lunes, 31 de marzo de 2014

Adiós, Raúl


 Intocadas, como su recuerdo en estos cinco años, comparto estas lineas del 31 de marzo de 2009, que sintetizaron y sintetizan mi pensamiento.

Alfonsín, solo Alfonsín, su muerte y el dolor mayoritario de la gente de a pie dominan hoy los matutinos, incluso los que durante su gobierno, y sobre todo en su resistencia a las políticas de los ’90 fueron clasistamente crueles con él, criticado más por sus aciertos que por sus errores.

Estas líneas rinden hoy un insuficiente pero urgente homenaje al Presidente que garantizó la transición democrática, un político de una generación de militantes y estudiosos que ponían el cuerpo para defender sus ideas –que siempre fueron la de un capitalismo más justo, sea esto posible o no-- y, quizá más allá de todo eso, un gran ser humano, especie casi en extinción en lo que hoy suele definirse con poca rigurosidad académica como “clase política”, categoría que lograba sacarlo de sus casillas.

Quien esto escribe aprendió a respetar a ese hombre afable, de tremendo carisma y calidez (pero de fuertes convicciones que podían estallar en fastidio) en más de una conversación con las juventudes políticas durante la dictadura, para coordinar acciones por los presos y desaparecidos, algo que Ricardo Balbín y la mayor parte de la dirigencia política peronista, desarrollista, socialista o democristiana jamás aceptó, por temor o incluso conformidad con la “limpieza” genocida. Fui, sin embargo, un duro y quizá visto a la distancia exagerado, opositor del político ya Presidente, aunque no me faltaran razones, que alguna vez el propio Raúl me otorgó.

Habíamos llegado al golpe de 1976 con la consigna “Liberación o Dependencia” y con ese horizonte salimos de él, sin ver que el mundo había cambiado. Todo lo que hacia Alfonsín nos parecía insuficiente, vacilante, inaceptable, frente a un proyecto emancipador que considerábamos a la orden del día, aunque no supimos ver que las relaciones de fuerza en el país y en el mundo habían cambiado: los movimientos de liberación nacional, salvo notables excepciones, se extinguían, o se corrompían; entraba en crisis el sistema del llamado “socialismo real”, estábamos en medio de la “crisis de la deuda”, con tasas de interés astronómicas, y en el mundo ya campeaba la “revolución conservadora” de Thatcher y Reagan, cuyas semillas fueron sembradas en nuestra tierra por la dictadura, pero florecieron plenamente con el menemismo.

Recordando aquellos días de ira, donde don Raúl fustigo a la organización a la que yo pertenecía por habernos deslizado demasiado a la izquierda, yo le respondí personalmente que “Nos ve muy a la izquierda, porque él se corrió a la derecha”. No fue justo. Se lo confesé ante su mirada risueña en los años del “exilio” al que lo sometió la “prensa independiente” y el establishment por ser un férreo y fundamentado crítico IDEOLOGICO y POLITICO del neoconservadurismo, publicando un libro demoledor contra la “contrarrevolución” derechista en el mundo: “Democracia y Consenso”. Fue en esa ocasión que me pidió que participara en la mesa redonda para presentarlo en la Feria del Libro. No pude dejar de advertirle: “Raúl, sobre la Obediencia Debida, el Punto Final, el Plan Austral o el Primavera, no puedo dejar de volver a criticarlo…” “Decí lo que quieras” me interrumpió, y así fue, aunque parafraseándolo, “no le fue tan mal…”
Porque aún en la crítica no fue lo mismo una política de derechos humanos que se inició con la CONADEP y el Juicio a las Juntas, con condenas y procesados, mientras nuestros vecinos avalaban la amnistía (Uruguay), ignoraban el tema (Paraguay y Brasil) o directamente aceptaban de comandante en Jefe del Ejército, y senador vitalicio, al terrorista Pinochet (Chile), con militares que resistían los juicios refugiándose en cuarteles comandados por los asesinos y torturadores, en uno de lo cuales se intentó asesinarlo mediante una bomba, que una política de impunidad que mediante el indulto de Menem liberó a decenas que ya estaban entre rejas y recién con la actual gestión, los que no están ya muertos, comienzan a volver al lugar del que jamás deberían haber salido.

Porque no fueron lo mismo las concesiones de la “economía de guerra” que la entrega del patrimonio nacional, la ruina de miles de productores de la ciudad y el campo o el arrasamiento del salario y las conquistas obreras de Menem.

Porque no fue lo mismo acusar a Estados Unidos de intervencionista en Granada y Nicaragua en las narices de Ronald Reagan en conferencia de prensa conjunta en los jardines de la Casa Blanca, armar el grupo de Contadora para proteger al sandinismo sitiado o el Grupo de los 100 para seguir Viviendo, en defensa de la paz mundial, o las bases de la integración regional con el Mercosur, que las “relaciones carnales” con EE.UU.

“Tuve que hacerlo. Me toca pagar el precio a mí, como ya fue y parece va a seguir siendo”, me dijo una tarde en su departamento de Santa Fe, a metros de Rodríguez Peña, mientras Margarita Ronco traía un té para la incipiente ronquera que lo molestaba, cuando me explicaba el Pacto de Olivos: Menem ya había decidido, y tenia la media sanción en Diputados y mayoría en el Senado, aprobar solo la cláusula reeleccionista, mientras la negociación y el acuerdo permitió introducir muchas de las propuestas que el multipartidario y multisectorial Consejo para la Consolidación de la Democracia, bajo la batuta del brillante Carlos Nino, propuso para una reforma constitucional bajo su mandato.

Estaba triste. Las condenas, ya que no críticas, eran impiadosas, de la derecha a la izquierda, aunque ésta suele olvidar que la iniciativa contra “el pacto”, que en principio gozó de simpatía en la población, fue comandada por el mitrista matutino La Nación, que bramó por el intento de “modificar el espíritu liberal” de la Constitución de 1853 y Alsogaray, para quien “con cambiar en el Congreso el artículo que impide la reelección basta”. Además de la inefable derecha radical, lo herederos de Alvear (al estilo Cobos, que lo condenó más de una vez en público) que siempre lo odió porque del “krausismo” había pasado a una clara posición socialdemócrata.

Pocos saben de esos días oscuros en que Alfonsín fue aislado en su propio partido, por convicción u oportunismo. Pocos de su tarea invisible, pero firme, para enderezar el rumbo de la Alianza mientras era despreciado y “ninguneado” por Fernando de la Rúa y el “Chacho” Álvarez, que comandó el regreso de Cavallo al gobierno, entre una amplia caterba que ahora llora con oportunistas lágrimas de cocodrilo. Casi nadie conoce su aporte secreto a la “gobernabilidad” del país luego del “que se vayan todos”, acordando con peronistas y otros partidos vías de salida a la crisis.

Alfonsín no fue el “padre de la democracia”, porque la democracia tuvo muchos padres, y sobre todo muchas Madres. Pero lucho por ella en la dictadura cuando muchos callaban y encontró la forma, su forma, de ser el garante de la transición democrática, lo que lo ubica para siempre en la historia grande de los argentinos. Su tan minimizado “Con la democracia se come, se cura, se educa” mantiene absoluta vigencia. Porque todavía la republica argentina no es una república democrática, porque no lo será mientras no coman, se curen y eduquen todos los argentinos.

