El martes 2 de noviembre fueron las elecciones legislativas de medio término en Estados Unidos. La derrota demócrata estaba preanunciada en todos los medios de comunicación y la jornada electoral terminó confirmando esos pronósticos.
En el primer año de gobierno el índice de popularidad del presidente Obama había caído de un máximo de 75% a un 45%.
En estas elecciones se elegía a la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes (Diputados), 435 diputados, 37 de los 100 miembros de la Cámara de Senadores y a 37 gobernadores. Además se realizaba una gran cantidad de elecciones locales y territoriales, como la legalización de la marihuana en California, que finalmente no fue aprobada.
Los resultados fueron una fuerte victoria republicana en la Cámara de Representantes, una victoria pírrica de los demócratas en el Senado y una derrota estrepitosa de los candidatos del Tea Party. En la Cámara de Representantes el Partido Republicano tendrá 240 bancas (que incluyen las del Tea Party, aunque no sean la misma cosa), contra 184 bancas del Partido Demócrata. En el Senado, el Partido Demócrata tendrá 52 bancas contra 46 del Partido Republicano.
Las causas de la derrota demócrata no solo pueden atribuirse genéricamente a la magnitud de la crisis económica mundial. Como la crisis mundial en Estados Unidos es una crisis nacional, por la incapacidad de Estados Unidos de exportar su crisis hacia su periferia, en gran parte debido a los signos de independencia de esa periferia (Sudamérica, China) surgen entonces razones internas para explicar el resultado.
Todavía no se sabe si la derrota de Obama es resultado de las limitaciones de su gestión o de la violenta reacción que despertaron sus aciertos. Es muy probable que sea por las dos cosas: una reforma tímida y una reacción violenta. Los demócratas desilusionados le critican su timidez, los republicanos iracundos le critican su virulencia.
Los republicanos fueron más eficientes en volcar la frustración de la población por la crisis económica en contra de la figura de Obama de lo que éste lo fue en generar una expectativa de cumplimiento de las promesas de campaña. Si en la campaña electoral que llevó a la presidencia a Barack Obama primaba la vitalidad de las organizaciones de base que buscaban un cambio por izquierda ahora esos movimientos de base buscan alternativas de ultraderecha.
En realidad ninguno de los partidos ofrece un verdadero cambio estructural. El sistema de partidos amenaza romperse y la elección sacó a luz la podredumbre que aqueja a la democracia norteamericana, esa alternancia indiferenciada entre republicanos y demócratas que ha demostrado ser incapaz de resolver la crisis económica. Aunque el Tea Party amenaza tanto a republicanos como a demócratas, no se organizó en la forma de “tercer partido” sino que irrumpió en la interna republicana. Con esto sacudió la rutina burocrática republicana y al mismo tiempo se autoencerró en el ejercicio del mismo poder que denuncia en sus consignas. La organización cuya mística es la destrucción de la hipocresía política se encarga de salvar al sistema político, al transformar la genérica denuncia contra “todos” en la específica denuncia contra Obama. Aunque se parece al “que se vayan todos” de la Argentina, es algo distinto. En Argentina los grupos movilizados tras esa consigna nunca politizaron su consigna, en Estados Unidos es lo único que hicieron. Es un voto de última confianza en un sistema que amenaza romperse por todos lados.
Los sectores empobrecidos, políticamente independientes pero ideológicamente conservadores, se volcaron ahora por los republicanos y se entusiasmaron por las ideas y consignas inconducentes e impresentables del Tea Party. Son los “white trash”, los obreros blancos explotados o desempleados, a los que tan bien describe Joe Bageant en “Crónicas de la América profunda”.
Las promesas republicanas para esta campaña legislativa han sido promover la reversión de la reforma del sistema de salud y la continuidad de las exenciones impositivas impuestas por Bush que vencen a fin de año y que Obama amenaza con no renovar[1].
