martes, 27 de noviembre de 2018

El día que el PC asaltó la ESMA

      

En mi libro "Secretos en Rojo" revelé, hasta donde viví personalmente, o tuve vía libre
de los protagonistas para hacerlo público, hechos desconocidos de la historia del Partido Comunista (PC). Desconocidos, cabe admitir, en la mayoría de los casos por la decisión propia, para mantener oculto su carácter de organización político militar, pero en otros por certero ocultamiento.

Todavía ni la política ni la academia se ha han dado por enterados que hay que corregir la historia de la lucha armada en la argentina, pues la primera guerrilla fue organizada por el PC, entre fines de los 30 y principios de los 40 del siglo XX, en el entonces Territorio Nacional del Chaco, en autodefensa frente al asesinato, robo de tierras a colonos y superexplotación de los pueblos originarios, por parte de La Forestal y otros pulpos.

           Me consta que muchos han accedido a la historia y la documentación que brindé en mi libro, pero no se dan por enterados.

           Tampoco, de la admisión en ese mismo trabajo de acciones de corte militar de los comunistas durante la última dictadura genocida, pese a su conocida y deplorable posición política en el plano público.

           Un episodio que no relaté fue sorprendentemente revelado por Página/12 hace 16 meses, sin que a nadie de la política o la academia se le mueva un pelo. Si bien es cierto que no es el titular principal de la nota, en ella se demuestra que un frente secreto del PC atacó la ESMA --si, ¡la ESMA! -- y facilitó la fuga de prisioneros propios y ajenos en el Centro Clandestino de Detención y exterminio que allí funcionó.

           La condena de la derecha no me molesta, si me lastima el silencio de los amigos y la hipocresía de algunos académicos...

Reproduzco, textual, el texto publicado el 2 de julio de 2017:

Un dirigente distinto y de otra época

Los recuerdos de Juan Carlos Carinelli hablan de una vida intensa, hiperactiva. Tan futbolera como política, entre libros de historia, un bandoneón sobre las piernas y el fratacho para alisar el revoque. Hizo y hace de todo.

Fue presidente del club Almagro en el año de su centenario. Tiene 74 años y milita en el Partido Comunista desde que era un pibe. Estuvo detenido-desaparecido en la ESMA, de donde cuenta que se escapó. Se recibió de profesor en la UBA, es maestro mayor de obras y tocó en varias orquestas, donde reemplazaba a otros músicos.

Sentado a la mesa de un bar en Corrientes y Dorrego, muestra dos objetos que son como sus señas de identidad. El carnet del club con tapas de cuero, donde está irreconocible en una foto de 1959. Tiene un jopo abundante del que ya no queda nada. De su teléfono celular emerge como fondo de pantalla la cara de un Carlos Marx inconfundible. Aunque el aparato se resiste a sus órdenes. Teclea y no le encuentra la vuelta.

El ex dirigente saborea un café y empieza a contar: “Soy hincha de Almagro desde que nací. Me hice socio de jovencito. Mi viejo era quintero y vendía sus productos en el mercado de Abasto donde estaba Almagro. Él iba con su carro o su chata, y las vueltas de la vida, ¿no? Muy cerca de mi casa se instaló la cancha. El club anduvo por todos lados, hasta que por un gobierno radical consiguió el predio actual. Mi viejo era hincha de Almagro porque vendía verduras y hortalizas en el barrio. Era la época en que se ponía el Alumni en las esquinas. Yo no fui buen jugador de fútbol, solo jugaba en los potreros, y no se me dio por eso.

Tampoco había sido dirigente de Almagro hasta que fui presidente”.

Carinelli saca una tras otra las fotografías que ilustran una considerable porción de su vida. En una, de pantalones cortos, toca el bandoneón mientras su padre canta un tango. En otra aparece con Luciano Lele Figueroa, aquel jugador que llegó a Almagro en 1976, cuando él militaba en la clandestinidad y terminó en la ESMA. “Puede haber sido el jugador más representativo del club para mí, aunque hay otros: Chiche Sosa, Humberto Recanatini, Albino Valentini, el Beto Yaque…” comenta.

Su paso por la presidencia, entre 2010 y 2014, coincidió con el cumpleaños número cien de Almagro: el 6 de enero de 2011. El ex dirigente integraba la peña Azul, Blanco y Negro y desde ahí saltó al máximo cargo. “Cuando empecé a ver cómo estaba el club, con la agrupación hacíamos asados, rifas, juntábamos dinero… todo en José Ingenieros, porque la sede de Capital está concesionada a Sport Club. Empezamos a construir los baños, hicimos tribunas, sectores de plateas. Le podría mostrar cómo estaba el club antes y cómo quedó después. Cómo trabajábamos con la hormigonera. Estoy con la lleca (apela al lunfardo) y la palabra, pero también con la maza y el martillo. A los 17, 18 años estudié para maestro mayor de obras. Más tarde comencé a cursar historia. Mientras tanto tenía que trabajar, ayudar a mi viejo Juan”.

