miércoles, 21 de septiembre de 2011

Crisis global e irradiante



Norberto Colominas, titular de la Comision de Estudios Económicos de LA CHE, reflexiona sobre la etapa actual de la crisis mundial.

La crisis económica es global porque --en mayor o menor medida-- golpeará a todas las regiones y países del mundo. Y se irradia desde un centro ubicado a ambos lados del Atlántico Norte. Como muchas otras crisis, esta empezó siendo financiera pero terminó abarcando al conjunto del sistema. En un mundo capitalista global que ha sido condicionado por la renta financiera, por cada dólar del PBI mundial están circulando 20 dólares de especulación.

Esa desigualdad define la hegemonía.

Desde que Estados Unidos abandonó el patrón oro (Nixon, 1973, guerra de Vietnam), la emisión de dólares ya no tuvo anclaje y fue creciendo de manera exponencial. Los organismos internacionales --que son el estado mayor de la gran banca-- contribuyeron a generalizar un sistema de créditos a naciones y empresas que buscaba incrementar la capacidad de demanda (que paradójicamente terminó beneficiando más a la industria china de exportación), por un lado, y a financiar los gastos desmedidos de EEUU, principalmente los generados por las guerras. Así, un nuevo triángulo de poder se fue asentando en el país del norte: Wall Street, el aparato militar-industrial y las grandes empresas petroleras. En 1963 John y Robert Kennedy pagaron con su vida la pretensión de oponerse a la escalada militar en el sudeste asiático.

Como el dólar es, al mismo tiempo, la moneda de reserva (ahorro) y la principal moneda de cambio, la emisión se desbocó, respondiendo a la creciente demanda mundial. La bola empezó a rodar barranca abajo y ya nada la pudo detener. El presidente Bill Clinton logró reducir el déficit heredado de Bush Padre, pero luego Bush hijo se encargó de remontarlo otra vez.

Además, la lógica de maximización del beneficio llevó a miles de empresas norteamericanas a localizar su producción fuera de su país, especialmente en México y elcuarteto del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), lo cual generó un brusco aumento de las importaciones estadounidenses. Nuevas guerras por el petróleo (Irak dos veces, Afganistán) agravaron el déficit.

Por primera vez en la historia de Estados Unidos un presidente, Barak Obama, tuvo que enfrentar el fantasma de la cesación de pagos, que logró sortear a duras penas, y ahora trata de generar ahorros por unos 4 billones de dólares en diez años, con la oposición de la bancada republicana que se niega a aprobar la suba de impuestos a las personas y empresas que ganen más de un millón de dólares/año, y pretende, en cambio, recortar los beneficios sociales. Estados Unidos ya tiene 9,2% por ciento de desempleo. Casi uno de cada diez norteamericanos no tiene trabajo. La desocupación golpea fuerte en la población menor de treinta años, donde alcanza el 27 por ciento, casi uno de cada tres jóvenes. Y si bien queda claro quién es quién en Washington, eso no resuelve el problema.

En Europa la situación es distinta pero convergente. Una moneda dura, el euro, atenazó el desarrollo de las economías menores, obligándolas a contraer ingentes deudas para sostener el nivel de vida alcanzado. Así, Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia vieron comprometida su solvencia crediticia. Grecia está al borde del default. Varios economistas de primer nivel le recomiendan salir del euro, devaluar y empezar de nuevo, como hizo la Argentina en 2002.

Este hecho y sus repercusiones (¿le seguirían Portugal e Irlanda?) podría significar la quiebra de la mitad de los bancos de Alemania y de uno o dos de Francia, y a corto plazo algo peor: la inviabilidad de la Unión Europea como espacio político y socioeconómico.

Para dar un solo ejemplo, cuando Grecia tenía su moneda histórica, cada dólar que ingresaba por el turismo equivalía a 10 dracmas; hoy representa apenas 0,65 euros. La Argentina pasó por lo mismo durante la convertibilidad, cuando compartió moneda con la principal potencia del mundo. Igualmente absurdo es que Grecia tenga la misma moneda que Alemania.

El rebote de la crisis en la vasta periferia del capitalismo tendrá distintos grados y alcances, aunque un denominador común: será proporcional a la caída de las exportaciones que sufra cada país. En Africa significará más hambre; en Asia, desempleo; en América del Sur todavía no está claro, aunque su suerte dependerá en buena medida de la marcha de la locomotora china.

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