jueves, 31 de octubre de 2013

Ante el fallo de la Corte Suprema


Los integrantes de Los 100Agrupación de Periodistas y Trabajadores de la Comunicación, celebramos el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró la constitucionalidad de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, porque pone fin a los efectos de una absurda medida cautelar que retrasó durante cuatro años, curiosamente lo que dura un período presidencial, la aplicación completa de esta norma que surgió de las entrañas militantes del pueblo argentino.
Un sueño acunado durante 30 años, tres décadas de lucha para obtener una ley de medios de la democracia, que superara el oprobio del decreto 22.285 de Videla y Martínez de Hoz y la regresiva reforma de los años 90, que posibilitó la conformación de oligopolios, dieron como resultado esta ley a la que la distinguen enormes e inocultables calidades democráticas.
También, desde Los 100, queremos saludar a los compañeros de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, de la que hemos formado parte, desde el 2004, el año de su fundación, junto a decenas de agrupaciones y entidades de diverso orden (gremiales, de DDHH, profesionales, etc.), por haber dado forma colectivamente a los 21 Puntos Básicos por el Derecho a la Comunicación que sirvió de fundamento para que se elaborara al anteproyecto de ley que se enviara en el año 2009 al Congreso de la Nación.
La aplicación integral de la Ley 26.522 es de tal importancia que, estamos convencidos, no sólo redundará en una mejor calidad de la democracia argentina, preservando a sus instituciones de los peligros que conllevan la voracidad de los grupos monopólicos y económicos, sino que colaborará enormemente en la consolidación del ser nacional, alejando la perversidad del discurso único que desprecia la pluralidad y afianzando una genuina libertad de expresión por sobre la dictadura de la libertad empresarial.
Consolidar los valores de la cultura nacional implica inexorablemente reconocer la multiplicidad de voces y favorecer su existencia, en tanto que habrá que alejarse definitivamente no sólo de los apetitos de los que pretenden manejar, entronar o destituir a los gobiernos de turno, sino que le trasladan al conjunto del pueblo argentino su cosmovisión, invariablemente atada a sus oscuros intereses económicos sectoriales.



Secretario General: Hugo Barcia
Secretario de Organización: Alberto Nadra
Secretario de Redacción: Julio Fernández Baraibar
Secretario de Prensa: Eduardo “Perico” Pérez


Vocales: Alberto Ferrari, Rodolfo Nadra, Alejandro Tarruella, Roberto Lago, Aldo Amura, Roberto Luzardi, Fabián Magnotta, Diego Ibarra, Santiago Magrone.

Buenos Aires, 30 de octubre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿De qué hablamos cuando hablamos de CRISIS?

