El triunfo electoral de Hugo Chávez en las recientes
elecciones presidenciales en Venezuela habilita un debate sobre los cambios
económicos, su rumbo y sus beneficiarios.
Quedó muy claro en la campaña electoral y en el
balance del resultado, las opiniones favorables al rumbo de la revolución
bolivariana y sus críticas, incluso más allá de Venezuela. Casi podemos
mencionar al episodio como un acontecimiento mundial. No daba lo mismo para
unos y para otros el resultado.
La derrota del chavismo hubiese representado una
esperanza para las clases dominantes locales, regionales y mundiales para
reencauzar a Venezuela y su petróleo en la lógica de acumulación y de
dominación imperialista. Enfatizo en ello porque aún vendiendo petróleo a EEUU
en grandes cantidades, el régimen actual de Caracas no se subordina a la lógica
de dominación global de EEUU, más bien la confronta.
Por el contrario, el triunfo bolivariano otorga
nuevos aires al rumbo por los cambios en la región. El pasado 12 de octubre,
Evo Morales, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, denunciando aquel
12 de octubre de 1492 trajo a cuento la realidad del presente y señaló que hoy “tener
relaciones con la Embajada de Estados Unidos es como una caca”. La réplica del
poder mundial no se hizo esperar, adentro y afuera de Bolivia.
Del
cambio político al cambio económico
Es que Nuestramérica en proceso de “cambio
político” necesita, además de consolidarlo (en el sentido que afirman estas
elecciones venezolanas), avanzar en el “cambio económico”, sea el Socialismo
del Siglo XXI propuesto por Venezuela, o el Socialismo Comunitario sustentado
desde Bolivia.
No se trata solo de decisiones nacionales de esos
países, sino de la capacidad de la región por liquidar la herencia neoliberal
de la institucionalidad gestada en los años 80 y 90. Claro que algunos imaginan
que se puede criticar y enfrentar al neoliberalismo desde el capitalismo. Es
parte de las ilusiones que sostienen la independencia dentro del capitalismo.
Tanto Venezuela como Bolivia se proponen el
tránsito del capitalismo al socialismo, cada uno con sus adjetivos, que reportan
a su historia y tradiciones, pero coincidentes en el rumbo de la transición al
socialismo.
Ello supone desarmar los vínculos estructurales
del orden social vigente, al interior de los países y en el vínculo con el
resto, lo que impacta en el proceso de integración regional.
Recientemente Ecuador ha sido demandado por el
CIADI a cumplir con una sentencia ante la demanda de una transnacional. Una
cosa será la lucha solitaria desde el Ecuador ante el CIADI, o la activa
solidaridad de los países de la región.
Tanto Bolivia, Venezuela, como Ecuador se
retiraron del CIADI, además, Brasil nunca firmó el protocolo de adhesión, con
lo que surge el interrogante sobre la legitimidad que le otorgan a ese ámbito
de la dominación otros países, los que continúan subordinados a la lógica de
defensa de las transnacionales que opera en el CIADI y su mentor el Banco
Mundial.
Se trata de organizar la transición en dos
carriles simultáneos, el nacional y el regional, como forma de discutir y
disputar desde la región el orden mundial.
A nivel nacional se precisa desarticular el poder
de las transnacionales, orgánicamente articuladas con el poder económico local,
sea el tradicional oligárquico, como el burgués moderno, o el especulativo.
Es curioso, por ejemplo para el caso argentino el fortalecimiento
del sector bancario, con excedentes que lo alejan de la crisis del 2001 y lo
proyectan en el presente como uno de los emprendimientos con mayor
rentabilidad. ¿De dónde sale esa renta? ¿No estará asociado al usurario margen
entre tasas pasivas y activas, cuantiosos costos de los servicios a usuarios
del sistema bancario?
En rigor, solo responde a la lógica de la ganancia
en el capitalismo, y la creciente bancarización más que favorecer al usuario
del servicio financiero es una forma de extensión del negocio bancario.