Esa es la disyuntiva, no la falsa “República o autoritarismo” que nos quieren vender, ahora también con la avalancha oportunista de medios “independientes” y fracasados opositores que descubren ahora la histórica prédica de Alfonsín por el diálogo, su definición de que la democracia es conflicto, pero también consenso, su reivindicación de los partidos políticos para tratar de armar una suerte de contraposición entre sus ideario y el “autoritarismo” y “autismo” de "los" Kirchner.

Tampoco Alfonsín era “agua de pozo” cuando había que defender sus principios. Lo hizo jugando su libertad, su vida, y luego su “capital político”, sabiendo que muchas veces no sería comprendido. Es inaceptable –y nos comprometemos firmemente a combatir y denunciar con nombre y apellido cada intento—que pretendan utilizarlo, levantando y vaciando sus conceptos los que, como la Sociedad Rural, contribuyeron al armado de el “golpe de mercado” que lo sacó “escupiendo sangre” como se vanagloriaban. O los que solían reírse, cuando no ignorarlo simplemente. Incluso algunos de sus ahora compungidos correligionarios, cuando lo “desapareció” la prensa, salvo para calumniarlo o aún caricaturizarlo, cuando muchos radicales lo dejaron solo o, peor aún, se sumaron al coro de condenas por esas mismas definiciones, y el pecado mayor del que no hablan: pretender cambiar, a su modo y con sus límites, el modelo de rapiña y dependencia y, en el llano, ser la voz la más fuerte y autorizada de las poca voces que condenamos el neoliberalismo y el neoconservadurismo en los años del discurso único.

Sin ocultar nuestras profundas diferencias, que él era el primero en respetar, pero también muchos y profundos acuerdos, y el respeto por el estadista, el hombre y --¿porqué no, pese a la diferencia de edad que nunca me hizo sentir?—el amigo, le digo, con los míos, adiós Raúl.

jueves, 27 de marzo de 2014

"Secretos en Rojo" en Paris: la infancia extraviada


Salón du Livre, Paris, 2014
 
En la foto, en el estante bajo de Ediciones Corregidor, a la izquierda,como debe ser, mi libro en el Salon del Libro de Paris. Algo que no esperaba. Estuvieron, entonces, tantas luchas de camaradas y compañeros, nuestras grandezas y miserias, las pocas alegrías y el dolor en la lucha por un mundo mejor.
Comparto, por primera vez, un breve fragmento de "La infancia extraviada", parte del Capítulo "El largo adiós al PC".


De niño soñaba que había nacido “para ser bandera”.
Uno de esos mártires admirados que los camaradas llevaban consigo hasta la victoria; que se sacrificaban dando todo de sí por los ideales nobles y –en una especie de compensación– vivían eternamente en el corazón de las luchas populares.
Ni siquiera percibí que la infancia jamás llegó; al menos no como para los otros chicos…
Con mis hermanos aprendimos de muy niños a cruzar la calle, “pero en el sentido del tránsito”. Para que pareciera natural –un gesto de prudencia ante los automóviles– el giro de cabeza que en realidad nos permitía percibir si nos seguía la policía de civil.
No se jugaba con los chicos del barrio. La escuela siempre quedaba a casi una hora de camino, y los amigos que me hiciera nunca podían saber dónde vivía. A los efectos de las relaciones sociales, papá o mamá estaban muy enfermos para las visitas, y no teníamos teléfono…
Desde los seis años, cuando apenas iniciaba la primaria, supe que existía la posibilidad de jamás volver a ver la casa en la que estaba viviendo –todas eran ocasionales– ni a los amigos que me hubiera hecho, e incluso asistir a alguna juntada que hubiéramos arreglado de antemano.
Sabía, lo supe casi desde que tengo memoria: que, de un día para otro, podía perder los pocos tesoros que guardaba: mis barquitos de juguete, algún autito, aquellas amadas revistas sobre “Vidas Ejemplares”, “Hora Cero”, las aventuras de los superhéroes, y mis irremplazables libros de Julio Verne, Alejandro Dumas  y Emilio Salgari.
Sabía, lo supe casi desde que tengo memoria: que un día podría –tuve que, no pocas veces– ir desde el colegio a un lugar completamente nuevo y desconocido. Una nueva casa, una nueva escuela, a veces nuevos amigos…
Desde la niñez se me grabó para toda la vida la práctica del militante perseguido, y de aquellos que lo acompañan en la lucha. Aprendí a inventar excusas; a mentir apellidos; a saber que en el documento –o certificado escolar– podía figurar tu rostro junto a un nombre extraño; pero que debías hacer propio con la mejor fingida naturalidad.
En cada situación debía actuar correctamente; como nos habían enseñado. Cada palabra era clave; cada error podía ser fatal. Cada momento, una mezcla de corazón acelerado y estómago anudado. No podía equivocarme; lo sabía y lo sufría. La vida de toda la familia estaba en juego…
Lo sabía; lo supe casi desde que tengo memoria. Y lo sufría. Cada día. Y en silencio. Al fin y al cabo muchos otros  militantes –quizás muchos otros chicos como yo– estaban en una situación similar o peor.
Lo sabía; lo supe casi desde que tengo memoria… Mientras vivía esa sucesión intercalada de tensión constante, el mundo de la literatura, aquel temor doloroso, el gran amor que teníamos como familia (mis padres, mis hermanos y yo), la doble identidad y los juegos infantiles. Mientras vivía todo eso, y más, con una naturalidad que hoy me resulta escalofriante…


lunes, 24 de marzo de 2014

Ni Olvido ni Perdón

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA POR MIS CAMARADAS SECUESTRADOS Y ASESINADOS EN MARZO

Y POR MIS 30.000 COMPAÑEROS con quienes marchamos este marzo, como todos los marzos de nuestra vida, a la Plaza de Mayo.

Aun caminan contigo,
Aun caminan conmigo,
Los que nunca se fueron,
Los que nunca se han ido.

Hasta el fin de los tiempos,
Los desaparecidos,
Los compañeros nuestros,
Nuestros seres queridos.

Van contigo y conmigo.
No contaban con eso,
No han desaparecido,
No pudieron con ellos,
Ni pudieron contigo.




SUSANA BERMEJILLO GARCÍA, El 22 de marzo de 1976, fue detenida y asesinada en la provincia de Mendoza la militante comunista de veinticinco años Susana Bermejillo, que era presidenta del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo e integraba la Comisión Universitaria Provincial del Partido Comunista.

SALVADOR BERON, militante comunista asesinado el 23 de marzo de 1977 por la Triple A en Córdoba.

MARIO ANIBAL CASTRO CARRASCO. Militante comunista asesinado el 22 de marzo de 1976 por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) en Buenos Aires.. El caso figura en la Conadep, bajo el registro: Castro Carrasco Mario Aníbal. Ejecución sumaria. Redefa 217. 


TERESA ISRAEL, abogada comunista, defensora de presos políticos, secuestrados y desaparecidos, arrancada de su hogar, en la calle Campichuelo, de la Capital Federal, por un Grupo de Tareas el 8 de marzo de 1977, a los 22 años.

