jueves, 25 de febrero de 2010

Bolivia: reflexión y enseñanzas


Discurso --de imprescindible lectura-- del vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Alvaro García Linera.


Hubo un pensador boliviano, Zabaleta Mercado, que acuñó un concepto muy importante para entender Bolivia, el concepto de Estado aparente. Para Zabaleta el Estado aparente, el Estado ilusorio, es aquel Estado que no logra resumir, que no logra sintetizar, no logra condensar a la totalidad de la sociedad y solamente representa un pedazo privilegiado de la sociedad.

Un Estado aparente es aquel Estado que no logra articular la territorialidad del Estado, sus regiones, sino que solamente representa y unifica pedazos aislados, fragmentados del territorio patrio.

Estado aparente era también para Zabaleta, gran pensador orureño, aquel Estado que no logra incorporar los hábitos, la cultura y las formas de organización política de la sociedad, es un Estado parcial que solamente representa a un pedazo de la sociedad, que solamente articula unos fragmentos del territorio, que solamente articula ciertos hábitos políticos y deja al margen, discrimina, deja de lado a otros sectores sociales, a otros territorios y a otras regiones y a otras prácticas políticas.

Estado aparente en el sentido zabaletiano es lo que fue Bolivia hasta el año 2005, desde la fundación de nuestra querida patria conquistada con la sangre de nuestros mártires, nuestros libertadores que están acá y nuestro líderes indígenas que están acá y otros más anónimos. Desde entonces y formada la república, formado el Estado, lo que tuvo
Bolivia desde 1825 hasta el año 2005, 180 años, fue un Estado aparente.

Fue un Estado aparente porque en primer lugar excluyó a la mayoría indígena de nuestra patria; somos un país de mayoría indígena, siempre lo fuimos, lo somos y lo seguiremos siendo, y esa mayoría indígena no fue incorporada, reconocida en su cultura, en sus saberes, en su tradición, en su accionar político, en su presencia y en su ciudadanía.

La ciudadanía que instauró la república liberal fue la ciudadanía de casta, de apellido y de chequera y eso dio lugar a la primera falla tectónica del Estado; la falla tectónica de la igualdad, en este caso de la desigualdad al interior del Estado, esto es lo que denominamos comúnmente el colonialismo y el racismo que caracterizó al Estado boliviano desde 1825 hasta el año 2005.

Una segunda falla tectónica de la conformación del Estado, fue que el Estado liberal, republicano, demócrata o dictatorial no incorporó a las regiones, centralizaba los recursos, pero lo peor de eso, no tenia presencia en el ámbito de la territorialidad del Estado, no ejercía presencia ni soberanía, no reconocía a las regiones en su voluntad y en su decisión y eso dio lugar a la segunda falla tectónica del Estado, la falla tectónica que podemos denominar territorial, que dio lugar a lo que se ha denominado el centralismo del Estado colonial y liberal.

Pero una tercera exclusión que practicó el Estado en todas sus formas hasta el año 2005, fue la exclusión de la sociedad en el control de los recursos y priorizó y mantuvo el monopolio y la propiedad hacendal de la tierra como base de la estructura política del país.

Ni la revolución del 52 logró acabar con esta falla tectónica, con esta desigualdad de la propiedad monopolizada por la hacienda y eso dio lugar, mezclado con el colonialismo, a lo que se denomina el patrimonialismo; propiedad de la tierra y usurpación de funciones políticas. El Estado boliviano no importa si era de caudillos, no
importa si era dictatorial o democrático, fue colonial, fue racista, fue centralista y fue patrimonialista.

Y la cuarta falla tectónica de nuestra conformación estatal fue que todos los gobiernos construyeron una economía subordinada a poderes externos, exportadora de materias primas, exportadora de excedente económico, de riqueza y constructora de pobreza, de miseria y exclusión.

Nunca el Estado construyó la base material de la soberanía, porque la soberanía no es solamente cantar con devoción el himno patrio; la soberanía es la base material, los recursos que permitan que el ciudadano boliviano tome sus decisiones sin pedir permiso a padrinos que garantizan el salario del que viven.

