Foro Social en Dakar, Senegal, y caída de Mubarak en medio de la ebullición africana. Buen momento para plantear interrogantes y alternativas, como realiza Julio Gambina, docente, economista y Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
Cayó el gobierno de Mubarak en Egipto y terminó el Foro Social Mundial (FSM) en Dakar. En ambos acontecimientos el protagonista excluyente es el pueblo. Sea en El Cairo o en Dakar, la movilización popular hizo visible lo invisible a millones de personas: que África no es solo pobreza o dictaduras en los gobiernos. África es también conciencia de la miserabilización de la vida cotidiana y lucha para erradicarla.
La discusión económica para muchos analistas durante los 18 días de protesta en Egipto era el impacto en la suba de los precios del petróleo y otros productos que se comercian por la ruta que atraviesa el Canal de Suez. Es cierto que se trata del paso de las mercancías asiáticas hacia Europa y el Atlántico Norte, territorio del capitalismo desarrollado y epicentro de la crisis mundial. Lo que pretendo enfatizar, es que no ven lo principal para el análisis de las cuestiones económicas: la movilización popular que decide en acto, en acontecimiento del accionar colectivo, modificaciones sustanciales en el orden social vigente: el capitalismo.
Movilizaciones populares y cambio político
Algunos comparan la rebelión egipcia con el 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina; con el 89 y la caída del muro de Berlín, y más aún con los acontecimientos rusos de 1917, para unos “febrero” (Kerensky) y para otros “octubre” (Lenin). Son todas comparaciones discutibles, pero con un elemento en común, que cada uno de esos acontecimientos modificó (cada uno en su punto, el devenir histórico, económico, social, político y cultural).
Resulta prematuro imaginar el sentido de los acontecimientos egipcios en el orden mundial contemporáneo, máxime con la continuidad y profundidad de la crisis mundial. Pero es evidente que no se trata de una revuelta o protesta más, entre muchas que se presentan recurrentemente.
La rebelión popular Argentina aconteció a meses de la ofensiva militarista lanzada por Bush luego de los atentados del 11S. El miedo atemorizó a movimientos y líderes de la protesta global. Todos podían caer en las redes del designio por pertenecer al “eje del mal”. ¿Quién podía animarse a la confrontación contra las manifestaciones del poder mundial? Las luchas en la Argentina fueron analizadas globalmente como de confrontación con el neoliberalismo y su principal ideólogo y ejecutor, el FMI. Ello dicho más allá de las motivaciones de la protesta en cacerolazos, asambleas, piquetes, o experiencias diversas de la movilización en la Argentina. La movilización argentina repercutió en el ámbito mundial y es parte constitutiva del nuevo tiempo que expresa en Latinoamérica la primera década del Siglo XXI, precisamente la década de la saga de reuniones del FSM.
Está claro el impacto global de los cambios ocurridos en el 89, y aún antes los de 1917. Estos dos casos adquieren significado en la contraposición entre capitalismo y socialismo.
Insistamos que no son comparables, solo en lo esencial, de ser acontecimientos que marcan o definen rumbos del acontecer local, regional o mundial.
¿Acaso la bipolaridad no remite a la revolución rusa y su expresión en el este de Europa a la salida de la segunda guerra mundial? ¿El orden unipolar contemporáneo no está asociado a la caída de la URSS? ¿Algo tiene que ver el 2001 argentino con la expectativa mundial generada por la región latinoamericana en el primer decenio del Siglo XXI? ¿Qué efecto tendrá sobre el orden social, en el corto, mediano y largo plazo, el acontecer de movilización popular en Egipto?
Egipto en el orden mundial
Egipto ya no volverá a ser lo que representó para el imperialismo estadounidense en la articulación de un orden que requería la asociación con Israel para resolver sus intereses, no solo en el medio oriente.
EEUU es el principal consumidor mundial de petróleo, exigiéndole ello asegurarse capacidad de provisión fluida de hidrocarburos. No es tanto el petróleo producido en el país de los faraones, sino el territorio del tránsito el que le preocupa.