Las crisis capitalistas pueden originarse en una guerra, en una catástrofe o en un colapso de superproducción, o bien, como ocurre desde 2008 (con origen en 1982, cuando Ronald Reagan desreguló las actividades especulativas) por la hegemonía del sector financiero sobre el productivo.
Hay crisis y crisis. Las economía de Irak, como antes la vietnamita, la coreana y la argelina fueron llevadas a la ruina por sus guerras de liberación, ya que ningún país de la periferia está en condiciones de financiar un enfrentamiento que dure varios años. El caso más notorio es el de la propia Europa, que en las tres décadas que transcurrieron entre las dos guerras mundiales perdió la hegemonía que ostentaba desde que nació el capitalismo en la Edad Media.
Las catástrofes son siempre una amenaza, ya sean espontáneas (huracanes, tsunamis, terremotos) o inducidas (explosiones nucleares, guerra bacteriológica). Sus efectos se vieron en Hiroshima y Nagasaki.
Otra forma de crisis son los colapsos de superproducción, que ocurren cuando la demanda no pude consumir todo lo que la oferta produce. Entonces comienza una serie de reacciones en cadena que termina en quiebras generalizadas y desempleo masivo. Así se inició la crisis en 1929, resuelta por EEUU con la súper demanda que provocó la II Guerra Mundial, y continuada después en el Plan Marshall, que posibilitó la reconstrucción de Europa y aseguró las exportaciones estadounidenses por tres décadas.
Otra forma de crisis se origina en el sector financiero, y ocurre cuando una serie de grandes inversiones especulativas se desmoronan por falta de pago. Así ocurrió también en 1929, con la caída de los valores de las acciones tras una feroz especulación bursátil en Wall Street, y en 2008 con las hipotecas sub-prime, cuyo derrumbe afectó a la industria de la construcción en Estados Unidos y finalmente provocó la quiebra de Leman Brothers. Los bancos tienen desde entonces una cartera de miles de viviendas impagas que hoy valen la mitad, es decir que si las vendieran (algo que no harán por ahora) no podrían recuperar lo prestado.
Una vez desatadas, las crisis del capitalismo actúan como los incendios forestales. Son enormes hogueras donde se queman los valores simbólicos, ficticios, puro papel pintado, para devolverle la supremacía a los capitales físicos, productivos, reales. Al momento de estallar la crisis actual, hace cinco años, el globo de la especulación (dinero, acciones, bonos, títulos de deuda, derivados) había alcanzado los mil millones de millones de dólares, es decir veinte veces el Producto Bruto Mundial, un despropósito que reclamaba un incendio purificador. Una relación normal entre dólares de producción y dólares especulativos es de 1 a 3, a los sumo de 1 a 4; nunca de 1 a 20.
Como la naturaleza, al ser depurado de sus partes secas o inservibles el capitalismo se renueva y comienza un nuevo ciclo basado en la supremacía de la producción, el empleo y el consumo. El sistema tiene una lógica de hierro: sin trabajo no hay plusvalía; sin plusvalía no hay ganancias y sin ganancias no hay capitalismo. Por eso, todo lo que atente contra el empleo y el consumo a la corta o a la larga será removido, al menos parcialmente.
Dos factores complican ahora una tradicional salida keynesiana de la crisis, es decir que no basta ya con un fuerte aumento de la inversión estatal para obtener la recuperación del empleo, las ventas y las ganancias, y así reiniciar el círculo “virtuoso” de acumulación del capital basado en la producción industrial y agraria y en la plusvalía del trabajo.Uno es el avance de la tecnología. Hoy la producción puede crecer sin que aumente significativamente el empleo, y por ende hace falta más dinero que antes para generar un puesto de trabajo. Además, los capitales requeridos para reponer los empleos que destruyó la crisis son hoy muchos mayores que en 1929, ya que aquella población de 4,5 mil millones de personas devino en esta de 6,5 mil millones.
