jueves, 26 de diciembre de 2013

Las drogas y la máquina de guerra de Estados Unidos


Peter Dale Scott es doctor en Ciencias Políticas, profesor emérito de Literatura Inglesa de la Universidad de California (Berkeley), poeta y ex diplomático canadiense.  Su más reciente libro, “La Machine de guerre américaine “[la Máquina de Guerra de Estados Unidos], fue publicado en francés por Éditions Demi-Lune en octubre de 2012. En esta entrevista responde al colaborador de “Rebelión”, de Nicaragua, Maxime Chaix, traductor de sus trabajos al idioma francés.

Maxime Chaix: En su último libro, La Machine de guerre américaine, usted estudia profundamente lo que usted llama la «conexión narcótica global». ¿Puede aclararnos esa noción?


Peter Dale Scott: Permítame, ante todo, definir lo que yo entiendo por «conexión narcótica». Las drogas no entran en Estados Unidos por arte de magia. Importantes cargamentos de droga son enviados a veces a ese país con el consentimiento y/o la complicidad directa de la CIA. Le voy a poner un ejemplo que yo mismo cito en La Machine de guerre américaine. En ese libro yo menciono al general Ramón Guillén Dávila, director de una unidad antidroga creada por la CIA en Venezuela, quien fue inculpado en Miami por haber introducido clandestinamente una tonelada de cocaína en Estados Unidos. Según el New York Times, «la CIA, a pesar de las objeciones de la Drug Enforcement Administration [DEA], aprobó el envío de al menos una tonelada de cocaína pura al aeropuerto internacional de Miami [,] para obtener información sobre los cárteles colombianos de la droga». En total, según el Wall Street Journal, el general Guillén posiblemente envió ilegalmente más de 22 toneladas de droga a Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades estadounidenses nunca solicitaron a Venezuela la extradición de Guillén. Incluso, en 2007, cuando [Guillén] fue arrestado en su país por haber planificado un intento de asesinato contra [el presidente] Hugo Chávez, el acta de acusación contra ese individuo todavía estaba sellada en Miami. Lo cual no es sorprendente, sabiendo que se trataba de un aliado de la CIA.

Pero la conexión narcótica de la CIA no se limita a Estados Unidos y Venezuela sino que, desde los tiempos de la postguerra, ha ido extendiéndose progresivamente a través del mundo. En efecto, Estados Unidos ha tratado de ejercer su influencia en ciertas partes del mundo pero, siendo una democracia, no podía enviar el US Army a esas regiones. Así que desarrolló ejércitos de apoyo (proxy armies) financiados por los traficantes de droga locales. Ese modus operandi se convirtió poco a poco en una regla general. Ese es uno de los principales temas de mi libro La Machine de guerre américaine. En ese libro yo estudio específicamente la “operación Paper”, que comenzó en 1950 con la utilización por parte de la CIA del ejército del KMT en Birmania, [fuerza] que organizaba el tráfico de droga en la región. Cuando resultó que aquel ejército era totalmente ineficaz, la CIA desarrolló su propia fuerza en Tailandia (bajo el nombre de PARU). El oficial de inteligencia a cargo de esa fuerza reconoció que el PARU financiaba sus operaciones con importantes cantidades de droga.

Al restablecer el tráfico de droga en el sudeste asiático, el KMT –como ejército de apoyo– fue el preludio de lo que se convertiría en una costumbre de la CIA: colaborar en secreto con grupos financiados a través de la droga para hacer la guerra, como sucedió en Indochina y en el Mar de China meridional durante los años 1950, 60 y 70, en Afganistán y en Centroamérica en los años 1980, en Colombia en los años 1990, y nuevamente en Afganistán en 2001. Los responsables son nuevamente los mismos sectores de la CIA, o sea los equipos encargados de organizar las operaciones clandestinas. Se puede observar como desde la época de la postguerra sus agentes, financiados con las ganancias que reportan esas operaciones con narcóticos, se mueven de continente en continente repitiendo el mismo esquema. Por eso es que podemos hablar de «conexión narcótica global».


Maxime Chaix: En La Machine de guerre américaine, usted señala además que la producción de droga se desarrolla bruscamente en los lugares donde Estados Unidos interviene con su ejército y/o sus servicios de inteligencia y que esa producción disminuye cuando terminan esas intervenciones. En Afganistán, en momentos en que la OTAN está retirando paulatinamente sus tropas, ¿piensa usted que la producción disminuirá cuando termine la retirada?


Peter Dale Scott: En el caso de Afganistán es interesante ver que durante los años 1970, a medida que el tráfico de droga disminuía en el sudeste asiático, la zona fronteriza pakistano-afgana se convertía poco a poco en punto central del tráfico internacional de opio. Finalmente, en 1980, la CIA se implicó de manera indirecta, pero masiva, contra la URSS en la guerra de Afganistán. Por cierto, Zbigniew Brzezinski se jactó ante Carter de haber organizado el Vietnam de los soviéticos. Pero también desató una epidemia de heroína en Estados Unidos. Antes de 1979 sólo entraban a ese país muy pequeñas cantidades de opio proveniente del Creciente de Oro. Pero en un solo año, el 60% de la heroína que entraba en Estados Unidos provenía de esa región, según las estadísticas oficiales.

Como yo mismo recuerdo en La Machine de guerre américaine, los costos sociales de aquella guerra alimentada por la droga aún siguen afectándonos. Por ejemplo, sólo en Pakistán existen hoy, al parecer, 5 millones de heroinómanos. Sin embargo, en 2001, Estados Unidos reactivó, con ayuda de los traficantes, sus intentos de imponer un proceso de edificación nacional a un cuasi-Estado que cuenta no menos de una docena de grupos étnicos importantes que hablan diferentes lenguas. En esa época, estaba perfectamente claro que la intención de Estados Unidos era utilizar a los traficantes de droga para posicionarse en el terreno en Afganistán. En 2001, la CIA creó su propia coalición para luchar contra los talibanes reclutando –e incluso importando– traficantes de droga que ya había tenido como aliados en los años 1980. Como en Laos –en 1959– y en Afganistán –en 1980–, la intervención estadounidense fue una bendición para los cárteles internacionales de la droga. Con la agravación del caos en las zonas rurales afganas y el aumento del tráfico aéreo, la producción se multiplicó por más de 2 pasando de 3 276 toneladas en el año 2000 (y sobre todo de las 185 toneladas producidas en 2001, año en que los talibanes prohibieron la producción de opio) a 8 200 toneladas en 2007.

Hoy en día es imposible determinar cómo evolucionará la producción de droga en Afganistán. Pero si Estados Unidos y la OTAN se limitan a retirarse dejando el caos tras de sí, todo el mundo sufrirá las consecuencias –con excepción de los traficantes de droga, que se aprovecharían entonces del desorden para [desarrollar] sus actividades ilícitas. Sería por lo tanto indispensable establecer una colaboración entre Afganistán y todos los países vecinos, incluyendo China y Rusia (que puede ser considerada una nación vecina debido a sus fronteras con los Estados del Asia Central). El Consejo Internacional sobre la Seguridad y el Desarrollo (ICOS) ha sugerido comprar y transformar el opio afgano para utilizarlo con fines médicos en los países del Tercer Mundo, que lo necesitan con gran urgencia. Pero Washington se opone a esa medida, difícil de poner en práctica sin un sistema de preservación del orden eficaz y sólido. En todo caso, tenemos que dirigirnos hacia una solución multilateral en la que se incluya Irán, país muy afectado por el tráfico de droga proveniente de Afganistán. Se trata además del país más activo en la lucha contra la exportación de estupefacientes afganos y el que más pérdidas humanas está sufriendo por causa de ese tráfico. Por consiguiente, habría que reconocer a Irán como un aliado fundamental en la lucha contra esa plaga. Pero, por numerosas razones, ese país es considerado como un enemigo en el mundo occidental.



Maxime Chaix: En su último libro, La Machine de guerre américaine, usted demuestra que una parte importante de los ingresos narcóticos [de la droga] alimenta el sistema bancario internacional, incluyendo los bancos de Estados Unidos, creando así una verdadera «narconomía». En ese contexto, ¿qué cree usted del caso HSBC?



Peter Dale Scott: Primeramente, el escándalo de lavado de dinero del HSBC nos lleva a pensar que la manipulación de ingresos narcóticos por parte de ese banco pudo contribuir al financiamiento del terrorismo –como ya había revelado una subcomisión del Senado en julio de 2012. Además, un nuevo informe senatorial ha estimado que «cada año, entre 300 000 millones y un millón de millones de dólares de origen criminal son lavados por los bancos a través del mundo y la mitad de esos fondos transitan por los bandos estadounidenses». En ese contexto, las autoridades gubernamentales nos explican que no se desmantelará HSBC porque es demasiado importante en la arquitectura financiera occidental. Hay que recordar que Antonio María Costa, el director de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Crimen (ONUDC), recordó que en 2008 «los miles de millones de narcodólares impidieron el hundimiento del sistema en el peor momento de la crisis [financiera] global».

