Si la salvaje lucha política en el Congreso de los Estados Unidos lleva finalmente al default, una serie de consecuencias negativas provocarán una fuerte regresión económica en todo el sistema, pero más en el centro que en la periferia, habida cuenta de que la industria tiene mejores perspectivas en el sur que en el norte, donde domina ampliamente la renta financiera. Estados Unidos adeuda 2 de cada 5 dólares que se deben en el mundo, y es acreedor de 3 de cada 5. Si bien gana mucho dinero, su déficit comercial se ha vuelto crónico y su economía retrocede. ¿Por qué?
El quebranto de los Estados Unidos se produce como consecuencia de ese dominio de las finanzas sobre la producción, que al cabo de treinta años ha terminado subordinando a la industria. A diferencia de lo que ocurre con China, Alemania y Japón, importa más de lo que exporta. Ese es el desencadenante del déficit comercial y en consecuencia del endeudamiento progresivo, que ya ha superado los u$s 14,3 billones de dólares autorizados por el Congreso. Esa deuda va en aumento y está por alcanzar al PBI de u$s 15 billones, que permanece estancado desde 2008.
Pero aunque ahora el Congreso aumente el techo de la deuda, si la industria estadounidense no se recupera y vuelve a ocupar un lugar preeminente, el déficit comercial continuará aumentando y en consecuencia también lo hará la deuda, reproduciendo el cuadro a uno o dos años vista.
Para que el Parlamento resuelva aunque sea provisoriamente este problema, los republicanos tienen que superar dos gruesas diferencias que tienen con los demócratas. Pretenden que el aumento de la capacidad de endeudamiento salga de los recursos de la seguridad social (es decir, del módico “welfare state” norteamericano) y no del aumento de impuestos (a los ricos). Tampoco quieren darle a Barak Obama un cheque en blanco de cara a las elecciones del año próximo, sino tenerlo sujeto a las decisiones del Congreso, con un poder presidencial muy limitado que termine frustrando su reelección.
Este cuadro económico y político, sumado a la crisis de las asimetrías de Europa (mal llamada “crisis del euro”, ver nota anterior en este mismo blog) muestra los límites que tiene la acumulación del capital cuando gobierna la renta financiera, que en un período de expansión económica es auxiliar (vía créditos) y debe estar subordinada a las rentas industrial y tecnológica.
Pero en Estados Unidos manda el triángulo de poder que conforman Wall Street (renta financiera), el Pentágono (aparato militar-industrial que produce para y necesita de la guerra) y el polo petrolero. Cualquiera sea el presidente, el Poder Ejecutivo queda atrapado en esa situación. Obama no pudo sacar a las tropas de Irak ni de Afganistán, como había prometido durante la campaña.
El impacto de un default de la primera economía del mundo se sentirá fuerte en todas partes. Una caída simultánea del dólar y del euro (el escenario más probable) provocaría una revaluación de las monedas de la periferia, en particular de China, Japón, el Mercosur ---que son potencias industriales exportadoras y/o se benefician con los altos precios de los agroalimentos-- y los países petroleros. Esta situación ya se está viendo en Brasil con la apreciación del real.
En menor medida también se observan en la Argentina presiones cambiarias para una revaluación del peso, que el gobierno nacional trata de evitar para que no se faciliten las importaciones y se dificulten las ventas al exterior. La persistencia de la inflación le juega en contra porque debilita el consumo y pone en riesgo el empleo.
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