Parece que los reencuentros, y el debate ideológico va subiendo de temperatura. Federico Soñe, otro amigo, intelectual pero sobre todo viejo luchador, me acerca estas reflexiones, duras, pero imprescindibles a mi juicio. No todas son flores, compañeros. Y necesitamos reflexionar a fondo para darnos objetivos y propuestas.
Días atrás los capitalistas que venden electricidad salieron a explicar que "toda la luz de una casa un día entero cuesta menos que un alfajor". Inmediatamente saltó el coro de almas bellas preguntándose cómo podía ser eso. Programas radiales, noticieros televisivos, diarios , revistas y páginas virtuales, es decir todo el dispositivo de degradación cultural, toda la industria de la lobotización masiva se encargó de arrojar sobre el mundo de los argentinos uno de los sintagmas más repetidos de la ideológica burguesa: subsidiar a los pobres está bien (por algo son pobres, pobrecitos) pero subsidiar a los pudientes es un despropósito.
Hasta el bueno de Zlotogwiazda, en el último número de la revista Veintitrés se atreve a preguntar "¿qué pasaría si el Gobierno invitara a las personas que reciben subsidios sin mérito de necesidad a renunciar voluntariamente al beneficio?".
Todo este devaneo sobre merecimientos e injusticias ,sobre pobres y ricos no hace más que ocultar lo que la ideología dominante no puede reconocer, esto es, que al único que se subsidia es al capital, que los recursos tienen como objeto aumentar la masa de plusvalor obtenida. Dicho con sus palabras, los subsidios forman parte de los mecanismos para mejorar la competitividad de la industria argentina, al igual que el dólar alto (cada vez menos) y que la diferenciación del tipo de cambio vía retenciones.
Veamos un poco, el boleto de tren cuesta 1,05 pesos, pero el costo es de 4,8 pesos, es decir que por cada pasajero el Estado paga un subsidio de 3,75. Podríamos seguir con el colectivo el subte, el gas, la electricidad, pero con esto es suficiente.
La sección cuarta de Das Kapital lleva como título "La producción del plusvalor relativo" .En ella Karl Marx explica cómo se puede aumentar la producción de plusvalor, esto es el plustrabajo, la parte de la jornada de trabajo que el laburante dedica por entero al capitalista. Si con una parte de la jornada se pagó el valor de la fuerza de trabajo con la otra se genera plusvalor. Si el salario se paga con dos horas de trabajo, las otras seis pertenecen por entero a la valorización del capital. ¿Cómo hacer para que el tiempo de valorización del capital sea mayor, para que el plustrabajo se incremente por sobre el trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo? Pues bien hay dos formas, que en lugar de ocho horas se trabaje diez o doce, o que las horas que se necesitan para pagar el salario en lugar de dos se reduzcan a una o a menos aún
La forma clásica de este último proceso es el aumento social de la productividad del trabajo. El tiempo de trabajo necesario disminuye porque con una hora o menos de trabajo la fuerza de trabajo paga su valor, es decir obtiene los medios socialmente necesarios para su reproducción. O dicho más sencillamente si antes se necesitan dos horas de trabajo para pagar el salario, el avance de la productividad reduce ese tiempo a una hora o a 10 minutos.
Claro que existen dos formas más. Una que se pague un salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo, es decir que se pague una miseria. Otra que una parte del salario no lo pague el capital sino el conjunto de los sociedad. Esto último es exactamente lo que hacen los subsidios.
Si el trabajador debe pagar el tren a su costo, le saldría 125 pesos por mes, con subsidio le sale 27. Se necesita seguir explicando algo más para que se entienda que esto no se lo ahorra el trabajador sino el capital .
El llamado modelo productivo combinó tres formas de aumentos del plusvalor. El absoluto, vía el incremento del tiempo de trabajo a raíz de los bajos salarios iniciales, la disminución del salario por debajo de su valor, vía una devaluación que produjo un empobrecimiento masivo de los argentinos, y los subsidios al transporte y la energía, que al abaratarlos permitía que el salario (que es un costo para el capital) no tuviera que hacer frente a estos gastos y en consecuencia abaratar la fuerza de trabajo.
Abaratar la mercancía para abaratar al obrero mismo, una fórmula vieja.
Pero al capital también se lo subsidia en forma directa. En el caso de la energía eléctrica y para hablar solo del capital industrial digamos que 110 mil industrias de consumo no electrointensivo reciben subsidios por 2.900 millones al año y que 2.700 industrias electointensivas reciben 1600 millones anuales.
¿Cuántos alfajores se compran con la energía que le regalan a la planta fabril del señor Ratazzi?
Una pregunta que por estos días no se escuchó.
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