El sedicioso reclamo salarial de sectores la policía de la provincia de Buenos Aires aportó al muestrario de acciones destituyentes que, desde el triunfo electoral de la fórmula presidencial Fernández-Fernández, llevan a cabo las grandes corporaciones y la oposición partidaria neoliberal con la implementación de los sicarios mediáticos.
Ablandamiento, deslegitimación,
“calentamiento de las calles” y desestabilización son los pasos que
vienen dando; etapas previas al desplazamiento de los gobiernos “incomodos”
para los Estados Unidos, según la teorización del politólogo de la CIA
Gene Sharp, quien propone transitarlas mediante nada menos que 198 métodos.
Con cierto pudor,
al resultado final lo denominan “golpe blando” o “suave”, cuando ciertamente es
un golpe, pero nada tiene de suave o blando. La receta supuestamente “no
violenta” aplicada en Latinoamérica y el mundo tiene al privilegio como
impulsor, no excluye la participación militar o policial, y siempre descarga fuertes
dosis de violencia sobre los pueblos.
Pese a las optimistas previsiones de algunos
ideólogos del progresismo vegano, que se apresuraron a dar por superada la etapa
de los golpes de Estado en la región, el continente se estremeció en 2009 con el
derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras. En 2012 y 2016 en Paraguay y Brasil
siguieron las destituciones de Fernando Lugo y Dilma Rousseff, para cerrar 2019
con el sangriento golpe contra Evo Morales en Bolivia.
En Argentina, las
recetas de Sharp fracasaron en el intento de desplazar prematuramente a la presidenta
Cristina Kirchner, pero generaron la base social de un triunfo electoral de la
derecha en 2015, por primera vez en su historia.
Estados Unidos,
en disputa abierta con China y Rusia, no soporta ningún atisbo de independencia
económica o política exterior soberana. Por ello, el papel de su embajada local
fue trascendente, junto al asesoramiento en acción psicológica de Steve Bannon,
notable estafador y fundador de Cambridge Analytica.
El ex jefe de
campaña de Trump y asesor de Bolsonaro, orientó a las trolls, bots y botnets
de Mauricio Macri en la campaña de falsedades antikirchneristas desarrollada
en redes sociales a favor de Cambiemos, entre 2014/15. Fueron los tiempos
de acuñar slogans como la “ruta del dinero K” o “se robaron un PBI”, los que
desde sus portadas amplificaban Clarín, La Nación y otras
repetidoras.
Ablandamiento
Derrotada en las urnas
en octubre de 2019 con el triunfo del peronismo y sus aliados del Frente de
Todos (FdT), la desestabilización neoliberal inició la fase de “ablandamiento”,
para la cual el manual estadounidense indica erosionar a las autoridades
electas, promover el descontento y malestar ciudadano.
Aún antes de
asumir la nueva administración, comenzaron las declaraciones de los grandes grupos
económicos, acompañadas de entrevistas con las autoridades electas, para condicionar
sus futuras decisiones.
En simultaneo, los
medios hegemónicos reprodujeron, pero a la vez instalaron, una noticia falsa tras
otra. Una y otra vez sembraron desconcierto y angustia ante la nunca concretada
“incautación” de ahorros y plazos fijos o la “feroz interna en el FdT”
ante “el avance de La Cámpora”. También desvirtuaron propuestas reales como la
denuncia de periodistas venales, la regulación del comercio exterior y la garantía
del derecho a la vivienda.
A días de iniciada
la nueva gestión, desde la prensa y las redes sociales repetían que “todo sigue
igual”, los problemas socioeconómicos se mantienen, y políticamente “se llevan
puesta la República”, el presidente está “acorralado por Cristina Fernández”, o
bien (vale todo) “son lo mismo”.
Deslegitimación
El contundente
resultado de las elecciones, que fueron organizadas por el propio gobierno macrista,
impidió el uso de la clásica muletilla de fraude, un clásico para la “deslegitimación”
de los gobiernos populares en el continente. En cambio, arreciaron las acusaciones
de “corruptos”, “autoritarios” y “populistas” ante cada intento de dar cumplimento
a las modestas promesas electorales.
Las corporaciones
se enfurecen ante cualquier regulación antimonopólica o una pequeña redistribución
de recursos en favor de los más postergados. Entrelazados con la oposición
partidaria de Juntos por el Cambio (JxC) claman por la propiedad
privada presuntamente violentada y profundizan la guerra psicológica, para lo
cual amenazan con definiciones absurdas, pero de impacto en su público: el “totalitarismo cubano” o el surgimiento de
una “Argenzuela”.
Calentamiento de las calles
A estas etapas se
suma la de “calentamiento de las calles”, es decir movilizar contra el
gobierno a una parte de la población con un discurso de odio (antiperonista, anticomunista,
xenófobo, antiestatal, etc.) para lo cual no dudan en violar toda medida
preventiva para la salud.