El nuevo presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, es un buen ejemplo de esta oleada de hipocresía conservadora: lleva 18 años viviendo en Washington como diputado, es el jefe de la bancada republicana y ha votado e impulsado el voto de todas las iniciativas legislativas que marcan la política norteamericana de las últimas décadas, que llevaron a Estados Unidos a la crisis actual.
Por supuesto, las dos guerras en las que está embarcado (y perdiendo) Estados Unidos, no fueron tema de campaña, es un tema en que ambos partidos están de acuerdo. Por otro lado el foco de atención quedó concentrado en el alto desempleo y la inseguridad económica. Estados Unidos ha perdido 5.000 soldados en los 9 años de guerra y 35 mil soldados gravemente heridos. Pero a diferencia de la guerra de Vietnam cuando millones de ciudadanos fueron reclutados para pelear en la guerra, y terminaron protagonizando inmensas protestas públicas, ahora se trata de menos de un 1% de la población, en su mayoría gente de la clase trabajadora mediocremente educada, de pequeñas localidades del interior de Estados Unidos.
Estados Unidos imitó el modelo imperial de Gran Bretaña con pequeños ejércitos, compuestos de voluntarios, combatiendo en guerras coloniales remotas e ignoradas por la metrópoli. Se trata de guerras imperiales, no guerras nacionales.
Si la guerra fuera un emprendimiento nacional la población norteamericana debería involucrarse en ella y pagar directamente los gastos de guerra como hizo en la segunda guerra mundial y en la guerra de Vietnam, mediante impuestos especiales. Habría que ver cómo reaccionan los republicanos cuando se les pida que paguen por las guerras que apoyan tan apasionadamente. Si los norteamericanos tuvieron que pagar por esas guerras, éstas terminarían inmediatamente. Bush y Obama financiaron sus guerras ocultando los gastos al público, apelando al milagro del crédito.
Esta campaña fue la más cara de la historia de Estados Unidos con un total 4 mil millones de dólares. Los fondos fueron canalizados a través del Partido Republicano, del Tea Party y de organizaciones que se presentan como independientes y en razón de ello no deben revelar la totalidad de sus miembros ni el origen de sus fondos.
El acto de cierre de campaña del partido Demócrata se realizó en Ohio, en el campus de la Cleveland State University. El lugar disponía de 13 mil ubicaciones y apenas 8 mil de ellas estaban ocupadas.
En realidad gran parte de la elección del martes 2 de noviembre ya estaba realizada, porque la mitad de los votantes había emitido su voto por correo en las cuatro semanas anteriores.
Obama no cuenta con el apoyo de todos los sectores del Partido Demócrata. Miembros del propio bloque demócrata se opusieron a investigar las violaciones a los derechos humanos del gobierno anterior, le impidieron cerrar la base de Guantánamo y licuaron las reformas de la ley de salud. El Partido Demócrata tiene varias facciones, como cualquier gran partido político y Obama debe arbitrar entre ellas. Eso implica que los sectores más liberales (equivalente en Estados Unidos a “izquierda” o “progresista”) lo critiquen por ser demasiado tímido. Este sector, el Progressive Caucus, cuenta con 78 diputados en la Cámara de Representantes sobre un total de 255 legisladores demócratas. Este grupo le pide a Obama que se apoye en ellos para encarar el programa de gobierno. Pero otros dos sectores, los Blue Dogs y los New Democrats, los moderados y los centristas, acumulan 105 escaños y tienen la mayoría del bloque. Según una reciente encuesta de Gallup, el 42% de los ciudadanos norteamericanos se dice “conservador”, un 35% se dice “moderado” y solo un 20% se reivindica “liberal”.
El Tea Party
Alrededor del partido Republicano nació el Tea Party (partido del Te, en recuerdo del Tea Party de Boston de 1773, que inició el proceso de independencia norteamericano)[2]. El Tea Party y el Partido Republicano no son la misma cosa, aunque convivan en un espacio político incómodo para ambos.