Así que el HSBC se puso de acuerdo con el Departamento [estadounidense] de Justicia para pagar una multa de unos 1 920 millones de dólares, con lo cual evitará ser objeto de acciones penales. El gobierno de Estados Unidos nos da a entender de esa manera que nadie será condenado por esos crímenes porque, como ya señalé anteriormente, ese banco es parte integrante del sistema. Eso es una confesión fundamental. En realidad, todos los grandes bancos de importancia sistémica –no sólo el HSBC– han reconocido haber creado filiales (los privates banks) concebidas especialmente para el lavado de dinero sucio. Algunos han pagado fuertes multas, habitualmente mucho menos importantes que las ganancias generadas por el lavado de dinero. Y mientras dure esa impunidad, el sistema seguirá funcionando de esa manera.

Es un verdadero escándalo. Piense usted en un individuo cualquiera arrestado con unos cuantos gramos de cocaína en el bolsillo. Lo más probable es que vaya a la cárcel. Pero el banco HSBC puede haber lavado unos 7 000 millones de dólares de ingresos narcóticos a través de su filial mexicana sin que nadie vaya a la cárcel.

En realidad, la droga es uno de los principales factores que sostienen el dólar, lo cual explica el uso de la expresión «narconomía». Los 3 productos que más se intercambian en el comercio internacional son, en primer lugar, el petróleo seguido por las armas y después la droga. Esos 3 elementos están interconectados y alimentan los bancos de la misma manera. Es por eso que el sistema bancario global absorbe la mayoría del dinero de la droga. Así que en La Machine de guerre américaine yo estudio de qué manera una parte de esos ingresos narcóticos financia ciertas operaciones clandestinas estadounidenses. Y analizo además las consecuencias que se derivan.


Maxime Chaix: Hace 10 años, la administración Bush emprendía la guerra contra Irak, sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Qué balance hace usted de ese conflicto, sobre todo en relación con sus costos humanos y financieros?


Peter Dale Scott: En mi opinión, ha habido dos grandes desastres en la política exterior reciente de Estados Unidos: la guerra de Vietnam, que no era necesaria, y la guerra de Irak, que lo era menos todavía. El objetivo aparente de esa guerra era instaurar la democracia en ese país, lo cual era una verdadera ilusión. Es el pueblo iraquí quien tiene que determinar si está hoy en mejor situación que antes de esa guerra, pero yo dudo que su respuesta sea afirmativa si se le consulta al respecto.

En cuanto a los costos humanos y financieros, ese conflicto fue un desastre, tanto para Irak como para Estados Unidos. Pero el ex vicepresidente Dick Cheney acaba de declarar en un documental que él haría lo mismo [que antes] «al minuto». Sin embargo, el Financial Times estimó recientemente que los contratistas habían firmado con el gobierno de Estados Unidos contratos por más de 138 000 millones de dólares en el marco de la reconstrucción de Irak. Sólo la empresa KBR, filial de Halliburton –firma que dirigía el propio Dick Cheney antes de convertirse en vicepresidente [de Estados Unidos]– firmó desde 2003 una serie de contratos federales por al menos 39 500 millones de dólares. Recordemos también que a finales del año 2000 –un año antes del 11 de septiembre– Dick Cheney y Donald Rumsfeld firmaron juntos un importante estudio elaborado por el PNAC (el grupo de presión neoconservador conocido como Proyecto para el Nuevo Siglo Americano). Aquel estudio, titulado «Reconstruir las Defensas de América» (Rebuilding America’s Defenses), reclamaba sobre todo un fuerte aumento del presupuesto de Defensa, el derrocamiento de Sadam Husein en Irak y mantener tropas estadounidenses en la región del Golfo Pérsico, incluso después de la caída del dictador iraquí. A pesar de los costos humanos y financieros de esa guerra, ciertas empresas privadas sacaron cuantiosas ganancias de ese conflicto, como yo mismo analizo en mi libro La Machine de guerre américaine. Para terminar, cuando se ven las gravísimas tensiones que hoy existen en el Medio Oriente entre los chiitas, respaldados por Irán, y los sunnitas, que cuentan con el apoyo de Arabia Saudita y Qatar, tenemos que recordar que la guerra contra Irak tuvo un impacto muy desestabilizador en toda esa región…


Maxime Chaix: Precisamente, ¿cuál es su punto de vista sobre la situación en Siria y las posibles soluciones?


Peter Dale Scott: Dado lo complejo de la situación no existe una respuesta simple sobre lo que habría que hacer en Siria, al menos a nivel local. Sin embargo, como ex diplomático, estoy convencido de que necesitamos un consenso entre las grandes potencias. Rusia sigue insistiendo en la necesidad de remitirse a los acuerdos de Ginebra. No es ese el caso de Estados Unidos, que efectivamente fue en Libia más allá del mandato concedido por el Consejo de Seguridad [de la ONU] y que está violando un consenso potencial en Siria. No es ese el camino a seguir ya que, en mi opinión, es necesario un consenso internacional. Si no, es posible que la guerra a través de intermediarios entre chiitas y sunnitas en el Medio Oriente acabe por arrastrar a Arabia Saudita e Irán a participar directamente en el conflicto sirio. Habría entonces un riesgo de guerra entre Estados Unidos y Rusia. Así estalló la Primera Guerra Mundial, desencadenada por un acontecimiento local en Bosnia. Y la Segunda Guerra Mundial comenzó con una guerra por intermediarios en España, donde Rusia y Alemania se enfrentaban indirectamente. Tenemos y podemos evitar que se repita ese tipo de tragedia.


Maxime Chaix: ¿Pero no piensa usted que, por el contrario, Estados Unidos está tratando hoy de ponerse de acuerdo con Rusia, esencialmente a través de la diplomacia de John Kerry?


Peter Dale Scott: Para responder a esa pregunta, permítame hacer una analogía en el Afganistán y en el Asia Central de los años 1990, después de la retirada soviética. El problema recurrente en Estados Unidos es que resulta difícil lograr un consenso en el seno del gobierno porque existe una multitud de agencias que a veces tienen objetivos antagónicos. Lo cual se traduce en la imposibilidad de obtener una política unificada y coherente. Eso es precisamente lo que pudimos observar en Afganistán en 1990. El Departamento de Estado quería llegar obligatoriamente a un acuerdo con Rusia. Pero la CIA seguía trabajando con sus aliados narcóticos y/o yihadistas en Afganistán. En aquella época Strobe Talbott –un amigo muy cercano del presidente Clinton, a quien representaba con mucha influencia dentro del Departamento de Estado– declaró con toda razón que Estados Unidos tenía que llegar a un arreglo con Rusia en Asia Central, en vez de considerar esa región como un «gran tablero» donde manipular los acontecimientos para obtener ventajas (para retomar el concepto de Zbigniew Brzezinski). Pero, al mismo tiempo, la CIA y el Pentágono estaban haciendo acuerdos secretos con Uzbekistán, [acuerdos] que neutralizaron totalmente lo que Strobe Talbott estaba tratando de hacer. Yo dudo que hayan desaparecido hoy en día ese tipo de divisiones internas en el seno del aparato diplomático y de seguridad de Estados Unidos.

En todo caso, desde 1992, la doctrina de Wolfowitz que aplicaron los neoconservadores de la administración Bush a partir de 2001 llama a la dominación global y unilateral de Estados Unidos. Paralelamente, elementos más moderados del Departamento de Estado tratan de negociar soluciones pacíficas a los diferentes conflictos en el marco de la ONU. Pero es imposible negociar la paz a la vez que se exhorta a dominar el mundo a través de la fuerza militar. Desgraciadamente, los halcones intransigentes se imponen más a menudo, por la simple razón de que disponen de presupuestos más elevados –los presupuestos que alimentan La Máquina de guerra estadounidense. Así que si usted logra compromisos diplomáticos, esos halcones tendrán menos presupuesto, lo cual explica por qué son las peores soluciones las que tienen tendencia a prevalecer en la política exterior de Estados Unidos. Y eso es precisamente lo que pudiera impedir un consenso diplomático entre Estados Unidos y Rusia en el caso del conflicto sirio.

lunes, 16 de diciembre de 2013

TUCUMAN: "Sentires que nunca se harán olvido"

