Jorge Sigal --Director de la Editorial Capital Intelectual, y habitual columnista de varios medios masivos-- obtuvo un amplio espacio en la cobertura de la muerte del genocida Jorge Videla, no para relatar la lucha de aquellos años de sus ex camaradas, sino para retomar el peor relato de la nefasta posición política del PC, que coincide con los apologistas de derecha. Le responde Luis Reinaudi, secuestrado y torturado en La Perla en 1978, y testigo en el juicio que tuvo como principales acusados a los represores Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez por delitos de lesa humanidad, ya que fue defensor de José Cristian Funes, asesinado en un falso intento de fuga el 30 de junio de 1976 .
Aquí el texto publicado hoy como Carta de Lectores por el matutino:
Autocriticarse es bueno, saludable, digno. Renegar no. En Clarín, edición del sábado 18, Jorge Sigal toma como pretexto la muerte de Videla para continuar el ajuste de cuentas con su pasado como militante -y en su momento destacado dirigente- del Partido Comunista. No escribo para polemizar con él acerca de la posición del PC (al que también pertenecí) sobre el golpe del 76 y la dictadura. Con toda seguridad él tenía un acceso más directo a la cúpula partidaria.
Yo era por entonces militante sindical y profesional, como abogado, en Córdoba. Recuerdo, sí, haber compartido con compañeros de actividad una posición crítica sobre la falta de claridad y contundencia en las posiciones públicas de la organización, pero tuve la suerte de no haber recibido jamás un “informe” en el que se calificara al difunto presidiario como democrático. No lo habría soportado.
Sigal se permite atribuir una imagen de ingenuidad, cuando no de cobardía, a los militantes comunistas asesinados, quienes según su calumniosa memoria, habrían muerto “ … con la credencial de su partido en la mano tratando de convencer a sus captores de que el PC no tenía nada que ver con los grupos guerrilleros”.
No es ése mi recuerdo. Es cierto que, con genuino derecho, nos permitíamos exponer públicamente nuestra discrepancia con quienes abrazaron la vía armada. No lo es menos que quienes nos calificaban peyorativamente por esa posición, llegado el momento sabían que los abogados comunistas defendíamos a los presos políticos cualquiera fuese su ámbito de actuación.
Pero refulge dolorosamente en mi memoria la imagen de aquellos a quienes no pudimos defender, y como solo, único y suficiente ejemplo me basta el de David Colman, el Gordo, responsable de la autodefensa del PC cordobés, quien resistió hasta la muerte el más siniestro chantaje físico y moral sin suministrar una sola información a sus verdugos. Lo que digo no es retórica: antes de ser asesinado y salvajemente torturado, debió asistir al tormento y muerte de Eva y de Marina. Su mujer y su hija. No sé dónde estaba Sigal entonces, pero cualquiera haya sido su heroico pasaje por ese momento, tengo la certeza de que no legitima su liviano e irrespetuoso presente.
Luis Reinaudi