Estas cuatro fallas tectónicas del Estado boliviano dieron lugar a un tipo de republicanismo liberal aparente. Los últimos días algunos estaban debatiendo sobre que ya no hay república: falso. Lo que no hay es la república aparente, ilusoria y falseada de quienes privatizaban recursos públicos.

Porque república es tres cosas: expansión del bien común, res pública, bien colectivo, bien común, bien comunitario. Hay más república cuando hay más bienes colectivos administrados, gestionados colectivamente, hay menos república cuanto más se privatiza lo que es de todos; la república es la administración del bien común, la ampliación del bien común.

Y desde la colonia y la fundación de nuestra patria, los gobiernos se dedicaron a apropiarse de tierras comunitarias, 1825, 1890 a privatizar recursos naturales, goma, castaña, quina, estaño, plata hasta 1952, luego privatizar gas y petróleo, luego privatizar agua y tierras.

Se hablaba de una república cuando en el fondo durante 180 años lo que hacían era matar la república por la que pelearon nuestros héroes y nuestros libertadores.

República también es Estado de derecho, claro; pero en la república liberal el derecho era simplemente una ilusión porque la justicia estaba en función del padrinazgo político o el volumen de la chequera.

Se habla de república cuando la sociedad civil está integrada en el Estado y durante toda la época del republicanismo liberal, demócrata o autoritario la sociedad civil estaba fragmentada y separada del Estado.

Tuvimos entonces desde 1825 hasta el año 2005 una república ilusoria, mutilada, falseada, que simplemente era la prolongación política de la hacienda territorial. Por eso es que Bolivia nunca tuvo clases dirigentes, tuvo clases dominantes que podían mantenerse en el poder por la coerción y por el soborno, pero nunca por el consentimiento, nunca por la adhesión, porque eran clases sociales que vivían a
espaldas de la sociedad, de las regiones, de los pueblos indígenas y de la soberanía del Estado.

Frente a eso, el pueblo desde antes, desde nuestros héroes, desde los kataris, desde mucho antes pasando por Belzu, pasando por los libertarios, pasando por los Vilcas, pasando por el sindicalismo obrero, pasando por la COB, la Federación de Mineros, las federaciones del trópico, los kataristas, y los indianistas, Marcelo Quiroga, los mártires de la democracia, los coroneles patriotas, todos buscaron resistir esa estrategia de destrucción de la patria, de destrucción del país; y lo hicieron a su modo. Somos herederos de esa corriente, somos herederos de esa raíz que nos alimenta; la raíz de la resistencia en defensa de la unidad, del desarrollo, de la autonomía y de la independencia de nuestro país.

Esta historia de dominación colonial hubiera podido continuar, seguramente otros 100 o 200 años, o mas, de no ser por un hecho clave en la histórica política de Bolivia; un hecho que marca un antes y un después de la historia. Ese hecho es el momento en que los movimientos sociales, indígenas, campesinos, obreros, estudiantiles, juveniles, se plantean un objetivo: el objetivo de la toma del poder.

Hasta entonces el pueblo resistía heroicamente, reclamaba derechos y demandaba reconocimiento, pero no se planteaba la toma del poder. Aun en el 52, la revolución que fue hecha con los fusiles del pueblo, el poder no era visto para ellos, sino que fue dejado en las manos de una elite pequeño burguesa que usurpó este heroísmo y esta voluntad del pueblo insurrecto.

A partir del año 1995, y con fuerza desde el año 2000, la temática de la toma del poder y la construcción del poder, se asume como el horizonte de los movimientos sociales; es decir que los gobernados se asumen potencialmente como gobernantes, los gobernados se ven como soberanos, no simplemente como mandados. Y esa gran revolución intelectual, moral, política, organizativa, es la que se va a dar a partir del año 95 en sus primeros gérmenes y el año 2000 con las grandes sublevaciones en nuestra patria.

Cuatro han sido los pilares de este proceso de empoderamiento, de conquista y de construcción de un nuevo Estado y de un nuevo poder.

La primera, que el movimiento indígena campesino se haya planteado la necesidad de tomar el Estado, de construir el Estado como única manera para lograr su reconocimiento y la igualdad política por la que habían peleado sus héroes, sus mártires, sus abuelos, nuestros abuelos.