El segundo factor es que la receta keynesiana, consistente en reemplazar la inversión privada con dineros públicos, que fue funcional al capitalismo industrial de 1930 y de post guerra, ya no lo es al capitalismo financiero del siglo 21. No hay keynesianismo posible sin grandes déficit en los países centrales (para finanaciar la inversión pública), pero el problema es que EEUU ya tiene un gran déficit y al presidente Obama le resulta cada día más difícil convencer al Congreso para que aumente el techo de la deuda, como se ve en estos días. En 2009 la Casa Blanca quiso salvar a la Chrysler pero el Capitolio se opuso y la empresa, un ícono de Detroit, paso a manos de la italiana Fiat. Este año quebró el municipio de esa ciudad; una metáfora de la crisis.
La Unión Europea ha fijado un límite de 3% del PBI para el déficit de los estados miembros, pero el déficit de EEUU no tiene límites, ya que se origina en la supremacía militar y consecuentemente de la política guerrera, y se financia con la emisión de moneda mundial (el dólar). Tras la II Guerra Mundial los EEUU intervinieron sucesivamente en Corea, Vietnam, Afganistán, dos veces en Irak y otra en los Balcanes. Aproximadamente una guerra cada diez años.
La tecnología bélica de punta, la industria espacial asociada y los grandes costos que genera el área de Defensa le permiten a EEUU mantener esa supremacía, que es estratégica y por lo tanto irrenunciable, aunque su costo es descomunal: el 65 por ciento del déficit estadounidense es generado por el aparato militar-industrial y la enorme estructura defensiva, en la que actúan, por ejemplo, unas 1.200 agencias de seguridad nacionales, estaduales y distritales, la gran mayoría de las cuales mantiene varias oficinas en el extranjero.
Por eso no extrañó que, a poco de asumir, un presidente negro convalidara al frente del Pentágono al mismo hombre que designara su antecesor blanco, un tal Bush. No obstante las promesas de campaña, Obama resolvió quedarse en Afganistán y nadie sabe cuándo se irá de Irak. Ni siquierqa levantó Guantánamo, la isla-prisión que mantiene en el sur de Cuba. Más allá del color de piel del presidente, en Washington, como en el viejo Far West, siguen mandando las armas.
La receta europea ante la crisis
Esta nueva crisis del capitalismo golpeó muy fuerte en Europa, es decir que sentó las bases para una transformación radical de sus estructuras productivas, tecnológicas, salariales, de asistencia social, etc.
Es un hecho que, para recuperar competitividad industrial, las burguesías europeas necesitan con urgencia reducir la brecha salarial que mantienen con los países emergentes, particularmente con China e India, y también reducir el outsorsing (la salida de capitales productivos con destino a esos y otros países que pagan salarios mucho menores), así como recortar severamente los costos del llamado estado de bienestar. Un tercio de los gastos totales promedios de la UE tienen (en realidad, tenían) ese origen. Ocurre que el  welfare state ya no responde a una necesidad de las burguesías europeas. Fue creado por las socialdemocracias tras la segunda guerra mundial para frenar el avance soviético sobre Europa. Dejó de ser necesario tras la caída del muro de Berlín.
La crisis será la herramienta principal de las burguesías para llevar adelante esas transformaciones, que empeorarán las condiciones de vida de los europeos. También será mantenido el euro, otra herramienta restrictiva que les impide a países como España e Italia, por ejemplo, tener una moneda nacional (otrora la peseta y la lira) que eventualmente les permitiera devaluar. El euro genera una especie de convertibilidad compulsiva en todo el sur de Europa. Y lo maneja Alemania en alianza con Francia. Inglaterra (que no entró en la eurozona) mantuvo la libra esterlina y puede aplicar la política monetaria que más le convenga en cada situación.
Se sabe, desde Marx, que las crisis generan concentración de capitales. La actual no será la excepción. Apenas dos ejemplos entre centenares: el grupo editorial Prisma, dueño del diario El País, cadenas de radios y canales de televisión en España, ha sido vendido a un consorcio anglo-norteamericano. En Italia, el Inter de Milán fue comprado por un millonario hindú.
La crisis y el euro se llevarán puesto los buenos salarios y medio siglo de desarrollo social europeo, pero la prensa mundial no habla de ello, mientras que la local ni siquiera entiende lo que pasa. Da lo mismo, porque si entendiera tampoco lo publicarían.


