No fui amigo de Enrique Raab, aunque pude charlar largamente con el en las visitas que realizaba a la oficina de la agencia Prensa Latina, donde trabajé durante toda la dictadura.
Allí, en el Edificio Safico (Corrientes 456, casi Reconquista), donde compartíamos horas -y nos protegíamos mutuamente- con periodistas de todo el mundo, en aquel abril de 1977 lo sentí abrumado, con ese “optimista desaliento” de los que están jugados.
No tenía dudas, acerca de que -pasara lo que pasara- debía ocurrir aquí, en su tierra, y me lo repitió en nuestro ultimo encuentro, mientras lo acompañaba unos metros por Corrientes, para que él tomara por Reconquista hacia Lavalle, a ver -y criticar, claro- una película que ya hace tiempo olvidé.
¿Por qué Enrique Raab no figura entre esos grandes periodistas y militantes que recordamos cotidianamente? Lo ignoro, pero celebro que esta nota de Claudio Zeiger nos imponga reflexionar sobre su mirada de la sociedad y el periodismo actual.