PARA RECORDAR, REPUDIAR Y REIVINDICAR
Por Yamilé Nadra
La noche de 16 de septiembre de 1976, grupos de individuos armados –pertenecientes al Batallón 601 (Central de Inteligencia) y a la policía de la provincia de Buenos Aires bajo las órdenes de Ramón Camps– irrumpieron violentamente en los domicilios de Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Daniel Racero y Horacio Hungaro. Mediante la exhibición de armas de fuego, y violencia contra las víctimas y sus familias, se los llevaron hacia distintos centros clandestinos de detención. Ya el 8 de septiembre, había sido similarmente privado de la libertad Gustavo Calotti y el 21 del mismo mes, le sucedió lo mismo a Pablo Díaz.
Todos estos adolescentes, de entre 16 y 18 años, fueron brutalmente torturados por las fuerzas de seguridad que supuestamente estaban destinadas a proteger y defender sus derechos. Todos los secuestrados el 16 de septiembre permanecen desaparecidos.
Todos tenían en común que militaban, o habían militado, en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), y que sus padecimientos obedecieron a un operativo “de escarmiento”, preparado por la policía bonaerense y las fuerzas armadas.
¿Por qué? Porque estos jóvenes se habían atrevido a lanzar una campaña de marchas y reclamos por el Boleto Estudiantil para los Secundarios (BES) en la Ciudad de la Plata, actividad considerada como «subversión en las escuelas» por el gobierno de facto.
¿Por qué esta desgarradora, enloquecedora pérdida de vidas y talentos que recién comenzaban a despuntar? ¿Por qué tanto horror y tanta barbarie?
Este hecho, como miles de otros, fue un ejemplo de un plan sistemático de represión y extermino orquestado desde el Estado para erradicar cierta concepción de la sociedad, de la juventud, de la vida política. El por qué de esta finalidad secundaria puede ser ampliamente debatido, y este no es el lugar para hacerlo.
Sí, el lugar para recordar; para afirmar, una vez más, que “Vano Intento el de la Noche, los Lápices siguen escribiendo”. Para pensar en cada uno de estos nombres, en cada una de estas vidas segadas por la muerte, o los padecimientos más inhumanos, para ahuyentar cualquier interrogante sobre por qué es necesaria una lucha comprometida e inclaudicable por la verdad y la justicia; por la investigación y el efectivo juzgamiento de todos los delitos del terrorismo de Estado.
También es este el lugar para reivindicar la lucha y el sacrificio de los jóvenes estudiantes de La Plata, que arriesgaron sus vidas por un derecho legítimo en una época en la que el poder político no perdonaba la disidencia, y fortalecerse para retomar ese reclamo –adaptado a nuestros días de inexistencia de un boleto estudiantil único para todos los niveles educativos en otras partes del país, como la Ciudad de Buenos Aires.
Luchemos porque el gobierno de la ciudad profundice los pasos de reivindicación y reconocimiento histórico del Consejo Deliberante platense que, el día de ayer, aprobó el boleto único universitario.
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