DOMINGO SÁNCHEZ 20/3/1977, 44 años, militante del Partido Comunista, gremialista del transporte secuestrado en su domicilio de San Fernando.


VICTOR NICOLÁS MINSBURG, 21/3/ 1977, militante de la FJC (Fede), estudiante de Psicología y músico. Fue secuestrado a la medianoche, en su domicilio de la calle Cabezón 3611, Capital, delante de sus padres y trasladado al CCD “El Atlético”.

FABIO BERNANDO GOLDRING y ALICIA ELENA PALANCO DE GOLDRING. Matrimonio de militantes del PC, secuestrados el 22/3/77. Militantes del PC., El de 36 años, vendedor de calzado. Ella, de 27, empleada. Ambos parte del conjunto Teatral de la Cooperativa de Morón, del cual Fabio era Director.


sábado, 8 de marzo de 2014

Pablo Escobar y la nueva geopolítica del narcotráfico

Los primeros años del siglo XX marcaron definitivamentae el fracaso, desde cualquier punto de vista, de la "guerra contra las drogas" lanzada por Estados Unidos en los ’70, que partía de la idea de reducir el consumo mediante el control de la oferta.
En Globalización, narcotráfico y violencia (Norma), Juan Gabriel Tokatlian explica de manera sencilla pero clarísima el carácter quimérico de esta cruzada, que asume que una represión eficiente y sostenible permitirá, en algún momento, extinguir el problema.
En otras palabras, la ilusión prohibicionista de que será posible, por vía del combate duro, lograr la abstinencia total.
Nada de esto ha sucedido, por supuesto. Pese a los esfuerzos guerreros, la prevalencia del consumo de drogas se ha mantenido más o menos igual en los últimos años. Según Naciones Unidas, sólo el 5 por ciento del total de la población mundial adulta –208 millones de personas– consumió algún tipo de estupefaciente prohibido en los últimos doce meses, mientras que solamente el 0,6 por ciento registra un patrón problemático de consumo. La marihuana, la droga más difundida, es consumida por el 4 por ciento de la población (unos 165 millones de personas), y hay alrededor de 16 millones de consumidores de cocaína y 24 millones de anfetaminas. Colateralmente, la guerra contra las drogas ha generado efectos sociales, medioambientales y de derechos humanos muy negativos. Y también consecuencias políticas impensadas, como la emergencia del liderazgo de Evo Morales, que no se entiende sin considerar la brutal represión a los cocaleros del Chapare por las fuerzas de seguridad bolivianas asistidas por la DEA.
Pero no sólo la demanda, también la oferta se mantiene estable, lo que ha llevado a algunos buenos lectores de Adam Smith, como el escritor Mario Vargas Llosa o los editores de The Economist, a inscribirse en el cada vez más nutrido bando de la despenalización. La producción de cocaína, tras el descenso experimentado luego del boom de los ’80 es más o menos la misma desde hace una década. Lo mismo sucede con la de marihuana, en tanto que la producción de heroína y drogas sintéticas se ha incrementado.
Pero lo más notable del análisis de la oferta es su especialización geográfica en territorios con fuerte influencia político-militar de Estados Unidos: Afganistán produce el 80 por ciento de la heroína del mundo, el 60 por ciento de la cual se concentra en la provincia de Helmand, en el sur del país. Los talibán, que en el pasado combatieron las plantaciones de amapola por motivos religiosos, aprendieron la lección y ahora las administran (y se benefician de ellas), lo que demuestra que cuando hay dinero de por medio incluso las interpretaciones islamistas más fanáticas se flexibilizan. En cuanto a la cocaína, casi la totalidad se produce en tres países: dos de ellos, Colombia y Perú, son aliados estratégicos de Washington (el tercero es Bolivia). La marihuana, en cambio, se cultiva prácticamente en todos lados, pues alcanza con una maceta y un poco de sol. Hasta en Cuba, que combate las drogas con rigor stalinista, es posible ver las plantas a la vera de algunas rutas.

Todo cambia
 Pero que la guerra contra las drogas haya fracasado no implica que no haya producido efectos. El más importante es una reconfiguración del narconegocio a nivel global que incluye el traslado de los centros estratégicos de decisión de Colombia a México y la caída de los grandes carteles de los ’80/’90, en un proceso que tuvo su punto más alto con la muerte de Pablo Escobar Gaviria, el capo del Cartel de Medellín que había llegado a controlar el 80 por ciento de la cocaína del mundo, que llegó a ser el séptimo hombre más rico del planeta según Forbes y que en su gigantesca hacienda de Antioquia contaba con un zoológico privado por donde se paseaban hipopótamos, jirafas, elefantes, cebras y avestruces. La serie que lo retrata –El patrón del mal– se ha convertido en un justificado un éxito de rating.
¿Qué es lo que sucedió? Básicamente, que la ofensiva antidroga arrinconó a los tradicionales carteles andinos y se sumó a las nuevas tecnologías de comunicaciones (GPS y celulares) y a los avances en el campo de la aeronáutica (sistemas de bombeo para recargar combustible en vuelo y ganar autonomía) para definir una reconversión a gran escala, a la que también contribuyeron ciertas transformaciones económicas, como la mayor fluidez del comercio internacional y el perfeccionamiento de los mecanismos de lavado de dinero. Como consecuencia de estos cambios, la estructura piramidal anterior, que implicaba una integración vertical de los diferentes eslabones de la cadena de producción en una relación cara a cara bajo un único liderazgo al estilo Escobar, fue reemplazada por organizaciones autónomas que operan bajo la forma de un circuito de postas, en donde cada paso del proceso (cultivo, primer procesamiento en bruto, refinación, corte y distribución) queda a cargo de una banda diferente, muchas veces situada en un país distinto (Juan Cruz Vázquez, La sombra del narcotráfico, Editorial Capital Intelectual).
Esto le da al narco actual un carácter más descentralizado, transnacional y elusivo. Cada eslabón de la cadena conoce sólo al anterior y al siguiente, de modo que, si cae, no arrastra al resto, que pueden ser reemplazados con facilidad. Y produce también una cierta economía de la violencia. ¿Qué significa esto? Por sus características, el negocio del narcotráfico es eminentemente territorial: requiere zonas de cultivo, rutas de traslado y áreas de distribución (y ejércitos para protegerlas). Es este carácter de frontera, más que la maldad intrínseca de los capos, lo que explica su estilo violento. Pero los narcos aprendieron de la experiencia de líderes como Escobar, que inauguraba partidos de fútbol, se hacía elegir diputado y conquistaba a periodistas despampanantes, y tienden a comportarse, cada vez más, de manera sigilosa y mimética, camuflados en la “vida normal” de la ciudad. Por eso, a diferencia de lo que sucedía hasta hace unos años, hoy ya no conocemos los nombres de las narcoestrellas, que recién cuando son detenidas nos revelan todo su mal gusto para las casas (grandes), los autos (deportivos) y las chicas (siliconadas).

