MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA POR MIS COMPAÑEROS
SECUESTRADOS Y ASESINADOS
JUAN CARLOS BUSTAMANTE, secuestrado
el 2/12/75 en San Miguel de Tucumán. 22 años, trabajaba
como técnico de rayos. Militante de la Federación Juvenil Comunista
(FJC). Era presidente del Centro de Estudiantes de la UTN de la
Universidad de Tucumán. El caso figura en la Conadep bajo el registro: Legajo
Nº 728 que registra testimonios de su paso por el Centro Clandestino de
Detención que funcionaba en el Arsenal Nº 5 "Miguel de Azcuénaga”. Al día
de hoy permanece desaparecido.
JOSE BLAS VEGA (“PEPE”), secuestrado el 2/12/75 en Yerba
Buena, provincia de Tucumán. 22 años. Empleado en el Consejo de Educación Provincial-Sección
Presupuesto y militante de la FJC. Era secretario General de Centro
de Estudiantes y presidente de la Federación Universitaria de Tucumán. El caso
figura en la Conadep, bajo el registro: Legajo Nº 5269 y allí registran
testimonios de su paso por el Centro Clandestino de Detención que funcionaba en
el Arsenal Nº 5 "Miguel de Azcuénaga”. Al día de hoy permanece
desaparecido.
Recorrí esas calles nuevamente, luego de décadas, en
medio de una conmoción por crímenes y denuncias de narcotráfico, pero la
impactante realización de la “Megacausa Arsenales”, que juzga a los criminales
de aquel siniestro Centro Clandestino de detención.
Había viajado para la presentación de mi libro,
“SECRETOS EN ROJO”, el 29 de diciembre pasado, lo que realizamos en
La Casa de la Asociación de Investigadores y Docentes de la Universidad
Nacional de Tucumán (ADIUNT- CONADU Histórica), junto a al anfitrión, Oscar
Pavetti, secretario general del sindicato, y Gaby Nadra, Presidente
del Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, rama combativa de mi familia
paterna asentada en Tucumán desde la llegada de mis abuelos de Siria, para
abrir senderos con una colectividad que –junto a otras— dio a la provincia y su
nueva patria lo mejor de sí.
No era un día cualquiera. Un 29 de diciembre, pero de
1976, fueron secuestrados Héctor Alberto Pérez y Juan
Díaz, ambos del PC, el primero obrero de la fábrica de calefactores SAIAR,
en la provincia de Buenos Aires, y el segundo gastronómico de la FJC, en el
club e la YMCA en capital. Fue mi primer homenaje.
Faltaban apenas cuatro días para que se cumplieran 25
años de la muerte de Fredy Rojas, el valiente joven comunista había
encabezado una marcha de repudio a la visita a Tafí Viejo
de Domingo Bussi, en su primer intento de postularse a gobernador, y
fue fusilado por sus esbirros, agonizando hasta el 3 de
diciembre. Fredy fue la primera, de varias, víctimas comunistas en
esta democracia reconquistada. Se unió a una incontable lista de asesinados
desde la Semana Trágica a la Patagonia Rebelde, de la “década infame” al
Cordobazo, las Tres A o la última dictadura, en gobiernos cívico-militares y
constitucionales.
En el encuentro mismo
me informan, que este 3 de diciembre, en el
aniversario de la muerte de Fredy, una sesión especial
del Concejo Deliberante de Tafí Viejo declarará el 27 de
agosto, día en que fue baleado, como "Día de la Militancia Juvenil".
Jóvenes que habían participado hasta hace pocas
semanas de la toma de 55 días de varias facultades en Tucumán, en medio del
silencio cómplice de algunos medios, y miope de otros, mezclaban en el
auditorio con veteranos luchadores tucumanos; con artistas,
escritores y poetas amigos de mi padre; y –también-- no
pocos de mis primos y sobrinos.
Justamente fue a uno de ellos, a mí primo Eduardo
Serrano Nadra, tucumano, miembro del PRT, secuestrado en
Capital, al que homenajeé especialmente, pues no se puede separar SECRETOS EN
ROJO de la historia de todos y cada uno de ellos.
Y como la experiencia de las Juventudes Políticas
Argentinas (JPA) en los ’70 es un capítulo especial de esa historia, recordé a
mis asesinados amigos de la JP de la provincia: Carlitos “Nalla”
Salim y el imborrable “turco”: Ismael Salame, jefe de la
regional Norte de la JP Regionales, y luego designado responsable nacional del
trabajo en las JPA, donde hilvanamos una amistad que no han podido
matar, que llevo conmigo hasta que, algún día, en algún lugar,
la retomaremos juntos.
Lo que no esperaba era que después de las preguntas y
respuestas, al dialogar y sentir el cariño de los participantes, me fundiría en
un abrazo con el hijo de mi camarada Medina, fundador de H.I.J.O.S de Monteros.
Lo que no hubiera podido imaginar es que
frente a mí estaban (y finalmente ellos y yo con lágrimas en los ojos) los
hermanos del “turco” Salame: el recuerdo y, como ayer y hoy la lucha, nos unía;
entrelazaba nuestras sangres y nuestros destinos.
Nos contamos historias que nunca publicaré, pero
protagonizamos una ceremonia tan íntima como pública por los treinta
mil que nos arrancaron Y, también, si me permiten por esa herida que nos
desgarraron en el pecho, y que sangrará hasta el último día.
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