Segundo pilar fue la construcción de la capacidad de movilización; no basta plantearse la toma del poder, hay que tener la fuerza social para lograr el objetivo, y se la fue construyendo desde la marcha, el cabildo, la asamblea, la movilización. Se fue construyendo capacidad territorial de movilización y de presencia para convertir la demanda en hecho político y en fuerza estatal.

Pero quizás el hecho más importante de esta construcción de los pilares de la toma del poder fue la habilidad que tuvo el movimiento indígena para tejer; para tejer alianzas, acuerdos, acercamientos.

Por lo general el pueblo vive dividido, y por eso una pequeña elite siempre puede dominarlo, porque el pueblo está dividido y enfrentado entre sí mismo. Pero cuando el pueblo se unifica, y esas cosas suceden solamente una vez cada 100 ó 200 años de manera extraordinaria, el pueblo se vuelve poder.

Y la gran virtud del pueblo indígena, campesino, popular, obrero, estudiantil, juvenil y profesional fue la habilidad de construir alianzas, de tejer alianzas, parafraseando al Presidente Evo, de construir el gran tejido social con todos los colores que conforman nuestra patria, el tejido de la articulación, el tejido de la suma de fuerzas para lograr una victoria, eso es lo que se llama hegemonía, el significado de la palabra hegemonía.

Hegemonía no es dominación; hegemonía es capacidad de liderizar a otros sectores que no son igual a los míos, pero de conducirlos, de recoger sus demandas, de apoyar sus demandas y de sumarlas a las mías.

Hegemonía es la capacidad de seducir y de convencer; hegemonía es la capacidad de hacer acuerdo prácticos y materiales. Y lo que hemos visto en la última década es esta construcción de un tejido, le llamaría el Presidente Evo. La llamaríamos hegemonía, liderazgo moral e intelectual, articulación de alianzas y de sumatoria para unir al
pueblo en torno a un gran proyecto, y ese es el cuarto pilar de la estrategia de poder: un proyecto social y estatal creíble que se basa en la realidad y no meramente en la discusión, o meramente en el sueño de algún intelectual.

Y el quinto pilar de la estrategia de poder ha sido y es el liderazgo; el liderazgo que suma y que une en torno a una figura, a una persona, a un líder, a la totalidad del país.

Unidad del pueblo, plantearse la toma del poder, unir al país, crear un proyecto de sociedad y de Estado y construir el liderazgo fue lo que los movimientos sociales construyeron a lo largo de estos últimos 10, de estos últimos 15 años, para lograr la posibilidad de construir un nuevo Estado.

La construcción de este nuevo Estado no ha sido fácil; ha estado marcada por varias etapas, por varios momentos conflictivos. Las clases poderosas nunca abandonan paciente ni alegremente sus privilegios, siempre se resisten; por eso toda construcción de un nuevo Estado es conflictiva, tensa, y nuestro proceso revolucionario como cualquier otro proceso revolucionario verdadero, tuvo y tiene una serie de trabas históricas.

La primera fue el momento en que se visibiliza el proyecto y la voluntad de poder del pueblo, año 2.000 - 2003.

El segundo momento es cuando esa voluntad de logra fuerza de movilización, presencia territorial y capacidad de ofrecer una alternativa creíble y viable para el resto de la sociedad; es el momento de lo que llamamos el empate histórico, donde dos proyectos de sociedad se confrontan; 2003 - 2005.

El tercer momento fue la conquista del gobierno: no del poder sino del gobierno a través de la conversión de esa gran capacidad de movilización de los movimientos sociales, de tierras bajas y de tierras altas, de la ciudad y del campo, en voto electoral Conversión de la capacidad de movilización en fuerza electoral democrática: 2005 el Presidente Evo gana con el 54 por ciento del electorado y asume la presidencia de la República.

Cuar
to momento, el momento definitorio de fuerza: pese a tener el Gobierno las clases dominantes se resisten a abandonar sus privilegios e intentan todo para acabar con el nuevo poder ascendente. Lo hicieron en Bolivia; intentaron derrocarnos mediante el estrangulamiento económico y fracasaron.