lunes, 14 de octubre de 2013

1983-2013: la militancia juvenil, ayer y hoy

Al cumplirse 30 años de la recuperación de la democracia, la revista Caras y Caretas
me entrevistó acerca de la militancia en aquellos y estos días. Aquí las preguntas y mis respuestas
.

¿Qué diferencias ves entre la militancia de los ‘80 -con el regreso de la democracia- y la de hoy en día?

Entre muchos factores para discutir, destaco una valoración mucho más madura de la política como instrumento de transformación de la realidad, aunque sin perder de vista que es en un proceso dificultoso, con avances y retrocesos durante la democracia y teniendo que hacer frente a las heridas de la dictadura que aún hoy hacen mella.

Después de la demonización de la militancia en los ’70, en los ’80 surgió la idea de que la vieja militancia había sido (para decirlo suavemente) ingenua, y que la democracia sería una solución casi mágica a los problemas heredados. Pero la situación era mucho más compleja: la “cadena de formación de cuadros” había quedado destruida por el extermino de la dictadura. Después de la breve fiesta del retorno a la democracia, se combinaron potenciales militantes desorientados, primero y crecientemente desilusionados, después, por el enfoque empresarial y clientelar de la política nacional, que hoy subsiste en no pocos casos.

Comparando esto con hoy en día: se ha superado bastante la apatía reinante en los ’90. También reaparecen una fuerte voluntad de participación y la reconstrucción de una mística, aunque con cierta idealización de nuestra experiencia, la de los “setentistas”, que tenemos la obligación de esclarecer.

 

Como militante político ¿de qué manera procesaste el descreimiento del 2001 fruto del fin del gobierno de la Alianza, materializado en la consigna “que se vayan todos”?

Como un resultado natural de la sensación de vaciamiento e inutilidad de las instituciones que tenía la población; pero también con la gran preocupación de que esa sensación, basada en una realidad, paradójicamente “les hacía el juego” a los “dueños de la argentina”: la militancia, la política y la misma democracia que tantos dolores de cabeza les dieran en su momento estaban siendo reemplazadas por un “que se vayan todos”, que les permitía camuflarse tras la bronca popular y beneficiarse con la falta de política.

Algunos que posan de izquierdistas echaban fuego a la hoguera sumándose a esa consigna, creyendo que era el anticipo de “su tiempo”, o el delirio que vivíamos una “situación revolucionaria”.

Lo necesario no era que “se fueran todos” (algo imposible, en la realidad), sino de sino de echar (ya que solos jamás se van) a los responsables, cómplices y beneficiarios (que profundizaron) el modelo dependiente y rentístico, del capitalismo argentino, hegemonizado por el sector financiero, en desmedro del productivo.

 

¿Qué expectativas tenés hoy sobre la militancia política juvenil, estimulada desde el gobierno con medidas como el voto a partir de los dieciséis años? 

Muchas. Es con la militancia organizada que se pueden profundizar los pasos dados y, sobre todo, encarar medidas que ataquen al menos algunos elementos de la matriz capitalista –entre otros: renta financiera, minera, pesquera, petrolera– como parte de una drástica redistribución de los ingresos hacia los sectores más desprotegidos en forma directa (salario y creación de empleo) e indirecta (salud, vivienda, educación, asistencia).

Tras años de pérdidas profundas, parece atinado considerar que hemos ganado una década. Sin embargo, para que esa ganancia no se revierta hacia una nueva pérdida, es necesario consolidar lo alcanzado no vacilando en ir por más. Y esto es casi imposible sin realizar una convocatoria concreta y viable, con generosidad y convicción, para construir una fuerza político-social organizada y plural. Una convocatoria que incluya a las distintas culturas políticas que hoy están dispuestas a encarrilar la voluntad participativa de los jóvenes, capaces de enfrentar la resistencia a los cambios de corte nacional y popular, y ser la base movilizada que apoye su profundización. ¿Qué tarea más seductora y movilizadora para convocar, y unir, a las “viejas” y nuevas generaciones de militantes?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Leonor



Con este nombre –el de mi compañera de la vida y madre de mis hijas– y este fragmento de mi libro SECRETOS EN ROJO. Un militante entre dos siglos (Ediciones Corregidor), rememoro la noche negra que se cernió sobre Córdoba el 9 de octubre de 1974, cuando Leonor y otros camaradas fueron ilegalmente detenidos y torturados en el D2 de la policía provincial. Tita Clelia Hidalgo, secuestrada junto a Leonor, fue llevada agonizante al Hospital. Ya no había nada que hacer. 

Un solo tema me suscitaba dudas, me ponía meditabundo y, en ocasiones, nublaba ese cielo despejado, sin vestigio de vacilación, de mi convicción y temeridad militantes de la niñez y parte de la adolescencia. Aun a esas edades tan tempranas, de cuando en cuando, me preguntaba: ¿Cómo respondería a la tortura?

¿Sería como mis héroes, –aquellos de la literatura soviética, los luchadores por la República española, o las historias de la resistencia antifascista europea (los maquis, los partisanos), los barbudos cubanos– o arrastraría la vergüenza del quiebre?

Muchos años después, la vida me enseñó que la respuesta lejos está de surgir de una dicotomía tan sencilla.