La Casa de ADIUNT, una bella pero humilde “casita de Tucumán” (porque “casas de Tucumán son todas”, nos cargan gentilmente los locales cuando los porteños preguntamos por “la Casa Histórica de Tucumán”, omitiendo el adjetivo del medio) me recibió como a un amigo de siempre, ofreciéndose generosa para presentar mi libro SECRETOS EN ROJO. Un militante entre dos siglos.
Un par de horas después de haber entrado, estaría gozosamente empapado del cariño, e identificado con el compromiso y los ideales de los luchadores populares que desbordaron el Salón de Actos. Y todas estas sensaciones pese a que pocos de esos luchadores habían recorrido la misma senda política que yo elegí a los trece años, en 1965, y de la que me aparté –disgustado y desgarrado– en 1990: pocos eran de la “Fede” o el Partido Comunista.  Otra confirmación de que son los ideales, el compromiso, la lucha, las pérdidas –todo lo que en aquellos años nos acercaba aunque todos estuviéramos más concentrados en lo que nos alejaba– aquello que perdura y puede ser la semilla de algo nuevo y mejor.
Casi cuatro décadas me separaban de mi última visita a la provincia que vio nacer a mi padre, a esas calles que conocía de memoria cuando las recorría incansablemente durante períodos de mi niñez y juventud: el Gymasium; el Cerro; la Plaza Independencia y –en uno de sus laterales– el señorial cine Plaza, donde descubrí, no sin cierta resistencia, “El discreto encanto de la Burguesía”, de Luis Buñuel. El edificio, hoy intacto, pero perdido, en remodelación, hacia otro destino…
Saliendo del hotel en Rivadavia 71 (que en algún homenaje religioso quedó desplazada por “Nuestra Señora de la Merced”) y La Rioja 437, comencé el camino hacia ADIUNT en medio de las calles conmocionadas por denuncias de crímenes de narcotráfico que aparecían en carteles de antiguo diseño sobre las paredes. Mientras, los titulares de los diarios gritaban el impacto de los escalofriantes testimonios de la “Megacausa Arsenales”, por la que se juzgó y condenó a los criminales de aquel siniestro Centro Clandestino de detención de la última dictadura cívico-militar.
Al llegar ADIUNT: algunos tímidos saludos, la mesa, una botella de agua en un día de calor abrumador, la bienvenida a cargo Oscar Pavetti, secretario general de la Asociación de Investigadores y Docentes de la Universidad Nacional de Tucumán (ADIUNT- CONADU Histórica) y el mensaje, desde Chile, de Darío Crouchet González, compañero, amigo y, actualmente, Coordinador del Comité Electoral de Independientes en la campaña de la diputada del PC de Chile, Camila Vallejo.
La leyó –y coordinó toda la presentación– mi sobrina Gaby Nadra: Presidente del Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, e integrante de la rama combativa de mi familia paterna, asentada en Tucumán desde la llegada de mis abuelos de Siria, para abrir senderos con una colectividad que –junto a otras— dio a la provincia y su nueva patria lo mejor de sí.
Ese 29 de noviembre en que presentaba mi libro no era un día cualquiera. En otro 29/11, pero de 1976,  fueron secuestrados Héctor Alberto Pérez y  Juan Díaz. El primero era obrero en la fábrica de calefactores SAIAR, en la provincia de Buenos Aires. El segundo, un joven sindicalista del Gremio Gastronómico en el club de la YMCA en la entonces Capital Federal. Ambos eran militantes del PC. Fueron los primeros a los que les rendí homenaje.
También ese 29 de noviembre, faltaban apenas cuatro días para que se cumplieran 25 años de la muerte de Fredy Rojas, el valiente joven comunista que había encabezado  una marcha de repudio a la visita de Domingo Bussi a Tafí  Viejo, en su primer intento  de postularse a gobernador. Fredy fue acribillado por los esbirros del dictador. Fue la primera de varias, víctimas comunistas en esta democracia reconquistada. Se unió a una incontable lista de compañeros asesinados en períodos de intensas luchas por un país mejor: desde la Semana Trágica a la Patagonia Rebelde; desde la “década infame” al Cordobazo; durante la época de las Tres A; y tanto en gobiernos civiles como en las dictaduras.
Fue otra de las muchas y fuertes emociones que me sacudieron durante ese viaje que, luego de recordar a Fredy, me informaran que el 3 de diciembre que venía, el Consejo Deliberante de Tafí Viejo recordaría a Fredy con un homenaje: declarando "Día de la Militancia Juvenil" el 27 de agosto, fecha en que fue baleado.
Mientras la presentación continuaba su curso se mezclaban en el auditorio jóvenes que habían participado hasta hace pocas semanas de la toma de 55 días de varias facultades de Tucumán, ocultos parcialmente por el silencio de algunos medios y la miopía de otros, se mezclaban en el auditorio con veteranos luchadores tucumanos,  con artistas, escritores y poetas amigos de mi padre. También, con no pocos de mis primos y sobrinos.
Uno de ellos, estaba sin estar: mí primo Eduardo Serrano Nadra, miembro del PRT, brillante profesor, cuentista y poeta, de una familia de escritores y poetas. Perseguido en Tucumán y secuestrado en Capital Federal el 26 de octubre de 1976, por luchar por el socialismo en nuestra Patria.
Eduardo… por un momento me pareció ver a “la Mecha” Nadra, una de las primeras Madres de pañuelo blanco, con Manolo, tus padres, mis tíos... A tu compañera, Cristina Araoz, tan cerca pero tan lejos, del otro lado del océano, y a tu hija, Carla, sobrevivientes las dos. ¿No sonreían, acaso, en esas sillas al fondo del salón?
¿Podía separar mi relato acerca de las Juventudes Políticas Argentinas (JPA) en los ’70 del recuerdo a mis queridos y asesinados amigos de la JP de Tucumán?
Una canción de “Los Chalcha” –precisamente una con “Dino” Saluzzi acompañando en el bandoneón– me abrazó con  Carlitos “Nalla” Salim, y la estrella roja de las FAR me llevó con el imborrable “turco” Ismael Salame, jefe de la regional Norte de la JP Regionales, y luego designado responsable nacional del trabajo con las juventudes políticas, donde hilvanamos una amistad que no han podido matar;  que guardo intacta conmigo para ese momento en que, algún día, en algún lugar, la  retomemos juntos.
El auditorio se me confundía con imágenes, con camaradas y compañeros caídos, en combate o por la represión, cuando explicaba –con cierta sencillez– que el PC fue una organización político-militar; su estrategia y preparación, incluyendo campos de batalla reales;  algunas de sus verdaderas hazañas; la organización de la primera guerrilla en el Territorio Nacional de El Chaco, cuando terminaba la década del ’30; o cómo fuimos tras las garras del Cóndor, con el apoyo de las agencias de los entonces países socialistas, armando la contrainteligencia para la operación de exterminio de las dictaduras del Cono Sur.
Y luego: Che y África, Che y Bolivia, el papel de los comunistas bolivianos y argentinos  sobre lo que tanto se mintió, sin saber tal vez, por lo menos hasta ahora. También la lucha popular contra la dictadura, las Brigadas Internacionales a la España Republicana,  “La Pampillón” al Chile de Allende; la “del café” a Nicaragua.
Ayer, hoy, mañana: ¿cómo será nuestra militancia en este siglo XXI, donde ya no hay certezas, donde el mundo puede superar en algún punto este capitalismo injusto, pero también sumirse en la más oscura de las pesadillas?
Hacía mucho que no me pasaba que las imágenes se superpusieran tanto con mis palabras durante una charla. O respondiendo cara a cara preguntas de la gente que –luego del momento formal de “preguntas y respuestas”– se acercaba para dialogar, en un intercambio que en el que el lenguaje de las palabras se mezclaba con el de los abrazos, el cariño espontáneo… Y momentos que no podría haberme imaginado:
De repente, me fundía en un abrazo con el hijo de mi camarada Medina, fundador de H.I.J.O.S de Monteros...
Aparecieron Ricardo y Susana Salame, los hermanos del “turco”. Y los ojos se me llenaron de lágrimas con el recuerdo, la sensación de que la lucha aún nos unía como ayer; que entrelazaba nuestras sangres y nuestros destinos. En ese momento vi otra vez su sonrisa amplia, o por momentos esa mirada firme que cerraba senderos de diálogo; que sabía no podías transitar.
Oí el eco de tus carcajadas, Turco. Te imaginé con una madurez a la que no te dejaron llegar, pero reflexivo, a veces chicanero y preguntón… como eras; como siempre. Reviví instantes en que teníamos varios años menos de todos los que pasaron desde que te abatieron en lo que tus compañeros llamaron "El combate de la calle Corro", en Villa Luro.
Fue breve el encuentro con Ricardo y Susana en medio de aquella vorágine de personas, recuerdos y sentimientos. Pero nos contamos historias que nunca repetiré, protagonizamos una ceremonia  tan íntima como pública por los treinta mil que nos arrancaron Y, también, si me permiten por esa herida que nos desgarraron en el pecho, y que sangrará hasta el último día.
El 29 de noviembre presenté mi libro. Pero también me sumí en el remolino agridulce de los recuerdos y las sensaciones; de las ausencias presentes; del cariño de los compañeros –los de antes, los de ahora, los que se suman. Un inesperado bálsamo para mis tantas heridas...
Los días pasan. Avanzado diciembre es Ricardo el primero que me escribe en esa maravillosa maldición del FCB. Luego Susana, herederos absolutos del inagotable cariño por mi  “paisano”:
Ricardo Salame Querido Alberto muy interesante el libro y rico en datos. Felicitaciones. Fue un gusto conocerte, lamento no haber podido conversar más contigo. Pero seguro habrá otra oportunidad. Un abrazo.
PD: muchas gracias por la dedicatoria
        Alberto Nadra Para mí no solo fue un gusto, sino revivir aquellos años, y recordar al combatiente que jamás dejó de ser un ser humano excepcional. Claro que nos quedó corto Ricardo, pero es un compromiso: si voy para Tucumán, si venís para Buenos Aires, nos anticipamos la fecha y arreglamos. Un abrazo para toda la familia Salame.
        Susana Salame Alberto, un placer haberte conocido, corto el encuentro pero muy rico en afectos. Gracias por tus palabras. Mil gracias.
         Ricardo Salame Un gran abrazo y queda el compromiso firme.


