“Es curioso que esta rápida forma de despedirse tenga relación con a esclavitud. La clave está en la palabra schiavo, que en la antigua Italia era una manera de decir adiós. Algo similar a lo que ocurre en español con servidor, que algunas personas emplean para señalar cortésmente que estan a disposición de otros, tratamiento que subsiste en la fórmula Su seguro servidor, habitual en el cierre de ciertas cartas muy formales. ‘En algunos países europeos se dice servus, siervo, con análogo sentido’. Con el tiempo schiavo quedó abreviado como ciao (ciau, en genovés) y pasò a nuestro paìs como chau, modo informal de despedirse que resume en una sìlaba el ‘hasta pronto’ o ‘hasta la vista’. Chau agrega énfasis al adiós, como sucede cuando un romance o una amistad terminan bruscamente. O liquida una esperanza, como lamenta Cadícamo en ‘Anclao en Paris’: ‘acaso una noche me encane la muerte/y, chau Buenos Aires, no te vuelva a ver’. Los argentinos hemos encontrado también la manera de endulzar las despedidas y cuando queremos que todo resulte más suave nos valemos del chaucito. Un adiós en diminutivo, que expresa junto con la pena el deseo de un reencuentro”.
domingo, 24 de octubre de 2010
¡Chau!
Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
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