La
situación ha llegado a un límite insostenible con la nueva oleada de brutales
aumentos del transporte, la luz, el gas y el agua, que se suman a cifras
dramáticas de pobreza e indigencia, endeudamiento externo, recesión económica e
inflación descontrolada, con pretensión de imponer un techo a las paritarias.
Ante
esta realidad, que se fue agravando día tras día desde diciembre de 2015, fuera del oficialismo explícito hay una
parte de la dirigencia política burguesa que es cómplice y otra que se
reivindica opositora, pero facilitó gran parte de los atropellos de la
derecha neoconservadora.
Los dirigentes surgidos del campo nacional y
popular han cometido –a mi juicio, claro-- dos errores, que no son nuevos:
1)
No convocan –los que tienen
autoridad y poder para hacerlo-- en
forma permanente a la lucha organizada del pueblo. Piensan que con la
crítica, aún la más enérgica, se cumple con el papel opositor, y que ese rol se
agota en la difícil tarea de presentar una alternativa electoral para 2019.
2)
Como no conciben la construcción de poder popular en los territorios,
los establecimientos educativos y de trabajo, causa fundamental que limitó las
indudables conquistas de 12 años de gobierno, impidió su profundización y nos
llevó a la derrota en 2015, creen que la
construcción del frente nacional se reduce a los acuerdos superestructurales,
aún los mejores que se puedan lograr. Esos acuerdos son imprescindibles,
sin duda, pero totalmente limitados, y hasta con perniciosos condicionamientos,
si carecen del acompañamiento del más amplio protagonismo popular.
Es
absurdo enojarnos con la supuesta “indiferencia”, de una porción importante de
nuestro pueblo, entre ellos los principales afectados por este gobierno, si los que hoy son objetivamente la dirigencia
opositora no convocaron desde la
política a resistir desde el primero al último intento de avasallar
derechos y conquistas, lo que se hizo muy parcialmente, y fundamentalmente
desde el sindicalismo combativo y las organizaciones sociales.
No se
hizo, y lo que es más grave, no se ha producido un planteo político concreto
que impida, o frene tanta brutalidad, con lo que de hecho se llamó, y se llama,
a esperar un triunfo electoral en 2019, y hasta entonces se resignan a la
destrucción del país y el empobrecimiento del pueblo, que se agravó con cada
día de la actual gestión y se agravará aún más en cada día que nos queda hasta
esa fecha.
No
pretendo, al margen de mis ideales, que convoquen
a una revolución, o asuman las peregrinas ideas de todo o nada que plantean los
que los medios denominan como “la izquierda”. Sencillamente porque no es
posible, ni el planteo ni su concreción.
Nuestra
Constitución Nacional, concebida al
igual que la estadounidense bajo el concepto de que “El pueblo no delibera ni Gobierna, sino a través de sus representantes”,
expresamente formulado para impedir la participación popular, no contempla
mecanismos de democracia directa como la Constitución
De La Ciudad De Buenos Aires, que habilita en su artículo 67 la “Revocatoria de Mandato”. La condición
es que el Supremo Tribunal Electoral declare la razonabilidad del pedido y
habilite planillas especiales para sumar una cifra equivalente al 20% del padrón
electoral del distrito (unas 500.000 firmas), con lo cual se convoca a un
referéndum, que si gana en las urnas desplaza
por voluntad popular al Jefe de Gobierno y/o los funcionarios cuestionados.
Claro
que el PRO lo oculta pero, con intencionada demora en su decisión, la justicia electoral admitió ya avanzado
2014 la “razonabilidad” de un pedido de revocatoria para Macri y Vidal,
fundamentada en la brutal represión en el Borda, las muertes y destrucción de
las inundaciones en Saavedra y la violación de la legislación vigente por el
abuso de los decretos de necesidad y urgencia. En poco tiempo, se obtuvieron
130.000 firmas, sin el apoyo de ninguno
de los partidos de la oposición, ni siquiera del Frente para la Victoria
porteño, pese a que éramos referentes de ese espacio los que impulsamos esa
iniciativa, que debió interrumpirse cuando en 2015 comenzaron a regir los
plazos previos a las elecciones nacionales.
¿Qué hubiera pasado si la oposición se unía, si entre todos los que bien sabíamos quiénes son Macri y Vidal obteníamos el respaldo suficiente, y llegábamos al referéndum?
Aun sin lograr mayoría, lo que era previsible por la conducta del electorado porteño, el debate y esclarecimiento en todo el país en torno a la gestión y las responsabilidades de Macri y Vidal no dudo que hubieran hecho imposible su estrecho triunfo, y en el balotaje, a nivel nacional.
Ya
dijimos, la Constitución Nacional no
habilita estos mecanismos de democracia directa, pero si permite que los
legisladores reclamen el juicio político a Macri y sus funcionarios sobre
la base de su mala gestión, el injustificable endeudamiento externo, su –en casos--
mortal desprotección de la población en salud, educación o vivienda.
Concretamente, el Artículo 53 confiere
la potestad a la Cámara de Diputados de acusar ante el Senado "...al presidente, vicepresidente, jefe
de gabinete de ministros, ministros y a los miembros de la Corte Suprema, en
las causas de responsabilidad que se intenten contra ellos, por mal desempeño o
por delito en el ejercicio de sus funciones; o por crímenes comunes...".
En el caso de que el Senado decida por la mayoría de dos tercios de votos sobre
todos los cargos, o sobre alguno de ellos, se declarará al acusado incurso en
la destitución de su empleo, según lo establece el Artículo 60.
Esta es
una iniciativa política concreta –legítima,
legal, constitucional y totalmente democrática-- para reconciliar la Ciudadanía
y la Política, que convoca al
protagonismo popular, al debate y movilización masiva para frenar los abusos,
aún si no se logran las fuertes mayorías exigidas en las dos Cámaras, al
tiempo que facilita y da un marco
general para la multiplicación de las luchas para frenar esta ofensiva
brutal, el despojo a que nos somete Cambiemos, que no se detendrá mientras
conserven el poder.
Esta
es, ante todo, una posición y no una
receta, puede no ser compartida, o surgir otra/s, aunque no sucedió a lo
largo de estos tres años, pero lo que no
se puede hacer es limitarse a esperar un triunfo electoral (por el que sin
duda pondremos todo lo que cada uno pueda poner), mientras día a día destruyen al país y condenan a los argentinos
hasta un muy lejano 10 de diciembre de 2019.
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