En tiempos
previos a la pandemia comenzó el corte de rutas de la patronal agropecuaria, para
ya en plena expansión del covid 19 promover “cacerolazos” barriales. Envalentonados,
en junio volvieron a bloquear rutas para impedir un intento de salvataje de la fraudulenta
cerealera Vicentin, mientras en julio, agosto y septiembre volcaron
manifestantes antigubernamentales a las calles, con un marcado incremento de la
violencia verbal y física: agresivas consignas, golpizas a periodistas, destrozo
en edificios públicos, amenazas de muerte a legisladores y a la vicepresidente
de la Nación, en una inquietante sintonía con el libreto aplicado en otros países
del continente y por los grupos neonazis europeos.
Desestabilización y desplazamiento
Estas tres etapas confluyen – sucesiva o simultáneamente- en una cuarta,
la de abierta “desestabilización”, ya sobre el objetivo final que es el “desplazamiento”
de las autoridades legítimamente elegidas, intento que en casos como el de Venezuela
llega al pedido de intervención militar extranjera.
Los medios hegemónicos multiplican su tarea de desinformación y acción psicológica,
promueven el miedo y la desesperación mediante anuncios apocalípticos de un inevitable
default financiero, “fuertes devaluaciones”, “quiebras masivas”, inseguridad
generalizada, tomas masivas de tierra y expropiaciones de viviendas familiares.
Tampoco se privan de acusaciones delirantes acerca de “crímenes del poder”,
como ya lo hicieron en 2015 con el suicidio del ex fiscal Alberto Nisman y
repitieron en julio pasado con el asesinato del ex secretario presidencial Fabián
Gutiérrez.
También se proponen meter, o aprovechar, cuñas en la propia coalición de
gobierno, distanciarla de la ciudadanía y -en la medida que obtienen demoras o
retrocesos- minar su propia base militante y electoral. Ametrallan con análisis
periodísticos acerca de supuestos enfrentamientos entre el presidente y la vicepresidente,
choques en el seno del gabinete ministerial, o del “distanciamiento” del
gobernador bonaerense y los intendentes oficialistas.
Sin embargo, aún si logran el desplazamiento no concluye la ofensiva.
Cuando fracasan en sus intentos -como hasta ahora- tratan de imponer a la mayoría la agenda de las minorías, cogobernar de hecho. Cuando logran su objetivo persiguen al movimiento popular y proscriben a sus dirigentes con el taparrabos judicial y el lawfare. Fallaron con Cristina Kirchner, pero lo lograron encarcelando a Lula da Silva en Brasil, para en estos días proscribir a los ex presidentes Evo Morales y Rafael Correa, inhabilitados para ser candidatos a senador y vicepresidente, respectivamente.
La escalada en marcha en Argentina incluye abiertos llamados a la “desobediencia civil” por parte de intelectuales adictos, que con el estímulo y promoción de las corporaciones y los multimedios llegan al extremo de calificar la protección de la salud de los argentinos como “infectadura” o “terrorismo sanitario”.
Los legisladores opositores
cacarean acerca del dialogo y el consenso, pero inician un abierto desafío a
las normas de la democracia. En abril convocaron a una patética “Travesía por
la democracia”, desde las provincias hacia el Congreso Nacional, supuestamente
en riesgo por las limitaciones que impone la emergencia mundial. Son los mismos que bloquean las sesiones parlamentarias
virtuales y reclaman la intervención de un poder no electo, la Corte Suprema de
Justicia, para frenar la aprobación o aplicación de leyes aprobadas democráticamente
en el Congreso.
Peligrosa subestimación
En este clima, es
alentadora la potente reacción de la militancia y la dirigencia intermedia del FdT,
de organizaciones sociales y sindicales, ante la gravedad institucional
de la asonada protagonizada por los policías bonaerenses, quienes llegaron a cercar
las residencias del gobernador y el presidente. A la vez, preocupa cierta subestimación
por parte de algunos funcionarios gubernamentales que se esforzaron en otorgarle
razonabilidad a los reclamos, pero restarle importancia a los hechos, reducirlos
al mero planteo salarial.
La derecha desprecia
y aprovecha el respeto del movimiento popular ante la gravedad de la pandemia, el
que en virtud de su compromiso con la salud de los argentinos aún no se moviliza
para enfrentar el destituyente “calentamiento de las calles”.
Ese respeto va unido al reclamo para que el gobierno ejerza plenamente la autoridad conferida por mandato electoral, sin vacilaciones en el cumplimiento de los compromisos con el pueblo que lo votó; que actúe con equilibrio, pero tambièn con firmeza ante cada intento desestabilizador.
El cuidado de la salud
y la vida de nuestros compatriotas NO puede llevar a la pasividad ante el
discurso y la acción del privilegio, ni impedir formas alternativas de participación
ciudadana, de movilización y ejercicio del protagonismo popular.
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