Sin duda.

domingo, 15 de diciembre de 2013

CHILE: Derribando mitos. La política militar del PC y el FPMR

Al cumplirse 30 años de la fundación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez presentamos la reflexión de Sergio Apablaza Guerra, el  Comandante “Salvador”, su último jefe, con respecto del proceso desarrollado durante la dictadura militar. Su idea total, donde el accionar armado no puede estar desligado ni de una concepción política ni de un contexto nacional e internacional, permite que sea una valiosa contribución a la historia de lucha de nuestros pueblos.
En el ámbito político este texto pone las cosas en su justo lugar quien con mayor autoridad puede hablar de la historia del FPMR porque conoce mejor su génesis y más completos pormenores. No es de extrañar la persecución de que ha sido objeto, la obstinación en encarcelarlo y la saña en humillarlo, tanto los de los gobiernos de la Concertación como de la Alianza. 
Este documento fue escrito con la idea de ser un aporte a la historia del movimiento revolucionario chileno", dice el Portal Rodriguista con motivo de cumplirse el 14 de diciembre el 30° aniversario de la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Derribando mitos: Reflexiones acerca de la política militar del PCCH y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez

Por Sergio Apablaza Guerra “Salvador”

A la memoria de todos los combatientes que lucharon en contra de la dictadura y en reconocimiento a quienes siguen soñando con un mundo mejor.


Durante los últimos años ha aparecido una serie de reportajes acerca del FPMR, la mayoría de los cuales pretende reflejar aspectos de la vida de la organización, pero consciente o inconscientemente, por intereses políticos generalmente caen en una serie de especulaciones periodísticas distorsionando la historia e impidiendo ver con cierta objetividad su desarrollo y papel en la lucha junto a nuestro pueblo.

El origen del Frente se encuentra íntimamente vinculado a la situación política nacional e internacional que, bajo la estrategia imperial de la Doctrina de Seguridad Nacional, se orientó a impedir el desarrollo de todo proceso nacional, popular y revolucionario en nuestra América.

Sin lugar a dudas, con el gobierno de la Unidad Popular y Salvador Allende a la cabeza, nuestro país representaba un ejemplo para los pueblos del mundo. Al mismo tiempo, se transformaba en la gran amenaza para todos aquellos sectores que ostentaban el poder. En 1000 días, el gobierno popular llevó a cabo profundas transformaciones —en todos los planos—que tuvieron como beneficiario principal al pueblo. Pese a las grandes dificultades y obstáculos, el proceso se abría camino y comenzaba a cambiar la historia. Los grandes protagonistas eran los trabajadores, estudiantes, mujeres, pobladores, campesinos que veían que un modelo de país más justo era posible. Pero los dueños del poder no se resignaban a perder parte de sus enormes ganancias y beneficios y recurrieron a sus fabulosos recursos a fin de impedir el avance del proceso chileno, incluso sin ningún temor a arrasar con la misma institucionalidad democrática que por años había salvaguardado sus intereses.

Desde el mismo día del triunfo de Allende en las urnas, la oligarquía y el Imperio comenzaron a fraguar sus planes. Primero, para intentar impedir que asumiera y después evitar que gobernara. Vieron que el estado democrático ya no les servía y simplemente optaron por el terror: había que desestabilizar a cualquier precio para detener el avance del “cáncer marxista”. Su último recurso fue recurrir a las armas aprovechando el poder de fuego de unas Fuerzas Armadas que, por su formación política e ideológica, preparación y equipamiento, constituían el principal instrumento de exterminio.

El 11 de septiembre de 1973 fue el asalto final, abriendo una etapa desconocida en nuestra historia. Sueños y esperanzas se transformaron en frustración e impotencia ante la incapacidad de defender masivamente al gobierno popular, más allá del valor testimonial de la gesta de los compañeros del GAP y de unos pocos uniformados leales que jamás abandonaron al compañero Presidente que había sido llevado a La Moneda por decisión de las grandes mayorías.

Se impuso el terrorismo de Estado como política oficial, destinado a perseguir y aniquilar todo vestigio de un pensamiento diferente: asesinatos, desapariciones, exoneraciones, tortura y exilio fueron los rasgos más distintivos. El movimiento popular y revolucionario fue neutralizado, sus principales dirigentes perseguidos, detenidos-desaparecidos o muertos, al mismo tiempo que se empezaban a cimentar las bases del modelo neoliberal.

Pasaron largos años de reconstrucción y reflexión en la búsqueda de un camino que permitiera derrotar a la dictadura. Con gran valentía y audacia, pequeños grupos se fueron manifestando y movilizando en contra del tirano. Durante los primeros años y con distintos grados de participación, las principales fuerzas políticas ingenuamente creyeron en la posibilidad de un cambio desde dentro de la dictadura, buscando inútilmente aprovechar supuestos espacios que permitieran configurar un frente antifascista. Si bien es cierto esto contribuyó a mantener viva la idea de la lucha, en su esencia no fue más que una fantasía.

Convencidos de que ese camino no tenía ninguna posibilidad y ante un pueblo que no estaba dispuesto a someterse, se comenzaron a gestar nuevas formas de movilización, llegando a alcanzar altos niveles de participación en torno a las protestas populares, sobre todo en el terreno poblacional y estudiantil, en medio de un país ocupado por tropas controlando cada punto del territorio y con organismos de seguridad con todos los recursos del Estado imponiendo el terror a través de sus grupos operativos, informantes y colaboradores. En esa tarea, el régimen contó con la complicidad sin límites de los grandes medios de comunicación, periodistas—lobbystas del establishment y ciertos dirigentes políticos.

Así, se fue generando un clima que permitía vislumbrar un nuevo camino de enfrentamiento a la dictadura. Frente a la represión indiscriminada se hacía necesario preservar el movimiento y garantizar su continuidad y se fue imponiendo la idea de que era posible luchar y tener éxitos. A pesar de los golpes recibidos, cada día eran miles los hombres y mujeres que se iban incorporando a esa gran gesta, donde a los sectores cristianos, laicos y religiosos les cupo un rol estelar.

Los partidos de izquierda, desde la clandestinidad, fueron creando las condiciones que les permitieran asegurar su conducción en esta nueva realidad. En medio de ello, el Partido Comunista Chileno diseñó e implementó una nueva estrategia, la “Rebelión Popular”, cuyo objetivo principal era terminar con la tiranía, incorporando a la movilización del pueblo nuevas formas de resistencia, conjugando acciones en el terreno de la autodefensa y acciones ofensivas o audaces que en su conjunto permitieran avanzar en un proceso de desestabilización e ingobernabilidad.

Como una forma de enfrentar los desafíos que iban apareciendo, el Partido generó instrumentos acordes a su nueva estrategia. Los primeros pasos fueron crear el Frente Cero que surgió para realizar acciones audaces, fundamentalmente en el terreno de la propaganda.

Pero la dinámica de la lucha hacía necesario incorporar nuevos elementos que contribuyeran a fortalecer la política de la Rebelión. En ese contexto, el Partido reorganizó sus esfuerzos y estructuras haciendo asumir un rol de mayor conducción y dirección a la Comisión Militar, la cual avanzó rápidamente en la organización del Trabajo Militar del Partido que concentró todos los aspectos que viabilizaban la incorporación de todas las formas de lucha, incluida la violencia aguda.

Con anterioridad a estos hechos, en distintos lugares se venían desarrollando una serie de discusiones relativas a la necesidad de configurar una política militar que, con la Rebelión Popular, encontraba una base real y concreta de sustentación política, ideológica y técnica.

En esta decisión se concentraron distintos esfuerzos y experiencias. La base, sin lugar a dudas, estaba formada por aquellos que enfrentaban a la dictadura en el interior, quienes en su gran mayoría fueron enviados a cursos de preparación combativa a la Cuba solidaria e internacionalista.

LA FORMACION DE LOS CUADROS

De manera coincidente desde el año ‘75 se había dado inicio a la formación militar regular en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas, FAR, cuya orientación no apuntaba en rigor a las necesidades de la lucha antidictatorial la que, en el peor o mejor de los casos y de acuerdo a la experiencia histórica, transcurría en un plano irregular.