La población no solo se movilizó contra la dictadura, sino también contra las condiciones de vida, contra la pobreza, la situación del empleo, el desempleo y la precariedad laboral.
Está claro que las clases dominantes en Egipto y del mundo intentarán burlar el sentido de la movilización. El objetivo será para ellos restablecer el “orden social”, tal como se propusieron las autoridades argentinas en la primera semana de enero del 2002, cuando todavía la población en calles y asambleas eran el dato de la realidad.
En Dakar, los movimientos sociales reunidos en asamblea reconocieron públicamente el “aporte fundamental de África y de sus pueblos en la construcción de la civilización humana.” Hasta ahora la novedad política mundial eran los procesos desarrollados en la región latinoamericana y su experiencia de cambio político. Las novedades se remozan en la actualidad con los movimientos en el norte de África.
Es importante analizar desde donde se posicionan quienes hablan y se pronuncian en la Declaración de la Asamblea de los Movimientos Sociales, donde señalan que se oponen a la “dominación del capital, que se oculta detrás de la promesa de progreso económico del capitalismo y de la aparente estabilidad política.” Es una reflexión profunda del cónclave en Dakar, que merece ser comentada de cara al acontecer egipcio.
El pueblo movilizado en Egipto continua alerta, más allá del logro obtenido con la renuncia de Mubarak, porque subsiste el temor a que les sea usurpado o escamoteado el poder logrado. No se trata de pensar en estabilizar políticamente el gobierno egipcio, bajo parámetros de la democracia occidental, como imaginan analistas del poder mundial, incluso el propio gobierno estadounidense, que hasta ayer saludaba la transición con Mubarak hasta las elecciones de septiembre, y ahora imagina una normalización capitalista para relanzar el “progreso”, que es la forma de aludir a la recuperación de un ciclo de negocios que afectó la protesta. Todo debe volver a la “normalidad”, del capitalismo, habría que agregar. Es el deseo del gobierno de EEUU y del poder económico mundial.
Desde Dakar se lee distinto, y el dato es la movilización contra el régimen del capital, el “progreso” asociado a la ganancia del capital transnacional, de la liberalización de la economía y la continuidad de la colonización y explotación de los pueblos.
El lugar de los sujetos en el orden económico
Se trata de una importante enseñanza relativa al orden económico, que no es solo una cuestión de mercados, o de precios, sino de voluntades colectivas conscientes sobre el orden en el que se pretende vivir.
Algo que debieran comprender los que analizan la realidad de nuestros países, sean comentaristas, autoridades, e incluso vanguardistas aspirantes a dirigir al movimiento popular. No se trata de decirle al pueblo lo que tiene que hacer, sino de hacer con el pueblo, construir el nuevo tiempo colectivamente, en una experiencia que se renueva constantemente, que lee nuevamente la emancipación social como trayecto de aprendizaje de anteriores procesos históricos.
La ofensiva del capital se construyó ante la crisis capitalista de los 70´ para frenar el poder mundial de los trabajadores y de los pueblos. En esa respuesta se inscribe el acceso al poder de Mubarak y el paulatino desarme del orden “nacional” egipcio. La colonización neoliberal se asocia a la apertura de la economía, a las inversiones externas y a la liberalización de la economía de Egipto. Es convergente con el proceso de auge de la restauración conservadora en América.
Por eso queremos insistir en este escrito, que la novedad no es la emergencia de la derecha, o del acontecer político e ideológico de las clases dominantes. La novedad es la emergencia de un movimiento popular que confronta con la institucionalidad neoliberal construida a la salida de la crisis de los 70´, en el largo proceso regresivo y reaccionario de los 80´ y los 90´.
Que la novedad en esta primera década es la dinámica de resistencia, lucha, e intención de transformar la realidad que se vive en América Latina y el Caribe, y que ahora se potencia en el continente olvidado.