Cuando era presidente de Almagro iba hasta la AFA en bicicleta. Asegura que todavía hoy la sigue utilizando, aunque acortó el recorrido. Pedalea desde donde vive, en Villa Alianza, Caseros, hasta el barrio porteño de Agronomía. En estos días tuvo que parar porque sufrió un accidente doméstico y se lesionó una rodilla.


Carinelli destaca de sus dos períodos como presidente que “la conducción en aquel momento estaba unida por los colores, no por las banderías políticas. Una cosa es tener ideología, pero en el club es completamente distinto. Las decisiones que se toman a veces no caen bien. En una institución, ser solidario es muy importante. Pero ahora no hay tanto compromiso. A los pibes no les importa nada, quieren ver un partido y pagan la entrada o si no, consiguen una por ahí…”

Mucho antes de que alcanzara la presidencia de Almagro, había arrancado con su militancia política. Abrazó las ideas de izquierda –la influencia de su padre anarquista y su madre comunista fueron determinantes– y no las abandonó nunca. “Siempre mantuve mi conducta y compromiso políticos”, señala. Y aunque prefiere evitar la evocación de momentos dolorosos del pasado o dar precisiones de su cautiverio en la ESMA, recuerda: “Yo estuve sesenta y pico de días ahí. En el 76, pasados tres meses del golpe, nos llevaron y al entrar nos metieron al fondo. Nos llevaban a la tortura, siempre tabicados, sin poder ver, hablábamos con alguno, con otro. Imagínese. En esa época, hace más de 40 años no había las comunicaciones que hay ahora, era completamente distinto. Pero nosotros sabíamos por compañeros que eran llevados ahí que en cualquier momento iba a haber una acción para poder sacarnos”.

Carinelli desemboca su relato en un episodio que nunca detalló hasta hoy: “Cuando pasó el tiempo y estábamos ahí, hubo una explosión muy grande en la entrada. Pensaban que si atacaban la ESMA iba a ser por adelante, pero también hicieron pelota un portón atrás. Pudimos salir quince, de los cuales tres quedaron por el camino. Uno se cayó y se rompió la pierna. Yo y mis compañeros tratamos de hacer un círculo de silencio por nuestras familias, porque no sabíamos lo que podía llegar a pasar. ¿Usted iba a pensar que pasados los años iban a salir por el 2 por 1? Yo sigo pensando, aunque me puedo equivocar, que pueden volver los tiempos duros”.

La historia del ex presidente de Almagro se emparenta en este punto con la de otro símbolo del club: Claudio Tamburrini. El ex arquero de la Primera División que militaba en la Federación Juvenil Comunista. Se fugó en 1978 del centro clandestino Mansión Seré, en Castelar, junto a otros tres compañeros de cautiverio. “Hablamos de hacer cosas con él, pero no tengo relación con Claudio. No se dio que habláramos de ciertos temas. Yo lo vi dos o tres veces, pero no conversamos de eso, paramos la pelota ahí”, cuenta.

Carinelli evoca ahora que “nosotros llegamos a la costa del río, donde nos esperaban. Lo que los militares no pensaban era que podíamos escaparnos por ahí. Yo estuve viviendo después bastante tiempo en el Tigre. Mi viejo iba a pescar todos los fines de semana con la Cacciola, bajaba en un muelle y de ahí iba caminando hasta donde estábamos nosotros”.

Su vida parece sacada de una película. Le hace falta música de fondo. El propio personaje de esta historia podría tocarla con el bandoneón o una trompeta. Los instrumentos con que se lo ve en las fotos apiladas en un sobre. En otra se lo ve orgulloso con tres hinchas de Almagro y un pedazo de tribuna de fondo. Ésa que levantó con sus propias manos, porque Juan Carlos Carinelli ha dejado una obra a sus espaldas. En la vida, en la militancia, en la educación, en un club de fútbol. Podría afirmarse con certeza que nunca perdió el tiempo.



martes, 20 de noviembre de 2018

CFK y su discurso de Ferro



En un post en el muro del amigo Pablo Gamba en Facebook, cuyo enfoque comparto, un ex camarada expresó su disconformidad global con el discurso de CFK, similar a otras que escuché, o leí, a partir de ayer.

Aunque fuera del contexto, me permito reproducir parte de mi reflexión en el muro de Pablo:

...me parece que el compañero, con su crítica a la intervención de CFK en Ferro, peca de inocente al pretender un enfoque antisistema de quien ha reiterado muchas veces su vocación (equivocada o no, pero la suya, y mayoritaria) de lograr mejoras y una reducción de la injusticia social dentro del capitalismo.

Al mismo tiempo, su enfoque recae nuevamente en los clásicos bandazos del Partido Comunista (PC), precisamente con una cita del dirigente que encabezó desde 1986 un nuevo período de esas oscilaciones de "derecha" a "izquierda", y viceversa, que caracterizaron durante buena parte de su historia a la política de alianzas de los comunistas, de la que hasta 1990 me hago cargo.

Luego de una justa –y todavía inédita para partidos y personalidades políticas del país y el extranjero-- autocrítica en 1986, se pasó a una infantil caricaturización de su histórica concepción del "Frente Democrático Nacional" (que vale recordar lo era también "antioligárquico, antiimperialista y con vistas al socialismo"), como una despreciable variante "burguesa" de la que siempre nos habríamos puesto a la cola, con la consiguiente hipoteca de la toma del poder por una fuerza, o conjunción de fuerzas, sólo revolucionarias.

