisana antifascista.  Un camino que en América Latina se insinuaba rebelde al influjo de la Revolución Cubana y la mirada puesta en los movimientos de liberación nacional en las colonias de Asia y África, en la resistencia vietnamita a la invasión estadounidense.

    En aquella justa mitad de los 60, cuando dialogaron católicos y marxistas, aún no se había hecho luz la cruz de madera de su hermano Camilo Torres, el sacerdote y sociólogo que unió el evangelio con el marxismo, y cayó en una emboscada del ejército de Colombia al destacamento guerrillero que integraba.

    Juan XXIII ya había puesto en marcha la renovación del Concilio Vaticano II que impactó a Mugica, pero todavía no nacía la Teología de la Liberación ni el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, al que adhirió.

    Tres años faltaban para la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) en Medellín o la Opción preferencial por los Pobres, un compromiso con los cambios sociales del continente, del trabajo de religiosos y laicos junto a las mayorías desposeídas. De “Una iglesia pobre para los pobres”, como la quería Monseñor Romero, el obispo de El Salvador asesinado en 1980, luego de ser abandonado y humillado por el papa Wojtyla.

    Un casi inhallable folleto de la época, ajado y sobreviviente de tantas huidas y allanamientos policiales, contiene la desgrabación de lo que el padre Mugica anticipo aquel día en el viejo edificio de la calle Independencia, del barrio porteño de Balvanera, junto al dirigente universitario laico Guillermo Tedeschi, y a los comunistas Juan Rosales y Fernando Nadra.

    Algunas frases textuales, que comparto más abajo, nos hablan de ese mundo, esa Latinoamérica y ese país.

    Son una convocatoria a honrar la memoria y construir un futuro que rescate esos sueños rebeldes de una generación sacrificada, cruelmente segada.

 

 Padre Carlos Mugica

Antes de comenzar a leer mi breve contribución, quiero decir que siento una gran emoción de estar aquí junto a todos los que me acompañan, así sea porque sencillamente ni son anticomunistas ni son anticristianos, sino que precisamente están luchando en favor de algo para bien de un mundo nuevo, un mundo que todos queremos cambiar para que cada persona realmente pueda vivir como un ser humano y tenga toda la dignidad que merece, precisamente por ser humano.

La Iglesia vive tiempos de renovación y siente cada vez más la necesidad de abrirse a los hombres, de dialogar con ellos. Está en estado de revolución permanente, en función de un ideal futuro y que ya se está realizando ahora. Iniciado el diálogo con las otras religiones, ha llegado el momento de hacerlo tambièn con los hombres no creyentes, especialmente con aquellos que, como nosotros los cristianos, desean un mundo nuevo en que haya verdadera paz y justicia para todos los hombres.

Por eso estamos aquí en esta aventura de intentar algo juntos, católicos y marxistas, sin ocultar nada, sin dejar de lado las profundas diferencias que doctrinariamente nos separan.

(…)

Así como nosotros los cristianos comprendemos ahora los valores del marxismo y reconocemos en ellos elementos entrañables de nuestro cristianismo que más de una vez hemos ignorado, yo le pido a nuestros amigos marxistas que con toda honestidad revisen su actitud para con los religiosos como ya lo están haciendo muchos despojados de todo sectarismo en las filas de ustedes.

(…)

La religión no es entonces opio, siempre que sea auténtica y comprometa al hombre por entero. Una religión burguesa superficial, meramente cultural, ciertamente anula al hombre, pero si el hombre es verdaderamente evangélico se siente metido en el drama del mundo y de la historia.

(…)

Voy a decir algunas palabras que quizá me puedan traer inconvenientes, pero no me importa porque yo quiero servir a la verdad y al Evangelio, como creo que todos los que estamos aquí queremos servir a la verdad, y por eso siento en mi conciencia que tengo que decir que ha llegado el momento de que cortemos con una solidaridad que los hombres de la iglesia repudiamos: la solidaridad con el capitalismo y con cierta concepción de la propiedad privada. Con la ayuda de Dios estaré dispuesto a dar mi vida por el Evangelio, pero no para defender estructuras capitalistas, aun cuando ellas estén en la Iglesia.

(…)

A los amigos marxistas les digo finalmente. Es cierto que, para cambiar las estructuras, para rehacer este mundo que todos queremos renovar es necesaria la lucha, lucha que no necesariamente debe entrañar violencia. Pienso que hay una fuerza más potente, una fuerza más fecunda que es la fuerza del amor, amor que puede llevar a odiar las estructuras injustas, pero respetando siempre al ser humano.

 

Fernando Nadra

Antes que nada, quiero decir, como el Padre Mugica, que siento una profunda emoción.