Intentaron derrotarnos mediante la revocatoria del presidente con mayor votación de los últimos 50 años; nunca hablaban de revocatoria cuando había presidentes electos con el 22 por ciento, o con el 27 por ciento. Pues se les ocurrió revocatorio para el presidente que tenía 54 por ciento; quisieron tumbarlo y los derrotamos con la democracia.

Fracasada la guerra económica, fracasado el intento de derrota electoral, optaron por el golpe de Estado; intentaron lo peor, fracasaron, y no contentos con eso intentaron dividir a nuestra amada patria, y fracasaron.

Hemos pasado de todo presidente Evo; hemos pasado de todo, y fue la fuerza del pueblo la que convirtió cada ataque en fortaleza y en nuevo apoyo. Querían revocarnos por nuestros 54 por ciento, nos reafirmamos con el 67 por ciento; querían tumbarnos con la guerra económica, nos reafirmamos potenciando la economía del Estado; querían derrotarnos con un golpe civil y se reafirmó la unidad del pueblo con sus instituciones, con su fuerza y con su liderazgo.

El nuevo Estado no ha sido fácil construirlo, han sido duras y largas batallas que se remontan hasta nuestros héroes, que pasan por la generación de la lucha por la democracia, que pasa por la generación de la resistencia al neoliberalismo, y que culmina con esta generación de luchadores de este proceso de cambio.

Pero ya pasó eso; no lo recordamos para vengarnos de nadie, no. Lo recordamos para que los jóvenes y las nuevas generaciones que vengan, sepan lo que ha costado construir este proceso; sacrificio, esfuerzo, voluntad, que lo que se conquista siempre es doloroso y esforzado y que hay que cuidarlo de esta manera. Hoy las cosas pueden parecer más fáciles y van a ser mucho más fáciles. El Estado se va a consolidar, pero llegar a eso fue costoso, y uno nunca debe olvidar a sus mártires, a sus héroes, a sus hermanos que lo llevaron donde están. Hay que ser generosos en la victoria, pero hay que ser también leales con los que nos permitieron la victoria.

Viene un nuevo porvenir, un nuevo Estado; un Estado que no va a ser colonial porque va a garantizar la igualdad, que no va a ser patrimonial porque va a distribuir la riqueza, que no va a ser centralista porque va a garantizar la economía, que no va a ser mendigo porque va a garantizar la soberanía material del Estado; vienen nuevos tiempos.

Pero ¿qué Estado tenemos al frente, qué Estado queremos construir? Permítanme recoger los conceptos de un viejo luchador marxista, Antonio Gramsci, que estuvo también en la cárcel. El hablaba del concepto de Estado integral; decía que el Estado integral es aquel Estado en el que hay una correspondencia entre la sociedad civil, entre los ciudadanos, las regiones, los trabajadores, las clases sociales y su representación política estatal.
Estado integral es aquel aparato gubernamental que une y sintetiza a todos los sectores sociales, a las clases, a los grupos nacionales, a las regiones, a las colectividades.
Y Estado integral, Estado pleno, es aquel en que hay un liderazgo moral e intelectual, político, que permite unir a todos. El Estado integral es todo lo contrario del Estado aparente que tuvimos durante 180 años; ese Estado integral gramsciano, para darle un nombre, es el que los bolivianos nos hemos planteado construir desde abajo.


¿Cuáles son los pilares de este Estado integral? Plurinacionalidad, autonomía democrática, soberanía económica en base al eje estatal.

Lo ha explicado ayer nuestro presidente Evo; la plurinacionalidad es el reconocimiento de la igualdad de los derechos de todos los bolivianos. Tenemos dos grandes vertientes; somos indígenas de tierras altas y de tierras bajas, y somos mestizos. Somos bolivianos, pero siempre hemos tenido dos raíces, dos fuerzas vitales, y el Estado integral, el Estado Plurinacional, es hacer que esas dos fuerzas vitales, ninguna margine a la otra, ninguna anule a la otra, se complementen, como se complementan nuestros héroes, nuestros héroes de la independencia, con nuestros héroes de la emancipación.

Uno no sustituye al otro como era antes; antes en este hemiciclo estaban nuestros libertadores, pero no estaban nuestros indígenas. Complementar es que estén los dos, que estemos mestizos e indígenas juntos.

