lunes, 31 de octubre de 2011

Los límites del progresismo


El interrogante del millón se refiere a los límites que enfrenta una economía capitalista para producir inclusión y justicia social sin interrumpir la apropiación de plusvalía. Esa es la cuestión de fondo. En un registro económico, la pregunta es: ¿hasta cuando el consumo global puede tirar de la demanda sin que los salarios se escapen de control y el trabajo deje de ser "productivo", es decir, deje de posibilitar la reproducción de plusvalía? Eso y no otra cosa es la famosa "productividad". Basta recordar el Congreso de 1953 convocado por Perón, al que por entonces no le cerraban las cuentas. ¿Existe la posibilidad de construir un capitalismo sin pobres, sin homless, sin desocupados, sin parias, en fin, un capitalismo con empleo, alimentos, agua, ropa, salud, educación y seguridad para todos? La respuesta es negativa. Pero existe una zona intermedia, una área desmilitarizada --por decirlo así-- donde es posible repartir, incluir y democratizar, aunque hasta cierto punto. Con esta pregunta se enfrentó Perón y también se enfrentará Cristina: ¿dónde se encuentra ese punto, ese límite, que además no es fijo sino variable? En todo caso, ¿dónde se encuentra hoy, en plena crisis mundial, esa frontera? En un tercer registro, esta crisis económica puso sobre la mesa los límites de la socialdemocracia europea y el desmantelamiento progresivo del estado de bienestar (su creación después de la II Guerra Mundial, a caballo del Plan Marshall). Es precisamente con los recursos de la seguridad social que se pagará a los bancos, por lo menos el capital prestado y quizá bastante más. Ese es hoy el punto central de la discusión entre los gobiernos de la Unión Europea. Y como no hay acuerdo sólo aparecen analgésicos, no antibióticos. La socialdemocracia se resiste a seguir cediendo; los liberales van por todo, despejado ya el temor al comunismo que dio lugar tanto al Plan Marshall como al estado de bienestar.

La socialdemocracia será borrada de Europa en el próximo turno electoral, empezando por el PSOE español. No por casualidad los “indignados” nacieran en la Plaza del Sol, en el corazón de Madrid. Indignados, sobre todo, por la ausencia de una izquierda seria y la presencia de una socialdemocracia cómplice. La perspectiva económica de Europa es mala. Como la locomotora alemana está frenando, todo irá peor y será de agradecer que algún loco no encienda la mecha. Siempre recuerdo las palabras de McNamara, ministro de Defensa de Nixon: "Un mundo de 8 mil millones de personas es una invitación al genocidio". Lo dijo cuando la población mundial era de 5 mil millones; a fin de año habrá superado los 7 mil millones). La crisis es brava. En Estados Unidos ya hay 20 millones de desocupados (media población argentina) y 2 millones de personas perdieron sus casas como consecuencia de la quiebra de las hipotecas sub-prime. Hay homless por todas partes y leyes contra la inmigración cada vez más duras. El déficit público de la Unión es inmanejable y sólo se puede cubrir con más emisión. Obama está maniatado por la oposición, que no le autoriza audacias keynesianas ni reformas que aumenten los impuestos a los ricos porque se viene la batalla electoral de 201, cuando esperan recuperar el gobierno (el poder ya lo tienen). Japón no crece desde hace 5 años. China crece bastante pero todavía tiene 500 millones de campesinos que viven en una economía de subsistencia. Ese es su karma pero también su potencial. Crisis y oportunidad. Si las cosas se ponen feas puede mirar hacia adentro y compensar un deterioro de sus exportaciones con la ampliación de su mercado interno). En ese sentido es posible que se esté abriendo un espacio de antiglobalización, un regreso a las fronteras nacionales y/o regionales con la consecuente afirmación del proteccionismo. El Mercosur no será una excepción. Naturalmente, ni el Mercosur ni la Argentina están blindados, pero tiene economías con un relativo grado de desconexión (Argentina) y buenas perspectivas (Brasil está a punto de convertirse en la sexta economía del mundo), aunque ni una ni otro dependen sólo de sí mismos sino, sobre todo, de la evolución de la economía china, el principal cliente de ambos. En los últimos 18 meses la Argentina vio disminuir progresivamente el doble superávit comercial y fiscal. La sustitución de importaciones no marcha tan rápido como debiera y la importación crece más que las exportaciones, las reservas adelgazan por la fuga de capitales y los salarios ya están muy "altos" comparados con el promedio del Mercosur. Es previsible una devaluación y no ya de centavos, aunque más no sea para bajar los salarios en dólares y para no permitir que el real se acerque al peso. Además, la inflación sigue alta ("demasiado consumo", dicen los ajustistas) y los subsidios ya comprometen las cuentas fiscales, es decir, muestran que el límite está cerca. El peronismo es como el Minotauro. Vive en su laberinto y todavía nadie lo pudo matar. Me temo que el peronismo (que es tantas cosas) ya se haya incorporado a la cultura nacional como Boca, el tango, el asado y la viveza criolla. Ni radicales, ni socialistas ni izquierdistas pueden decir lo mismo. Por ahora sigue siendo capaz de responder con eficacia a la pregunta social por excelencia: ¿Cómo se puede vivir mejor sin hacer la revolución?

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