Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Decimos que alguien es un “maestro ciruela” cuando se empeña en dar a todos lecciones sobre asunto que conoce poco y mal. La expresión, que viene muy bien para etiquetar pedantes, nada nos informa acerca del maestro ciruela, salvo que “quiere enseñar y no tiene escuela”. En realidad, la frase original no guara ninguna relación con el ciruelo. Se refiere al pueblo de Siruela, una localidad de Extremadura (España), situada a 200 kilómetros de la ciudad de Badajoz. Ninguno de los 300 mil siruelenses que hoy la habitan sabe algo acerca de las tribulaciones del personaje. Si fue la falta de edificio escolar o un conflicto docente ocurrido hace siglos lo que lo dejó pegado al dicho. Lo cierto es que el maestro Ciruela –como se lo llamó después—ha quedado como el prototipo del sabelotodo que no sabe nada. Como el inmerecido portador de un apelativo frutal. Como un fantasma extremeño que anda por el mundo tiza en mano en busca de un lugar con pizarrón.
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