Leonor era la hija mayor del “flaco” Jorge Canelles, una de las leyendas del Cordobazo. El 9 de octubre de 1974 el Navarrazo que derrocara a Obregón Cano y Atilio López lanzó un operativo conjunto de fuerzas policiales junto al Comando Libertadores de América: el equivalente cordobés a la Alianza Anticomunista Argentina. Arrasaron los locales de Luz y Fuerza, del PST y, finalmente, del PC.

Leonor y “el flaco” –junto a unos cincuenta camaradas– fueron detenidos en Obispo Trejo 364, sin haber opuesto resistencia: la orden en todo el país era sólo usar armas si el operativo era de parapoliciales de civil, pero nunca si estaba presente algún agente uniformado.

La movilización por la libertad de los compañeros fue inmediata e intensa. Dos días después, frente al “D2” (Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia, ubicado en el edificio del Cabildo histórico), los militantes aún esperaban la salida de los Canelles, que seguían sin ser liberados. 

Estuvieron entre los últimos en salir, y todos sabían que la hija del flaco había sido torturada al lado de Tita Clelia Hidalgo, quien murió por el ensañamiento y el tardío intento de hospitalizarla. Todos sabían que esa chica flaquita, bonita, altiva pese a sus escasos 17 años había soportado los golpes, la picana, las vejaciones, los simulacros de fusilamiento. Todo sin decir palabra.

Aun así todos sufrieron un fuerte impacto cuando Leonor salió a la calle. Con la frente alta, como siempre. Pero con la ropa rasgada y ensangrentada. Con los ojos vacíos y gélidos…
En 1986, doce años después –ya mi esposa y madre de mis hijas, Yamilé y Giselle– Leonor contaba, en una de esas raras ocasiones en las que hablaba de su pasado, anécdotas de Alberto Caffaratti, de Tomás Ditofino, de su amiga, “la” Marina Colman. Todos secuestrados y asesinados por la dictadura.

Escuché sobre cómo su casa familiar se derrumbó casi hasta el borde de la cama de su pieza por la explosión de una bomba. Sobre el vaquero Oxford, milagrosamente agujereado en la botamanga, en una de las oportunidades en las que la balearon desde un Falcon, en pleno centro de la Ciudad de Córdoba.

En alguna otra ocasión me regalaría pantallazos de los días que acompañaba a sus padres a la casa de Agustín Tosco. De las charlas con él y con su familia: Nelly, Héctor y Malvina –la hija “del gringo”, cuyo cumpleaños festejaron juntas en el sur, visitando a sus padres presos.

También me enteré de los meses de hambre y desesperación cuando “el flaco” se fugó porque lo buscaban para matarlo. Meses en los que Leonor fue el sostén, la fortaleza de su madre, Cristina; y de sus pequeñas hermanas Betty y Silvia. El sostén económico y emocional; siempre mirando por sobre el hombro para proteger a las suyas; buscando un lugar donde dormir –aún durante unas  escasas horas; un plato de comida, o un mate con papas fritas… Leonor siempre fue “la fuerte”, enfrentándose no pocas veces a puertas cerradas, y a los rostros de pánico de compañeros de no tan lejanas veladas de charlas y risas.

Una tarde, charlando casualmente, salió aquel tema que me perseguía de niño.
“No sirve pensar en eso. Nadie puede decir que hará cuando lo torturen. Porque, sencillamente, nadie lo sabe”.

Esa fue la respuesta natural, sin vacilaciones –y, como siempre, práctica– de Leonor.  Para ella “la cuestión” nunca llegó a existir…

Por primera vez me había animado a  preguntar: ¿cómo aguantaste… la tortura?
“No sé… Era como estar viviendo una película. Como si yo no estuviera ahí, sino otra persona; con otra gente…extraña… Me acuerdo las cosas como en cámara lenta. Sé que varias veces perdí el conocimiento y lo que viene antes de eso se ve en amarillo fuerte. No sentía dolor. Creo que por momentos bronca, pero tampoco estoy segura…”.

