domingo, 8 de julio de 2012

Un Proyecto Quimérico



Seguimos con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
 
Hablamos de “ideas o proyectos quiméricos” para referirnos a ilusiones desmedidas cercanas, en ocasiones, al delirio.
La expresión se popularizó particularmente a principio de este siglo, a raíz de la afiebrada búsqueda de oro en Alaska y el norte de Canadá. Se habló entonces de “la quimera del oro”, palabras que sirvieron de título a un famoso filme de Charles Chaplin.
El adjetivo “quimérico” proviene de la Quimera de los griegos: un animal fabuloso nombrado por primera vez en La Ilíada. Homero lo describe con cabeza de león, vientre de cabra salvaje y cola de serpiente. Echaba fuego por la boca y fue muerto por un héroe tan apuesto como valeroso llamado Belerofonte.
En su Manual de Zoología Fantástica, Borges comenta que “Era demasiado heterogénea: el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo animal”. De modo que el monstruo pasó al olvido para dejar el calificativo de quimérico como una simple metáfora.
Como ocurre con las brujas, ya nadie cree en la Quimera con mayúscula. Pero de las otras, no hay duda que las hay. Y siempre encuentran sitio en la gente que se deja llevar por espejismos.

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