Por su nivel profesional y político, dicha formación no estaba inscrita en una estrategia bien definida, sino sólo en la idea más general de que contar con una serie de profesionales en el arte de la guerra tendría una gran incidencia en la participación o construcción de unas nuevas fuerzas armadas para Chile. De ahí el hecho de que se diera la formación profesional en las más diversas especialidades: tropas generales (infantería); Artillería; Blindados; Ingeniería; Comunicaciones; Logística; Artillería antiaérea; Marina de guerra y servicios médicos. De más está decir que por las características de esta preparación —la cual se realizó en las escuelas regulares y no bajo un plan especial— tanto objetivos como contenidos se orientaban a las necesidades de la defensa de Cuba.

Para todos los efectos, esta formación estaba regida por las normas y reglamentos de las FAR, no existiendo la más mínima diferencia por nuestra nacionalidad o filiación política partidaria. Esto constituyó un hecho inédito de la Revolución Cubana ya que la contribución internacionalista en el plano militar y en el terreno regular hasta ese momento se había hecho con Estados y no con organizaciones.

Si bien la lucha de nuestro pueblo estaba presente a cada instante, de una u otra forma, éramos conscientes de que el camino elegido era un impedimento real para incorporarnos a ella en el corto plazo. Vivíamos pensando en el retorno y junto a nuestra preparación e incipiente experiencia en este nuevo terreno tratábamos de aportar a la discusión y contribuir al diseño de una verdadera política militar.

Inicialmente esta preparación incorporó a un numeroso grupo de compañeros que, fruto de acuerdos entre Cuba y el gobierno de la Unidad Popular, al momento del golpe de Estado estudiaban Medicina en La Habana. El grueso de ellos fue destinado a formarse como oficiales en Tropas Generales, integrando un grupo especial en un curso de superación de oficiales. El diseño (plan de estudios) de este curso respondía a las necesidades propias de la Revolución con el objetivo de elevar el nivel de sus propios cuadros, que fruto de la contingencia no habían tenido la posibilidad de superarse en el terreno teórico, pero con una vasta experiencia práctica al frente de medianas y grandes unidades, tanto en la defensa de la Revolución como en distintas misiones internacionalistas.

Una vez graduados, fuimos designados a distintas unidades militares, de acuerdo a nuestra especialidad. El rigor de la vida en los cuarteles no fue nada fácil. La amenaza latente a la Revolución Cubana por parte del enemigo más poderoso que la humanidad jamás haya conocido, obligaba a estar a cada minuto en alerta. Nuestra mentalidad y disciplina comunista nos permitieron cumplir estoicamente y con éxito ese nuevo desafío. Por duro y difícil que fuera, sabíamos que era más fácil que para aquellos que desde la trinchera de la clandestinidad día a día arriesgaban su vida en un combate desigual con los genocidas chilenos.

EXPERIENCIA INTERNACIONALISTA     

En este transcurso, el pueblo nicaragüense —conducido por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)— ponía en jaque a la dictadura somocista y comenzaba la Ofensiva Final. Más de un centenar de oficiales fuimos convocados para colaborar en esa tarea internacionalista por el estado mayor de las FAR por expresas indicaciones de Fidel.

Se acercaba la hora de poner a prueba nuestros conocimientos. Nuestra mística era grandiosa. Nuestro colectivo, conformado por militantes con distintas experiencias y responsabilidades, cerró filas como uno solo. Fuimos designados para asumir el mando de una brigada internacionalista conformada por grupos de combatientes que en esos instantes se preparaban en la lucha irregular: nicaragüenses, guatemaltecos, salvadoreños, chilenos y uruguayos. De igual manera, se incorporó un contingente de civiles del Partido que desarrollaban diferentes actividades profesionales en la Isla. De inmediato conformamos la organización partidaria con el fin de asegurar política, ideológica y militarmente la misión planteada. Sólo uno de nuestros compañeros enfrentó una severa crisis emocional, la cual nunca logró superar, a pesar de toda la atención medica recibida.

El propio Fidel y el mismo día en que nos concentramos llegó a plantearnos la misión a Nicaragua como una necesidad para la lucha de ese pueblo hermano. Con este objetivo, había enviado un mensajero para hablar con la dirección del Partido Comunista chileno en Moscú. De hecho, Fidel nos planteó con absoluta claridad que nuestra participación dependía de la decisión final del PC. Nuestras inquietudes fueron en aumento, pero al rato volvió Fidel y nos leyó una comunicación enviada por el compañero Luis Corvalán, secretario general del PCCh, donde nos ordenaba ponernos a la orden de la Revolución Cubana y nos deseaba éxitos en al cumplimiento de la misión. Sólo quedaba esperar el anhelado viaje.

Para ese colectivo, para nuestro pueblo y para el Partido, Nicaragua marcó nuestras vidas. En los hechos, aprendimos de la hermandad y la fraternidad combativa, de dolores y alegrías. Allí, reafirmamos nuestra convicción y voluntad de luchar por una patria libre y justa. De igual modo, retomábamos las banderas del internacionalismo de la misma forma que en su momento lo hicieran los libertadores de nuestra América. Ahí estábamos juntos los hijos de Bolívar, Artigas, San Martín, Farabundo Martí, O’Higgins, Sandino, Manuel Rodríguez rompiendo fronteras geográficas y políticas.

El triunfo sandinista, de una u otra forma, nos acercaba a la patria y creíamos habernos ganado un espacio en la lucha antidictatorial. Realizamos una serie de trabajos que nos acercaban a una política militar para nuestro país y participamos activamente en la creación del Ejército Popular Sandinista. El partido orientaba y nos incorporó a la discusión, donde el papel fundamental lo jugó quien era el encargado de nuestro trabajo en La Habana, el compañero Jacinto Nazal. Al frente de seminarios, comenzó a organizar una serie de actividades que viabilizaban encuentros directos con compañeros del interior.

De este modo, nuestra formación profesional y experiencia guerrillera comenzaron a nutrirse de los relatos de la lucha en la clandestinidad, tan distinta a los métodos y formas en las cuales nos formamos. Estábamos convencidos de que podríamos ser un aporte siempre y cuando fuéramos capaces de aplicar de manera creadora aquellos conocimientos sobre la ciencia y el arte militar, luchando intensamente en contra de las naturales tendencias a la absolutización y el mecanicismo de las formas de lucha, teniendo presentes la realidad política, social y militar del nuevo escenario, que nada tenía que ver con lo conocido.

RAUL PELLEGRIN FRIEDMAN, “RODRIGO”

Después de largas discusiones y de intentos fallidos, la dirección del Partido tomó la decisión de enviar a un grupo de nuestros compañeros al interior. Como colectivo propusimos los nombres de 10 compañeros, encabezando la lista nuestro propio equipo de dirección. Finalmente, se decidió la incorporación de cinco de ellos.

Desde Nicaragua salieron rumbo a Cuba, donde los esperaba un proceso de preparación que les permitía dominar algunas técnicas del trabajo conspirativo, ingresando a nuestro país por vía aérea pero por distintas rutas en los primeros meses del año 83. Su asimilación fue rápida y las necesidades de la lucha popular en el contexto de las protestas fueron cada vez mayores. Al frente de este colectivo estaba Raúl Pellegrin Friedman, quien había ingresado a las Juventudes Comunistas, siendo aún un estudiante secundario en la época del gobierno popular. Sus padres, también militantes del Partido Comunista, se habían visto obligados a partir al exilio en Alemania Federal, desde donde Raúl viajó a prepararse a Cuba en la especialidad de Tropas Generales como oficial político.

Formó parte del primer grupo que se integró a la guerra de liberación del Frente Sandinista, asumiendo responsabilidades en una columna guerrillera que operaba en el Frente Sur.

Hablar del comandante José Miguel, nuestro querido Rodrigo, es hablar de luchadores, de hombres y mujeres, de combatientes superando los mitos y las historias comunes que muchas veces no dejan ver la grandeza de una obra revolucionaria. Conocí a Rodrigo al alero de la solidaridad incondicional del hermano pueblo cubano. Pero fue en tierras de Sandino donde realmente comenzó a forjarse nuestra relación, pues hasta entonces me era más conocida la figura de su padre, Raúl Pellegrin Arias, quien desde otra óptica, contribuyó a la preparación política de nuestro contingente internacionalista.

En Nicaragua, Rodrigo se destacó por su responsabilidad, consecuencia y aportes políticos, llegando— a pesar de su corta edad— a formar parte del equipo de dirección política partidaria. Pero fue principalmente en Chile, en la lucha contra la dictadura, donde comenzó a proyectarse y destacar su figura, la cual estuvo íntimamente relacionada a la construcción y surgimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, tanto en sus aspectos políticos como operativos.

