Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Todo hace suponer que el refrán era originalmente: “El que se fue de Sevilla, perdió su silla”. Protagonista de la historia que dio lugar a la frase fue el obispo de Sevilla y Santiago, Alfonso de Fonseca, tan metido en la política de su tiempo que llegó a tomar las armas a favor de Isabel la Católica. Un día debió viajar a Galicia para poner orden en esa diócesis. Al regresar, su sobrino, que había quedado como reemplazante, se negó a devolverle la sede sevillana. Fonseca sólo pudo recuperarla tras duras luchas y con la ayuda de la Corona. De esa usurpación, nació lo de “El que se fue de Sevilla…”, que con el tiempo tomó la forma hoy conocida con “a”. Moraleja: quien se aleja de lo suyo arriesga quedarse plantado cuando regresa. Sin silla, como el obispo. Y a veces, incluso, sin un miserable banquito.
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