jueves, 3 de febrero de 2011

La revolución árabe en su estación egipcia


Esta “revolución del verdulero” que se inició con la inmolación de Mohamed Bouazizi, en Sidi Bouzid, Túnez, el 17 de diciembre de 2010, está atravesando ahora su etapa egipcia, estación intermedia con destino final en Israel, nos alerta Norberto Emmerich, autor de la anterior nota en este blog, sobre Tunez, que ahora abre nuevas perspectivas.

El viernes 28 el presidente Mubarak impuso el toque de queda en las tres principales ciudades del país: El Cairo, Alejandría y Suez, donde se habían producido las manifestaciones más importantes del denominado “día de ira” contra el gobierno. Un millón de manifestantes en la ciudad de Alejandría desbandó a la policía, expulsó a las autoridades, tomó el palacio de gobierno y se hizo cargo del control de la ciudad. Alejandría es el principal lugar de asentamiento del grupo ilegalizado de los Hermanos Musulmanes, un grupo islamista opositor con influencia en todo el Oriente Próximo.

El toque de queda se inició a las 6 de la tarde y se prolongó hasta las 7 de la mañana del día siguiente. En virtud de esta medida el Ejército entró en acción para respaldar la acción de la policía. Las movilizaciones desconocieron la medida, el Ejército se negó a una represión masiva y el toque de queda fracasó. En la primera noche del toque de queda fue incendiada la sede central del Partido Nacional Democrático, el partido oficial del gobierno.

El presidente Mubarak pidió la dimisión de todo el gobierno y nombró un nuevo Poder Ejecutivo, con el anterior jefe de los servicios secretos como vicepresidente, el general Omar Suleiman. Hace 30 años que Egipto no tiene vicepresidente, y con esa medida Mubarak intenta colocar a Suleiman como su sucesor, en lugar de su hijo Gamal, hasta ahora delfín del régimen. Con este recambio, en vez de retroceder, el gobierno intenta profundizar la represión, desentonando con la recomendación del presidente Barack Obama. Los recursos de Estados Unidos para influir en el proceso político inmediato son infinitos, pero al mismo tiempo no le garantizan nada, del mismo modo que el rechazo a la política norteamericana unifica las protestas pero un cambio de esa política no traerá la pacificación.

En definitiva la decisión del gobierno egipcio no fue suficiente y los manifestantes, apoyados por los soldados, sitiaron la zona céntrica del Cairo.

Además en la medianoche de ese mismo viernes 28 de enero el gobierno egipcio decidió desconectar a Egipto de Internet, algo similar sucedió con las llamadas y mensajes por celular. Solo uno de los proveedores de servicios de Internet en Egipto siguió funcionando con normalidad, Noor Group, que presta servicios a la bolsa de valores del país. Es la primera vez en la historia que un país se desconecta casi por completo de la red. En el pasado otros países como Irán hicieron cortes parciales, pero nunca con la profundidad del apagón egipcio, que lo puede hacer por la estructura centralizada de los servicios de Internet que deposita el control de última instancia en el gobierno.

Al día siguiente estaba programada la cuarta jornada consecutiva de movilizaciones para exigir la renuncia del presidente Hosni Mubarak.

El régimen de Mubarak

Hosni Mubarak gobierna Egipto desde 1981. Luego de la presidencia de Anuar El-Sadat (1970-1981) construyó un sistema pluripartidista controlado que le permitió la cooptación de las elites marginadas por Sadat mediante la adjudicación de escaños en el Parlamento y el consentimiento de una libertad de expresión “aristocrática”, aislada de la sociedad. Así consiguió instalar la falsa idea de una “apertura democrática”. En 1990, cuando la oposición decorativa entendió que sería el régimen y no las urnas quien definiría la competencia electoral, Mubarak deshace el acuerdo pluripartidista y se hace reelegir presidente por tercera vez en 1993.

