domingo, 13 de marzo de 2011

Dar la lata


Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.

Aunque estemos hoy habituados a asociar las latas con el metal y las conservas, lata era para los romanos un palo grueso o un tablón de madera. Por su peso y contundencia tomó el sentido metafórico de algo capaz de aturdir, difícil de soportar. Una asociación de ideas similar a la que inspiró la denominación de tronco que se aplica al jugador muy torpe o al individuo apático. Al inventarse la hojalata, ésta sumó el ruido propio de ese material a las connotaciones anteriores. Desde entonces lata tomó también el significado de cosa que estorba, como los envases vacíos. El latero, o latoso, es parte de la contaminación ambiental. Tan capaces de arruinarnos el paisaje como el laterío de los baldíos o los cilindros de hojalata que desde el techo de un auto pregonan que su dueño ya no quiere verlo más. Roberto Arlt le dedicó íntegra una de sus Aguafuertes Porteñas, que con su acierto se titula “Psicología simple del latero”. “Resulta absurdo que un tipo de esta clase tenga siempre un stock de pavadas para desembaular”, se indigna allí Arlt, para agregar más adelante: “En cuento suelta la lengua se olvida que existen el tiempo y el aburrimiento”. Tablón u hojalata, el abuso de la palabra siempre encontró, por lo visto, sus cultores y sus víctimas.

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