¿Por qué el Tea Party se acopla a la estructura del Partido Republicano? Porque en las 16 elecciones presidenciales que se realizaron en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial solo en 1992 hubo un tercer candidato, Ross Perot, que en ningún momento fue alternativa para conquistar la presidencia.
Es un movimiento con valores ultraconservadores, xenófobo e islamofóbico, enemigo de toda noción de Estado. Aunque tenga un perfil ideológico muy elevado, el Tea Party carece de estructura, de programa, de dirección centralizada y de conducción. Está lleno de contradicciones y en síntesis expresa la fuerte tendencia anti-política del electorado norteamericano. El propio director de Asuntos Hispánicos del Partido Republicano, Robert de Posa, llamó a los electores hispanos de Nevada a no presentarse a votar en estas elecciones.
En un país donde el 25% de la población cree que Obama es musulmán, los excesos de los candidatos y partidarios del Tea Party motivaron a dos cómicos de la televisión a organizar el “Acto para restaurar la cordura” en Washington, donde asistieron entre 150 mil y 200 mil personas. Obama tuvo que cancelar una visita programada para diciembre al Templo Dorado de Amritsar, en el Punjab indio, donde obligatoriamente debía utilizar turbante, para no parecer musulmán. Lo llamativo es que el Templo Dorado de Amritsar no es musulmán, ni siquiera hindú, sino de la religión sikh, mayoritaria en el Punjab y minoritaria en la India.
Sarah Palin, la ex candidata a la vicepresidencia en la fórmula con John McCain, también ex gobernadora de Alaska, un Estado cuya economía está subsidiada en un 40% por el gobierno federal, se convirtió en la propagandista del movimiento. No era candidata a ningún cargo en estas elecciones, pero se ha convertido en una gran figura nacional gracias a este movimiento y aspira a llegar a la Casa Blanca. Pero las elecciones del Tea Party no fueron lo que parecía. El candidato de Sarah Palin en Alaska, Joe Miller, un candidato que no contesta preguntas en los reportajes, es probable que pierda a manos de la republicana moderada Lisa Murkowski, que había perdido la interna y se presentó como independiente. Como los electores deben escribir el nombre del candidato a mano, pasarán varios días hasta que se conozca el resultado. Nuevamente Bristol, la hija de Sarah Palin, le hizo una mala jugada al declarar por televisión que se había olvidado de votar.
Una de las figuras más peculiares del Tea Party fue Christine O’Donnell, de Delaware, completamente desconocida e ignorante de cuestiones políticas. A pesar de ello, logró derrotar en la interna partidaria a Michael Castle, un veterano ex gobernador del Estado y diputado desde 1991. En total 138 candidatos del Tea Party lograron imponerse en las internas republicanas.
El rasgo común de los miembros del Tea Party es la protesta contra el Estado federal y contra la carga impositiva que implica cualquier obra o política pública con efectos redistributivos o inclusivos. El Plan de Salud, la construcción de un túnel entre New Jersey y New York, la educación pública, la legalización de los inmigrantes indocumentados, la extensión del seguro de desempleo en época de crisis, el paquete de estímulo para reactivar la economía, terminar con las exenciones impositivas de Bush.
Todo esfuerzo para hacer más igualitaria la sociedad implica el riesgo de cercenar algún grado de libertad económica y ese es el comienzo del totalitarismo. Este anarco-liberalismo forma parte de una corriente de pensamiento muy fuerte en el conservadurismo norteamericano, que defiende la “pureza” de la mano invisible del mercado y sostiene un modelo de ajuste automático de la economía. Por ahora, tras este fracaso electoral, será más difícil que el gobierno pueda lanzar una segunda ronda de estímulos fiscales para sacar a la economía de la recesión.
Aunque los legisladores electos por el Tea Party son formalmente candidatos del Partido Republicano, las agendas de ambos grupos son diferentes. Mientras los candidatos del Tea Party responden solo a sí mismos, el Partido Republicano y su líder en el Congreso, John Boehner responden a una estructura política centralizada, con objetivos nacionales.
