Al estallar la guerra del ’14 era presidente Roque Sáenz Peña, quien proclamó la neutralidad de nuestro país. Al sucederlo, dos años después, Hipólito Yrigoyen continuó con esa política y la sostuvo con mayor rigor.
Eran tiempos en que muchos miembros de la alta sociedad argentina, artistas y escritores acostumbraban a pasar largas temporadas recorriendo Europa. La guerra los sorprendió allí sin que muchos se arriesgaran a cruzar nuevamente el Atlántico.
Ante cualquier dificultad que se les presentaba con las autoridades de los bandos en pugna, esos “anclados” forzosos exhibían el pasaporte acompañado de la frase “Yo, argentino”. La expresión fue motivo de chistes y monólogos en nuestros teatros de revista. Y, pasada la guerra, quedó como declaración de prescindencia.
Cuando alguien no quiere verse en una situación capaz de comprometerlo asegura “Yo, argentino”. Un frase que confiere la mejor de las visas para el desentendimiento.