Muy peligrosas definiciones del arco opositor |
El Ejecutivo marcó agenda mediante tres decisiones
que despertaron la ira de las corporaciones: 1) restableció mediante un decreto
la condición de servicios esenciales y estratégicos de las tecnologías de la
información y el conocimiento; 2) envió al Congreso un proyecto de ley que introduce
reordenamientos parciales en la organización de la justicia; 3) hizo lo propio
con el que impone un aporte “solidario”, y por única vez, a 12.000 propietarios de grandes
fortunas de entre 200 y 3.000 millones de pesos, apenas el equivalente a la
renta extraordinaria de la que se apropiaron durante la pandemia.
Si para estos días se
anticipan nuevas medidas, la oposición económica, mediática y judicial se lanzó
a bloquear las ya anunciadas, por lo que agudizó su ofensiva desestabilizadora,
su presión para frenarlas y forzar retrocesos que aíslen al gobierno e,
incluso, deteriore la base político y social que lo sostiene.
Así, aparecen nuevas líneas de maceración ideológica
por parte de los sicarios mediáticos, que a la vez amplifican las irresponsables
y destituyentes definiciones del arco opositor.
Agudización de la ofensiva desestabilizadora
Esta semana, la artillería
pesada la han descargado los múltiples pronunciamientos de entidades
empresariales, agroindustriales, de la corporación mediática y judicial contra los
proyectos gubernamentales. Obvio, detrás de las palabras rimbombantes confirman
que apelarán a cualquier medo para defender sus privilegios.
Como el 17 de agosto,
pero ahora con la descarada convocatoria de Clarín anticipando que “Así será
la marcha del 26A”), o de La Nación difundiendo con precisión “Los puntos
de concentración para la marcha”, volvieron a salir a la calle los “antitodo”.
Retornaron para pasear su odio y violar las medidas sanitarias, esta vez más
que raquíticos en número, pero con redoblada violencia. Dejaron gravemente herido
a un periodista, mientras en las redes se promovía una amenaza de muerte a la
vicepresidenta y se divulgaban masivamente teléfonos, direcciones y domicilios
de legisladores del Frente de Todos (FdT).
Conviene no demorarse en
el carácter delirante de algunas consignas enarboladas en gritos y pancartas, ya
que predomina claramente un núcleo que reinstala las que históricamente esgrimió
la reacción, tanto en golpes militares como para forzar la capitulación de
gobiernos surgidos de las urnas: Libertad, Democracia, República, la Corrupción.
Es el libreto con el que,
malversando el sentido de las palabras, hundieron en la pobreza al pueblo y regaron
con sangre las calles de la Patria.
Gritando Libertad,
encarcelaron, secuestraron y asesinaron a miles de argentinos. Con la bandera
de la República voltearon gobiernos electos, arrasaron con la Constitución y las
leyes. Para “restaurar” la Democracia y “protegerla” de peronistas y comunistas
proscribieron partidos políticos y disolvieron el Congreso.
El taparrabos de la corrupción
fue uno de las excusas para derrocar a Yrigoyen en 1930, a Perón en 1955 y a
Illia en 1966. También para acorralar a Raúl Alfonsín. En cambio, demolieron
las instituciones, saquearon el bolsillo de los trabajadores, esquilmaron al
Estado, y en sociedad con la “patria contratista” nos endeudaron en el exterior,
a la vez que obligaron a todos los argentinos a pagar los créditos y
autopréstamos de un puñado de grandes empresarios, que con el dinero público
engrosaron sus fortunas personales.
Ahora, sus sucesores, acompañados
por muchos de los que callaron ante tantos atropellos, “Llaman libertad a la
opresión y dictadura al cuidado de la vida”, como sintetiza la filosa pluma de Horacio
González.
Nuevas líneas de maceración
ideológica
En el pasado, luego de la
decisión estratégica de Cristina de proponer a Fernández a la presidencia, y acompañarlo
como su vice, intentaron impedir el triunfo de la fórmula del FdT con
acusaciones que fueron desde una caricaturización de la consigna de marzo de
1973 (“Cámpora al gobierno, Perón al poder”) hasta delirios como el de Elisa Carrió,
quien no vaciló en vaticinar un magnicidio impulsado por la dos veces
presidenta.
Tampoco falto la vieja
receta del “Chirolita”, donde Alberto Fernández sería un títere en manos de Cristina,
como en 2011 aseguraron que Cristina lo sería de Néstor Kirchner y, en 2003, el
propio Néstor de Duhalde. Poco imaginativos, como se ve, pero siempre dañinos: conjeturan
que “el público se renueva” y que el sector de la sociedad al que se dirigen antepone
prejuicios a la propia experiencia.
Posteriormente al triunfo
electoral hubo varios cambios de libreto para colonizar la subjetividad de esa porción
de la población, que por otra parte ofrece cada vez menor resistencia. Para los
sicarios mediáticos del privilegio, el “chirolita” /títere se convirtió en “un
moderado que puede frenar a Cristina”, pero más adelante sembraron temor ante “el
asedio de Cristina al presidente” y finalmente se irritan pues, en realidad, “los
dos son lo mismo”.