En casa
El lugar de Argentina en esta nueva geopolítica narco también ha cambiado.
En los últimos años, las presiones de Estados Unidos y la cooperación con las agencias de seguridad local fueron limitando las posibilidades de las organizaciones del área andina para operar en sus países. La radarización de las zonas selváticas de Perú, Ecuador y sobre todo Colombia limitó los vuelos desde los lugares de producción hacia el mercado norteamericano y forzó a las redes ilegales a ensayar triangulaciones y nuevas rutas. En esta nueva división regional del trabajo, Argentina dispone de algunas ventajas comparativas: cuenta con el puerto más importante de Sudamérica, aeropuertos muy transitados y 15 mil kilómetros de fronteras escasamente custodiadas (más por la ausencia de conflictos limítrofes que por una especial desidia gubernamental).
El aumento de la producción de coca en un país limítrofe como Bolivia, admitido por el mismísimo Evo Morales, el desplazamiento de parte de los cultivos colombianos a Perú y el auge de las plantaciones de marihuana en Paraguay terminaron de cerrar el círculo. La consecuencia de este nuevo contexto es la radicación en territorio nacional del último eslabón de la cadena de producción: la transformación de la pasta base en cocaína en las llamadas “cocinas”, que además aprovechan la amplia disponibilidad de solventes ácidos y oxidantes de la industria química local, la segunda más importante de la región, y el desconocimiento –o complicidad– de policías poco acostumbrados a lidiar con bandas narco profesionales.

Si Argentina fue durante años un país de tránsito y más tarde un país de tránsito lento, hoy es un centro de producción con destino a los lucrativos mercados del Primer Mundo. Se estima que la mayor parte de la droga sale por el puerto de Buenos Aires y que el resto se traslada en vuelos comerciales, fundamentalmente desde Ezeiza, como confirma la decisión de las autoridades del Hospital Teresa de Calcuta, cercano al aeropuerto, de acondicionar una sala de terapia intensiva especialmente destinada a los capsuleros, las mulas que son detectadas con droga dentro de sus estómagos, e incluso prevé contar con médicos que hablen francés, inglés y portugués para atenderlos.
Uno de los efectos colaterales del nuevo lugar de Argentina en el entramado narco es el aumento del consumo local. Los especialistas coinciden en que los niveles de prevalencia se acercan hoy a los de los mercados maduros de Europa y Estados Unidos. Sucede que, bajo las nuevas condiciones de organización intermodal del negocio, se ha generalizado el pago en drogas, que bajan por las rutas que conectan los puntos de ingreso en la frontera noroeste y noreste con las ciudades de Córdoba, Rosario y Buenos Aires. La utilización de la misma droga como moneda de cambio obliga a las bandas a buscar mercados, o a pelear por ellos, y el procesamiento en las cocinas permite utilizar los desechos para producir paco.
El resultado es una montaña de dinero para comprar policías y jueces y, como sostiene Marcelo Saín, el quiebre del tradicional pacto de regulación del delito con las fuerzas de seguridad, lo que a su vez explica la disparada fenomenal de la violencia en algunos puntos, como Rosario, donde el año pasado se registraron 200 homicidios intencionales, una tasa superior a los 20 homicidios cada 100 mil habitantes de, por ejemplo, San Pablo.

Confusiones
El debate acerca de la incidencia del narcotráfico, necesario y urgente, debería, sin embargo, evitar simplificaciones y lugares comunes. Por ejemplo, la confusión acerca de la mejor forma de combatir el negocio, que depende mucho menos de radares y scanners que del trabajo paciente y silencioso de las agencias de Inteligencia, como demuestra el hecho de que la droga sigue ingresando a Estados Unidos por la frontera mexicana a pesar de los 40 mil agentes que la custodian, el muro artillado de mil kilómetros y los drones que la sobrevuelan día y noche.
También convendría poner en cuestión el entusiasmo un poco irresponsable con el que algunos impulsan la creación de policías municipales, que pueden ser útiles para acercar la seguridad a los vecinos pero que, sin un adecuado sistema de supervisión, podrían derivar en pequeñas bandas armadas fácilmente corrompibles. Esto es justamente lo que sucede en México, donde hay más de tres mil cuerpos de policía (que se entienda: no tres mil agentes sino tres mil instituciones de policía) que se disputan el servicio de albergue a los grupos narco en verdaderas subastas de protección. Para evitarlo, el único camino conocido es la conducción efectiva por parte del poder político, algo que, como demostraron los amotinamientos de diciembre, está lejos de suceder.
Por otra parte, aunque la tan mentada relación entre pobreza y drogas es más compleja de lo que habitualmente se piensa, resulta difícil entender el auge del narcotráfico sin considerar su función social. En efecto, si se analiza el conjunto del negocio es fácil comprobar que los oligopolios se sitúan sobre todo en la producción, y que a medida que se desciende en la cadena se van multiplicando los actores hasta llegar a una amplia atomización en el último nivel.
Sucede que, a diferencia de lo que ocurre con los productos legales, cuya comercialización se concentra en las grandes cadenas –de supermercados o ropa o lo que sea–, en el caso de las drogas es imposible, por motivos de seguridad, oligopolizar la distribución minorista, que recae en miles y miles de dealers individuales, en general pertenecientes a los sectores excluidos. Según los números de Iban de Rementería (revista Nueva Sociedad, Nº 222), ellos se quedan con el 57 por ciento del ingreso total. Los datos coinciden con los de Mauro Federico, que en su libro Mi sangre explica que un kilo de coca cuesta 250 euros en Bolivia, 950 en la localidad salteña de Salvador Mazza, 2500 en Buenos Aires y 35.000 en las calles de Barcelona. Para decirlo con las palabras de moda, las drogas contribuyen a la redistribución del ingreso.
Advirtamos por último sobre las comparaciones apresuradas. Argentina, contra lo que se escucha a veces, no podrá ser nunca Colombia sencillamente por una cuestión topográfica: no existen aquí selvas y montañas aptas para los cultivos ni porciones sustanciales del territorio sustraídas al control del Estado durante décadas, las “zonas marrones” sobre las que prevenía Guillermo O’Donnell. Tampoco México, que comparte 3300 kilómetros de frontera con el principal país consumidor del planeta. La idea de que Rosario es la “Medellín argentina” no pasa por lo tanto de una exageración televisiva. Pero Argentina sí puede acercarse a Brasil (no a Río, porque las favelas son verdaderos fuertes controlables por los narcos desde sus cuarteles en las alturas, como muestra bien esa enorme película que es Tropa de Elite) sino a San Pablo, megalópolis de llanura en la que, como en Buenos Aires o Rosario, la pobreza más extrema convive pornográficamente con la opulencia más absoluta.José Natanson.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Circular TC-1801 de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) del Pentágono

 
Nazifascistas ucrannianos: todo sea por la "democracia"


Las denuncias sobre la presencia de exmilitares israelíes en las revueltas ucranianas confirman la diversidad de opciones que tiene Estados Unidos en el desarrollo de actividades subversivas en ultramar.

Esa cooperación, como también ocurre en Siria, Afganistán y otras naciones, está en correspondencia con la Circular de Entrenamiento TC-1801 de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) del Pentágono, publicada en noviembre de 2010, bajo el título "La Guerra no Convencional" (GNC).

