Imperdible pasaje de "El Libro de Nuestras Raíces" , escrito en 2001 por el gran amigo y mejor periodista y escritor Oscar Taffetani, impactante para releer --junto con la nota que publicamos esta mañana-- los hechos del Parque Indoamericano, la xenofobia del gobierno porteño y una parte, demasiado grande para nuestro gusto, de la sociedad argentina.
Una foto de Luisito y de Tony, dos niños bolivianos que ya deben estar bastante más grandes, sentados en una salita del Jardín. Y acompaño con un pasaje del libro que escribí sobre las colectividades, donde ya hablo del proyecto de crear el Hospital Boliviano de Buenos Aires, un centro de excelencia sostenido por la misma comunidad boliviana en la Argentina, y con auspicio de los gobiernos de los dos países. El proyecto ya tiene status parlamentario en La Paz, y lo impulsa la senadora por Santa Cruz (y compañera y amiga) Gabriela Montaño, médica sanitarista que participó en la búsqueda, exhumación e identificación de los restos del Che, en la década pasada. De este tipo de cosas no tiene la menor idea el niño Maurizio. Para él (como para Daniel Hadad y toda esa cría) los bolivianos vendrían a ser una "raza inferior" que hay que mantener esclavizada o bien expulsar al país de origen. No entienden nada. Son ignorantes y prepotentes. Y la historia los va a sepultar.
Por razones presumiblemente semejantes a las de otros inmigrantes de países limítrofes –vecindad, ausencia de barreras idiomáticas, mejores oportunidades de ascenso social y económico–, los bolivianos, descendientes directos de los antiguos kollas del Imperio del Huari y custodios por siglos de la lengua y la cultura aymara, eligieron primero el Noroeste argentino, frontera sur del denominado "Alto Perú", para extender sus presencia y sus raíces. Más tarde, acompañando el curso de los grandes ríos y el flujo económico y comercial, tomaron dirección sudeste, para llegar hasta Rosario y Buenos Aires.
Por último, aprovechando las oportunidades que ofrecía en los años '60 la explotación petrolera y gasífera en la Patagonia, marcharon hacia Mendoza, Neuquén y el sur del país. Curiosamente, fue el ingeniero boliviano y argentino José Estenssoro, hijo de un presidente boliviano que nacionalizó los yacimientos del Altiplano en los '30– el artífice de la privatización de Y.P.F., la mayor empresa estatal de la Argentina.
Laboriosos y confiables, los braceros bolivianos ayudaron en la zafra tucumana y jujeña, en la vendimia mendocina y en la recolección de fruta en el Alto Valle. Los que se asentaron en el gran Buenos Aires –lugar donde hoy se concentra aproximadamente un millón y medio de residentes bolivianos– optaron por sumarse a los ejércitos de la construcción, en obras públicas y particulares. Pero también –sobre todo– optaron por convertirse en prósperos quinteros y horticultores, llenando el vacío dejado desde mediados del siglo por los inmigrantes italianos. Tan sólo en el bonaerense municipio de Escobar, donde funciona un importante Mercado Concentrador de Frutos, viven 30 mil inmigrantes bolivianos.
Hoy la colectividad estable boliviana –dos millones de individuos según sus propios cálculos, un millón doscientos mil para el registro oficial– se halla radicada principalmente en el gran Buenos Aires, aunque tiene presencia en casi todas las provincias argentinas.
Pacíficos por naturaleza –como sus ancestros de la costa sur del Titicaca– los bolivianos defienden viejas tradiciones (el culto a la Virgen de Copacabana es una de ellas) y celebran alegres sayas, diabladas y chichadas al sonar de charangos, pinkullos y zampoñas.
Aunque las asociaciones de residentes bolivianos comenzaron a actuar en 1933, puede decirse que recién se institucionalizaron a partir de 1959, cuando el presidente Arturo Frondizi otorgó con decreto de su firma la personería jurídica a la ABBA (Asociación Boliviana de Buenos Aires).
Actualmente, la preocupación principal de FACBOL (Federación de Asociaciones Civiles Bolivianas) es extender los alcances de un Acuerdo Sanitario firmado con el gobierno argentino al conjunto de los residentes, ya que aproximadamente 650 mil todavía no cuentan con cobertura médica o social. Un documento de FACBOL, difundido a través de Internet, expresa mejor que cualquier síntesis los ideales y objetivos de los líderes de esa colectividad:
"...no es necesario inventar la pólvora, ya que éste es el país en donde los sistemas comunitarios son los que mejor funcionan, como por ejemplo los españoles y sus centros Galicia y centros gallegos, los judíos con la AMIA y la DAIA... Quien está familiarizado con Buenos Aires sabe, sin vacilar, que los diez mejores hospitales del país son el Italiano, el Español, el Suizo-argentino, el Británico, el Sirio-Libanés, el Francés, el Alemán... Estos hospitales son fruto del esfuerzo puesto al servicio de la institucionalización... Hagamos caso a aquellos viejos y conocidos dichos: la unión hace la fuerza y querer es poder..."
Cuando la colectividad lo logre (y lo va a lograr, porque tiene los recursos humanos y materiales para hacerlo) existirán en la Argentina centros de excelencia bolivianos, para atender a la salud y la educación de sus compatriotas y mejorar la calidad y prestaciones del sistema sanitario argentino
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