En las décadas de los 80s y 90s la oposición provenía de las clases medias empobrecidas. Aunque a mediados de los 80s se habían produjeron importantes aunque escasas protestas laborales en los conglomerados industriales del Estado sólo un pequeño sector de las clases populares, tanto rurales como urbanas, habían sido atraídas por los mensajes islamistas, tanto de los Hermanos Musulmanes como de imanes y proselitistas radicales. Los sectores políticamente activos de la clase media quedaron encerrados en “burbujas” en las que gozaban de cierta libertad: el reducido sistema político del régimen y sus medios de comunicación o en los colegios profesionales sometidos a permanente vigilancia. Los más arriesgados militaron en la semiclandestinidad de los Hermanos Musulmanes, a veces reprimida y a veces tolerada.

Estas áreas de “libertad limitada”, aisladas del resto de la sociedad, eran una válvula de seguridad que dejó a la oposición inmersa en la disyuntiva islamismo-laicismo. Sólo los organismos de derechos humanos trascendieron estos compartimentos.

Además la dependencia económica del Estado fue un factor de contención importante para la clase media, en particular el sector de la producción cultural e intelectual. La mayoría de los periodistas e intelectuales trabajaban para el aparato de edición, comunicación y educación estatal creado por el nasserismo, que condicionaba su posición. Dependían económicamente del Estado y de sus poderosos mecanismos de retribución y castigo. Por otro lado si dentro del aparato del Estado la situación económica era mala y en permanente deterioro, fuera del Estado era peor.

En el año 2003 comenzaron a producirse manifestaciones callejeras, al grito de ¡Basta! (Kifaya), que por primera vez cuestionaban radicalmente el régimen político, a Hosni Mubarak y a su hijo Gamal. El régimen permitió esas manifestaciones buscando una autorreforma que le diera continuidad. El impulso a la figura Gamal Mubarak como candidato a la sucesión respondía a la necesidad de un recambio que satisfaciera a las nuevas élites socioeconómicas del régimen. Gamal era el candidato de los grandes empresarios y hombres de negocios del sector privado, que se habían beneficiado del régimen y habían colaborado con él en una posición de inferioridad respecto de las élites burocráticas y del ejército de los regímenes de Nasser, Sadat y Mubarak hasta entonces. Los empresarios del sector privado beneficiarios del proceso de liberalización buscaban consolidar su posición frente a la vieja guardia y dar una imagen moderna y renovada de su hegemonía en el país. Estos objetivos debían obtenerse sin correr riesgos, amparados en el poder presidencial y en un apoyo popular que frenara al aparato burocrático. La hora de un nuevo acuerdo había llegado.

Por su parte Estados Unidos y la Unión Europea buscaban posicionarse ante la sucesión oscilando entre Ayman Nur, el candidato liberal alternativo, los Hermanos Musulmanes y el nuevo régimen que surgía en torno a Gamal Mubarak. Así llegaron las elecciones legislativas de 2005. En el año 2000 las elecciones habían sido condicionadas por la sujeción a las normas de juego exigidas por el Tribunal Constitucional. El acceso de los hombres de Gamal al poder se había retrasado. Además muchos de ellos fueron derrotados como candidatos oficiales del Partido Nacional Democrático por el voto de los disidentes. En el año 2005 las normas del Tribunal Constitucional habían adquirido un respeto más acentuado y el pacto alcanzado con los Hermanos Musulmanes les permitió competir por un 25% de los escaños. Las elecciones fueron muy limpias en su primera fase (un tercio del país), comenzaron a ser controladas en la segunda y acabaron maniatadas en la tercera. La oposición obtuvo casi un 25% de los escaños, los Hermanos Musulmanes el otro 25% y los candidatos oficiales del Partido Nacional Democrático un 35%. El resto se distribuyó entre los disidentes del partido oficial, reintegrados luego a la disciplina del partido. Nuevamente Gamal Mubarak y su nueva guardia tuvieron que esperar.