Estado Plurinacional es eso, sentirnos orgullosos. Que el mestizo se sienta orgulloso del indígena, como yo me siento orgulloso de mi presidente Evo indígena; que el indígena se sienta orgulloso del mestizo.

Plurinacionalidad es que todos aportemos, todos tengamos derecho y que las oportunidades no sean por apellido, por color de piel, por idioma o por vestimenta; que todos tengamos oportunidades sin distinguir idiomas, sin distinguir color de piel, sin distinguir origen ni lengua materna, porque todos somos bolivianos, todos venimos de esa madre que se llama Bolivia.

Estado integral es también autonomía; pero no la autonomía patrimonial, en la que unas personas creen que pueden utilizar los recursos públicos para potenciar su hacienda. Esa no es autonomía. Autonomía es que el Estado desconcentre el poder, pero que el Estado esté en todas partes del país; necesitamos Estado en cada centímetro cuadrado de nuestra patria. No va haber más islas o republiquetas, como ha habido hasta hace unos años, donde reinan los poderes informales, el abuso o el patronazgo. Necesitamos Estado en todas partes, en cada milímetro cuadrado, dentro nuestras fronteras y fuera de nuestras fronteras; donde hay Estado hay poder. Eso es desconcentrar el poder.

Estamos hablando entonces de una desconcentración democrática del poder y un posicionamiento territorial del Estado en los nueve departamentos, en los 333 municipios, y en cada centímetro cuadrado de nuestra patria, en montes, valles, bosques, amazonia, altiplano; el Estado tiene que llegara todas partes, y desconcentrar el poder en todas partes. Y Estado integral es también economía plural; la economía comunitaria que tiene que potenciarse, la pequeña producción, la gran producción, la mediana producción, la producción agraria y el Estado como eje, como centro gravitacional, como articulador del resto de la economía.

No es que el Estado va a ocupar todo el espectro económico, eso es imposible; sino que el Estado tiene que liderizar la economía en los niveles estratégicos que generen excedente que pueda distribuirse al resto de los sectores productivos.

Porque si no hacemos eso, quien se lleva el excedente económico son los poderes extranjeros como lo han hecho desde hace 180 años; la única manera de potenciarnos con la economía y de impedir el colonialismo económico es un Estado fuerte.

De lo que se trata entonces a futuro es, sincerar Estado y sociedad civil, poner fin al colonialismo, poner fin al patrimonialismo, garantizar la soberanía material.

Hoy vamos a construir bases y sectores sociales dirigentes, no dominantes, sino dirigentes; la modernidad estatal por la que hemos peleado los movimientos sociales, indígenas, campesinos, populares, obreros, gremiales, estudiantiles, profesionales, es pues distinta a la modernidad estatal de cualquier otro Estado capitalista, porque
hay también modernidad estatal en otras partes, la diferencia es que en Bolivia, esta sintonía entre sociedad y Estado, está descolonización, esta despatrimonialización del Estado no lo han hecho, no lo podían hacer, las viejas clases dominantes; porque vivían del colonialismo, vivían del patronalismo. Lo han tenido que hacer las clases populares, los movimientos indígenas. Y eso no es poco; porque eso cambia la naturaleza del Estado. Los movimientos sociales solamente pueden ser poder si buscan gradualmente diluir el monopolio del Estado en la propia sociedad. Las clases populares solamente pueden ser poder si democratizan y universalizan la riqueza que es de todos.

En los Estados modernos capitalistas, hay Estado de derecho pero hay monopolio de la riqueza, hay democracia representativa pero hay monopolio de decisiones. En los movimientos populares que toman y construyen el Estado, no. Los movimientos sociales que toman el Estado solamente pueden ser Estado si democratizan, si socializan, si universalizan el poder y los recursos económicos.

Por eso nuestra modernidad estatal, la que vamos a construir y la que estamos construyendo con el liderazgo popular es muy distinta a la modernidad capitalista. Y hay que ponerle nombre: nuestro horizonte estatal es un horizonte socialista.

No solamente como contenido, desarrollo y profundización de la democracia, sino también como vía democrática al socialismo. El socialismo es bienestar, es comunitarizar la riqueza, es lo que hacían nuestros antepasados, solamente que en una escala mayor, con tecnología y modernidad productiva.

