Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Hasta no hace mucho, se dejaba constancia de los procesos judiciales en folios manuscritos que los empleados del tribunal acumulaban en montañas de expedientes. A falta de biblioratos, o carpetas para archivarlas, cosían las hojas a mano y luego las ataban con cordeles. Cada atado de papeles –o sea, cada cuerda– era una causa en trámite. La costumbre dio origen a dos expresiones. La primera, aún en uso, es “por cuerda separada”, que en lenguaje tribunalicio indica que un escrito se adjunta por vía independiente de las demás. La otra frase, “bajo cuerda”, ha dejado los juzgados para pasar al lenguaje común. Se refiere a todo lo que se hace de un modo encubierto, ocultándolo a las autoridades o a terceros que no conviene poner al tanto. “Bajo cuerda” se dan las coimas, se manipulan influencias, se transmite una información reservada. Al igual que la primera, la expresión que nos ocupa está inspirada en constancias legales que son públicas y que se han reunido con firmeza. Pero, a diferencia de aquella, denuncia el recurso de burlar subrepticiamente los dictámenes de la ley.
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