Juntos recorrimos tramo a tramo el camino de la lucha y de los sueños, estableciendo lazos indisolubles de amistad y hermandad, los cuales jamás volví a encontrar. Sin duda, su nombre constituye un ejemplo de consecuencia y dignidad, como el de otros grandes luchadores y luchadoras como Salvador Allende, Miguel Enríquez, Cecilia Magni y Víctor Díaz López.

EL FRENTE PATRIOTICO MANUEL RODRIGUEZ

Hablar de José Miguel es hablar del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y de la política de la Rebelión Popular. Sin lugar a dudas, su incorporación a la lucha antidictatorial, junto a un pequeño grupo de combatientes, contribuyó de manera determinante en la organización e implementación de una política militar, como complemento indispensable de la estrategia partidaria que se abría camino con una serie de acciones audaces y en medio de las nacientes protestas populares.

La incorporación de este pequeño contingente al interior del país contribuyó a los esfuerzos que se realizaban por crear las bases que permitieran implementar la estrategia de la Rebelión Popular, en todos sus planos, y en particular, en el militar. Por tanto, el Frente nació como una parte del Trabajo Militar del Partido y junto al Trabajo Militar de Masas constituían la base de ese quehacer.

En este sentido, el Trabajo Militar formó parte inseparable de la estrategia política de la Rebelión Popular, cuyo objetivo principal era terminar con la tiranía, elevando los niveles de resistencia, a través de la incorporación de las más diversas formas de lucha en medio de una creciente movilización del pueblo.

Para ello resultaba necesario crear los mecanismos que posibilitaran dicha implementación y un 14 de diciembre del año 1983 surgió el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, como parte de las decisiones políticas de la dirección del partido. Para el PC, el Frente no era otra cosa que un aparato militar, una suerte de brazo armado que, desde un ámbito esencialmente operativo, estaba llamado a implementar acciones de alto impacto y desestabilizadoras, esencialmente en el terreno de la propaganda, y donde la acción armada quedaba limitada a un instrumento de la acción política. En ese sentido, era inviable hablar de que el Frente asumía la lucha armada como una estrategia de lucha. Sobre todo si partimos del hecho de que ésta no puede separarse de una estrategia de toma del poder y obviamente, la Rebelión Popular estaba muy lejos de ello.

Por tanto, resulta inexacto hablar del Frente como una organización político-militar, con una orgánica y un pensamiento propio, ya que nunca —incluso en su corto periodo de vida independiente— logró superar su carácter operativo. El Frente no discutía política, proponía, implementaba y ejecutaba acciones en el plano operativo, pero la decisión recaía en la dirección del Partido.

Lo cierto es que la idea de contar con una fuerza militar propia tendría que transitar un difícil y complejo camino. Para expresarlo en términos políticos, me refiero a los grandes prejuicios partidarios ante un tema que generaba más temor y rechazo que aprobación, más allá de la decisiones políticas que obligaban a dar este paso. Y en términos operativos resultaba un gran desafío enfrentar al terrorismo de Estado, que durante años había logrado montar un aparato criminal sin escatimar recursos para someter al pueblo y sus organizaciones.

En medio de tal adversidad, Rodrigo asumió la responsabilidad de darle cuerpo y alma a esta naciente organización con la cual surgía un nuevo actor en la lucha antidictatorial. Al frente de la organización y como miembro de la comisión militar del partido, Rodrigo fue parte activa de todas las discusiones relativas al enriquecimiento e implementación de las nuevas formas de lucha, así como de la dirección, consolidación política y técnica del propio Frente. En esos años, no existió acción en la que él no estuviera en la primera línea.

Su pensamiento y acción generaron un nuevo fenómeno, una nueva alternativa de lucha: el rodriguismo, que sobrepasó con creces a la propia orgánica y que aún mantiene vigencia.

El rodriguismo se transformó en una opción de lucha clara y concreta, asumiendo y proyectando la Rebelión Popular en la perspectiva de la Sublevación Nacional, íntimamente vinculada a la movilización popular y contribuyendo en forma decisiva a la desestabilización e ingobernabilidad del tirano.

EL ACCIONAR DEL FPMR

La política de la Rebelión Popular no fue una estrategia destinada a la toma del poder, sino a derrocar la tiranía y buscar una salida lo más avanzada posible que permitiera abrir cauces revolucionarios. Sin lugar a dudas, y a pesar de no lograr en los hechos la salida más avanzada, contribuyó de forma determinante al término de la dictadura. En esa misma dirección, el Trabajo Militar del Partido —con más aciertos que errores— ayudó a tal éxito.

Si es bien cierto que dicha estrategia contemplaba acciones armadas, concebidas como un instrumento de la acción política, y no reducida sólo a aspectos de orden técnico o especial, estaba muy lejos de ser sinónimo de asumir la lucha armada como el camino para derrotar la dictadura y constituir un nuevo orden social. Es decir, de llamar a la revolución. Ello, por cierto, no niega el profundo carácter popular y revolucionario de dicha política.

El Trabajo Militar del Partido, y por ende las acciones del Frente se orientaban, desarrollaban e implementaban bajo ese pensamiento: es decir, hacia la ingobernabilidad del régimen y la sublevación del pueblo. Para ello el camino era el de la protesta popular, el sabotaje, la autodefensa de masas y golpes que demostraran que era posible enfrentar al terrorismo de Estado.

De ahí se desprende el marco operativo de las acciones en el terreno militar: no se intentaba derrotar a las FFAA sino contribuir desde ese terreno a su desmoronamiento político y moral. Prueba de ello fue que, salvo contadas excepciones, el contenido de las acciones en el terreno armado se llevaron a cabo contra objetivos con un bajo nivel de protección, ya que no se buscaba el enfrentamiento destinado a aniquilar las fuerzas principales de sustentación de la tiranía, sino golpes sorpresivos y contundentes, entendiendo claramente que su éxito operativo no necesariamente significaría un éxito político.

La estructura, organización y acciones se orientaron en esa dirección, aunque hubo excepciones, como fueron la internación masiva de armas, conocido como el Caso Arsenales, o el atentado al dictador.

En todas las acciones siempre existió una estrecha relación y coordinación con el conjunto del Trabajo Militar del PC, en cuyos integrantes descansaba la principal responsabilidad, sobre todo, en el contexto de la lucha territorial porque las unidades combativas se organizaron desde la base del Partido.

Para cumplir sus misiones, el Frente se organizó en una fuerza central, con grupos operativos, y una estructura de milicias rodriguistas en los principales territorios llegando a contar con una significativa fuerza en las ciudades grandes, en especial en la Región Metropolitana, Valparaíso, Concepción y el territorio mapuche. Uno de los problemas a enfrentar era la imposibilidad de que dichos grupos lograran una consolidación y estabilidad en el tiempo, porque por el nivel de las acciones quedaban expuestos a la incesante labor de los organismos de seguridad que veían en el Frente a su principal enemigo.

El accionar del trabajo militar y por ende del Frente logró alcanzar en los años de dictadura un alto nivel de masividad. Se llevaron a cabo centenares de acciones, la mayoría de ellas vinculadas al desarrollo del movimiento popular, como demostraciones de resistencia que reflejaban la indignación e interpretaban fielmente el sentir de amplios sectores de la población, que veían con simpatía y esperanza como —en medio de un país controlado militarmente— se sucedían una tras otra acciones y movilizaciones que vislumbraban la decisión y voluntad de poner fin a la dictadura. En este sentido, toda acción llevaba implícito el sello de la propaganda, como los grandes apagones mediante el derribamiento de torres de alta tensión; las interferencias del audio de la televisión con proclamas y llamados a la lucha; la ocupación de emisoras de radio y todo un quehacer en el terreno de la autodefensa de masas en los territorios mediante cortes de vías a través de barricadas y con un incipiente desarrollo del armamento popular para la defensa.

Dentro del accionar destacaron dos hechos que por su carácter, envergadura y forma: el intento de tiranicidio y la internación de armas. Reflejaron la capacidad y el nivel de desarrollo alcanzado. Si bien es cierto no lograron a plenitud su éxito, desde el punto de vista operativo marcaron un hito político en la historia de la lucha de nuestro pueblo. Además, resulta impredecible afirmar qué tanto hubiera cambiado la situación con estas acciones operativamente exitosas. Pero, sí demostraron la vulnerabilidad del régimen y en particular de los organismos de seguridad que se vanagloriaban de que en Chile no se movía una hoja sin que ellos lo supieran. Se les movió un bosque y no se enteraron.

En el caso de los arsenales fueron centenares de compañeros los que participaron, en una caleta perdida del desierto, donde cualquier extraño era fácil de detectar. Así y todo, se internaron unas cuantas toneladas de armas en el territorio. En la operación Siglo XX, nombre dado al intento de ajusticiar al tirano, participó una gran cantidad compañeros entre combatientes y aseguramientos, lográndose mantener el más absoluto secreto de la misma. Durante el enfrentamiento fueron totalmente neutralizadas las fuerzas de la custodia y por nuestra parte no existió ni una sola baja. Asimismo, la retirada se llevó sin contratiempo alguno. La misión no cumplió su objetivo fundamentalmente por una débil contención, que permitió —junto a la audacia del chofer del tirano— abrir paso y emprender la huida.