Tengo dos razones para ello, que quiero exponer previamente: soy, como ustedes, un estudiante, un viejo estudiante si prefieren; he vivido en mis años universitarios las grandes jornadas de la lucha antifascista y ahora me siento cómodo en medio de una juventud tan entusiasta y valerosa; además –como signo de los tiempos—es la primera vez que ocupo la tribuna con amigos católicos, juntos a tantos católicos como los que están aquí, los que, como dijo el Padre Mugica, están dispuestos a tomar en serio el Evangelio y a construir en la tierra ese cielo con el cual tanto han soñado.

(…)

Este mismo diálogo y la lucha en común, por sobre las diferencias, forman parte de un vasto y profundo proceso que se ha reiniciado. Y que tiene sus antecedentes. El Padre Mugica ha citado a Thorez. E hizo bien. Porque el dirigente del Partido Comunista de Francia ya en 1936, formulo la llamada política de “mano tendida”, dirigida a los católicos, con el fin de luchar en común contra el fascismo y la invasión hitleriana.

(…)

Algunos se preguntan si esta unidad, en el diálogo y en la lucha, es solo circunstancial o puede durar mucho tiempo.

Es claro que tenemos un largo período de trabajo en común por delante. Debemos resolver juntos los problemas nacionales, que no son pocos. Debemos contribuir a crear juntos un nuevo tipo de gobierno, auténticamente democrático y popular. Debemos luchar juntos para terminar con la carestía de la vida, la miseria, la superexplotación, la falta de libertades democráticas para todos; en una palabra, debemos poner fin a las lacras sociales de las que habla el Padre Mugica. Juntos tenemos que terminar con la dependencia del imperialismo yanqui, con las garras asfixiantes del FMI. Es decir, hay mucho que hacer juntos, y todo este trabajo que debemos realizar luchando y dialogando nos ofrece una larga perspectiva de unidad.

Pero, luego, tenemos que construir juntos una sociedad más avanzada y justa, que nosotros llamamos socialismo. Y debemos, entonces, estar unidos. La experiencia nos irá diciendo cuáles son las ideas mejores las que tienen mayor vigencia.

(Para la revista Mugica)

sábado, 10 de octubre de 2020

Argentina no es ni será Venezuela, pero su destino también se define allí


     El gobierno argentino decidió hace pocas horas formar parte de la minoritaria condena de 22 países a Venezuela en las Naciones Unidas (ONU), basado en un informe elaborado sin pisar ese país por Michelle Bachelet, parte de una redoblada escalada internacional impulsada por EE. UU, sus socios europeos y el reaccionario Grupo de Lima, al que nos incorporó el gobierno de Mauricio Macri.

    Es una grave concesión a la presión para alinear a la Argentina con la voluntad hegemónica imperial y su acción desestabilizadora para someter y desplazar a los gobiernos de raíz nacional y popular.

    Sería suicida subestimar este retroceso, como lo sería dar por perdida la batalla por una política exterior independiente, signos de la cual fueron los pronunciamientos a favor de la reconstrucción de la unidad regional torpedeada por los neoliberales,  el apoyo al Grupo de Puebla, el desconocimiento al autodesignado Juan Guaidó, el repudio a los golpistas bolivianos (acompañado con la protección de Evo Morales y García Linera), todo lo que constituyó un distanciamiento de las imposiciones de Estados Unidos y sus aliados.

    La suerte de la Patria Grande, la de San Martín, Bolívar y Artigas, se juega en cada uno de los territorios en que dividieron a nuestro continente.

    Nuestra historia muestra dolorosamente adónde llevan las concesiones de los gobiernos de origen popular: al aislamiento y el golpe de Estado durante todo el siglo XX, al que no renunciarán, pero también encubren con desplazamientos “institucionales” como los ya ensayados en Honduras, Paraguay, o Brasil.

    Hipócritas, agitan los derechos humanos mientras ocultan su violación sistemática, que no merece condena alguna en la OEA o la ONU, ante la violencia estatal y privada en Honduras o Brasil, el virtual genocidio en Guatemala, la matanza de centenares de dirigentes políticos y sociales en Colombia, la sangrienta represión golpista en Bolivia y a la rebelión popular en Chile.

    La reacción de los portavoces mediáticos del bloque de poder (ClarínLa NaciónInfobae, entre otros), demuestra que evalúan el retroceso gubernamental como un triunfo propio, a la vez que no dejan de reclamar “claridad” en la política exterior, es decir un firme alineamiento con Estados Unidos a escala planetaria y, entre nosotros, abandonar cualquier intento, aún tímido, de hacer pagar la crisis estructural y la catástrofe heredada del macrismo, a quienes se beneficiaron de ella.