El documento señala en su primer capítulo que el apoyo del gobierno estadounidense a un movimiento de resistencia puede realizarse de forma indirecta o directa.

"En ocasiones no es deseada la asistencia abierta, y en estos casos las autoridades norteamericanas pueden ofrecerlo mediante un socio de una coalición o un tercer país..."

"Normalmente, Estados Unidos circunscribe el sustento indirecto solo al entrenamiento y la logística, porque las guerras limitadas presentan un ambiente mucho más restrictivo y exigen un bajo perfil en las operaciones del gobierno norteamericano".

De acuerdo con la TC-1801, la variante directa es más probable en los escenarios de una contienda general, porque resulta menos controvertida su visibilidad, y puede incluir "una mayor variedad de apoyo logístico, entrenamiento y asistencia con asesores".

Según el sitio digital de la organización académica canadiense Global Research, exmiembros de unidades de operaciones especiales de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) participan en las acciones subversivas en Ucrania, bajo el mando directo del Partido ultraderechista Svoboda.

Delta es el nombre de guerra del jefe de los llamados Cascos Azules de Maidan, un veterano de un batallón de inteligencia de la tristemente célebre Brigada de Infantería Gibati.

Esa unidad de las IDF participó en varias masacres contra palestinos en la Franja de Gaza entre 2008 y 2009, añade el texto de Global Research, firmado por el profesor Michel Chossudovsky, quien cita como fuente a la Agencia Judía de Noticias.

El grupo que actúa en territorio ucraniano está compuesto por alrededor de 40 hombres y mujeres bajo el mando de cinco exmilitares sionistas.

 
Por otra parte, a juzgar por el mencionado manual del Pentágono, la variante de GNC aplicada contra Ucrania estaría ya en la última de las siete fases que comprende este tipo de guerra: "la derrota del régimen adversario y la protección del gobierno recién instalado".

Para el estadío actual la TC-1801 prevé acciones destinadas a poner las armas y municiones bajo control de las nuevas autoridades, así como utilizar los miembros de la resistencia como milicias locales.

En todo esto desempeñan un papel fundamental las unidades de Asuntos Civiles (AC), pertenecientes también al Pentágono, las que proporcionan la información a los jefes para establecer, mantener o explotar las relaciones entre las fuerzas castrenses, la población y el resto de los factores del conflicto.

Las llamadas operaciones cívico-militares pueden incluir la realización de actividades y funciones que normalmente son de la responsabilidad del gobierno local, regional o nacional del país donde actúan.

En ese sentido, la TC-1801 establece que "las unidades de AC en la Fase Siete de la GNC se utilizan para apoyar a la administración civil, asesorar, asistir y dar legitimidad al nuevo gobierno".

Por supuesto, en el caso de Ucrania las unidades que realizan estas y otras acciones similares en la etapa actual del conflicto, actúan en cooperación con los servicios de espionaje de los países aliados de Washington en Europa, pero también con la ayuda de Israel, como señala la denuncia de Global Research.

Para ello necesitan grandes cantidades de dinero, pero eso lo prometió el secretario de Estado, John Kerry, quien arribó a Kiev el martes, y antes de pasear por la Plaza de Independencia anunció que Washington otorgaría a las nuevas autoridades ucranianas más de mil millones de dólares.

martes, 4 de marzo de 2014

Mariano Moreno y el Plan de Operaciones

 
A fines del siglo 19 un ingeniero e investigador argentino, Eduardo Madero, quien estudiaba en el Archivo de Indias (Sevilla) la historia del puerto de Buenos Aires, encontró por casualidad un documento que cambiaría radicalmente la mirada sobre la Revolución de Mayo, su carácter y la significación más profunda de los hechos. Ello habría de modificar sustancialmente la opinión sobre el pensamiento y la influencia de  uno de nuestros héroes mayores: Mariano Moreno, quien solamente actuó diez meses en política, entre los 37 y 38 años. Dicho documento se denomina "Plano que manifiesta el método de las operaciones que el nuevo gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata deve poner en práctica hasta consolidar el grande sistema de la obra de nuestra livertad e independencia" (1).
 
El ejemplar hallado era una copia manuscrita del original redactado en 1810 por Moreno, por encargo de la Primera Junta de gobierno, que en sesión secreta del 15 de julio de 1810 había aprobado un pedido del general Manuel Belgrano para preparar un plano (plan) de operaciones que hiciera frente a la grave situación que se cernía sobre la  Revolución. El 27 de junio el diario "La Gazeta" había reclamado acciones punitivas para desbaratar la contrarrevolución que se reagrupaba en Córdoba, bajo el mando de Santiago de Liniers, a la espera de refuerzos realistas que debían llegar desde el Alto Perú.
 
El 28 de julio Moreno firma la orden de fusilar a Liniers y demás cabecillas de la sedición "allí donde se los encontrase". El 26 de agosto Domingo French fusila a Liniers por orden personal de Castelli. Luego del pedido de Belgrano la Junta encargó a su secretario de Guerra, Mariano Moreno, la redacción del plan. El 30 de agosto Moreno finalizó su redacción y el plan fue aprobado por unanimidad de la Junta en sesión secreta una semana después.
 
El 12 de septiembre Moreno impartió las órdenes secretas a Castelli para que se hiciera cargo del Ejército del Norte, arrestara y fusilara a los contrarrevolucionarios de Potosí y el Alto Perú, y marchara hasta Lima. El 7 de noviembre el plan comienza a dar frutos y las fuerzas patriotas derrotan a los realistas en Suipacha. El 15 de diciembre Balcarce, cumpliendo las órdenes de Castelli y Moreno, fusila a Nieto, De Paula Sanz y Córdoba, jefes de la represión a los levantamientos alto peruanos de 1809 y brutales esclavistas de indios. Pero el 18 de diciembre el Jefe de la Primera Junta, el terrateniente, encomendero y propietario de minas de Potosí Cornelio de Saavedra logra derrocar a Moreno, quien será envenenado en alta mar cuatro meses después, en marzo de 1811, mientras surcaba el Atlántico en viaje oficial a Londres. Saavedra lo había mandado a la muerte. 
El secreto mejor guardado

Sabedor de la importancia que poseía el documento hallado, Madero lo envió al general Mitre, quien por entonces se hallaba escribiendo sobre Moreno. La existencia de dicho plan --hasta entonces minuciosamente ocultado por Mitre, Vicente Fidel López y el Deán Funes-- trastocaba toda la ideología escrita como historia argentina por los vencedores de Caseros y particularmente por los de Pavón. El contenido del plan negaba toda la construcción teórica realizada por el genocida del pueblo paraguayo y de los paisanos federales. Negaba todo sentido a la línea Mayo-Caseros urdida por Mitre y Sarmiento y destruía un falso icono de la historiografía escrita por de los vencedores de la nación federal.
 