Todo indica que el presidente Obama enfrentará un legislativo al mismo fragmentado (al interior de la Cámara de Representantes – entre republicanos, demócratas y Tea Party) y dividido (mayoría en el Senado, minoría en Diputados), con el cual será difícil y quizás innecesario negociar, acentuando el presidencialismo del régimen republicano norteamericano. A no ser que los miembros del Tea Party abandonen sus consignas fundamentalistas y se adapten a la maquinaria burocrática del régimen parlamentario, con lo cual el tono populista de su discurso político perderá sustancia. Muchos de sus candidatos han conseguido bancas en el Congreso y se desconoce el grado de fidelidad al Partido Republicano, no se sabe si votarán orgánicamente o intentarán liderar un movimiento principista contra Obama. Por ahora el gobierno solo negociará con la bancada republicana moderada que dirige John Bohener. Los legisladores del Tea Party que se nieguen a acordar podrían descubrir que carecen de importancia.
Nació encabezando un movimiento de protesta y ahora debe acostumbrarse a ejercer el poder en el Capitolio. La pantalla en blanco donde se proyectaban todo tipo de frustraciones y odios no siempre compatibles y realistas, intentará transformarse en una fuerza política ordenada. Un movimiento que expresa el odio a la política, comienza a hacer política.
Los indicadores
- Cuando Obama era senador en el año 2007 el índice de desempleo era del 6%, ahora es del 10%, tras tres años consecutivos de estancamiento y recesión. Esto quiere decir que 26.8 millones de ciudadanos norteamericanos está sin trabajo o subempleados, una tasa que es superior a los 14.8 millones de desempleados “oficiales”. A estos hay que sumarles 9.5 millones de personas que trabajan a tiempo parcial y 2.5 millones de personas que han dejado de buscar trabajo. Entre los trabajadores afroamericanos la tasa del desempleo es del 16.1%.
- Estados Unidos está teniendo la tasa de pobreza más alta desde hace 51 años, un 14.3%, 43.6 millones de pobres. Entre los niños, la tasa de pobreza llega al 20%. Sin embargo la riqueza de las 400 personas más ricas de los Estados Unidos creció un 6% en el último año. Estados Unidos ocupa el puesto 45 en el ranking mundial de desigualdad social.
- En Estados Unidos hay 50 millones de personas sin seguro médico. 49 millones de personas comen exclusivamente con vales de comida otorgados por el gobierno.
- Bill Clinton perdió las legislativas de 1994. En esa ocasión el Partido Demócrata perdió 54 bancas y por primera vez cedía el control de la Cámara de Representantes desde la segunda guerra mundial. Newt Gingrich lideró la bancada republicana, partido que perdió las presidenciales de 1996. Bill Clinton no solo obtuvo su reelección sino que se convirtió en el político más popular de Estados Unidos. Desde 1992 hubo gobierno dividido en todas las elecciones legislativas, excepto en 1996 y 2004. Es necesario comprender que los partidos no están llamados a cambiar el sistema, sino a confirmarlo, sobretodo en Estados Unidos donde la memoria histórica es muy escasa.
- El Partido demócrata ganó la gobernación de California, donde la candidata de Schwarzenegger, Meg Whitman, perdía frente a Jerry Brown. Pero perdía la gobernación de Ohio, muy importante para la elección presidencial. El Tea Party ganaba también en Carolina del Sur.
- En Delaware el candidato republicano tenía asegurada su ventaja hace unos meses hasta que Christine O’Donnell, la candidata del Tea Party, le ganó la candidatura. En sus presentaciones públicas O’Donnell comenzó oponiéndose a la masturbación y terminó oponiéndose a toda forma de relación sexual. Finalmente el candidato demócrata Chris Coons ganó por 20 puntos de ventaja.