    La muestra, también, convencidos de que cada retroceso obtenido fortalece sus pretensiones restauradoras, debilita al gobierno y estimula la desilusión entre la ciudadanía, pero sobre todo desmoviliza, siembra dudas y divisiones en la propia base electoral, particularmente entre los sectores más avanzados y dinámicos del Frente de Todos.

    Es precisamente esta militancia la que recibe desconcertada la postura en la ONU, como trata de explicarse (y más difícil explicar a nuestros compatriotas), lo que sucedió con el llamado a la “solidaridad” entre los que, como los jubilados, poco o nada tienen. Con las advertencias y luego la pasividad frente a los despidos de los grandes empresarios durante la pandemia. Con el retroceso en la expropiación de Vicentin, para ahora bajar las retenciones al monopolio privado de grandes exportadores, que las aprovechan, pero rechazan por insuficientes y segmentadas. O con la abandonada promesa de investigar la fraudulenta deuda externa y los meses de demora para presentar y tratar en el Congreso el aporte extraordinario de las grandes fortunas.

    El apoyo al pueblo de Bolívar no admite vacilación alguna, pero es contraproducente simplificar su compleja realidad, desconocer que Venezuela enfrenta la oposición golpista que promueve una intervención militar extranjera y el criminal bloqueo económico y sanitario, pero a la vez se debate en una feroz pulseada dentro mismo de quienes coprotagonizaron la revolución bolivariana. Entre quienes la defienden promoviendo su profundización, pero encuentran la resistencia de quienes desconfían de la fuerza del pueblo y creen que con concesiones pueden ganarse la aprobación del privilegio nativo y extranjero.

    En el propio gobierno, legítima y democráticamente elegido, hay quienes pretenden calmar a los agresores internos y externos impulsando la entrega de la industria petrolera, gasífera y minera al capital trasnacional; la devolución de tierras a terratenientes y empresas nacionalizadas al capital privado, con cláusulas de confidencialidad que abonan la corrupción y disimulan la entrega, en violación de la Constitución y en una clara traición al legado de Hugo Chávez, mientras se postergan los reclamos de los sectores populares, crecen los despidos y el deterioro salarial, y los terratenientes desatan la violencia contra campesinos y trabajadores agrarios.

    Muy por el contrario, el rechazo a los golpes y la violencia, los sabotajes, el desabastecimiento y el bloqueo, que priva al pueblo de medicinas, alimentos e insumos esenciales, reclama construir una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo dependiente y rentista venezolano. En lo inmediato, la confiscación masiva de los bienes situados en el territorio nacional propiedad de gobiernos que confiscan los propios en el exterior, y de las personas y empresas que colaboran en la guerra económica.

    Suenan huecos los mensajes oficiales acerca de ratificar “la posición histórica de liderazgo que tiene la Argentina en derechos humanos” a posteriori de la votación, o diferenciarse en comunicados aclaratorios de la condena a los bloqueos y sanciones, cuando otros caminos se abrían para el gobierno: votar la resolución alternativa, consensuar una propia con otros países o, incluso, abstenerse, que es lo que hicieron el tan elogiado México o la India.

    Nada justifica desautorizar la más que prudente posición de Carlos Raimundi, nuestro embajador en la OEA, y luego votar en la ONU una peligrosa posición intervencionista, que facilita incluso la acción militar contra Venezuela, y hacerlo a la cola de lo peor del continente y el mundo.

    Como parte de un debate que incluye a dirigentes y militantes del FdT, pero conscientes de que en instancias como esta se juega parte de nuestro propio destino como nación, no debemos caer en la trampa de marginarnos del protagonismo en un proceso del que somos parte, limitándonos a expresar nuestra justa indignación mediante adjetivos con poca o ninguna fundamentación.

    Tampoco asumir un discurso conciliador que se disfraza de pragmático y moderado, pero suma a la violación de los principios de no injerencia en los asuntos internos de otros países y de autodeterminación de los pueblos, de los que Argentina ha sido pionero e impulsor desde hace más de un siglo, en casi todos los gobiernos peronistas y radicales.

    500 senadores, diputados, intelectuales y artistas de todo el continente, que incluyen al premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el ex presidente Zelaya (Honduras) y varios ex cancilleres, acaban de dirigir una carta al presidente Alberto Fernández para que rectifique esta decisión.

    Agregamos a los valiosos conceptos que hemos suscripto, una opinión militante. En Venezuela como en Argentina, y más allá de las abismales diferencias entre sus realidades, hay un debate continental de fondo y no saldado acerca de cómo se define la suerte de los procesos nacionales, con impronta soberana e independentista. Si adaptándose -o peor, cediendo- a las relaciones de fuerza dadas en la disputa de poder, o modificándolas a favor de las mayorías, con claridad de objetivos estratégicos, decisión política y apelando a la organización popular.

7/10/ 2020

(Para La Tecla Ñ)