Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
La acción de desacreditar a alguien por un hecho que no ha cometido se expresa con esta locución, tan antigua como el Santo Oficio (la Inquisición). Su equivalente más próximo es “echar el fardo”. El sambenito es un escapulario, una tela de color amarillo intenso con agujero para pasar la cabeza, de modo que queden dos paños cubriendo la parte superior del pecho y la espalda. Era el distintivo que la Inquisición imponía a los penitentes como muestra de contrición. Para hacerlo más llamativo, llevaba pintada una gran cruz rodeada por negras lenguas de fuego. El sambenito cumplía así la doble misión de humillar al arrepentido y mostrar los graves riesgos que amenazaban a los grandes pecadores: las llamas de la hoguera en esta vida y las del Infiero en la otra. Aunque algunos consideran que el nombre es contracción de San Benito, lo común es derivarlo de saco bendito por el ritual que lo precedía. Hoy, la mala fe y el error lo sustituyen. Y en lugar de las lenguas de fuego estampadas en la tela, son las malas lenguas de la gente las que toman a su cargo la tarea de “quemar” al inculpado.
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