Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Einstein sostuvo siempre que el Universo responde a leyes y que a los hombres de ciencia les corresponde la apasionante tarea de formularlas. Aunque no practicaba ninguna de las religiones establecidas, creía firmemente en la existencia de un principio divino. La teoría de la relatividad y otros importantes descubrimientos en al Física le valieron además, el premio Nobel en 1921, el respeto y la admiración universales, al punto de ser considerado a la par de genios como Galileo y Newton. Contra sus convicciones, la generación de físicos que le siguió afirmó que muchos fenómenos –sobre todo atómicos— están en buena medida sujetos a la probabilidad del azar. Esa incertidumbre indignaba a Einstein, quien en numerosas cartas y conferencias insistió en que nada es casual en la Naturaleza. De allí la frase, citada con frecuencia, “Dios no juega a los dados”. Nunca pudo admitir que los fenómenos del mundo dependiera del capricho de algo comparable con un cubilete.
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