“Pero no dijiste nada”, insistí, rozando con cuidado temas intocados.
La mirada de “mi negra” volvía a perderse; quizás un poco como ese día, tantos años atrás…

“No. No dije nada”, respondió con lentitud y una voz inexpresiva.
“Pero no hubiera podido. Recién me salieron palabras de la boca horas después de que nos soltaran. Estaba llorando después de ver a mamá, después de los exámenes médicos. No sé… Mi papá me abrazó… Estábamos afuera...”.


Estaba afuera. Pero nunca volvió a ser verdaderamente libre…

martes, 8 de octubre de 2013

Cada día que pasa

"Sin excepción, casi por naturaleza o desatino, 
todos los días, a la mañana, temprano, 
ando por este camino. Llego tarde al trabajo y con 
alegría, cuando
es necesario llegar más temprano
y con indignación o repugnancia o sed
de venganza o rabia. Todo esto
no me martiriza ni me apena, aunque parezca
lo contrario y tenga olor a traición; sé muy bien,
con toda impaciencia, que el ocio
llegará algún día con la revolución. Y que ni una cosa
ni la otra vienen de la tristeza o de la impotencia.

Voy cansado, es cierto, harto como todo el mundo que se precie,
o con desaliento; pero nunca falta
alguna cosa, un olor,
una risa que me devuelva,
para valer la pena; recién entonces empiezo a convencerme;
calles sucias y bocinas y el tráfico
alucinado y dormido todavía; viejos conocidos,
como el destino
o la bruma de la ciudad. Y
el mal semblante; la desconfianza
en los ojos, en los grandes ojos de la gente
hechos para volar. Manos enrarecidas
que rodean
la calle sitiando su respiración. Dominados
del mundo; empleadas
tersas y vulgares bajando
de coches lujosos de los dueños
de otras empleadas, y así sucesivamente."

Francisco Paco Urondo

jueves, 3 de octubre de 2013

Graciela, ahora y siempre

GRACIELA PANE tenía 23 años y estaba embarazada cuando fue secuestrada, torturada y asesinada el 3 de octubre de 1975, por el grupo parapolicial Alianza Anticomunista Argentina (las “Tres A”). Dirigente estudiantil y militante de la Federación Juvenil Comunista (FJC).

