La Percepción de lo Real
Elecciones y medios en la palabra de Norberto Colominas, dirigente de LA CHE
Cuando el gobernador electo de Córdoba, José Manuel De la Sota sugirió a los peronistas de su provincia que votaran por uno de los tres representantes del movimiento creado por Juan Domingo Perón (Cristina Fernández de Kirchner, Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá) estaba llamando, quizá sin saberlo, a dirimir una interna, a elegir al candidato que representará al todo el peronismo en las elecciones del 23 de octubre. Por eso el resultado de las primarias de ayer obliga a una primera confirmación: expresa claramente la realidad política, económica y social del país. Y a una segunda, no por conocida menos vigente: la única verdad es la realidad.
Esta es la lección que deberían sacar los medios hegemónicos, cuya tarea en los últimos años --y en particular en los últimos tiempos-- dejó de lado el abc de la objetividad periodística, que se basa, si no en lo verdadero, al menos en lo verosímil. Sus coberturas parecieron encaminadas a reemplazar la realidad de todos por una realidad alternativa, sólo deseada por algunos. El resultado electoral puso negro sobre blanco una tercera verdad: el sol no es verde, sino del color que lo ve la gente. Y una cuarta, aunque no menos importante: por más poderosos que sean, los medios no pueden ganar elecciones; no pueden reemplazar a los partidos políticos, ni a la Justicia ni al Parlamento, porque su tarea es informar, no cogobernar.
Estas verdades de perogrullo parecen revelaciones si se juzga la actuación de los medios y sus frustrados esfuerzos por torcer la voluntad mayoritaria. El viejo general ya sabía de qué se trataba. "Cuando teníamos todos los medios a favor, nos derrocaron" -dijo en una oportunidad. "Y hoy quer tenemos todos los medios en contra, volvimos a ser gobierno". Ahora los medios son mucho más poderosos de lo que eran en vida de Perón, pero igual les caben las generales de la ley: no pueden convertir a la democracia en un rehén; no pueden teledirigir a los ciudadanos a la hora de votar.
Si cabía alguna duda, allí está el redondo 50 por ciento que obtuvo la fórmula Fernández de Kirchner-Boudou. Y no obstante ese demoledor resultado, la presidente, lejos de la soberbia, pidió humildad, convocó al diálogo, habló de la necesaria unidad nacional para enfrentar una realidad conmocionada por la crisis económica mundial. Esa es la diferencia que hay entre un estadista y un dirigente. El estadista piensa en todos; el dirigente sólo en los propios.
Los medios también pensaron para sí, subordinando el bien común a la defensa de sus intereses corporativos. Y les fue muy mal. Quizá sea una buena oportunidad para que reflexionen sobre los límites de la comunicación social, materia que los publicistas conocen al dedillo. Ellos dicen, por ejemplo, que la realidad se puede exagerar, pero lo que no se puede es mentir. Se puede decir que acaban de pasar 490 caballos ó 510, pero no se puede decir que pasaron 500 ovejas, a riesgo de perder toda credibilidad. Lo creíble va de la mano con lo verosímil, y la mentira con lo increíble.
Tres muestras de patetismo que los medios hegemónicos apenas sobrevolaron. La primera es la gran metida de pata de Alfonsín, que privilegió un acuerdo de derecha con De Narváez y González Fraga, despreciando el campo propicio de un entendimiento con Binner, con Stolbizer y eventualmente con Pino Solanas. Ese espacio puede crecer; el otro no. Ocurre que la derecha radical es mayoritariamente balbinista, unionista (por la Unión Democrática de 1946). Así lo atestiguan Cobos, Sánz y Aguad, entre otros. Y este fracaso electoral es el resultado de leer la realidad política con anteojeras reaccionarias. La segunda es la estrepitosa caída de Carrió, que ni siquiera tuvo el gesto de dar la cara tras la derrtota. El tercer acto patético fue protagonizado por Duhalde, quien denunció un presunto fraude cuando los votos a favor de Cristina ya habían sepultado sus esperanzas. Tres botones de muestra para un abrigo a la medida de la oposición.
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