En las horas previas al discurso sobre el estado de la Unión realizado por el presidente de Estados Unidos, se conoció la noticia de que Barack Obama realizará la primera gira por Sudamérica desde el comienzo de su administración. En concreto, el mandatario norteamericano tendrá reuniones con sus pares de El Salvador, Brasil y Chile, pero omitirá realizar una escala en Argentina para reunirse con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Fundamenta su agradecimiento Fernando Zack, Director Ejecutivo del capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID-Baires).
Las crónicas periodísticas que abordaron esta cuestión, enfatizaron la omisión de Obama y la interpretaron como un signo del aislamiento y la falta de relevancia de nuestro país dentro de la comunidad internacional y, por supuesto, en la agenda norteamericana.
Lejos de sorprender, lamentablemente estamos acostumbrados a la proliferación de análisis que anhelan los tiempos en que la política exterior de nuestro país se preocupaba más por satisfacer las demandas y la cesión ante las presiones de las potencias extranjeras que de saldar la deuda en materia de desarrollo, combate de la pobreza y reducción de la desigualdad existentes en Argentina. No por casualidad, esos tiempos que con nostalgia muchos recuerdan, coincidían con la visita del Presidente Bush (padre) a la Argentina a la vez que éste recibía con honores a Carlos Menem en la Casa Blanca.
En forma análoga a los atentados del 11/9, la actual crisis económica internacional aporta oxígeno a la voluntad política del Gobierno nacional para implementar una estrategia de desarrollo nacional auto-determinada. La crisis mantiene a las principales potencias del planeta sumidas en sus problemas domésticos, combatiendo el desempleo y las presiones fiscales que surgen a partir de los paquetes de estímulo y planes de salvataje implementados para detener el derrumbe.
Argentina no posee grandes atributos de poder que nos conviertan en un centro de atención para Estados Unidos. Tampoco representamos una amenaza a su seguridad. Por el contrario, la diplomacia norteamericana es consciente de que nuestro país contribuye decisivamente a la paz, la seguridad y la estabilidad de la región. En consecuencia, si la irrelevancia es la causa de la ausencia de Argentina en la agenda de Obama, bienvenida sea!
La indiferencia, lejos de matar, muchas veces oxigena. En este caso, el hecho de que estemos lejos de ser una prioridad para la política norteamericana nos dota de importantes márgenes de libertad y autonomía para establecer posiciones y alianzas en la arena internacional, en un contexto en el que la cuota de poder mundial que le toca administrar a Estados Unidos dista mucho del escenario unilateral que ostentó a principios de siglo. El sistema internacional comienza a consolidarse sobre una estructura multilateral en la que Obama se encuentra condicionado por el G-20, los BRIC y por la crisis económica que viven sus aliados europeos de la OTAN.
Paralelamenete, los análisis económicos que más consensos reunieron en el reciente Foro Económico de Davos coincidieron en que la economía que está emergiendo de la crisis se caracterizará por un crecimiento a tres velocidades donde el mayor dinamismo lo experimentarán los países emergentes y en un segundo y tercer lugar estarán Estados Unidos y la Unión Europea con un menor crecimiento económico y altos índices de desempleo. Esto confirma que la locomotora del crecimiento mundial se está trasladando desde el Atlántico (Estados Unidos y Europa) hacia la región de Asia-Pacífico. Más claramente, es el momento de la cooperación Sur – Sur.
En consecuencia, los analistas de política internacional deberían preocuparse no tanto por lo que hace o deja de hacer Barack Obama, sino en realizar aportes para que nuestro país diseñe una estrategia acorde a los desafíos que vienen.
Ahora bien, esto no supone que debemos cambiar de patrón para dejar de defeccionar ante Estados Unidos y comenzar a hacerlo ante las nuevas potencias emergentes. Por el contrario, de lo que se trata es de lograr un relacionamiento con ellas que promueva el desarrollo nacional. Esto implica que no debemos insertarnos como exportadores de alimentos y commodities de escaso valor agregado, sino que debemos hacerlo con productos diferenciados de calidad, alto valor agregado y que sean el resultado de procesos de innovación e incorporación de tecnología.