En estos comicios de 2005 el régimen de Mubarak quiso mostrar que la única alternativa al poder constituido eran los Hermanos Musulmanes.

Tras las elecciones el régimen egipcio volvió a imponer un severo límite a las posibilidades de alternancia mediante cambios a la constitución y el alejamiento de los jueces del control electoral. En las elecciones legislativas de noviembre-diciembre de 2010 la oposición quedó casi totalmente excluida del Parlamento y Gamal Mubarak y su nueva guardia han colocado a sus parlamentarios.

En esta situación de fracaso del proceso de autorreforma hay dos elementos que han llevado a la situación actual: por un lado las protestas laborales, por otro lado la irrupción de los jóvenes de clase media en la política a través de nuevas formas de organización, las redes sociales y las nuevas tecnologías.

En 2004 las huelgas de los trabajadores industriales de las empresas estatales y ex estatales del Delta del Nilo iniciaron una escalada de conflictos laborales. En primer lugar por los éxitos obtenidos, en segundo lugar por el temor del régimen a su gran número y finalmente por el temor a que la protesta laboral se convirtiera en protesta política.

Los jóvenes de irrumpieron en la política nacional convocando por Facebook a una exitosa huelga general, la primera de los últimos 70 años, para el 6 de abril de 2008, en solidaridad con los trabajadores industriales de Mahal.la al-Kubra y sus reivindicaciones. Desde entonces se llaman Jóvenes del 6 de abril y en las movilizaciones actuales ocupan un rol central.

Los inicios

Los episodios de Túnez actuaron como catalizador de una situación que ya estaba madura en Egipto. Los primeros indicios concretos de la repercusión de los acontecimientos en Túnez surgieron a mediados de enero cuando varias personas se prendieron fuego frente al edificio del Parlamento y de la oficina del Primer Ministro en El Cairo. Y las primeras manifestaciones fueron convocadas a raíz de estas inmolaciones. Túnez estaba en boca de todos, pero los episodios de Egipto son gigantescos en comparación con Túnez.

Grandes movilizaciones se habían protagonizado en el año 2008, en las ciudades de Mahalla (en el Delta del Nilo) y Borollos, como parte de un proceso de cuatro años de grandes huelgas de trabajadores en el cordón industrial del Delta. En Mahalla, sede de la industria textil egipcia, con 28 mil obreros, la policía ha perdido todo control sobre las calles de la ciudad.

Como resultado de esas luchas nacieron los dos primeros sindicatos independientes desde 1957: el de cobradores de contribuciones de bienes raíces, con 40 mil afiliados, y el sindicato de técnicos de la salud, con 30 mil. El régimen sindical egipcio sigue fuertemente controlado por el Estado, por eso este levantamiento no está protagonizado por sindicatos, como sí lo fue en Túnez. De todos modos el rol de los sindicatos en todo el mundo árabe sigue siendo crucial.

La situación internacional nunca estuvo ajena al incremento de las luchas populares en Egipto. La invasión de Estados Unidos a Irak o el ataque de Israel a la franja de Gaza en enero de 2010 provocaron la solidaridad de la población y una fuerte represión del gobierno. Lo regional se convirtió en local, y de las manifestaciones en apoyo a Palestina se pasó a las manifestaciones contra Mubarak.

Al igual que en Túnez, las protestas se basan en la pobreza generalizada y el desempleo. Casi el 50% de los 80 millones de egipcios vive por debajo del nivel de pobreza que Naciones Unidas fija en 2 dólares diarios. Esta base económica es parte de un descontento político por las injusticias, las desigualdades y la corrupción del régimen de Mubarak.

La inicial exigencia de reformas políticas, entre ellas la derogación del estatuto de emergencia que rige desde 1981, se incrementó hasta convertirse en un rechazo total al régimen pro norteamericano de Hosni Mubarak.