Graciela tenía 23 años e iba a ser madre; Liliana, 20 recién cumplidos soñaba con lo que, finalmente,  sería una carrera de cantante profesional.   Con su hermana tocaban piano y guitarra, y componían canciones. El 2 de octubre de 1975 una patota arrancó a la mayor de las hermanas Pane de su casa en Sarandí y al día siguiente fue asesinada.
Aquel octubre de 1975, en medio de un verdadero baño de sangre, de una multitud de crímenes, secuestros y atentados con bombas de todo tipo, un grupo de tareas secuestró a Graciela de las puertas de su casa en Sarandí, la torturó con saña a pesar de su embarazo, la asesinó y la arrojó cerca de las piletas de Ezeiza. Graciela era estudiante de ingeniería química de la Facultad Regional Avellaneda de la Universidad Tecnológica Nacional, delegada de su curso, militante del Centro de Estudiantes y de la Federación Juvenil Comunista.
Ese mismo día, un jueves como hoy, la noticia cayó como una bomba en Agüero 833, el edificio sede del Comité Central de la FJC.  Casi 50 compañeros, en distintas tareas y reuniones acatamos inmediatamente las indicaciones de los distintos responsables para mover cielo y tierra, encontrar a Graciela y salvarla: viaje a los princípiales regionales a movilizar a la Fede y al partido, teléfono para avisar a todos los comités provinciales del país. Sabíamos que cada minuto contaba.  Lo habíamos logrado antes con la movilización, a veces acompañada con informaciones reservadas de anónimos miembros del partido o la Fede en los lugares más inverosímiles. También ya a esa altura nos habían asesinado a muchos camaradas, muchos, demasiados para nuestra paciencia juvenil.  Creo que muy poco tiempo atrás habían ametrallado el frente del local de la Fede en Devoto, en la calle Bahía Blanca, pero la respuesta de los compañeros de la guardia, anónimos cuidadores de nuestras reuniones y destinos, los obligó a llevarse, en medio de un fuerte cruce, al menos uno de sus secuaces que había quedado tendido al lado del vehículo que los transportaba.
Entonces trabajaba como periodista y militaba en la Comisión de Relaciones Políticas, en las Juventudes Políticas Argentinas (JPA), las que inmediatamente nos hicieron llegar su solidaridad y apoyo: la JP, terriblemente castigada por secuestros y asesinatos; la Juventud Radical, la Intransigente, socialista, democristiana. Casi todos vinieron inmediatamente a dar su apoyo personalmente.  Pero ese trabajo quedó en manos de Echegaray, Enrique Dratman y otros. Internacionalmente Francisco “Cacho” Álvarez se comunicaba con las organizaciones internacionales para que exijan al gobierno su rápida acción. Lamentablemente, era una rutina memorizada por todos en aquellos días.
Por mi profesión,  lo más indicado era redactar el comunicado de condena y la exigencia de su aparición haciendo responsable al gobierno,  en particular al ministro del Interior, entonces  Ángel Robledo, y a la propia Presidente, María Estela Martínez, alias “Isabel”. Me llevó pocos minutos, las teclas subían y bajaban al latido de mi corazón, algunos datos acerca de Graciela, su edad, la misma que la mía. Hablé personalmente con algunos amigos en los medios, como siempre poco propensos a publicar “denuncias”, y una decena de compañeros salieron en tres coches a repartir los comunicados artesanales, en épocas en las que no existían mails, ni internet, ni fax, ni siquiera fotocopias, mientras los gigantescos  y negros teléfonos de línea respondían, generalmente mal, según un humor incomprensible.
Ninguno durmió esa noche en Agüero, y creo que pocos en todos los locales –muchos entonces—de la zona sur del Gran Buenos Aires; delegaciones, entrevistas, reclamos, recorridas por comisarías y oficinas públicas: miles de jóvenes comunistas haciendo lo posible, desde pintadas a volantes, “habladas” en colegios y universidades.
Por la mañana del viernes 3 de octubre, mi  indignación fue inmensa cuando los principales matutinos no publicaron una línea del secuestro de Graciela.
La noticia de la muerte, y en qué condiciones me la dieron Jorge Pereyra y Patricio Echegaray, entonces, respectivamente, secretario de la Fede y responsable del trabajo con las JPA.  La inmediata convocatoria era previsible, como tantas otras veces mi “oficio” me condenaba a no llorar y escribir. Escribir el repudio por el asesinato de Graciela, la condena a las bandas parapoliciales, la condena a los que impulsaban ese clima de terror para paralizar a los luchadores, y preparar un baño de sangre mediante un nuevo golpe de Estado. A muchos amigos de otras fuerzas les parecía exagerado, algunos incluso creían que “el golpe ya se dio” con Isabel y las bandas.
Ahora sí, el morbo de la mano de la política, la foto de su cuerpo torturado, hallado en los bosques de Ezeiza fue publicada por los diarios, y el rector de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), a la que concurría Graciela, hizo un discurso en el que exaltó la acción “pacificadora” de la “Misión Ivanissevich” (el  fascista interventor universitario designado por “Isabel” Martínez) y alertó que los estudiantes que no lo comprendieran así “sufrirán las consecuencias”. 
Graciela estudiaba Biología en la UTN, era dirigente estudiantil y militaba en la Federación Juvenil Comunista. Había recibido amenazas de muerte por parte de los matones del decanato, al igual que su hermana, que trabajaba en un quiosco del centro de estudiantes. En su denuncia judicial, impulsada por la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, su hermana, hoy la cantante Lina Avellaneda, explicó que tanto ella como su hermana recibieron “amenazas de muerte en los días anteriores al 2 de octubre de 1975, de parte de un individuo conocido como Carlos Alberto Polo, quien presumiblemente se desempeñaba como jefe de Seguridad de la UTN de Avellaneda, y también por parte del propio rector de la referida universidad, Agustín Monteagudo, y su colaborador Raúl Bronzzini”.
Estos fueron denunciados penalmente ante la policía provincial y el Juzgado de Instrucción Nº 5 de Lomas de Zamora, a cargo del doctor Mario Moldes, quedó en la nada. Por entonces, también se abrió una causa federal contra los responsables de la Triple A, pero tampoco prosperó. Luego vino la dictadura y recién al retirarse los militares, alguien se acordó de que López Rega estaba en un exilio dorado en los EE.UU. y lo trajeron, pero al morir éste, la causa volvió al sueño de la injusticia. Por la vinculación entre esas intimidaciones y el posterior secuestro y asesinato de Graciela Pane declararon Florentino Narváez, dirigente del centro de estudiantes que fue detenido junto con Graciela por la policía bonaerense días antes de su asesinato, y el actual decano de la UTN de Avellaneda, Jorge Omar Del Gener. Por esos días, las noticias sobre los asesinatos de la Triple A aparecían en los medios, por lo que este hecho tuvo repercusión nacional y a nivel local, en Avellaneda, donde el Concejo Deliberante se solidarizó con la familia Pane.

