Daniel Santoro, operador pago de Magneto, tiene una larga
historia de violación de toda de ética periodística, que en estas horas vuelve
a quedar en evidencia con la operación montada para extorsionar a un
empresario, como es ya público y denunciado en la causa de las “fotocopias de
cuadernos”.
La grabaciones de video y audio, así como los mensajes telefónicos
que constan en la causa que lleva adelante el juez Alejo Ramos Padilla, muestran
el mecanismo de plantar una falsa denuncia, publicarla en Clarín con la firma
de Daniel Santoro, y –previamente avisado—la rápida actuación de oficio del
fiscal Carlos Stornelli.
Hay virginales desmentidos del periodista militante (de
Magneto) y su medio, cuando esta historia es conocida y repetida, sin ir más
lejos un titular central de Clarín acusando, entre otros, a Máximo Kirchner y
la ex ministra Nilda Garré de tener cuentas por más de u$s 80 millones en un
banco de Delaware, con los correspondientes números de cuentas, lo que fue desmentido
en forma oficial por el Departamento de Justicia de EE.UU. Claro, en una página
interna del diario, largo tiempo después, Santoro publicó una confusa “aclaración”,
en la que en realidad no se retractaba de nada.
Personalmente puedo dar fe de su amoralidad.
En octubre de 1990, en los difíciles días en que el que fuera
mi partido se desgarraba internamente, fui entrevistado por muchos periodistas,
entre ellos Andrea Rodríguez, Edgard
Mainhard, Andrés Sikirko, y Santoro, a los que brindé declaraciones públicas, y
una opinión más general, pero reservada, pues aún no había decidido presentar mi
renuncia al Comité Central del PC.
Santoro, el día 2 de ese mes, mostró cabalmente qué tipo de
“profesional” y persona era y es.
Años después, en 2011, pude relatar públicamente lo que
había denunciado en voz alta, pero sin
eco. Estas son, textualmente, las
(pocas) líneas que dedico al hecho, y al personajillo, en mi libro “Secretos en
Rojo. Un militante entre dos siglos”,
(…)
El entonces recientemente incorporado periodista de Clarín, Daniel Santoro –quien
hoy pretende dictar cátedra de Ética Periodística– consignó la noticia, pero
violando groseramente en su nota el off the
record[1].
Cualquier periodista sabe lo que tantas veces le repetí a
mis alumnos de la materia “Ética y Periodismo” en la Universidad de
Palermo: es parte de la “ética”, de la conducta moralmente correcta del
periodista, preservar las preferencias del entrevistado/fuente en relación a lo
que dice “en on” (sea información extra o sus datos personales, el periodista es
libre de publicarlo) y lo que dice “en off”
(cuando el entrevistado indica que cierta información, incluidos nombre y
apellido se mantengan en secreto).
Se trata de un principio ético central, con justificaciones
que van desde lo deontológico (teniendo en cuenta los intereses de quien de
buena fe nos ha brindado información y nuestra promesa de no traicionarlo)
hasta lo teleológico (teniendo en cuenta los intereses de la circulación de
información entre, hacia y para los periodistas).
Ante mi renuncia al PC, todos los medios lo respetaron, en la cobertura de aquel
suceso (desde Página/12[2] hasta,
nada menos, que Ámbito Financiero[3] y
El Cronista Comercial[4]). Todos los medios, exceptuando el de Santoro,
a quien en esa época, de seguro, le preocupaba más ascender en el escalafón, lo
que logró con creces, que torturarse acerca de los valores..
[1] Daniel
Santoro, El Poder sobre el dinero.
Discusión en el PC sobre los fondos partidarios, Clarín, 2 de octubre de 1990.
[2] Página/12,
Manotazos contra disidentes. La
interna del PC, 2 de octubre de 1990.
[3] Edgard
Mainhard, Crisis no ideológica en
el PC: se robaron la caja, Ámbito
Financiero, 2 de octubre de 1990.
[4] Andrés
Sikirko, Amenazas y escándalo en
el PC “por un puñado de dólares”. El Cronista, 2 de octubre de 1990.