martes, 29 de abril de 2014

El fin de un orden y el comienzo de una guerra


Inquietante y agudo análisis sobre lo que sucede en Ucrania y sus posibles derivaciones, realizado por el periodista Walter Goobar.


Nos prometieron que después de la unificación de Alemania no habría ninguna expansión de la OTAN en el Este. Sin embargo, la OTAN se expandió agregando países del antiguo Pacto de Varsovia, ex países de la URSS, y pregunté '¿Por qué están haciendo eso?' Y me respondieron 'No es asunto suyo'", relató con un dejo de amargura, el presidente ruso Vladimir Putin durante una conferencia de prensa realizada en Moscú.
No hacía falta esa confesión para caer en la cuenta de que EE UU está en la fase de apertura de una guerra contra Rusia y los responsables en Washington han transferido su atención de Medio Oriente a Eurasia, donde esperan lograr la parte más ambiciosa del proyecto imperial: establecer bases de operaciones a lo largo del flanco occidental de Rusia, para lo que apuntan a detener la integración económica entre Asia y Europa, e iniciar el desmembramiento de la Federación Rusa. 
Según Mike Whitney , autor de Obama y la política de la ilusión, Estados Unidos se propone extender sus bases militares por toda Asia Central, apoderarse de recursos vitales y corredores de gasoductos, y cercar China a fin de controlar su futuro crecimiento. La pelea en Ucrania indica que ya ha sonado la campana de inicio y la operación ha comenzado.

Como veterano agente de la KGB, Putin ya sabe que la CIA, el Departamento de Estado y las ONG financiadas por EE UU estuvieron directamente involucrados en el golpe en Kiev. Sabe (por mensajes telefónicos hackeados) que Washington participó en la selección de los dirigentes de la junta. Sabe que la Casa Blanca y la OTAN ya han debilitado el espíritu del acuerdo de Ginebra al intensificar las sanciones económicas y planificar el envío de más recursos militares al Báltico así como 10 mil efectivos de infantería a Polonia y más barcos de guerra al Mar Negro. Sabe que altos responsables políticos de Estados Unidos lo han satanizado en los medios como el nuevo Hitler, un mote indefectiblemente fijado a objetivos de la agresión de Washington. Y sabe que el equipo de Obama está cargado de neoconservadores sedientos de sangre y de recalcitrantes guerreros de la Guerra Fría quienes nunca abandonaron la idea de dividir Rusia en trozos más pequeños, saquear sus recursos, e instalar un títere estadounidense en Moscú. 


Con ese fin, los medios occidentales conformaron la absurda narrativa de que Crimea forma parte del "malévolo" plan de Putin de reconstruir la Unión Soviética (URSS) y volver a los días de gloria del Imperio Ruso. Para comprender el actual pensamiento dominante en la Casa Blanca, basta hojear las memorias del ex secretario de Defensa Robert Gates: "Cuando la URSS estaba colapsando a fines de 1991, Dick Cheney quería ver no sólo su desmantelamiento sino el de la propia Rusia, para que nunca volviera a constituir una amenaza para el resto del mundo", escribió. Gates se refería al entonces secretario de Defensa, y después vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney.


El Consejero Nacional de Seguridad del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, es el principal arquitecto de la actual política. En su clásico El Gran Tablero y los imperativos geoestratégicos, Brzezinski afirma que EE UU necesita controlar la masa continental de Eurasia y rechazar a potenciales rivales para mantenerse como única superpotencia del mundo. Sus críticos afirman que el libro es un proyecto para una dictadura global, algo que cuesta rebatir. El plan de Brzezinski involucra considerables riesgos, porque Rusia tiene armas nucleares. Pero los riesgos son superados por la perspectiva de una dominación global indisputable. 


El problema con la política de Washington en Ucrania es que deja pocas opciones a Putin. Si despliega tropas para defender a rusos étnicos en el Este, Obama pedirá más sanciones económicas, una zona de "no vuelo", despliegue de la OTAN, y el corte de suministros de gas natural y de petróleo a Europa. Si Putin no hace nada, los ataques contra los rusoparlantes en Ucrania se intensificarán y EE UU proveerá apoyo militar y logístico encubierto a extremistas neonazis en el Ministerio del Interior, como lo ha hecho con terroristas yihadistas en Siria y Libia. Eso arrojará Ucrania a una devastadora guerra civil que dañará la economía de Rusia y debilitará su seguridad nacional. Desde cualquier punto de vista, Rusia pierde.


El periodista David Paul resumió la situación en un artículo del Huffington Post, donde dijo: "La formulación estratégica de Brzezinski se propone realzar a largo plazo el poder estadounidense en la región, y no importa si Putin encuentra una manera de echar marcha atrás o prefiere invadir. No importa lo que decida Putin… servirá en última instancia a los intereses de EE.UU., incluso si una guerra civil ucraniana y una crisis energética en Europa tienen que formar parte del precio".  


Ese es el dilema de Putin, elegir el camino que sea menos probable que exacerbe la situación y lance a Ucrania más profundo al abismo. Por ahora, la alternativa parece obvia, es decir, debiera simplemente estarse quieto, resistir la tentación de involucrarse, y evitar hacer nada apresurado. En última instancia, eso será visto como fuerza y podrá jugar un papel más constructivo guiando a Ucrania de vuelta a la paz y la seguridad. Pero, por ahora, debe ser paciente y esperar. 


La supervivencia de Putin y la de la Federación Rusa dependen en gran medida de su capacidad de comprender rápidamente la nueva realidad y de adaptarse consecuentemente. Si decide ignorar las señales de advertencia puede enfrentar el mismo fin que Saddam o Khadafi. Por lo tanto la primera prioridad es simplemente enfrentar el hecho de que la guerra ha comenzado. Todas las decisiones futuras deberían derivar de esa noción básica.


El politólogo ruso Geidar Dzhemal advierte que en la guerra van a participar Rusia, por un lado, y Ucrania, Estados Unidos y la UE por el otro, pero de momento no queda claro qué hará China.


Los EE UU están interesados en que la guerra transcurra bajo su supervisión, pero sin su participación directa. Han aprendido de la amarga experiencia en Afganistán e Irak, donde de hecho han perdido ante un enemigo mal armado. Saben que su ejército profesional no vale para nada y utilizar un ejército de remplazo como en Vietnam representaría un desastre social. Sería además reconocer el completo fracaso de la política llevada a cabo desde 1973. Sería reconocer que 40 años después de Vietnam no han logrado estabilizar la situación política en torno suyo y necesitan volver al ejército de reemplazo. Mientras que aumentar la capacidad tecnológica militar para resolver todas las cuestiones a distancia queda fuera de las posibilidades financieras de los EE.UU. Y es que cada paso para aumentar el poder tecnológico aumenta los gastos en proporción geométrica. Por eso Estados Unidos necesita que todos luchen contra todos, mientras aparece como árbitro y juez. Para ellos sería ideal enfrentar a Rusia con Europa, Rusia con China, Rusia con el Medio Oriente, China con India o con Japón. Y cuando ya todo el mundo se esté matando, aparecen vestidos con el traje blanco, como el centro global de coordinación, dirección. Es su objetivo en última instancia. Así que de momento todo lo que ocurre con Ucrania queda enmarcado dentro de su proyecto, vaticina el politólogo ruso.Puede que el perfil de Putin sea idóneo para una nación en ascenso y el de Obama, para una en decadencia, aunque lo único seguro es que estamos ante el fin del Nuevo Orden Mundial de Bush y que la geopolítica tiene una naturaleza cambiante.

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