Este enfoque ya expresó su miopía, por no decir un claro infantilismo, gestando, y abandonando, valiosas alianzas como el FRAL (Frente Amplio de Liberación), para refugiarse en una forzada unidad con el trotskismo, empujado más por la orfandad política electoral que por las convicciones. De esta manera, se dejó de lado a fuerzas y corrientes históricamente combativas y aún revolucionarias del campo popular con las que, luego de muchos desencuentros, se había avanzado de manera inédita hasta fines de los 80, para terminar en la frustrante experiencia de "Izquierda Unida”.

Más adelante, después de rechazar el apoyo a Néstor Kirchner en 2003 por similares razones, se pasó progresivamente a una posición casi acrítica frente al rumbo del gobierno, y ahora aparece el enojo y la sorpresa ante lo obvio: que CFK coincide en cuestiones sustanciales, pero no piensa como muchos de nosotros que hay que cambiar este régimen. El trascendente proceso que encabezó jamás pretendió una revolución, aún menos socialista, sino mejoras dentro de este sistema capitalista, lo que si se quiere podemos caracterizar como imposible en términos históricos, pero que obtuvo claros logros para el aquí y ahora de nuestro sufrido pueblo.

La táctica y la estrategia se confunden permanentemente para algunos compañeros, lo cual es lógico del punto de vista marxista, si partimos que hace años no realizan una caracterización seria de la actual estructura económico-social argentina, muy diferente a la de comienzos del siglo pasado, a la de 1943, 1983 y hasta a la del 2015. Tampoco del tipo de revolución a la que se puede aspirar a partir de esa caracterización, ni de la etapa política (¡horror, "etapas", "etapismo"!, como si hubiera un muro entre unas y otras...), y por lo tanto de instrumento para lograrlo (un frente de liberación nacional y social).

Sin embargo, hoy, ahora, es momento de lucha en las calles, organización y alianzas electorales, impulsar la recuperación de derechos y, si logramos derrotar al neoliberalismo macrista profundizar el proceso que se inicie con medidas de fondo, que deberán necesariamente incluir no pocas de carácter anticapitalista.

El verdadero macartismo no surge de una frase, comparación poco feliz, o concepto suelto de CFK, sino que se expresó en concreto con la exclusión del PC de Unidad Ciudadana en 2015, lo que no impidió al máximo dirigente de esa organización legitimarlo, al aceptar el último y decorativo puesto de candidato bonaerense al Parlasur. Al macartismo hay que enfrentarlo sin concesiones, no por una cuestión de un partido o ideología en particular, sino porque siempre apunta contra el campo popular en su conjunto.

De la misma manera, es legítimo debatir si es correcto, y personalmente considero que sí, que CFK incluya a sectores populares, no a los fachos, que portan el pañuelo celeste; o si considera superado, y personalmente considero que se equivoca, hablar de izquierda y derecha.

Sin embargo, es absurdo ponerlo como eje central, cuando al mismo tiempo CFK plantea, por primera vez en su discurso algo mucho más radical y confrontativo, como lo es el cambio en la estructura institucional impuesta por las revoluciones burguesas del siglo XIX, lo perimido de la absolutización de la "división de poderes", la regulación de nuevos actores (con respecto al viejo capitalismo) como los monopolios, en particular del predominio del capital financiero, los medios hegemónicos como grupos económico-políticos de configuración de la subjetividad de masas, la monárquica rémora del poder judicial vitalicio, y sobre todo avanzar hacia formas de protagonismo popular que superen la coyuntura electoral cuando un gobierno es "legal pero no legítimo": aunque no lo dijo, estamos hablando de revocatoria de mandatos, plebiscitos, consultas populares vinculantes, etc.

Bueno, ya es largo, pero que quede claro que si derrotamos a Macri no será, como no lo fue en 2003 ante el menemismo, con un gobierno revolucionario, sino democrático burgués, en todo caso con predominio del sector de la burguesía nativa ligada al mercado interno, en permanente disputa de clases --y por lo tanto política-- tanto externa como al interior del frente.

Todas estas indignaciones virginales, que finalmente aceptan el rumbo, pero con tan pocas ganas que no suman para ganarle a nadie, no ayudan a iniciar YA la pelea por el tipo y alcance de este Frente, a definir nosotros que entendemos como la "categoría" pueblo, que desde ya no es nueva ni un invento del Foro de Ferro. Y es el único escenario posible en la actual correlación de fuerzas, para colmo con la inexistente presencia y protagonismo de una izquierda revolucionaria, tarea todavía pendiente en la argentina, con una conformación y caracterización que merece un largo debate, mientas no renunciamos a nuestros ideales e impulsamos la acción popular en forma permanente, una buena forma de ir encontrando los caminos que no están claros y exigen una fortaleza teórica de la que carecemos y un debate abierto y desprejuiciado, que es evidente que nos cuesta afrontar.