- En Florida, un Estado con 12% de desocupación, el gobernador republicano moderado Charlie Christ perdió su candidatura interna en manos del ultraconservador Marco Rubio. A pesar de ser hijo de inmigrantes cubanos apoya la ley anti-inmigratoria de Arizona y propone una legislación todavía más dura[3] con los inmigrantes ilegales. Los demócratas, para ayudar al republicano Christ, retiraron a su candidato a fin de sumar votos contra Rubio. La maniobra no resultó y Rubio ganó con el 50% de los votos. Una experiencia útil para evaluar las propuestas de alianza entre el PRD y el PAN en México.
Consecuencias para América Latina
- Tradicionalmente los republicanos estuvieron despreocupados de América Latina, y bajo la presidencia de Bush no pudieron impedir la unidad sudamericana. La derrota del proyecto del ALCA en el año 2005 fue el golpe más fuerte sufrido por Estados Unidos en América Latina en todo el siglo XX, y no produjo graves consecuencias.
- Pero los republicanos ganaron elecciones legislativas, todavía gobierna un presidente demócrata, acosado por una oposición salvaje. Tradicionalmente los gobiernos demócratas se mostraron abiertamente imperialistas y Obama ha avanzado mucho más que su antecesor en América Latina aunque el fracaso de golpe en Ecuador y la imposibilidad de la guerra entre Colombia y Venezuela le ha hecho modificar sus planes (al impedir la triple reelección de Uribe) y ha frenado sus primeros grandes avances. Los republicanos presionarán para que Honduras reingrese a la OEA, pero el golpe fue promovido y tolerado por el presidente demócrata. Lo único que puede esperar América Latina tras esta derrota electoral demócrata es una mayor presión republicana por la adopción de una política exterior más agresiva hacia América Latina. Esta ofensiva se notará en las Comisiones legislativas de la Cámara de Representantes, que estarán todas presididas por republicanos.
Conclusiones
Para Estados Unidos el principal problema del planteo del Tea Party y del Partido Republicano es que sus propuestas profundizan la recesión. Si hay que dejar de gastar para reactivar la economía para ponerse a pagar las deudas, como quiere el Tea Party, la economía mundial se desploma, tal como sucedió con los planes de ajuste que el FMI implementó en la economía latinoamericana durante la década del 90.
Con un gasto privado que está deprimido por la crisis económica, el Estado necesariamente debe gastar más, no menos. El Tea Party inició una cruzada moralizadora, los votantes se convencen de que lo que se necesita no es más estímulo fiscal sino más castigo a los deudores. La ironía es que en su determinación de castigar a los votantes que no lo merecen, se castigan a sí mismos, perpetuando el desempleo.
La victoria republicana es un programa de ajuste, un problema para Estados Unidos no para América Latina. Pero sí es cierto que la reforma migratoria y la política hacia Cuba, quedarán congeladas.
[1] La propuesta de Obama es reponer las cargas fiscales para las familias con ingresos superiores a u$s 250 mil anuales y eliminarlas para quienes tengan menores ingresos. Si la propuesta republicana termina imponiéndose el fisco tendrá menores ingresos y se reforzará la debilidad presidencial.
[2] En 1773 los patriotas norteamericanos arrojaron el te al mar en el puerto de Boston en protesta por lo que consideraban una excesiva carga impositiva de la corona británica.
[3] Rubio propone la negativa a dar beneficios sociales a los indocumentados y negar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en Estados Unidos.
Alberto, escribí este trabajo sobre las recientes elecciones en USA. Creo que nuestra presidente, al igual que Obama, hizo una lectura muy correcta de este proceso electoral. Con un Congreso dividido (lo que no es novedad en USA) pero además fragmentado (demócratas, republicanos y Tea Party) con un nuevo movimiento ant...i-política que hace política (?) USA asiste a su 2001 en el régimen político (fin del bipartidismo e individualismo político). En este escenario, la única salida es el fortalecimiento del rol presidencial (que en USA no quedó tan dañado como sí en la Argentina, con 30 muertos y un helicóptero piadoso).
ResponderEliminarNorberto Emmerich