El viernes 28 de agosto, ante
las cámaras de América TV, Luis Novaresio mostró un impostado desencanto
por las últimas decisiones del presidente.
“Alberto Fernández ya no es el que dijo que era", se lamentó
en una suerte de reedición del clásico tango de Celedonio Flores, “Ya no sos mi
Margarita, ahora te llaman Margot”.
El mismo día, en La Nación e inquieto
por la suerte patrimonial de sus patrones, Carlos Pagni finge preocupación por
el destino de Fernández. “El ‘vamos por todo’ de Cristina Kirchner ahora es
contra el presidente”, garantiza con envidiable certeza, aunque apenas 48
horas después lo contradice desde el mismo matutino su colega Joaquín Morales Solá:
“El Presidente ha hecho suyas todas las posiciones de su vicepresidenta y, a
veces, va más allá de donde ella llega”.
El domingo 30, en
Perfil, Nélson Castro, en tono apocalíptico sentencia que “El curso
que Alberto Fernández le imprime a su gestión no deja dudas: CFK se impone de
manera paulatina e inexorable”. Le toca al el Editor General de Clarín,
Ricardo Kirschbaum, completar la vuelta de argumentos que se diferencian, pero
coinciden en dañar la imagen presidencial: “Fernández no es hoy el Fernández
que sugirió ser. Cristina Kirchner le fija la agenda e impone el ritmo de
cumplimiento. Nunca hubo en la historia un vicepresidente que tuviera ese poder,
que exhibe sin pudicia”. “Lo aleja del centro, su atributo principal”,
se lamenta, pero deja en claro a que le teme realmente.
No faltan quienes
-como Marcelo Longobardi o Sergio Berensztein, en Radio Mitre- exponen su
propia fórmula para neutralizar a la vicepresidenta, y con ella al sector más dinámico
del FdT. A la vez, para preservar
a Juntos por el Cambio como núcleo político que garantice la restauración
conservadora, ponen distancia de su abierta prédica en favor de Mauricio Macri.
Es “la hora de dar un paso al costado”, demandan, y no vacilan en “entregar”
al ex presidente siempre y cuando logren apartar también a Cristina.
Es un juego a dos bandas. Promueven y miden
candidatos alternativos al deteriorado Macri, que ha perdido su confianza para
liderar la derecha, pero de paso devuelven prudente aire -e ilusiones personales-
a figuras que consideran “moderadas” dentro el FdT, las que no faltan,
por cierto.
Peligrosas definiciones del arco opositor, amplificadas por los
medios
Alguna vez advertimos que, una vez iniciada la actual gestión, los
intentos de condicionar sus primeros pasos se convertirían en presión directa.
Después de las PASO, y hasta
el 10 de diciembre de 2019 tuvimos operaciones diarias sobre “el avance de La Cámpora”
y “el kirchnerismo duro”, a la vez que se demonizó una supuesta “Conadep de
periodistas” (apenas una ironía militante de Dady Brieva), la “reforma agraria”
de Juan Grabois (recreación de una reivindicación de la burguesía francesa del
siglo 18) o una tímida referencia de Felipe Solá a la disuelta Junta Nacional
de Granos (instaurada por los propios conservadores de la tercera década del
siglo pasado, para regular mínimamente el sector).
En esos días, Eduardo Eurnekian,
Paolo Rocca, Marcos Galperìn, la Sociedad Rural, entre otros, se apresuraron a
pedir entrevistas y/o mandar “constructivos” mensajes al futuro presidente.
Hoy, sin disimulo, los
mensajes son advertencias y amenazas. La oposición y los medios boicotean
abiertamente el funcionamiento del parlamento, convocan a un dialogo que no practican
y reclaman un consenso al que entienden como la renuncia gubernamental a
cumplir con el contrato electoral con sus votantes, a reemplazar su agenda por
la de ellos.
“A ocho meses de
asumir le estamos soplando en la nuca al peronismo”, se autoexcita el ex
senador Ernesto Sanz. Este radical alvearista no se priva de preguntar
amenazante acerca de “¿Cuánto tiempo demora esto en explotar?”. Con los
reflejos propios de su tan lejana como olvidada militancia peronista, Patricia
Bullrich, actual presidenta del PRO, se apresura a completar la idea: “Ya
estamos para gobernar”.
El "flash piscótico" de Duhalde se sumó al clima destituyente |
El “flash psicótico”
de Eduardo Duhalde, quien alucinó con un golpe militar que impediría las
elecciones de medio término, no fue otra cosa que un aporte más a este clima
destituyente sembrado por la corporación política, mediática y judicial.
Se explica, entonces, la fuerte reacción democrática
al dislate del ex presidente interino, aún con su casi nula gravitación política
actual, pero resulta incomprensible la total falta de reacción ante las graves afirmaciones
del senador radical Luis Naidenoff durante el debate por la denominada “Reforma
Judicial”.