No será fácil; quizás tardemos décadas, quizás cueste siglos, pero está claro que los movimientos sociales no pueden ser poder sin plantearse un horizonte socialista y comunitario para ser construido con la voluntad de todo el pueblo, en base al bienestar, al vivir bien que ayer el presidente Evo explicaba magistralmente en Tiwanaku, y con la expansión del desarrollo económico.

Pero este horizonte, mis hermanas y mis hermanos, va a requerir cuatro, cinco requisitos indispensables. Unidad de los pueblos; solo la unidad hace al pueblo poderoso, invencible. Solo la unidad permite derrotar las adversidades; solo el tejido de clases sociales, de regiones, de identidades culturales y genéricas permite construir un poderoso tejido que dure siglos, y que permite articular al país.

Un segundo requisito es mantener la capacidad de movilización; sin movilización democrática para defender y guiar al Gobierno, a su Gobierno, no es posible enfrentar las adversidades. Habremos de enfrentar adversidades; hay poderes imperiales a los que no les gusta la soberanía de los pueblos, que no están contentos con que se expanda la igualdad. Siempre habrá un poder externo que mirará con malestar a nuestro país; pero mientras haya unidad del pueblo venceremos a ese poder imperial, derrotaremos ese intento de asfixiar a nuestro país y a otros países.

El tercer elemento es muy importante; ahora que tenemos una ampliación del Estado, un gobierno y un poder de movimientos sociales expansivo que articula a sectores empresariales, que articula a clases medias, que articula intelectuales, que articula estudiantes en torno al núcleo indígena, obrero y popular, necesitamos derrotar también otras adversidades internas, dentro de nosotros: el fraccionalismo, la corrupción y la ambición.

Los siguientes años el pueblo unido, que tiene el poder político tiene que tener la capacidad de derrotar esas tres lacras, tiene que rescatar los principios de la lucha de nuestros héroes, de los que guiaron nuestras victorias.

En cuarto lugar, el poder del pueblo necesita irradiar y ampliarse como poder económico y como poder cultural; como poder económico, potenciando las economías comunitarias, pequeño empresariales y empresariales que aportan al proceso de cambio. Industrializar, generar más riqueza, distribuir riqueza. Se requiere más poder
económico en ese camino. Y poder cultural; que las ideas que surgen de los movimientos sociales sean las que irradien al resto de la sociedad. Solamente cuando se consoliden el poder cultural, el poder económico y político estarán garantizados.

Y por último; no hay revolución que triunfe si no tiene la solidaridad, el apoyo y apoya a otras revoluciones en el mundo. El imperio es un demonio global, planetario; la única manera de derrotar al imperio es con otra globalización, porque si no el imperio se impone. Son tiempos de globalización, pero no del capital financiero, no de la militarización; es la globalización de los pueblos, del poder de los pueblos, y nosotros como bolivianos, con nuestro presidente Evo, con nuestro gobierno de movimientos sociales, con nuestro Estado Plurinacional, autonómico, integral, estamos aportando nuestro pequeño grano de arena al mundo con humildad. Y es obligación nuestra apoyar humildemente, en el marco del respeto a las propias dinámicas nacionales del resto de los pueblos, a sus emancipaciones.

El siglo XXI tiene que ser el siglo de los pueblos; democráticamente, pacíficamente, en base a la participación de sus ciudadanos.

Presidente Evo, vienen cinco nuevos años, y las tareas son muy grandes como siempre han sido las tareas cuando uno lo acompaña a usted. Yo le quiero decir que me siento muy orgulloso de acompañarlo. Gracias compañero por confiar en mí. Yo le prometo al pueblo compromiso indeclinable con esta revolución democrática. Yo le prometo al pueblo obediencia a los movimientos sociales, a los que me debo, por los cuales estoy aquí, y a los cuales he entregado mi vida, y lo seguiré haciendo.

Y le prometo presidente Evo lealtad; lealtad a este proceso. Aquí tiene a un revolucionario, a un viejo bolchevique y tupackatarista a la vez, una combinación formidable; para ayudarlo presidente, para estar junto a usted y junto con usted con nuestros movimientos sociales que son el orgullo del mundo, y para transformar nuestro país en democracia.

Muchísimas gracias.