domingo, 8 de noviembre de 2015

Macri habla y mete miedo

Faltan catorce días para el domingo 22 de noviembre, esa jornada en la que la vida política argentina estrenará un formato electoral: la segunda vuelta, llamada “ballottage” por los franceses, en la que los ciudadanos deben decidir entre dos candidatos después de un primer turno en el que ninguno de ellos superó el porcentaje mínimo requerido. La palabreja quiere decir “votar con bolitas”.
Eso es lo que necesitan Daniel Scioli y Mauricio Macri, conseguir más bolitas que el otro; una bolita más les alcanzaría para depositar en el despacho principal de la Casa Rosada a quien quiere mantener las cosas bien hechas a lo largo de 12 años, corregir lo que considera mejorable y de­sarrollar nuevas herramientas para alcanzar un desarrollo nacional, con participación del capital nacional e inclusión social. También alcanzaría para todo lo contrario, ya que siempre fueron conocidas las políticas que impulsan Macri y su equipo. Sin embargo, al finalizar la semana, los principales referentes económico y energético de Cambiemos, decidieron que los planes salieran del cono de sombra y sinceraron los ejes de sus propuestas
Desnudos al sol
Alfonso Prat-Gay fue el economista que Macri decidió tirar a la cancha; ex presidente del BCRA y consultor del J. P. Morgan en Nueva York, Londres y Buenos Aires, la banca acusada de la burbuja inmobiliaria generada por préstamos hipotecarios otorgados a familias con bajo poder adquisitivo, que en poco tiempo no podían pagar sus cuotas mensuales, y que estallara en 2008.
El jueves pasado adelantó que, en caso de imponerse su sector, “habrá un dólar único” y “subirá el oficial”. De ese modo complementó la propuesta explicitada por el ex jefe de Shell y referente energético y potencial ministro de Cambiemos, Juan José Aranguren, quien se proclamó a favor de la liberalización del tipo de cambio y la eliminación de la administración cambiaria. Más allá del deporte nacional de referirse al dólar, aunque no se lo tenga, esas medidas implican una devaluación inmediata, es decir la suba de los precios en las góndolas de los supermercados y los almacenes de barrio. O sea, un demoledor ataque a los sectores populares.
El destape macrista también incluyó, al referirse a la “quita de subsidios”, la revisión de las tarifas de los servicios públicos. Profundizando la propuesta, Aranguren adelantó su decisión de “evaluar” lo actuado por YPF en sus tres años de reestatización, “para poder recomendar o no la continuidad de este tipo de administraciones”, una clara apertura hacia la posibilidad de volver a privatizarla o achicarla, con desregulación del mercado energético. O de entregarla, al igual que Aerolíneas y los fondos de pensión, a los fondos buitre, que tan deseosos están en complacer.
El plan explicitado facilitaría el ingreso de capitales extranjeros sin restricciones, rentabilidades extraordinarias a los exportadores gracias a un tipo de cambio “alto” y a la posibilidad de exportar con libre remisión de las utilidades.
Otra vereda
Entre las novedades también figura la alusión del equipo sciolista al tema inflacionario. Su propia ministra de Economía, Silvina Batakis, se encargó de hablar del tema, reconocer su existencia y dar detalles sobre medidas vinculadas, como el nuevo piso para pagar Ganancias, que duplica el actual hasta llegar a los $37.000 de salario bruto, con liberación de esa carga en el medio aguinaldo de diciembre. Datos fuertes que no siempre llegan a oídos de sus potenciales beneficiarios.
Además, reiteró que el gobierno de su sector garantizaría el 82% móvil para los jubilados que cobran el haber mínimo. Otro tanto expresó sobre la propuesta de devolución del IVA a los beneficiarios de planes sociales. No por complejo, el tema impositivo deja de afectar a cada uno de los que gastan hasta en un sachet de leche, por el que aportan el 21% al Estado. El retorno de ese impuesto implica que quien invierta $1.000, por ejemplo, en alimentos, tendrá una devolución de $210 que, otra vez como hipótesis, podrá volver a destinar a cuestiones básicas.
Movimientos
El escenario de las campañas es totalmente novedoso. Incluye un cara a cara inédito en el país, en el que se usará hasta el escenario extraño del espectáculo, bautizado como “El debate”, a partir de reglas impuestas por una fundación manejada por los grandes empresarios, moderado por los mismos periodistas que ya descalificaron a Scioli en primera vuelta y que, día a día, opinan en su contra. Los que se sienten frente a las pantallas televisivas, sin siquiera pensarlo, irán “completando” los dichos de uno y otro con la información ya anclada en sus cerebros a partir del discurso de esos profesionales.
El Frente para la Victoria calentó sus músculos después del domingo 25. Crecieron sus recorridos puerta a puerta que siempre caracterizaron a la militancia peronista; grupos, colectivos políticos, culturales, sociales, afines a las políticas actuales o asustados ante la posibilidad de perder conquistas, se pusieron en movimiento.
El propio candidato sumó a su esquema de actos con escenario, dirigentes y cámaras de televisión recorridos por las mismas calles barriales que caminan quienes debieran votarlo. A la hora de los votos, podrá calcularse si el relanzamiento de la campaña le permitió acercar a quienes no votaron sus propuestas.
La Presidenta dejó en claro, desde los balcones interiores de la Rosada y a través de sus discursos formales, que apoya con toda la fuerza de su sector la postulación de Daniel Scioli y que aspira a su triunfo. Su imagen positiva y el trabajo de sus seguidores estarán representados en las urnas del 25. A Scioli le tocó salir a cosechar nuevos espacios.
Massa y massistas
Del mismo modo que logró mantenerse arriba del ring hasta el último minuto electoral, el ex candidato de UNA trata de que su fuerza sobreviva aún después del tercer puesto alcanzado. Dijo cosas atinadas. En primer lugar, que el voto no tiene dueño y el ciudadano no es ganado. En segundo término, recordó sus propuestas de campaña y le planteó a su espacio que mire cuáles son los planes de los dos que quedaron en escena. También jugó mucho con el concepto de “cambio”, tratando de dar señales favorables a quienes usaron un derivado verbal de ese concepto para designar a su espacio.
Sin embargo, y el caudal de votos nada despreciable de su “ancha avenida” lo muestra, las simpatías del ciudadano no siempre se mueven al compás de la batuta de sus dirigentes.
Ni el tigrense, ni las elecciones lo decidieron, la Constitución Nacional lo dispone: el 10 de diciembre de 2015, Cristina Kirchner colocará la banda presidencial a quien elija el pueblo.
Ese día el país habrá cambiado, por encima de cualquier eslogan.

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