Por el contrario, el plan vinculaba mucho más a la Revolución de Mayo con el accionar de San Martín en Mendoza, en Chile y en el Perú y especialmente con el gobierno de Juan Manuel de Rosas, al punto que dos de los más estrechos colaboradores de Moreno, su hermano Manuel y el general Tomás Guido (éste, después, secretario privado del general San Martín) serían a su vez estrechos colaboradores de Rosas durante todo su gobierno. Hablamos de Rosas, a quien San Martín le obsequiara su sable antes de partir definitivamente a Francia. Estos datos son sistemáticamente ocultados por la historiografía liberal.
 
El plan negaba de cuajo el anatema colonial  de 'civilización o barbarie' inventado por Sarmiento, el primer Alberdi, Echeverría y los asesinos de Dorrego. Por el contrario, ubicaba a Moreno como un claro  antiliberal y un  americanista convencido, y por ello antibritánico, proteccionista, popular e indigenista. El mismo Moreno que proponía sumar a la revolución a José Gervasio de Artigas (jefe de los gauchos e indios orientales) y a los guaraníes, era partidario de utilizar el rigor revolucionario para enfrentar al terror contrarrevolucionario. Terror del que Moreno había sido testigo cuando la brutal represión que siguió al levantamiento del inca Túpac Amaru, continuado luego con la represión a Túpac Katari y por la forma terrible con que el virrey Abascal había aplastado la Revolución de La Paz de 1809. Conocedor entonces de la barbarie imperial española, Moreno respondía con el rigor revolucionario al mejor estilo de Cromwell y Robespierre.

El 'extravío' de Don Bartolo

La aparición del plan revolucionario de Moreno trastocaba toda la construcción ideológica de Mitre. El general --uno de los pocos vencedores-historiadores, que legara un diario para cuidar el futuro de sus ideas-- no era partidario de los discursos apologéticos, irracionales y falsos al estilo de Sarmiento, quien inventaba defectos inexistentes en sus enemigos.
 
Tampoco utilizaba el sistema de Vicente Fidel López, que hallaba oportunos documentos para justificar sus ideas a veces elitistas y a veces simplemente portuarias, pero siempre racistas, reaccionarias. El general Mitre quería ser más serio y si bien sostenía suelto de cuerpo ideas tales como que la "raza criolla en la América del Sud, elástica, asimilable y asimiladora, es un vástago robusto del tronco de la raza civilizatoria índico-europea a la que está reservado el gobierno del mundo." (2), no estaba en condiciones de negar la autenticidad del documento. Por haber sido el vencedor de la larga guerra civil iniciada luego del derrocamiento de Moreno, dispuso seguramente de mucha documentación --negada a la posteridad-- que probaba la existencia de dicho plan.
 
Obró entonces de la manera elegante que le era característica. Simplemente 'extravió' el manuscrito y por ende no pudo citarlo ni opinar sobre él. No sería la única vez que el astuto Don Bartolo extraviara documentación importante. Cuando muerto San Martín, su yerno, Mariano Balcarce, enviara a Mitre un baúl con todos los documentos que el Libertador dejara sobre su relación con Bolívar, su gobierno del Perú y la histórica entrevista de Guayaquil, con expreso pedido de que se publicara después de su muerte, el general Mitre también 'extravió' esa información tan valiosa. Dichos papeles fueron reconstruidos en parte por los historiadores a partir de la correspondencia entre los Libertadores, las opiniones de Bolívar, de Monteagudo y particularmente las del general Guido, quien se carteó de manera  regular con San Martín durante casi treinta años.
 
Esa documentación negaba de cabo a rabo las tesis de Mitre y su Historia de San Martín, a quien retrata como un prócer local que llevó la revolución 'argentina y porteña'  al resto de la América 'bárbara'. San Martín decía seguramente lo que siempre había dicho y lo que en verdad había ocurrido:su partida del Perú y la necesidad de entregar su ejército a Simón Bolívar se debió principalmente a la traición de Buenos Aires (es decir, del partido directorial-rivadaviano), opuesto a su expedición al Perú y particularmente a conformar la columna que, al mando del general Güemes, debía atacar por el Alto Perú en simultáneo con el desembarco del Libertador en el puerto peruano de El Callao. Eso hubiera permitido liquidar de un golpe la guerra de la Independencia en el corazón del poder español en América y recuperar para el Río de la  Plata las provincias alto peruanas, por entonces sometidas al genocidio realista. Ese era el inicio del gran estado americano con base en el antiguo Incario,  el plan maestro de la Revolución de Mayo.
 
El plan también desmentía que la revolución fuera porteña, “civilizada” o ”argentina”, como sostenía Mitre, sino americanista, mestiza y continental. Al igual que en el caso de Moreno, los papeles de San Martín sostenían que ninguno de nuestros próceres fundadores pensó jamás en las patrias chicas, esas que los agentes del imperialismo británico tales como Rivadavia, Manuel J. García, Mitre y Sarmiento construyeron sobre las ruinas de la patria grande americana, concebida en el plan continental de Miranda e impulsada a partir de la Revolución de Mayo por Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín, Bolívar, Monteagudo, Artigas, Güemes, Morelos, Hidalgo, Dorrego y Rosas. El plan de Moreno y el recorrido militar de San Martín marcaban una línea revolucionaria profunda, no reformista, y no sólo diferente sino opuesta a la llevada adelante por el partido pro británico y unitario en sus versiones rivadaviana, mitrista o roquista.
 
Moreno sigue allí

El conocimiento de ese documento fue negado por la historiografía liberal, llegando al paroxismo con Ricardo Levene, en su momento presidente de la Academia Nacional de la Historia, quien ordenara realizar un estudio grafológico --¡¡de una copia manuscrita!! -- para demostrar lo que ya había anticipado el propio Madero: que el documento encontrado por él era una copia y que por lo tanto no había sido realizada por mano de Moreno. Posteriormente, el hallazgo fue corroborado por copias similares halladas en los EEUU y en Río de Janeiro, así como por múltiples referencias a él que figuran en casi toda la correspondencia que mantuvieron entre ellos los miembros de la Primera Junta y de la logia revolucionaria. El propio Alberdi señalaría que "el Plan de Moreno es un aporte de Buenos Aires a la revolución americana" (3).
 
Estas circunstancias obligaron a la historiografía liberal a aceptar su existencia. Pero lo hicieron a regañadientes, de modo que en la enseñanza oficial no se lo menciona o bien se lo hace incidentalmente, sin profundizar en la importancia de su contenido. Al punto que los manuales de historia aún señalan que la pelea de Moreno contra Saavedra, el Deán Funes y Rivadavia se debía al carácter apasionado del secretario de guerra y no a los proyectos políticos contrapuestos que estaban en juego y que el plan del secretario de la Primera Junta había puesto negro sobre blanco.

El plan proponía desde el vamos la construcción de una gran nación -toda la América Española, desde el sur del Mississippi hasta el Cabo de Hornos, tomando como base los casi mil años del Incario, las ricas historias de mayas y aztecas y la cultura común o asimilable de la mayoría de los pueblos americanos, con la inclusión de Brasil,  previo levantamiento de sus esclavos y sus criollos revolucionarios. Era el diseño de una nación poderosa, moderna, industrial, con la tierra repartida  democráticamente entre sus habitantes y con la explícita dignificación de las masas indias y negras. El plan propiciaba la eliminación de todas las formas de esclavización de los indígenas, tales como la encomienda, la mita y los obrajes, devolviéndoles a los pueblos originarios sus derechos y tierras. Su propuesta de nueva nación americana emancipada no dejaba duda alguna acerca de la decisión irrevocable de romper con España (la invocación a 'La máscara de Fernando' es un mero ardid para no enfrentar abiertamente al poder español hasta poder elegir el momento y el lugar más conveniente para hacerlo).
 