La transición

Dado que Mubarak parecería haber cruzado el punto de no retorno, el problema que se le presenta a Obama es el de construir un "mubarakismo" sin Mubarak; es decir, garantizar mediante un oportuno recambio del autócrata la continuidad de la autocracia pro estadounidense. Las primeras esperanzas de autorreforma del régimen fueron desalentadas con el nombramiento del general Omar Suleiman como vicepresidente.

Una transición hacia un régimen sin Mubarak, puede estar encabezada por el Mohamed Al-Baradei, un burócrata de Naciones Unidas, poco conocido en Egipto y que no ha vivido en el país durante las últimas décadas. Este es el proyecto de Estados Unidos que ya ha conseguido el respaldo de la Hermandad Musulmana, el grupo más fuerte de la oposición en Egipto, con una fuerte división interna por colaborar con Mubarak. La Hermandad ha intentado en vano frenar las manifestaciones y luego se incorporó a las demandas de renuncia de Mubarak. Ahora ha prometido apoyar a El Baradei, encargado de negociar la transición con Mubarak.

Los principales partidos de la oposición han solicitado a Al Baradei, ex director de la Agencia para la Energía Atómica de la ONU, que encabece un posible Gobierno de transición ante la previsión de que el régimen de Mubarak caiga en las próximas horas.

Por el momento se ha constituido una comisión de diez miembros representantes de "todas las fuerzas nacionales egipcias". Esta comisión está encabezada por Al-Baradei e incluye a Muhammad Al-Baltagi (Hermanos Musulmanes), Ayman Nur (liberal, ex candidato a la presidencia y ex prisionero por ello), Magdi Ahmad Husein (de orientanción islamista laborista), Georges Ishaq (fundador de Kifaya), Abdel Hamid Qandil (naserista), Hamdin as-Sibahi (naserista), un líder del movimiento Jóvenes del 6 de abril y otras personalidades. Esta comisión pretende negociar con el régimen y con el ejército las condiciones del abandono definitivo del poder por parte de Hosni Mubarak y la constitución de un gobierno de unidad nacional.

En la transición egipcia parecen abrirse tres posibilidades para la política exterior de Estados Unidos:

(a) sostener el régimen actual, pagando un alto costo político en el mundo árabe y con la posibilidad de no poder detener el proceso;
(b) una toma del poder por una alianza cívico-militar en donde los opositores de Mubarak ejercerán una creciente importancia. Esta parece ser la opción más viable.
(c) si se produce un vacío de poder, que los islamistas de la Hermandad Musulmana tomen el gobierno por asalto.

Las dictaduras seguirán cayendo

11.- Mubarak es presidente desde 1982, M. Alí Abdalá Saleh dirige Yemen desde 1978.

2.- En Jordania, Abdalá II sucedió en 1999 a su padre, que accedió al poder en 1952.

3.- En Siria, Bachar Al-Assad sustituyó a su padre, quien había accedido al poder en 1970.

4.- En Marruecos el rey Mohamed VI sucedió en 1999 a su padre, quien había reinado desde 1961.

5.- En Libia Gadafi gobierna desde 1969 y prepara a su hijo para que le suceda.

6.- Ben Alí, presidía Túnez desde 1989.

El rey Abdalá de Jordania destituyó al primer ministro Samir Rifai, centro de las protestas de las últimas semanas por los aumento de los precios del combustible y de productos básicos. En su lugar, Abdalá ha designado en el cargo a Maruf al-Bajit, general retirado, quien ya ocupara ese puesto entre 2005 y 2007. Ha sido embajador de Jordania en Israel. Es un firme defensor de los vínculos con Israel y con Estados Unidos. La autorreforma jordana es un reforzamiento de las relaciones del país con Estados Unidos.

En Yemen miles de personas salen a la calle y llaman a seguir el ejemplo de Túnez. También hay movilizaciones y crisis políticas en Mauritania, Níger, Costa de Marfil y Argelia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario