miércoles, 26 de abril de 2017

Fernando Iglesias: un provocador todo terreno (antipopular)


Sus ex amigos, entre quienes NO me cuento, lo definen con numerosos y desdorosos adjetivos.
Su egolatría, y la promesa del Grupo Clarín de “darle manija” le permitieron en los primeros años del gobierno anterior, cuando todavía no lo habían “instalado” y era un ilustre desconocido, titular un libro “Kirchner y yo”: nada menos.
De entonces vienen tanto sus definiciones provocadoras, antiperonistas, pero sobre todo el profundo desprecio de todo lo "colectivo" y popular.
Desaparecido durante algunos años, el monopolio lo relanza (hasta más de una vez por semana en sus programa diarios, o hasta varias veces en el día) en todos sus canales abiertos, de cable y radio, para que insulte (de eso se trata) parafraseando a Saint Jean “primero a lo K, luego a los tibios, y finalmente a los indiferentes”.
Ahora habla del “Club del helicóptero” golpista, del “Frente Reciclador”, en el estilo con que, en 2009, se presentó ¡ante la Justicia Penal! para denunciar por "usurpación de la Presidencia de la República" a Néstor Kirchner, en "perjuicio" de Cistina Fernández.
La nota cuyo enlace incluyo me surgió en diciembre de ese mismo año en respuesta a un artículo presuntuoso y ridículo que publicó en Crítica (titulado "PUTIN, STALIN Y LOS  KIRCHNER", antes que la vaciara el, todavía, "progresista" Lanata.
Por supuesto nunca fue publicada. Tampoco, esas cosas de algunos amigos de la década ganada, por el entonces ascendente Roberto Caballero, que sí reprodujo la de Iglesias en una revista dedicada a contraponer escritos en debate, que dirigía antes de ser director de Tiempo Argentino.
Va enlace a la nota publicada en este blog. en 2009, bajo el titulo "FERNANDO IGLESIAS, STALIN Y LOS KIRCHNER"
En una descabellada cabalgata que parte en su familia comunista –de quien dice despreciar su olfato político Fernando Iglesias logra, por fin, explicarse y explicarnos, “la fascinación de buena parte de mi familia y de la izquierda argentina por los Kirchner”: afirma, nada menos, que “el kirchnerismo es una encarnación débil del estalinismo con su tradicional carga de populismo, nacionalismo e industrialismo”.
La nota, titulada “Putin, Stalin y los Kirchner” –que publica el 26/2/08 Critica de la Argentina– pese a que acumula una catarata de categorías incomprensibles sin la ayuda de un diccionario especializado, omite pudorosamente que la división entre ideología en un sentido “débil” y otro “fuerte” pertenece a Norberto Bobbio, a quien no cita, por supuesto.
Sobre el final, llega a una conclusión aun más disparatada. En su opinión ese “estalinismo kirchnerista” fundamenta el acercamiento con Rusia que, en lugar de una racional política exterior de relaciones diversificadas y la búsqueda de mercados para nuestros productos en medio de la más formidable crisis económica en un siglo, es la concreción de un “escandaloso intento de hacer de la Argentina un paraíso para el lavado de dinero sucio, en momentos de gran expansión de la mafia rusa”. Un argumento en el que coincide con el lopezreguista y pro ruralista Partido Comunista Revolucionario (PCR), supuesta izquierda que olvida nombrar, quizá porque ella coincide con su furia antiperonista y antikirchnerista.
Esta nueva adquisición de Elisa Carrió como Alfonso Prat Gay, Enrique Olivera, Patricia Bullrich, o María Eugenia Estenssoro, quienes seguro huirán rápidamente de su lado, como tantos otros considera al estalinismo como “la más terrible pesadilla de la historia de la humanidad” cuando, si bien nefasto, incomparable con el nazismo y el fascismo. Su afirmación es bastante insultante para la inteligencia y el sentido común. Pero no extraña, si su jefa espiritual ya ha gastado las más absurdas comparaciones. Calidad institucional, que le dice.
Como nos negamos a descender a semejante nivel, trataremos de que el diputado intente evaluar otras razones por las cuales hombres y mujeres que, como en mi caso, provenimos de la izquierda tradicional, apoyemos, más allá de cuestionamientos concretos y públicos, el proyecto nacional y popular que está en marcha.
Por ejemplo, recordar que de nada sirvió agitar que Alicia Moreau de Justo impulsó el voto femenino  o las leyes sociales Alfredo Palacios y los comunistas, si cuando Eva y Juan Perón las hicieron realidad no estuvimos allí para apoyarlas y defenderlas juntos. Esto nos planteamos cuando un gobierno como el de Kirchner, y ahora Cristina Fernández, impone en la agenda y el debate temas por los que siempre hemos luchado y que, hace apenas unos años, en medio de la orgía menemista, parecían apenas tercas utopías.
Sin duda, Iglesias prefiere abjurar de su familia y de las mejores tradiciones de lucha de la izquierda argentina para optar por repetir y profundizar sus errores como si fueran virtudes. Ahora brega por la refundación de una suerte de Unión Democrática, en lo que –¡oh, casualidad!– coincide con algunos autodenominados “kirchneristas” que pensaron -e insisten que eso hasta es deseable, convencidos de que “agudizar las contradicciones” y “polarizar el enfrentamiento” favorecería la homogeneización del campo popular y aislaría al enemigo de manera contundente.
Por el contrario, ya lo hemos dicho y escrito, nosotros apostamos a impedir que nos vuelvan a dividir con falsas antinomias como entonces fueron Democracia o Fascismo por un lado, y Braden o Perón por el otro.
Trataremos de no cometer, al menos, los mismos errores y trabajaremos para evitar que muchos compañeros, con sobradas muestras de pertenecer al campo nacional y popular, queden otra vez del lado de la antipatria.
No despreciamos como lo hizo casi toda la izquierda y parte del peronismo combativo en los años 60 y 70 la “democracia formal”, tema al que la Presidenta dedicó una frase contundente, e ignorada por Iglesias. Pero tampoco seremos tan ingenuos como para permitir que nos impongan una nueva cruzada contra el autoritarismo, para esconder el debate de fondo acerca de la distribución de la riqueza.
Menos estos supuestos defensores de la República que, en algunos casos, fueron beneficiarios de las dictaduras de turno, como los Blaquier, los Aguado, Macri, Pagani, Pérez Companc o los Miguenz; sus expositores y difusores, como algunos autodenominados periodistas independientes al servicio de Magneto y Mitre; o, incluso, ejecutores del remate y saqueo de los ’90, como Roberto Dromi, Carlos Melconian, Miguel Ángel Broda, Carlos Ruckauf, Ramón Puerta, o Miguel Ángel Toma.
¿Qué lecciones de republicanismo nos puede enseñar esta gente? Tampoco la señora Carrió o Fernando Iglesias quienes –pese a la tragedia del 2001siguen pontificando desde el banquito de los impolutos que los problemas del país son de corrupción y moral, con el mismo libreto que sostuvieron durante la Alianza.
¡Claro que son problemas! Pero no resuelven “El Problema”: el modelo socioeconómico de renta, rapiña, entrega del país y expropiación de los salarios de los trabajadores.
Si el diputado Iglesias quiere debatir acerca de la Constitución debatamos. Si quiere plantear la división de poderes y el papel del Congreso, aquí estamos. Pero también queremos escucharlo reclamar por el cumplimiento de artículo 14 bis de la Constitución.
La izquierda antiimperialista y popular está aquí para debatir si ofrecen un mejor rumbo que el actual.
Pero discutamos cómo se cumple toda la Constitución: la salud para todos, la educación para todos, la vivienda para todos, el trabajo y el salario digno para todos, la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, cuya sola mención acaba de escandalizar al establishment.
A ver si estos demócratas quieren discutir estos derechos garantizados por la Constitución.
Nosotros sí.

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