El titulo (se nota), y el post, pertenecen al blog del amigo Joan Benavent, catalán de nacimiento, y de regreso a su patria hace ya muchos años, lo que no le impide seguir casi hora por hora nuestros nada apacibles días. “Nano”, como lo llamamos los amigos, no es precisamente un admirador del gobierno actual, y ha manifestado puntualmente sus críticas. Sin embargo, no se deja engañar por personajes como los que analiza, y que hoy publican sin ponerse colorados. Va su nota, desde España, y como si acabáramos de tomarnos un café en la calle Corrientes.
Cómo se mire, el supuesto debate que, desde el órgano mitrista y utilizando la piedra de toque aportada por Eduardo Duhalde, a la que se suma gustoso Cleto Cobos, huele a zafarrancho de combate.
Tras la deposición del ex Presidente asoman en sus páginas nuevos leños que alimentan la hoguera de una anticipada cesión del cargo presidencial.
Un ansiado Pacto de
No voy a referirme a lo suscrito por Rodolfo Terragno, mejor periodista en el pasado que ministro de Alfonsín; aunque bien intencionado en cualquier instancia, sino a los miserables bandos de Abel Posse y el transformismo del de la foto que encabeza el presente artículo.
Sobre la vida y milagros de Posse ya escribí en el pasado reciente. Sin embargo, sus dardos venenosos no tienen desperdicio. Veamos sólo un par de ellos, sin quitarlos de un contexto más o menos delirante.
"¿Qué cantidad de poder tendrá que tener nuestro futuro presidente para corregir un país desmadrado, desabrochado, que se suicida a pinchazos de alfiler?...( )...¡Un país donde para vengarse de los soldados del 70, se niega la defensa nacional cuarenta años después!" (el subrayado es mío).
¿De qué soldados habla este contrabandista de
Se refiere a los últimos, no a los primeros. Él, diplomático de genocidas y escritor deseoso de vestir en papel sus vergüenzas siempre captó el lado heroico de las historias de terror que protagonizaron los sociópatas, con y sin uniforme.
Veamos...
"Nuestro Pacto de
Previamente, el ejemplar que juzga comparativamente "insignificante" la cifra de 10.000 (o 31.000) muertos, promediaba sus primeros renglones sosteniendo, ancho de cuerpo y flojo de esfinter.
"Somos como una llamarada de entusiasmo, vital y creadora que se empezó a extinguir quizás después de las Malvinas (es mío el subrayado) si quiere buscarse un hito aproximativo, puramente referencial".
El remate de la deposición desvela el aguijonazo de la duda por lo que acababa de perpetrar en el renglón. Quiso decir lo que dijo, sin vuelta de hoja. Para él "la llamarada de entusiasmo, vital y creadora" era el dramático estertor que despedía un pueblo aterrorizado por la dictadura más feroz y salvaje que
Que un tipo de éstos graznase como el cuervo tendría poca importancia, de no ser principal consejero de Duhalde.
Más cuidadoso que este decrépito apologista de la muerte y su patrón, el señor Rosendo Fraga, nieto de un general rabiosamente antiperonista y dueño de una consultoría respetada por buena parte de las organizaciones políticas de la derecha y las empresariales de toda la vida, critica el rumbo gubernamental, negando que la situación política propicie un Pacto de
A falta de sables patrióticos que sin duda añora, el farsante de ojos velados y torcido rictus, se encorseta en fórmulas democráticas que, en apariencia no niegan
Al respecto, amigos argentinos bien informados me advirtieron semanas atrás sobre los antecedentes de Fraga, ventilados en el mes de enero en Buenos Aires por la revista "Perfil". Según la misma, el ahora analista respetable asesoró al General Viola. Mis otras fuentes aseguran que fue el asesor principal de todos y cada uno de los responsables del terror de Estado, durante el llamado "Proceso de Reorganización Nacional", definiendo el hecho, "como el secreto mejor guardado hasta hoy" en la que fue dantesca historia de los años de plomo.
Yo, que no lo sabía (aunque descontaba la naturaleza "gorila" del caballero) señalé previamente lo útil que me había resultado la lectura de su texto sobre el general Justo (no en la interpretación, desde luego), procediendo a borrar su mención ni bien fui anoticiado de tan lúgubre prontuario.
Escritor ocasional de pobre letra, merece mi final desprecio y eterno rencor. Aunque nadie le haya juzgado ni condenado (pese a los esfuerzos de don Raúl Alfonsín en los años 80).
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