En su
juventud, Fernando fue un muy popular y querido dirigente estudiantil, primero de
la Federación de Estudiantes Secundarios
de Tucumán, su provincia natal, luego secretario general de la FUA y
presidente de la Federación
Universitaria de Córdoba (FUC), ciudad donde trabó relación y amistad con
la principal figura de la Reforma
Universitaria de 1918, el mítico Deodoro Roca, en cuyo funeral lo despidió
en nombre de la organización estudiantil.
De
aquellos tiempos, surge este relato periodístico, de un hecho casi desconocido
de la lucha contra el nazifascismo en la Argentina:
Según relata Bernardo Kleiner en su
interesante y documentado libro "Veinte
años de movimiento estudiantil reformista" (Editorial Platina, Buenos Aires 1964), el 20 de junio de 1941, Día
de la Bandera, justo dos días antes de la invasión hitleriana a la Unión
Soviética, un grupo de estudiantes, acompañados por numerosos obreros, reclamó
del consulado alemán en Córdoba, con oficinas en la Avenida Colón, que la
bandera argentina flameara en sus balcones.
Ante la negativa germana, los estudiantes organizaron varios actos relámpago. Cuando se aglomeró el público al grito de "abajo el nazismo, viva la bandera argentina", un dirigente de la Federación Universitaria de Córdoba se encaramó al mástil a varios metros de altura. Y, ante la expectativa general y la amenaza armada de los burócratas del consulado, el estudiante arrancó la bandera nazi haciéndola pedazos, en medio de la clamorosa ovación de los asistentes, quienes realizaron luego una combativa manifestación por las calles de la ciudad.
Los diarios La Voz del Interior de Córdoba y La Nación de Buenos Aires, diarios de derecha que entonces coqueteaban con las "potencias anticomunistas", no ocultaron su indignación por el "ingrato episodio". Y El Pampero, rotativo nazi que estaba directamente financiado por el embajador alemán Von Thermann, rugió: "Fueron atacados consulados de países amigos".
La Alemania nazi protestó entonces con una reclamación diplomática, presionando al gobierno de Ramón S. Castillo (de claras simpatías por el fascismo) para que intervenga la provincia mediterránea. El periódico local Córdoba describió el episodio de este modo:
"... el joven estudiante que había
subido y que alcanzó un extremo de la bandera nazi, se colgó de ésta y sin
soltarla saltó a la acera. El peso del cuerpo hizo que el asta de la bandera se
quebrara cayendo todo al suelo, donde fue recogida por los manifestantes que en
aquel mismo momento la destrozaron...".
Los pedazos de la bandera nazi fueron disputados por los asistentes al acto; obreros y estudiantes los guardaron como verdaderos trofeos de la lucha antifascista.
Los pedazos de la bandera nazi fueron disputados por los asistentes al acto; obreros y estudiantes los guardaron como verdaderos trofeos de la lucha antifascista.
Casi inmediatamente se desató una ola de antisemitismo feroz en todo el país. "Los usureros judíos y el marxismo internacional no nos van a impedir que la Argentina mantenga relaciones con aquellos países que están luchando bravamente contra el comunismo apátrida", rezaba un volante profusamente distribuido por la Legión Nacionalista en la ciudad de Buenos Aires y que terminaba de este modo: "¡Viva la patria! Abajo el judaísmo y el comunismo, fuentes de miseria y esclavitud!".
Resulta
curioso que, pese a la masiva participación judía en los movimientos
antifascistas, el joven que protagonizara aquella acción ante el consulado alemán
en Córdoba no fuera judío sino de origen árabe. Se trataba de Fernando Nadra
que, luego, sería uno de los dirigentes más conocidos del Partido Comunista
Argentino…
A raíz
de su arriesgada acción en Córdoba, Nadra fue procesado y detenido junto a
otros veinticuatro estudiantes reformistas "en virtud del estado de
sitio" implantado en todo el país para "ahogar las crecientes
manifestaciones del pueblo contra el fascismo y la guerra", de acuerdo al
libro de Kleiner.