viernes, 24 de abril de 2009

El ex presidente uruguayo Sanguinetti y el aplauso al genocidio charrúa


Fernando Del Corro, historiador, periodista de mercosurnoticias.com y docente de la UBA publica hoy un contundente artículo comentando las recientes definiciones del ex presidente uruguayo, con notable ascendencia por su fama de "culto y simpático" entre nuestra alegre progresía desorientada.

Algunos, como recientemente el obispo ultraderechista católico inglés Richard Nelson Williamson, recientemente reivindicado por el papa Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) niegan o minimizan el holocausto judío a manos de los nazis. Otros, como el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, van más allá y hasta aplauden genocidios, aunque sean otros, como bien lo señaló el arquitecto y escritor, también uruguayo pero radicado en Georgia, Estados Unidos de América, Julio Majfud, en una nota que reprodujo ayer Mercosur Noticias.

“No hemos heredado de ese pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma [...], ni aun un recuerdo benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente los describieron como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y los enfrentó a la sociedad hispanocriolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos”, señaló Sanguinetti, en una nota que escribió para el diario “El País”, de Montevideo, Uruguay, el pasado 19 de este mes de abril, beatificando el genocidio cometido contra pueblo charrúa, pero no sólo por parte del colonialismo castellano sino, particularmente por los gobernantes de la primera etapa independiente.

Esta visión expuesta por Sanguinetti es fácilmente explicable si se entiende que extinción de los aborígenes en diferentes zonas de América se correspondió, aunque por causas específicas diversas, en buena medida a las prácticas seguidas, si bien originalmente por las autoridades coloniales europeas, a las políticas expropiatorias implementadas por los gobiernos surgidos de los procesos independentistas para los que, casi unánimemente, la apropiación de sus tierras fue una cuestión central.
La muy tardía ocupación real de las tierras del Río de la Plata por parte de los españoles en razón del escaso interés crematístico de las mismas, ya que no contaban con minas de oro o plata, como sucedía en la región andina o en México, hizo que los más atrasados ocupantes primitivos pudieran seguir manejándose con libertad en la mayor parte del extenso espacio geográfico donde sólo existía un puñado de ciudades muy poco conectadas entre sí.

Los avances reales sobre las tierras de los pobladores originarios se dio a partir de la ampliación de las fronteras productivas, un par de décadas después de iniciado el proceso independentista, en la Argentina , en la actual Provincia de Buenos Aires con la expedición organizada por Juan Manuel de Rosas y en la Banda Oriental con las expediciones contra la tribu de los charrúas, los viejos compañeros de luchas de José Gervasio de Artigas, por las autoridades de la recién independizada república uruguaya. Independencia implementada contra la expresa opinión contraria del propio Artigas partidario de mantener la unidad del viejo Virreinato del Río de la Plata.

El genocidio practicado con los charrúas, a los que virtualmente se hizo desaparecer, cuando no se vendieron casi como esclavos al exterior (los cinco últimos, incluida una mujer embarazada fueron negociados para un circo francés), si bien fue un proceso sistemático seguido durante varios años, tuvo una instancia clave cuando entre el 11 y el 15 de abril de 1831 las tropas orientales cargaron contra los aborígenes generando la matanza de Salsipuedes, tras lo cual, el mismo 15, el presidente Fructuoso Rivera firmó la orden de extinción total de los indios.Además de la apropiación de sus tierras es posible que los independentistas uruguayos, enemigos del pensamiento integrador artiguista, hayan hecho pagar, además, a los charrúas su tradicional y acendrada adhesión al viejo caudillo oriental, quien desde los 16 a los 33 años formó parte de la tribu, al punto de que algunos historiadores consideran que fue progenitor del futuro jefe de la misma Manuel Artigas y no que éste, simplemente, tomase su apellido.

Los charrúas lo habían acompañado en sus primeras escaramuzas con los luso-brasileros por 1795, a través suyo obtuvieron las 105.000 hectáreas que les fueron entregadas por el gobierno colonial en 1805 y lo acompañaron en el proceso de la independencia a partir de 1811 desde el mismo Grito de Asensio siendo parte importante en la recuperación, de manos de aquellos, de Paysandú, el 8 de octubre de ese año y, poco después, del primer sitio a Montevideo.

También lo acompañaron en el Exodo Oriental y así pronto se ganaron tanto la animadversión de los porteños, de los luso-brasileros y de los propios orientales que no compartían el proyecto democrático popular artiguista, de manera que todos ellos, en diferentes circunstancias, hicieron lo posible para exterminar a una tribu de la cual uno de sus últimos vestigios se encuentran en Paraguay entre los descendientes de los que fueron al exilio con su caudillo, como su lugarteniente afroamericano Ansina. Y aunque su viejo perro "Charrúa" no lo pudo acompañar, ya que murió después de la derrota de Tacuarembó (Uruguay) en 1820, llegado al Paraguay adoptó otro al que también denominó "Charrúa".

En el caso de Buenos Aires durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se decidió tomar las tierras de los aborígenes para ampliar las tierras a explotar y así el 5 de octubre de 1878 se sancionó la Ley 947 con el fin de obtener los fondos para la "Conquista del Desierto", denominándose de tal manera a un territorio ocupado por unos 20.000 aborígenes de los cuales, según el informe del jefe militar Julio Roca, al parlamento, se mataron 1.323.Roca, muy poco después presidente, acotó ante el Congreso de la Nación , que también se habían tomado como prisioneros a 10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros, lo cual dejó el camino expedito para entregar las tierras a los nuevos propietarios, a los que ya había sido asignada antes de la operación militar mediante la suscripción de 4.000 bonos de 400 pesos, cada uno de los cuales dio derecho a 2.500 hectáreas .

Un total de once millones de hectáreas, en consecuencia, fueron vendidas por el estado a comerciantes y estancieros bonaerenses en forma previa a la conquista de las tierras, no del "desierto", mientras que el excedente obtenido, en lotes de a 40.000 hectáreas cada uno, fue rematado en 1982 en Londres (Reino Unido) y París (Francia), dando lugar así a la aparición de los primeros terratenientes de esos orígenes en los campos argentinos.

Y como aún quedó más y nadie pensó en los aborígenes, en 1885 se cancelaron con tierras las deudas acumuladas con los soldados desde 1878, ya que llevaban siete años sin cobrar, pero como tanto los oficiales como la milicia necesitaban efectivo, terminaron malvendiendo sus partes a los mismos que habían sido los financistas primitivos, de manera tal que toda esa superficie pasó a manos de 344 propietarios a un promedio de 31.596 hectáreas cada uno. Claro que el promedio no excluye que haya habido algunos que recibiesen un poco más, como la familia Martínez de Hoz, a la que se adjudicaron alrededor de dos millones de hectáreas. No es casual que un José Martínez de Hoz haya sido el primer presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), del mismo modo que unos años antes de la “Revolución de Mayo” de 1810, en el Cabildo de Buenos Aires, otro José Martínez de Hoz, haya votado contra la instalación de una fábrica de “substancia” (un procesamiento de la carne). El mismo que en el Cabildo Abierto de ese mayo de 1810 votó contra la deposición del virrey. Todos ellos antepasados del ex ministro de Economía argentino José Alfredo Martínez de Hoz, quién vendió las estancias heredadas de aquella “Conquista del Desierto”.

Seguramente el actual José Martínez de Hoz, que suscribió el genocidio cometido por los militares de los que fue ministro entre 1976 y 1981 para poder llevar adelante sus planes económicos enmarcados en lo que después se llamó “neoliberalismo”, debe suscribir los dichos de Sanguinetti.

1 comentario:

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