La propuesta incluía a negros, indios, mulatos, mestizos, gauchos y criollos por igual. Y en eso Moreno se instala en la vanguardia de su tiempo y del mundo de entonces, apartándose incluso de la calificación de jacobino que recibe de muchos de sus bien intencionados defensores. Moreno y nuestros criollos porteños de la Logia Lautaro (San  Martín, Belgrano, Castelli,  Monteagudo, Rodríguez Peña, French, Guido y Manuel Moreno), incluyendo al montevideano Artigas, proponían, inspirados en Túpac Amaru, la igualdad de todos los americanos.
 
Contemporáneamente, la revolución norteamericana había garantizado los goces de la libertad a todos los ciudadanos, excepto a los negros esclavos y a los indios, quienes no poseían derechos. La revolución francesa obró de igual modo. Los derechos eran para los ciudadanos franceses -los patricios, los propietarios- pero no para los pobres y mucho menos para los esclavos de las colonias, lo que dejó sembrada la semilla para las nuevas revoluciones que se producirían durante los siglos XIX y XX.
 
En cambio Moreno y nuestros próceres americanos proponían la igualdad real, partiendo de la base material de dicha igualdad: la propiedad comunitaria de la tierra, ya que en una sociedad agraria como era entonces América del Sud, la única igualdad posible debía basarse en la distribución de la tierra entre los ciudadanos.
 
La burguesía comercial porteña, aliada con los ganaderos bonaerenses, impediría una y otra vez, a lo largo de nuestra historia, cualquier forma de distribución democrática del suelo. Se apropiaría ilegítimamente de la mayoría absoluta de las tierras de la nación, cerrando el camino al gran país pensado por Moreno. A más de 200 años del plan, con el 50% de la tierra en manos de siete mil (7.000)  familias y empresas, y 20 millones de hectáreas  en manos extranjeras, la Argentina sólo tiene unos 40 millones de habitantes. Los EEUU, si bien distribuyeron sólo entre los blancos la tierra que era de los indios, lo hicieron de forma mucho más democrática, y hoy se aproxima a los 300 millones de habitantes. 
 
La nación de Moreno
 
El plan proponía un estado nacional poderoso que abarcara desde el Sur de los EEUU hasta la Tierra del Fuego, enorme extensión  que Francisco de Miranda llamara Colombiae. Proponía expropiar las 150 principales fortunas mineras --entre ellas las de ricos encomenderos y mineros como Cornelio Saavedra-- de Potosí y de todo el Virreinato para "industrializar la nación". Proponía sublevar a los esclavos de Brasil, anexando su territorio casi en su totalidad. A esta nación republicana, libertaria y seguramente federal --si bien en el plan no figura esa expresión-- Moreno proponía sumar, en plano de igualdad, tanto a los gauchos de Artigas como al pueblo guaraní.
 
A los primeros les encomendará la sublevación de la Banda Oriental, por entonces en manos realistas. Cuestión ésta la de Artigas y sus gauchos a la que siempre se negaron los elitistas y racistas porteños, que proponían, por el contrario, "no ahorrar sangre de gauchos". De haberse llevado a cabo el levantamiento del actual Uruguay cuando Moreno lo propuso, en agosto de 1810, seguramente hubiera ayudado a resolver en  favor de las fuerzas patriotas la campaña militar de Castelli en el Alto Perú.
 
El plan proponía establecer una política proteccionista y (en palabras actuales) "vivir con lo nuestro" en el plano económico. En noviembre de 1810 se prohibió la salida de oro y plata del Río de la Plata con destino a Londres. Esto, sumado a la expropiación de las grandes fortunas permitiría la creación de un estado nacional poderoso para desarrollar la economía. En palabras del prócer: "las medidas a adoptar consistían en expropiar quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de cinco o seis mil individuos, expropiación que beneficiaría a cien mil habitantes". Esa enorme suma de dinero en manos de una minoría "no puede dar el fruto ni fomento de un estado, que sí lo darían puestos a facilitar fábricas, ingenios, aumento de la  agricultura, etcétera (...) En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro del que pesan”
 
Moreno encara el problema central de la Revolución: poner en movimiento y transformar en generadoras de trabajo, bienestar y riqueza colectiva las cuantiosas fortunas atesoradas por la minoría de monopolistas, esclavistas y usureros. De este modo la agricultura, la manufactura y la navegación podrían desarrollarse y el país se independizaría del comercio extranjero (5). Moreno fue derrocado apenas decretó la prohibición de salida de metálico con destino a Londres por los intereses  pro británicos expresados por saavedristas y rivadavianos.
Si bien alentaban buenas relaciones con Gran Bretaña, los revolucionarios, que estaban obligados a aceptar el dominio británico sobre los mares y el comercio mundial porque necesitaban su apoyo para enfrentar a España, recomendaban cuidarse de la ambición inglesa y tomar en cuenta su apetencia de dominio. Con una claridad que aún sorprende, Moreno estampó en el Plan el siguiente comentario acerca de Inglaterra: "reconocemos en dicha nación, en primer lugar, ser una de las más intrigantes por los respetos del señorío de los mares, y lo segundo por regirse siempre todas sus relaciones bajo el principio de la extensión de miras mercantiles, cuya ambición no ha podido nunca disimular su carácter" (8).
 
Ejemplifica los peligros de dichas relaciones con la situación de Portugal respecto de Inglaterra, la cual tiene a aquella "sometida a una vergonzosa e ignominiosa esclavitud (...) que sus fines no son sino chupar la sangre de su estado,  extenuándolo de tal suerte que tal vez sus colonias americanas se conviertan en inglesas algún día (...) Portugal se desengañará a costa de su sangre y destruirá su  despotismo, regenerando sus corrompidas costumbres y conocerá los derechos de la santa libertad de la naturaleza" (8). El Gobierno de Buenos Aires debía impedir que Portugal conquistara "la América del Brasil o la parte de ella que más convenga", y para ello proponía "emprender la conquista de la campaña del Río Grande del Sur, por medio de la insurrección, y los intereses que sacrificaremos con el propósito de proteger la independencia y los derechos de su libertad" (8)Castelli ejecuta el plan 
 
El plan es la base de la campaña militar de Juan José Castelli al Alto Perú y su extraordinaria acción de gobierno desde La Paz y las provincias alto peruanas. Tal vez junto al de Artigas, los más avanzados que hayan habido en América, y más ambiciosos aún que la revolución mexicana, el peronismo, la Guatemala de Arbenz, la Revolución Cubana o el Chile de Allende. Castelli dispuso la liberación de los indios, el reparto de tierras, el cierre de los obrajes, la eliminación de la mita y la encomienda; mandó ejecutar a los contrarrevolucionarios y explotadores, confiscó los bienes de los 'godos' y promovió el rescate de las culturas originales.
 