José Schulman, entonces dirigente de la Fede de Santa Fe, y actual secretario de la Liga Argentina por los Derechos del hombre (LADH) recuerda que recién a finales de 2006 que al ser capturados en España los jefes policiales Morales y Almirón, el juez Oyarbide «encontró» en un armario de su despacho la causa dormida desde 1975, fue entonces que los familiares de Graciela, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y su partido nos presentamos ante el juez a reclamar que incorpore su caso a la causa. Fue entonces que los defensores de los represores adujeron caducidad de ésta porque consideraban que matar a una muchacha embarazada, como parte de un plan de exterminio de una cultura política de rebeldía y resistencia al capitalismo, no constituye un «crimen de lesa humanidad», luego de eso, el camarista doctor Freiler creyó estar inhibido de actuar por haber presentado en algún momento un  escrito sobre no sé qué cuestión de la causa…. y ese aparente “equívoco” demoró la causa otros catorce meses, hasta que sí, la Cámara Federal de Buenos Aires votó dos a uno que eran crímenes de lesa humanidad y que correspondía investigar. Fue entonces, prosigue Schulman, que “el fiscal Taiano se tomó todo el tiempo del mundo para elaborar un dictamen que presentó a finales del 2008 consintiendo investigar. Pero igual la causa sigue inmóvil. Paro. Yo no sé cómo contar estas chicanas jurídicas absolutamente delirantes e inentendibles para cualquiera que no pertenezca al mundo de los Tribunales Federales, así que opto por algo parecido a la ironía para decir que estoy harto, harto hasta al hartazgo, de la hipocresía y la falsedad de los que convalidan la impunidad con caras de «yo no fui ni lo volveré a hacer»” (…). Porque Graciela estaba ahí, vivita y coleando, con un niño en sus entrañas y un poema en su  mirada, con sus temores y sus alegrías -como todos los de esa época-, y la mataron. Y su crimen está impune”.

Todavía soy…

Fragmento de un poema de la militante comunista Graciela Pane, asesinada  por la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina, el 3 de octubre de 1975
No se…
si soy niña o anciana
o soy ambas.
Provengo
de un sueño mestizo de/ razas
de un sueño cansado de ser siempre un/
sueño…
Y yo
que soy niña y anciana
lo tomo, lo llevo/
conmigo
lo mezo y lo acallo
(Ansiosa la niña y/
escéptica la anciana)
El trino continuo se/
eleva
travieso, me huye
lo celo, lo apremio, lo/ logro…
vuelve la esperanza.

Desde octubre del 2011 en Sarandí, Avellaneda, una plaza lleva el nombre de Graciela Pane junto a un cartel y un busto que evocan su memoria y permiten conocer el rostro bello y dulce de la compañera que sensible y firme se involucró en la lucha colectiva (ver nota central).