En el aseguramiento de las acciones, un importante papel lo jugó la preparación combativa y los aseguramientos. De manera masiva se prepararon escuelas en distintas partes del país y sus contenidos dependían de las características del grupo, teniendo como base métodos conspirativos, es decir todo aquello relativo a la seguridad tanto personal, como de la organización y las operaciones, así como el uso de armas cortas y armamento casero y explosivos. Dicha preparación se llevaba adelante en casas de seguridad que a veces se alquilaban para ese propósito y otras se utilizaban las que aportaba solidariamente una importante red de colaboradores. Las comunicaciones tuvieron como base los contactos personales que llegaban a ser frecuentes y cotidianos. Ante la eventualidad de heridos llegamos a contar con un par de clínicas clandestinas con personal especializado.

Un problema fundamental fue la documentación, que fruto de la labor de los órganos de seguridad tenía que ser cambiada frecuentemente. Así, creamos un centro documentación, destinado esencialmente a generar nuevas identidades, que pudieran resistir cualquier registro en ese sentido. De gran ayuda fue la colaboración de los compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, quienes nos entregaron gran cantidad de cédulas de identidad en blanco. Junto a ello también nos hicieron llegar un scanner de comunicaciones, que nos permitía rastrear y escuchar las principales comunicaciones de los órganos de seguridad, sobre todo en cuanto a seguimientos y lugares de control. Nos ayudó significativamente a tomar medidas oportunas y elevar nuestros niveles de seguridad. Además las escuchas nos permitieron conocer la forma en la cual operaban y en el caso particular de la Central Nacional de Informaciones, CNI, cuyas formas de comunicación eran en lenguaje abierto, ver por un lado el temor que tenían ante cada operativo y por otro, la vulgaridad de sus intercambios que denotaba el origen lumpenezco de sus cuadros operativos.

RELACIONES INTERNACIONALES

La base de nuestras relaciones internacionales la constituyó la organización partidaria, con el apoyo de militantes en el exilio y la ayuda de los partidos hermanos.

Con otras fuerzas del movimiento revolucionario, especialmente de América latina, pero también de otros continentes, las relaciones se dieron exclusivamente en un ámbito operativo, de intercambio de experiencias tanto en el terreno operativo como técnico. No existieron ni acuerdos ni compromisos de orden político que apuntaran a configurar alguna orgánica de orden internacional.

Mucho se ha hablado del rol y el papel de la Revolución Cubana: no es un secreto para nadie el amplio apoyo internacionalista que Cuba ha brindado y brinda a las causas de liberación nacional, las cuales por cierto están lejos de reducirse a problemas técnico-militares. Es conocida la ayuda y cooperación cubana en el ámbito de la salud y la educación. De ahí a inducir una suerte de injerencia en las políticas y asuntos internos hay un mundo de distancia. Está claro que quienes pregonan dichas posturas lo hacen trasladando lo que es su propia experiencia que los ha transformado en verdaderos títeres al servicio del Imperio y el gran capital. Sin ir más lejos, la desestabilización del gobierno popular y la imposición a sangre y fuego de la dictadura, fue diseñada y financiada desde el Departamento de Estado e implementada por sus socios locales.

ALGUNAS CONCLUSIONES
  
La rebelión del pueblo ante la dictadura se profundizaba día a día y el nivel de la confrontación se agudizaba. Como decíamos, tras cada acción se desataba la más feroz de las persecuciones. Masivos allanamientos a poblaciones populares y falsos enfrentamientos dejaban como saldo detenciones, torturas y muerte. Sin embargo, cada vez eran más los que se sumaban a la lucha. Poco a poco, el rodriguismo se fue transformando en un actor indiscutido de la política antidictatorial. Sus acciones estaban íntimamente vinculadas a la movilización del pueblo, despertando amplias simpatías y contribuyendo a renovar las esperanzas en que la lucha frontal era posible para lograr el ansiado retorno a la democracia. El Imperio y algunas fuerzas políticas al interior de Chile veían como cierta la posibilidad de una salida radical, por lo que comenzó una nueva fase política destinada a mediatizar y con ello neutralizar el amplio movimiento popular. Reaccionaron rápido dando inicio a las negociaciones destinadas a buscar una salida pactada, que abriera paso a la democracia, dejando intacta la institucionalidad pinochetista que hasta hoy gobierna en Chile.

La política de la Rebelión Popular comenzó a desdibujarse y mediante medidas administrativas, el Partido dio los pasos para desarticular su trabajo militar. Los esfuerzos del Partido por mantener un control del Trabajo Militar se limitaban a una suerte de intervención por parte de “cuadros confiables”. De hecho, la inversión política de la dirección del PC hacia el trabajo militar fue prácticamente nula. Ningún dirigente se incorporó a la formación de oficiales y la totalidad de los compañeros eran militantes de base y a lo más dirigentes de un nivel local. Una situación similar ocurrió en el Frente Patriótico. Ni mencionar el papel jugado en acciones de orden estratégico como el atentado y los arsenales. Pero es justo reconocer sí que al frente de la Comisión Militar se designó a un compañero, que sin titubear hizo posible los grandes avances logrados.

En ese contexto, el Frente y parte del trabajo militar fueron arrastrados a asumir una vida autónoma e independiente, intentando continuar bajo las mismas banderas que le dieron origen proyectándola dentro de una estrategia de poder.

El rodriguismo se fue transformando en una gran corriente revolucionaria y en corto tiempo fue más allá del Frente, logrando avances importantes en un incipiente trabajo de masas, a través del Movimiento Dignidad y Justicia, MDJ; las Milicias Rodriguistas y la Juventud Patriótica.

Siempre tuvimos presente la idea de la transformación del Frente de un aparato en una organización política integral y existieron propuestas destinadas a crear las bases políticas e ideológicas de dicha transformación. Desgraciadamente, estos esfuerzos chocaron con una lectura errónea del nuevo escenario que se comenzaba a configurar a partir de una salida negociada. En ello contribuyó el peso de una mentalidad estrecha en nuestras propias filas que sobredimensionó los aspectos subjetivos como la voluntad, la decisión, la incondicionalidad, todos elementos que por cierto jugaron un rol fundamental en la lucha en contra de la dictadura, pero que no eran válidos ni suficientes por sí solos en esta nueva realidad. Son muchos los rodriguistas y las rodriguistas que contribuyeron con su esfuerzo a abrir las grandes alamedas, y que lo dejaron todo por un mundo mejor.

Si bien es cierto resultaron altamente valorables las decisiones políticas que la dirección del Partido tomó, incluso antes de plantearse la Rebelión Popular, como fue la formación de cuadros regulares en Cuba o todo lo concerniente a implementar las más diversas formas de lucha, los prejuicios y fantasmas sobre el quehacer militar constituyeron una gran limitante. Es probable que su análisis haya estado influido por lo que históricamente había sucedido con distintos partidos comunistas que, al tomar decisiones similares, se habían visto enfrentados a fracturas y divisiones. Esto derivó en que la política militar se concibiera como un mero condimento de la política y no parte inseparable de ella.

En todos estos años han aparecido una serie de “analistas” y reportajes periodísticos que han especulado respecto de nuestra historia. En su gran mayoría, pretenden desvirtuar el aporte realizado en todo el proceso de lucha antidictatorial. Las fuentes siempre son las mismas: los organismos de inteligencia; informantes anónimos o supuestos ex militantes.

Su objetivo es demostrar vanamente la tesis de una guerra interna en el país y con ello —de una u otra forma— justificar el terrorismo de Estado y el papel jugado por las Fuerzas Armadas con el apoyo incondicional de dirigentes políticos; empresarios; el Poder Judicial; la corporación mediática y por cierto, con el aval y financiamiento del Departamento de Estado. Aspiran a dar por sentado que la violencia generada fue obra del movimiento popular, pero nuestro camino no fue otra cosa que la respuesta más digna ante un régimen criminal.

En función de reforzar ciertos argumentos han tenido la necesidad de demostrar la existencia de dos bandos en el “supuesto conflicto armado” en nuestra patria y para ello es preciso demonizar a quienes consideran su principal enemigo. Incluso en algunos casos llegan a plantear que ciertas acciones fueron inducidas por terceros. El caso más evidente fue el secuestro en Santiago y posterior liberación en Brasil del coronel Carlos Carreño, quien en esos momentos estaba al frente de Famae, principal industria de material de guerra del Ejército.