Convengamos que transitar el cambio económico
supone enfrentarse con el poder local y mundial. No es ni será sencillo
enfrentar a ese poder, pero la primera decisión es asumir el costo del
enfrentamiento, lo que requiere generar en consenso social para las
transformaciones. Hace falta construir un sujeto económico para esa tarea, y la
autoconciencia de ese sujeto para la transición.
Aprender
de las experiencias
La experiencia boliviana puede ayudar en la
región. Su concepción constitucional de economía plural evidencia la presencia
de distintas formas de organizar la economía, vía empresa privada capitalista, pública
estatal, comunitaria y social cooperativa; pudiendo encarar procesos mixtos.
La hegemonía actual en la economía boliviana es la
capitalista, pero el análisis de los presupuestos públicos de los últimos años,
en la gestión de Evo Morales, da cuenta de una tendencia al crecimiento del
sector estatal, incursionando en la creación y el fortalecimiento de empresas
públicas. Es cierto que no siempre con los mejores resultados, pero puede
contarse a favor del proceso boliviano la escasa tradición del Estado en la
estructuración de empresas productivas o de servicios.
El objetivo explicitado por el gobierno
plurinacional es modificar la hegemonía en la economía plural, lo que supone
aplicar políticas favorables al desarrollos del sector estatal, del comunitario
y del social cooperativo, desestimulando la lógica de privilegio al sector
capitalista.
Un problema en Bolivia, tal como en otros países
de la región, es la tentación de una inserción internacional mediante la venta
de recursos naturales. En la agenda patriótica formulada por el presidente
boliviano en agosto pasado se enfatiza en la necesidad de superar la
primarización de la economía, vía industrialización de los recursos naturales.
Esa agenda se complementa con la superación de la
extrema pobreza, la seguridad alimentaria con soberanía, la satisfacción universal
de los servicios sociales para el conjunto de la población, y el desarrollo
tecnológico, imprescindible para el proceso de emancipación.
La disputa es grande en ese proceso y el propio
sector empresarial hegemónico demanda ser parte de la discusión de la agenda
sustentada hacia el 2025, el año del bicentenario de Bolivia.
Toda la región debe estudiar los procesos de
cambio, especialmente aquellos con mayor disposición a confrontar con las hegemónicas
relaciones sociales de producción capitalistas.
Lo
definitorio es el sujeto económico
Ello supone el desafío por construir sujeto, por
el socialismo comunitario en Bolivia, y con la especificidad que suponga cada
construcción nacional, pero completando el acumulado en sujeto político popular
con sujetos actuando en el proceso económico, y especialmente productivo. En el
caso boliviano son los indígenas, originarios y campesinos, los trabajadores,
los cooperativistas, los micro y pequeños, medianos y grandes empresarios
asociados al proyecto transformador.
Tal como hemos sugerido en varias ocasiones, e
insistiremos hasta el cansancio, las preguntas que se nos imponen para la
transición apuntan a responder: ¿Qué, quién, cómo, y para quién producir?
Ese es el debate en Nuestramérica, en
un mundo en crisis, cuando el FMI acaba de publicar sus perspectivas económicas
para el 2013,
rebajando las proyecciones del 2012 y del 2013 “de 3,2 por ciento en 2012 para ALC
(un 0,6 por ciento
por debajo de lo proyectado en abril) y de 4 por ciento en 2013”. En el informe
mundial se muestran tendencias de menor crecimiento para EEUU, Japón y especialmente
Europa.
¿Tiene que continuar
nuestra región produciendo para ese mundo capitalista en crisis, o generar las
condiciones para una ruptura en el plano de la economía y la producción?
Así como afirmamos la
necesidad del cambio político al económico, esa orientación también debe
constituir el desafío de la integración. Es muy destacable el avance de Unasur
y Celac, pero están desafiados en la actualidad a constituirse en mecanismos de
articulación productiva para contribuir a la transición de la hegemonía
capitalista hacia un nuevo orden.
Claro que hay que ser
conscientes que en la región anidan proyectos diferenciados, incluso
contradictorios. Por eso enfatizamos en la importancia del triunfo democrático para
un nuevo periodo de gobierno de Hugo Chávez y su proyecto de revolución
bolivariana por el socialismo (Julio Gambina)