Su proyecto era derrotar a las fuerzas realistas en el Perú y tomar Lima para llegar a Caracas, donde entonces luchaba Francisco de Miranda a la cabeza de la revolución venezolana. Esa intención (concretada años después por Bolívar tras recibir el ejército de San Martín en Guayaquil) señala fuera de toda duda cual era el plan continental y maestro de la emancipación americana, que sosteníanCastelli, su primo Belgrano, y Moreno. El primero y el último habían sido compañeros en Chuquisaca cuando juntos defendían a indios pobres y a esclavos
en el estudio jurídico de otro gran americanista, Esteban Agustín Gascón. Juntos visitaban en dicha ciudad a otros dos célebres americanos: Manuel Ascencio Padilla y su esposa, Juana Azurduy.
 
Castelli mostró una ejemplar tenacidad para enfrentar a los enemigos internos de la revolución como Saavedra, el Deán Funes y los rivadavianos. La tenacidad e insistencia de Castelli, así como la acción política y militar del general  Belgrano --su defensa del norte del territorio del contragolpe español, su propuesta del Rey Inca en el Congreso de Tucumán-- señalan que el plan era el proyecto de la nación americana, explicitado por la Logia de Buenos Aires pero inspirada en la línea mirandiana, tal como se lo trasmitiera Castelli en el Alto Perú a su colaborador Monteagudo y que luego éste discutiera en detalle con el general San Martín.
 
Decía entonces Castelli, al mando del ejército que estaba pronto a marchar sobre Lima, en cumplimiento de las órdenes de Moreno y pese a la oposición de Saavedra: "Toda la América española no formará en adelante sino una numerosa familia que por medios de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo (...) Preveo que allanado el camino de Lima, no hay motivo para que todo el Santa Fe de la Bogotá (las actuales Colombia, Venezuela y Ecuador) no se una y pretenda que con los tres, y Chile, formar una asociación y cortes generales para forjar las normas de su gobierno". (6)
Luego del asesinato de Moreno y la detención y muerte de Castelli, el Plan sería abandonado por un tiempo. Lo retomaría  después la Logia Lautaro, a partir de octubre de 1812, tras la llegada del Libertador al país. Antes, Tomás Guido y Manuel Moreno habían recibido a San Martín en Londres, procedente de España, en la casa de Francisco de Miranda, donde se hospedaran luego del asesinato de Mariano durante el viaje hacia la capital británica. Mientras tanto, a los sesenta años de edad, el gran Miranda estaba dirigiendo la revolución en Caracas.
 
Derrocado Moreno y con Castelli vencido en Huaqui, gracias al desvergonzado boicot de Saavedra y Viamonte --que mantenían correspondencia con los jefes realistas, a quienes comunicaban los planes de Castelli--, con Belgrano de campaña en el Paraguay (otro error de Moreno, que envió lejos al principal cuadro político-militar a enfrentar los justos reclamos localistas de Asunción), en Buenos Aires gobernaba la contrarrevolución, primero saavedrista y luego rivadaviana. A poco estuvo la revolución de ser destruida totalmente, de no ser por la desobediencia de Belgrano a las órdenes liquidacionistas de Rivadavia, quien lo intimó a bajar hasta Córdoba y así dejar libre el Norte a las tropas de Abascal, que era exactamente lo que el Virrey del Perú reclamaba. Planes que había conocido Belgrano en documentos secretos capturados al enemigo y que lo decidieron a dar batalla en Tucumán y Salta, donde venció a las tropas españolas, y le dio una vida más a la Revolución de Mayo.
 
Los héroes que vos matáis...
 
En orden a los ocultamientos y distorsiones de la historiografía liberal, mencionemos  a tres personalidades determinantes en el curso de la independencia americana. El general Tomás Guido, que será la mano derecha de San Martín durante toda la Guerra de la Independencia, su principal consejero y lo que hoy llamaríamos "principal operador político". Después, tras el autoexilio del Libertador, Guido se convertirá en uno de los más sólidos pilares del gobierno de Rosas.

El otro gran continuador del plan --miembro prominente de la Logia Lautaro creada por Miranda-- será Bernardo de Monteagudo, segundo de Castelli en el Alto Perú hasta su detención por la contrarrevolución saavedrista. Liberado de la cárcel realista, en Chuquisaca, en 1809, por el ejército de Castelli, se convertirá junto a Guido, a partir de 1812, en uno de los colaboradores políticos más estrechos de San Martín, primero, y de Bolívar después, en el Perú. Será Monteagudo el redactor de las resoluciones de la Asamblea del año XIII y de las actas del Congreso de Tucumán, tres años después. De su puño y letra se escribirá que nuestra Declaración de la Independencia se hizo a nombre de las Provincias Unidas de Sud América y no del Río de La Plata, como la tergiversará el mitrismo. De la misma manera Monteagudo, San Martín, Belgrano, Bolívar --entonces desde Jamaica--  Guido, Manuel Moreno, Martín Güemes y Pueyrredón serán quienes exijan que los Directores Supremos elegidos desde 1816 se denominen Directores de las Provincias Unidas de Sud América y no del Río de la Plata, como esgrimen falsamente Mitre, Paul Groussac, Vicente Fidel López y Sarmiento.  Antes de cumplir 55 años Monteagudo sería asesinado en Lima por enemigos de la revolución.
 
Monteagudo  será asesinado en una calle de Lima por los intereses reaccionarios que se daban por satisfechos con haberse desembarazado de la tutela española y no querían profundizar ninguna revolución, y mucho menos una que incluyera gauchos, indios, negros y mestizos. En una célebre proclama, y para el caso de que no alcanzaran los uniformes para vestir a toda la tropa que se preparaba para cruzar Los Andes, el mestizo San Martín propuso hacer la guerra "en pelota, como nuestros paisanos los indios; seamos libres, lo demás nada importa"
 
El tercer entenado de la historiografía liberal, el más conocido de los tres (y al mismo tiempo el más desconocido) es Castelli, quien junto con Moreno y Belgrano integró el núcleo duro de la Revolución de Mayo. Entre otras muchas cosas, fue también su primer jefe militar y “el más peligroso tupamaro independentista", según lo calificaba la policía secreta española ya en 1803 (4). A casi dos siglos de su muerte, el escritor Andrés Rivera le rindió cumplido homenaje en su novela "La revolución es un sueño eterno".
 Norberto Colominas
 
Referencias

1)  Moreno, Mariano. El Plan Revolucionario de Operaciones. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires, 1993
2)  Mitre, Bartolomé.  Historia de San Martín y la Emancipación Americana, 1887, capítulos 1 y 11.
3)  Citado por Shumway, Nicolás. La Invención de la Argentina. Emecé, 1993
4)  Pigna, Felipe. Los mitos de la historia argentina. Norma, 2004.
5)  Chumbita Hugo. Curso de Historia Argentina, Universidad Nacional de la Matanza, 2004, página 76.
6)  Pigna, Felipe, ob. cit. Pág. 297
7)  Roca, Deodoro, “Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria”. Córdoba, 1918.
8)  Chumbita Hugo, op. cit. Pág. 37.