Como nos enseñara el gran Arturo Jauretche en su manual de zonceras argentinas, “Hay una cuestión determinada por la naturaleza de los recursos naturales y otra determinada por la inteligencia política”. La buena noticia, es que ser inteligentes depende sólo de nosotros.
Las crónicas periodísticas que abordaron esta cuestión, enfatizaron la omisión de Obama y la interpretaron como un signo del aislamiento y la falta de relevancia de nuestro país dentro de la comunidad internacional y, por supuesto, en la agenda norteamericana.
Lejos de sorprender, lamentablemente estamos acostumbrados a la proliferación de análisis que anhelan los tiempos en que la política exterior de nuestro país se preocupaba más por satisfacer las demandas y la cesión ante las presiones de las potencias extranjeras que de saldar la deuda en materia de desarrollo, combate de la pobreza y reducción de la desigualdad existentes en Argentina. No por casualidad, esos tiempos que con nostalgia muchos recuerdan, coincidían con la visita del Presidente Bush (padre) a la Argentina a la vez que éste recibía con honores a Carlos Menem en la Casa Blanca.
En forma análoga a los atentados del 11/9, la actual crisis económica internacional aporta oxígeno a la voluntad política del Gobierno nacional para implementar una estrategia de desarrollo nacional auto-determinada. La crisis mantiene a las principales potencias del planeta sumidas en sus problemas domésticos, combatiendo el desempleo y las presiones fiscales que surgen a partir de los paquetes de estímulo y planes de salvataje implementados para detener el derrumbe.
Argentina no posee grandes atributos de poder que nos conviertan en un centro de atención para Estados Unidos. Tampoco representamos una amenaza a su seguridad. Por el contrario, la diplomacia norteamericana es consciente de que nuestro país contribuye decisivamente a la paz, la seguridad y la estabilidad de la región. En consecuencia, si la irrelevancia es la causa de la ausencia de Argentina en la agenda de Obama, bienvenida sea!
La indiferencia, lejos de matar, muchas veces oxigena. En este caso, el hecho de que estemos lejos de ser una prioridad para la política norteamericana nos dota de importantes márgenes de libertad y autonomía para establecer posiciones y alianzas en la arena internacional, en un contexto en el que la cuota de poder mundial que le toca administrar a Estados Unidos dista mucho del escenario unilateral que ostentó a principios de siglo. El sistema internacional comienza a consolidarse sobre una estructura multilateral en la que Obama se encuentra condicionado por el G-20, los BRIC y por la crisis económica que viven sus aliados europeos de la OTAN.
Paralelamenete, los análisis económicos que más consensos reunieron en el reciente Foro Económico de Davos coincidieron en que la economía que está emergiendo de la crisis se caracterizará por un crecimiento a tres velocidades donde el mayor dinamismo lo experimentarán los países emergentes y en un segundo y tercer lugar estarán Estados Unidos y la Unión Europea con un menor crecimiento económico y altos índices de desempleo. Esto confirma que la locomotora del crecimiento mundial se está trasladando desde el Atlántico (Estados Unidos y Europa) hacia la región de Asia-Pacífico. Más claramente, es el momento de la cooperación Sur – Sur.
En consecuencia, los analistas de política internacional deberían preocuparse no tanto por lo que hace o deja de hacer Barack Obama, sino en realizar aportes para que nuestro país diseñe una estrategia acorde a los desafíos que vienen.
Ahora bien, esto no supone que debemos cambiar de patrón para dejar de defeccionar ante Estados Unidos y comenzar a hacerlo ante las nuevas potencias emergentes. Por el contrario, de lo que se trata es de lograr un relacionamiento con ellas que promueva el desarrollo nacional. Esto implica que no debemos insertarnos como exportadores de alimentos y commodities de escaso valor agregado, sino que debemos hacerlo con productos diferenciados de calidad, alto valor agregado y que sean el resultado de procesos de innovación e incorporación de tecnología.
Como nos enseñara el gran Arturo Jauretche en su manual de zonceras argentinas, “Hay una cuestión determinada por la naturaleza de los recursos naturales y otra determinada por la inteligencia política”. La buena noticia, es que ser inteligentes depende sólo de nosotros.
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