Sostienen que esa acción estaba vinculada a la información que el coronel tenía respecto de los sucios negocios de ventas de armas de la dictadura a Irán, los cuales pasaban por un mal momento debido a graves fallas del material enviado. Especulación nada más alejada de la realidad, puesto que descubrimos la importancia del coronel mientras se desarrollaba la acción. Lo más probable es que los organismos de inteligencia lo único que deseaban era callar definitivamente al coronel. De hecho, en ese contexto secuestraron a cinco compañeros del Frente no para negociar un canje, sino que simplemente los asesinaron y desaparecieron para hacernos montar en ira. De la misma forma, realizaban rastrillajes indiscriminados, casa por casa en diversos puntos de la capital y no parece que su intención hubiese sido rescatar con vida del coronel, sino al contrario. Incluso, luego de su liberación sano y salvo por parte del FPMR, el Ejército y el mismísimo Pinochet lo consideraron un traidor y pusieron fin a su carrera militar.

La estrategia de la Rebelión Popular constituyó el camino más justo para enfrentar y derrotar a la dictadura. De ahí los intentos de una clase política que, aferrada a mantener privilegios y protagonismo, intenta en vano olvidar estos años y falsear la historia. Desde la institucionalidad que tejieron a su medida, incluso los propios cómplices de Pinochet pretenden erguirse como verdaderos demócratas. Pero es imposible borrar la historia y definitivamente ellos tienen las manos manchadas de sangre, por lo cual sólo una nueva institucionalidad podrá poner fin a tanta impunidad.

La ejemplar resistencia del movimiento juvenil, al modelo diseñado a fines de los años 70 y consagrado en los 90 bajo los gobiernos de la Concertación, permite vislumbrar un camino de construcción de una nueva alternativa política que represente las aspiraciones por un orden constitucional generado bajo la más amplia democracia y con un real protagonismo popular.

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Quiénes y por qué hicieron nuevas listas negras con las listas negras?

LA CHE pide explicaciones,  y hasta tanto no sean dadas repudia  la inexcusable exclusión de un miembro destacado de este movimiento –entre otros que no hemos podido aún ratificar-- en los homenajes que se realizaron  el lunes 2 en el Centro Cultural Haroldo Conti y el jueves 5 en el Senado de la Nación.

Rodolfo Nadra, integrante de las listas negras difundidas por el lopezreguismo primero, y luego en el grado de mayor peligrosidad en las elaboradas por las FFAA, reveladas y difundidas valientemente por el ministerio de Defensa, NO  fue invitado a ninguna de las más que justas iniciativas, convocada la primera por el director del Centro, Eduardo Jozami, y la segunda por el senador Daniel Filmus.

Llama la atención la ausencia, que no podemos ratificar fehacientemente como en el caso que denunciamos,  de numerosos comunistas que integran estas listas, una práctica habitual  contra la militancia de ese origen.

¿Quién está elaborando este nuevo listado de censurados dentro de las listas negras de la represión genocida?

¿Ignoran acaso que estamos ante una familia que tiene dos integrantes en esas listas negras –Rodolfo y su padre, el dirigente Fernando Nadra-, mientras un reciente documento desclasificado por la CIA  ubica a un tercero, Alberto Nadra, también actual miembro de LA CHE, como “oficial de inteligencia cubano”, con la peligrosidad de semejante  caracterización, por parte de la Agencia terrorista, impulsora de miles de asesinatos y exterminios masivos en el mundo?

¿No toman conciencia que no se trata de un simple desconocimiento, sino  ignorar y aislar a hombres y mujeres que todavía –como lo prueba el caso de Julio López—pueden estar en peligro?

Ante estas circunstancias, LA CHE exige que los organizadores den una explicación ante esta situación, que  expliquen con qué criterio se ignoró este y otros casos de integrantes de las listas negras, que no fueron  invitados.

Y exigimos, también, que la respuesta  y la reparación sea inmediata y contundente.

martes, 3 de diciembre de 2013

TUCUMÁN: "Pepe" Vega, Bustamante, el "Turco", Eduardo y Fredy en el corazón


MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA POR MIS COMPAÑEROS SECUESTRADOS Y ASESINADOS


JUAN CARLOS BUSTAMANTE,  secuestrado el  2/12/75 en San Miguel de Tucumán. 22 años, trabajaba como técnico de rayos. Militante de la Federación  Juvenil Comunista (FJC). Era presidente del Centro de Estudiantes de la UTN de la Universidad de Tucumán. El caso figura en la Conadep bajo el registro: Legajo Nº 728 que registra testimonios de su paso por el Centro Clandestino de Detención que funcionaba en el Arsenal Nº 5 "Miguel de Azcuénaga”. Al día de hoy permanece desaparecido.


JOSE BLAS VEGA (“PEPE”), secuestrado el  2/12/75 en Yerba Buena, provincia de Tucumán. 22 años. Empleado en el Consejo de Educación Provincial-Sección Presupuesto y militante de la FJC.  Era secretario General de Centro de Estudiantes y presidente de la Federación Universitaria de Tucumán. El caso figura en la Conadep, bajo el registro: Legajo Nº 5269 y allí registran testimonios de su paso por el Centro Clandestino de Detención que funcionaba en el Arsenal Nº 5 "Miguel de Azcuénaga”. Al día de hoy permanece desaparecido.

   Recorrí esas calles nuevamente, luego de décadas, en medio de una conmoción por crímenes y denuncias de narcotráfico, pero la impactante realización de la “Megacausa Arsenales”, que juzga a los criminales de aquel siniestro Centro Clandestino de detención.

   Había viajado para la presentación de mi libro, “SECRETOS EN ROJO”,  el 29 de diciembre pasado, lo que realizamos en La Casa de la Asociación de Investigadores y Docentes de la Universidad Nacional de Tucumán (ADIUNT- CONADU Histórica), junto a al anfitrión, Oscar Pavetti,  secretario general del sindicato, y Gaby Nadra, Presidente del Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, rama combativa de mi familia paterna asentada en Tucumán desde la llegada de mis abuelos de Siria, para abrir senderos con una colectividad que –junto a otras— dio a la provincia y su nueva patria lo mejor de sí.

   No era un día cualquiera. Un 29 de diciembre, pero de 1976,  fueron secuestrados Héctor Alberto Pérez y  Juan Díaz, ambos del PC, el primero obrero de la fábrica de calefactores SAIAR, en la provincia de Buenos Aires, y el segundo gastronómico de la FJC, en el club e la YMCA en capital. Fue mi primer homenaje.

   Faltaban apenas cuatro días para que se cumplieran 25 años de la muerte de Fredy Rojas, el valiente joven comunista había encabezado  una marcha de repudio a la visita a Tafí  Viejo de Domingo Bussi, en su primer intento  de postularse a gobernador, y fue fusilado por sus esbirros, agonizando hasta el 3 de diciembre.  Fredy fue la primera, de varias, víctimas comunistas en esta democracia reconquistada. Se unió a una incontable lista de asesinados desde la Semana Trágica a la Patagonia Rebelde, de la “década infame” al Cordobazo, las Tres A o la última dictadura, en gobiernos cívico-militares y constitucionales.

      En el encuentro mismo me  informan, que este  3 de diciembre,  en el aniversario de la  muerte de Fredy,  una sesión especial del Concejo Deliberante de Tafí Viejo  declarará  el 27 de agosto, día en que fue baleado, como "Día de la Militancia Juvenil".

   Jóvenes que habían participado hasta hace pocas semanas de la toma de 55 días de varias facultades en Tucumán, en medio del silencio cómplice de algunos medios, y miope de otros, mezclaban en el auditorio con veteranos luchadores tucumanos;  con artistas, escritores y poetas amigos de mi padre;  y –también--  no pocos de mis primos y sobrinos.

   Justamente fue a uno de ellos, a mí primo Eduardo Serrano Nadra, tucumano, miembro del PRT,  secuestrado en Capital, al que homenajeé especialmente, pues no se puede separar SECRETOS EN ROJO  de la historia de todos y cada uno de ellos.

   Y como la experiencia de las Juventudes Políticas Argentinas (JPA) en los ’70 es un capítulo especial de esa historia, recordé a mis asesinados amigos de la JP de la provincia:  Carlitos “Nalla” Salim y el imborrable “turco”: Ismael Salame, jefe de la regional Norte de la JP Regionales, y luego designado responsable nacional del trabajo en las JPA, donde hilvanamos una amistad que no han podido matar,  que llevo conmigo hasta que, algún día, en algún lugar, la  retomaremos juntos.

   Lo que no esperaba era que después de las preguntas y respuestas, al dialogar y sentir el cariño de los participantes, me fundiría en un abrazo con el hijo de mi camarada Medina, fundador de H.I.J.O.S de Monteros.

   Lo que no hubiera podido imaginar es  que frente a mí estaban (y finalmente ellos y yo con lágrimas en los ojos) los hermanos del “turco” Salame: el recuerdo y, como ayer y hoy la lucha, nos unía; entrelazaba nuestras sangres y nuestros destinos.


   Nos contamos historias que nunca publicaré, pero protagonizamos una ceremonia  tan íntima como pública por los treinta mil que nos arrancaron Y, también, si me permiten por esa herida que nos desgarraron en el pecho, y que sangrará hasta el último día.