Ninguna figura del oficialismo, tampoco medio
de prensa alguno, comentó, y menos condenó, su cuasigolpista cierre en nombre
del bloque de Juntos por el Cambio, cuando Naidenoff reclamó abiertamente
la intervención de la Corte Suprema si avanza el proyecto ya aprobado en la Cámara
alta.
El Ejecutivo, un
poder electo en sufragio universal propone. Otro poder, también surgido de la
voluntad popular, discute, propone y legisla. Ambos deciden un reordenamiento parcial
del poder más elitista y objetado por la sociedad, el único que no es elegido
ni revalidado por el sufragio. Y Naidenoff, como en las paginas mas oscuras de
la historia argentina y de su propio partido, lo convoca para que anule la
voluntad mayoritaria de los representantes del pueblo.
A este amplio abanico,
en sus distintas etapas, aplica a la austera definición de desestabilización: “Es
la acción de debilitar las instituciones políticas de un Estado y de erosionar
la autoridad de sus gobernantes, de modo que el sistema en su conjunto pierda
seguridad y firmeza”.
¿Qué hacer?
Un reconocido psicoanalista argentino, quien
suele incursionar con agudeza en la reflexión política, transcurre estos caldeados
tiempos con la convicción de que el reclamo de medidas progresivas desde la
izquierda del FdT puede complicar la estabilidad del gobierno.
En un mundo
acechado por el poder de las corporaciones -alerta con respetable, aunque muy reiterado
temor- los llamados al protagonismo y la movilización popular, incluso algún reparo
dentro de la propia alianza gobernante, pueden contribuir a “a un humor social
reactivo”, y encubrir “un intento de calmar las conciencias, que además
desconocen que en el mundo entero se prepara la repetición, ahora como farsa,
de los totalitarismos del siglo XX”.
De tal manera, ante
el poder del privilegio y su abierta presión sobre el gobierno, da a entender
que al campo popular debe replegarse en lugar de enfrentarla construyendo una
fuerza equivalente, y en lo posible superior.
Lejos de
disminuir, los peligros crecen si nos adaptamos a las relaciones de fuerza
dadas, festejamos la inmovilidad y pasivamente confiamos la suerte del proceso
a la capacidad de resistencia de la dirigencia. Aún si esa aptitud fuera firme,
quienes deben decidir carecerían del pivote necesario desde el cual fundamentar,
difundir y dar sustento a la aplicación de un contrato electoral escasamente ambicioso,
pero aun así duramente resistido.
Hemos dicho, repetimos y reiteraremos, que se
impone institucionalizar el FdT ponerlo en funcionamiento, generar
espacios de propuesta y decisión para los partidos que lo integran, sumando
la participación activa de las organizaciones populares que acompañan.
A la vez, ir
hacia lo profundo de nuestro pueblo, arraigarlo a nivel sectorial y territorial,
convertir el frente en un orientador, coordinador y organizador programático colectivo
a lo largo y ancho del país.
No se trata de
convocatorias abstractas. Solo a modo de ejemplo, podemos ubicar la inminente discusión
parlamentaria y luego la aplicación del aporte “solidario” de las grandes
fortunas.
Será necesario
explicarlo y organizar su difusión, para defenderlo frente a la brutal reacción
del poder real, sin dejar de lado la opinión de quienes entendemos que es
necesaria una reforma tributaria integral, que realmente recaude en forma permanente,
entre los que más tienen, los recursos para enfrentar la emergencia, resolver
las necesidades sociales y recuperar el trabajo y la producción.
Construir poder popular en cada lugar de trabajo, estudio y vivienda |
Si el proyecto de
ley dispone que el 20% de lo recaudado se destinará a la “compra y/o
elaboración de equipamiento e insumos críticos para la emergencia sanitaria”, hay
que clarificar el alcance de esta decisión y garantizar su cumplimiento
mediante la estructura del FdT entre médicos, enfermeros y personal de
salud, así como de los trabajadores de las ramas que proveerán el material. Si otro
20% fortalecerá las fuentes de trabajo y la remuneración de los trabajadores de
micro y pequeñas empresas, y un 20% se aplicará a becas Progresar para
estudiantes, el FdT debe explicar el significado de esta conquista y
afirmar la presencia en cada uno de los lugares de trabajo y de estudio. El mismo
saldo en la conciencia y la organización debe lograr el FdT con la aplicación
del 15% en “los barrios populares en proceso de integración urbana”, o entre
los trabajadores que velarán por el 25% destinado a los programas de
exploración y desarrollo de gas natural a través de ENARSA, con la coordinación
de YPF.
Son formas
concretas de entender de qué hablamos cuando proponemos y convocamos a la
necesaria construcción de poder popular en cada uno de los lugares de trabajo,
estudio y vivienda.
Un llamado a dejar
de lado la expectativa o la pasividad temerosa ante las presiones internas y los
intentos desestabilizadores. A contraponerles movilización y protagonismo.
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