Esa es la razón que anima a la Asamblea de los Movimientos Sociales reunida en Dakar a finalizar su documento con un llamamiento para avanzar “hacia la unidad a nivel mundial para derrotar al sistema capitalista”, que recuerda el viejo lema de la Asociación Internacional de los Trabajadores: ¡Proletarios del mundo uníos!
Más allá del recuerdo que nos anima, la actual, es una convocatoria inspirada en la diversidad de procedencia, trayectoria y experiencia de los protagonistas, de los sujetos, pero con la convicción de que se requiere “construir agendas y luchas comunes contra el capitalismo, el patriarcado, el racismo y todo tipo de discriminación.”
No alcanza la lucha contra el capitalismo. La propuesta es más amplia e integral.
Son los pueblos constituidos en sujetos conscientes los que definen el orden económico y social. No se trata de mercados o de relaciones entre cosas. La economía política trata de relaciones entre personas, de relaciones para la producción, la distribución, el cambio y el consumo.
¿Qué reflexión merecen estos acontecimientos para la Economía Política?
Cada vez más debe reconocerse el carácter mundial de la economía, del capitalismo, y que no pueden aislarse los fenómenos nacionales.
¿La crisis capitalista en curso es solo de los países más desarrollados?
¿Está nuestra región al margen de impactos de esa crisis?
¿El crecimiento económico de nuestros países, nos aísla de los efectos regresivos de las políticas anti crisis en el mundo capitalista desarrollado?
¿Deben nuestros países continuar abonando la institucionalidad del poder para pensar la superación de la crisis?
¿Porqué no inspirarse en los acontecimientos populares que demandan otro orden económico social, otro mundo posible?
En definitiva, ¿es posible otro mundo?
La rebelión africana, en Túnez o Egipto, como en toda esa región demanda otro mundo. Es una reivindicación convergente con todos los hambrientos del mundo, nada menos que más de 1.000 millones de personas, según la FAO.
La demanda es por soberanía alimentaria, lo que significa ir contra el orden agrícola de la biotecnología en manos de las transnacionales y retomar un rumbo de revolución agraria. Se trata de retomar y estimular la agricultura familiar y achicar, tendiendo a eliminar, los tramos de circulación de alimentos (mercancías). El objetivo apunta a modificar la orientación al mercado por los consumos necesarios para una elevada calidad de vida, el “buen vivir” según la antigua cultura andina que hoy recuperan los textos constitucionales de Bolivia y Ecuador.
Es también la lucha por la soberanía energética, reivindicando el derecho humano a la energía. Supone otro vínculo de los seres humanos con la naturaleza y los bienes comunes, no solo el petróleo, sino el agua y la tierra, la sustentabilidad de la vida en el planeta, para nuestra generación y las posteriores. No es solo tema de crecimiento. ¿Porqué no pensar en decrecimiento con mejora integral de la calidad de vida de la población mundial? ¿Para qué más desarrollo del automóvil individual y no transporte colectivo de pasajeros? ¿Tren para todos contra la cultura del auto propio de los que pueden consumir?
¿Qué orden financiero para este otro mundo posible? ¿El de los paraísos fiscales, el libre movimiento de capitales y la especulación estimulada por la banca transnacional y el mercado de capitales? ¿El que dirige el sistema financiero mundial con el FMI y el Banco Mundial a la cabeza? ¿El que promueve el G20 con validación de países del sur dependiente del capitalismo desarrollado? Hace falta la soberanía financiera, que discuta la moneda mundial, el carácter de la circulación monetaria global y el tipo de relaciones financieras monetarias par un mundo sin explotación, de solidaridad y cooperación mundial.
¿Es esto lo que hoy discute la academia en Economía?
Probablemente no, pero es lo que ampliamente se debatió en Dakar, casi 50.000 personas, en representación de millones de militantes y habitantes de más de 130 países del mundo.
Un debate que se realizó en el territorio de la novedad del cambio político contemporáneo: África.