lunes, 24 de agosto de 2009

Prisioneros de la tierra: una obra excepcional


Joan "Nano" Benavent, el gran catalan con corazón argentino y quilmeño, sabe como pocos de no pocos temas --cine, argentino y mundial, en este caso-- y no pude resistir la tentaciòn de reproducir el recuerdo, publicado en su blog La Espada del Zorro, de la gran pelicula argentina que, si uno se esfuerza, y vaya que lo merce, puede conseguir en DVD.

La visioné muchas veces. La última siete días atrás. Es una pieza maestra del cine argentino, capital para el de Latinoamérica.

La idea de plasmarla partió de José Gola, galán mayor de la época. Por entonces integraba las filas de FORJA, junto a Arturo Jauretche, Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortiz y varios radicales jóvenes, distanciados de la conducción partidaria ejercida por el ex mandatario Marcelo T. Alvear, complaciente con el "Fraude Patriótico" auspiciado por el General Justo, los conservadores y los radicales antipersonalistas.

El más destacado entre los últimos era justamente el Presidente Roberto M. Ortiz, diabético propenso a la ceguera y opuesto a su patrocinador. Con este abogado y hacendado, ungido candidato electoral del último fraude en la Camara de Comercio Británica, un sector de la elite intentó restaurar los carriles democráticos; devastados en septiembre de 1930 por los generales Uriburu y Justo, déspotas compinchados con buena parte de la sociedad política.

Sin esta estrategia vigente, de carácter aliadófilo frente a la Guerra Europea -truncada tres años después por coroneles que admiraban al Eje-, no se hubiera podido realizar "Prisioneros de la tierra".

La inesperada muerte de Gola en los prolegómenos de la localización transfirió el protagonismo heroico de "Podeley" al joven Ángel Magaña, encargado en principio de componer otro personaje. Emparejado en la ficción con Elisa Galvé, se enamoraban en la frondosa selva misionera de los yerbatales y la explotación más despiadada. Él era un "mensú" (obrero contratado bajo sujeción esclavista); ella hija de madre "mensú" (ya fallecida) y un médico alcoholico (Raúl De Lange). Como patrón cruel y atormentado oficiaba el gran actor Francisco Petrone, con el pelo teñido de rubio al representar a Köhner, un alemán nostálgico de su tierra que odia la seva y a sus virtuales esclavos. Enamorado de la chica, emplea todos los medios para hundir a "Podeley".

Finalmente, éste comanda una rebelión, ajustándole las cuentas a latigazos en larga peregrinación por la selva, hasta dejarlo exánime. Empero, los capangas del fallecido y otros explotadores consiguen ultimarlo.

Junto al nudo dramático tejido por los personajes centrales, lo más destacado de la historia radica en su denuncia objetiva de la explotación agraria, presente en las revueltas obreras contra "La Forestal", aquellas que provocaron las masacres masivas causadas por la intervención del Ejército en los iniciales años ´20.

Construido el guión por Daniel Quiroga, sobre la base de las "Historias de la Selva" escritas por su padre Horacio -uno de los mejores autores argentinos del siglo XX-, lo imprimió el director Mario Soffici junto a un equipo de técnicos laborioso y competente. La atmósfera y los espléndidos decorados ahondaron los matices sombríos de esta historia, sin legado inmediato en el celuloide.
Su realización prefigurará la vecina emergencia cooperativista de actores, directores y técnicos talentosos, mediante "Artistas Argentinos Asociados", sello emblemático de la mejor calidad y el mayor empeño temático en la industria fílmica de los años ´40.

Quizá con Gola presente se hubiese equilibrado la poderosa reciedumbre y complejidad que Petrone imprimió a su personaje. Razonable actor dueño de una simpatía especialmente efectiva en las comedias o dramas ligeros del cine de la época, Magaña quitó hierro a la rebeldía de "Podeley", en beneficio del romance juvenil al estilo shakespeareno de "Romeo y Julieta" con Elisa Galvé. No obstante, el merecido sitial de esta obra maestra en el que brillan todos sus actores (los secundarios Homero Cárpena, Roberto Fugazot y el propio De Lange) se ha conservado en el tiempo.

Una pequeña anécdota personal finaliza esta placentera reseña. En 1961, ingresado yo a Filosofía y Letras, tuve el placer de asistir a un recital dramático de Raúl De Lange, auspiciado por uno de nuestros profesores: el fallecido escritor (y seductor de alumnas) Pedro Larralde.

Le recuerdo altísimo, conservando su acento alemán (pese a ver la luz en San Isidro) y la gran vena dramática, presente en su médico, abandonado y alcohólico -al borde del delirium tremens- de "Prisioneros". Hebras largas y blancas matizaban su pelo oscuro derramando mechones a los costados. Su máscara era impresionante. Con los años olvidé el texto del recitado; no la forma en que crispaba los puños y desnudaba las falanges en cada frase. De Lange proyectaba un trozo de historia del teatro y el cine argentinos. Lo supe después de ver la obra maestra de Soffici y su equipo de colaboradores, pertenecientes a la izquierda o a ideologías que propugnaban una mayor justicia social en una época difícil.

1 comentario:

  1. Otro fuerte abrazo para un gran criollo, mi amigo Alberto, hermanado en tantas cosas...
    Me alegro que hayan editado en formato DVD esta joya del cine mundial. Pude grabar "Prisioneros" en un programa de trasnoche de la TV española.Desde entonces, al menos una vez al año no paré de visionarla.Su cadencia e imágenes me llenan de renovada emoción. También atesoro -entre otras piezas de oro- "La Guerra Gaucha", primer filme de Artistas Argentinos Asociados, dónde la gente de FORJA y otros partidos de izquierda sentaron sus reales en la industria. Toda esa latencia patriótica y social anunciaba el peronismo de 1945. La herencia dejada por "Prisioneros de la Tierra" la recogió más tarde Hugo del Carril con "Las aguas bajan turbias" (inspirada en la obra de Alfredo Varela) y dos décadas después renació con "La Patagonia Rebelde" (Idem de Osvaldo Bayer).
    No obstante, la obra maestra de nuestro querido Mario Soffici, inspiraría temas del cine mexicano, cubano y chileno a lo largo de décadas.
    El talento argentino había marcado un canon artístico muy alto en 1939.
    Tu publicación de esta crónica me honra una vez más.
    El abrazo de siempre para vos y tu gente, Albertito.
    Nano

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