de los protagonistas para hacerlo público, hechos desconocidos de la historia del Partido Comunista (PC). Desconocidos, cabe admitir, en la mayoría de los casos por la decisión propia, para mantener oculto su carácter de organización político militar, pero en otros por certero ocultamiento.
Todavía ni la política ni la academia se ha han dado por enterados que hay que corregir la historia de la lucha armada en la argentina, pues la primera guerrilla fue organizada por el PC, entre fines de los 30 y principios de los 40 del siglo XX, en el entonces Territorio Nacional del Chaco, en autodefensa frente al asesinato, robo de tierras a colonos y superexplotación de los pueblos originarios, por parte de La Forestal y otros pulpos.
Me consta que muchos han accedido a la historia y la documentación que brindé en mi libro, pero no se dan por enterados.
Tampoco, de la admisión en ese mismo trabajo de acciones de corte militar de los comunistas durante la última dictadura genocida, pese a su conocida y deplorable posición política en el plano público.
Un episodio que no relaté fue sorprendentemente revelado por Página/12 hace 16 meses, sin que a nadie de la política o la academia se le mueva un pelo. Si bien es cierto que no es el titular principal de la nota, en ella se demuestra que un frente secreto del PC atacó la ESMA --si, ¡la ESMA! -- y facilitó la fuga de prisioneros propios y ajenos en el Centro Clandestino de Detención y exterminio que allí funcionó.
La condena de la derecha no me molesta, si me lastima el silencio de los amigos y la hipocresía de algunos académicos...
Reproduzco, textual, el texto publicado el 2 de julio de 2017:
Un dirigente distinto y de otra época
Los recuerdos de Juan Carlos Carinelli hablan de una
vida intensa, hiperactiva. Tan futbolera como política, entre libros de
historia, un bandoneón sobre las piernas y el fratacho para alisar el revoque.
Hizo y hace de todo.
Fue presidente del club Almagro en el año de su
centenario. Tiene 74 años y milita en el Partido Comunista desde que era un
pibe. Estuvo detenido-desaparecido en la ESMA, de donde cuenta que se escapó.
Se recibió de profesor en la UBA, es maestro mayor de obras y tocó en varias
orquestas, donde reemplazaba a otros músicos.
Sentado a la mesa de un bar en Corrientes y Dorrego,
muestra dos objetos que son como sus señas de identidad. El carnet del club con
tapas de cuero, donde está irreconocible en una foto de 1959. Tiene un jopo
abundante del que ya no queda nada. De su teléfono celular emerge como fondo de
pantalla la cara de un Carlos Marx inconfundible. Aunque el aparato se resiste
a sus órdenes. Teclea y no le encuentra la vuelta.
El ex dirigente saborea un café y empieza a contar:
“Soy hincha de Almagro desde que nací. Me hice socio de jovencito. Mi viejo era
quintero y vendía sus productos en el mercado de Abasto donde estaba Almagro.
Él iba con su carro o su chata, y las vueltas de la vida, ¿no? Muy cerca de mi
casa se instaló la cancha. El club anduvo por todos lados, hasta que por un
gobierno radical consiguió el predio actual. Mi viejo era hincha de Almagro
porque vendía verduras y hortalizas en el barrio. Era la época en que se ponía
el Alumni en las esquinas. Yo no fui buen jugador de fútbol, solo jugaba en los
potreros, y no se me dio por eso.
Tampoco había sido dirigente de Almagro hasta que fui
presidente”.
Carinelli saca una tras otra las fotografías que ilustran una
considerable porción de su vida. En una, de pantalones cortos, toca el
bandoneón mientras su padre canta un tango. En otra aparece con Luciano Lele
Figueroa, aquel jugador que llegó a Almagro en 1976, cuando él militaba en la
clandestinidad y terminó en la ESMA. “Puede haber sido el jugador más
representativo del club para mí, aunque hay otros: Chiche Sosa, Humberto
Recanatini, Albino Valentini, el Beto Yaque…” comenta.
Su paso por la presidencia, entre 2010 y 2014,
coincidió con el cumpleaños número cien de Almagro: el 6 de enero de 2011. El
ex dirigente integraba la peña Azul, Blanco y Negro y desde ahí saltó al máximo
cargo. “Cuando empecé a ver cómo estaba el club, con la agrupación hacíamos
asados, rifas, juntábamos dinero… todo en José Ingenieros, porque la sede de
Capital está concesionada a Sport Club. Empezamos a construir los baños,
hicimos tribunas, sectores de plateas. Le podría mostrar cómo estaba el club
antes y cómo quedó después. Cómo trabajábamos con la hormigonera. Estoy con la
lleca (apela al lunfardo) y la palabra, pero también con la maza y el martillo.
A los 17, 18 años estudié para maestro mayor de obras. Más tarde comencé a
cursar historia. Mientras tanto tenía que trabajar, ayudar a mi viejo Juan”.
Cuando era presidente de Almagro iba hasta la AFA en
bicicleta. Asegura que todavía hoy la sigue utilizando, aunque acortó el
recorrido. Pedalea desde donde vive, en Villa Alianza, Caseros, hasta el barrio
porteño de Agronomía. En estos días tuvo que parar porque sufrió un accidente
doméstico y se lesionó una rodilla.
Carinelli destaca de sus dos períodos como presidente
que “la conducción en aquel momento estaba unida por los colores, no por las
banderías políticas. Una cosa es tener ideología, pero en el club es
completamente distinto. Las decisiones que se toman a veces no caen bien. En
una institución, ser solidario es muy importante. Pero ahora no hay tanto
compromiso. A los pibes no les importa nada, quieren ver un partido y pagan la
entrada o si no, consiguen una por ahí…”
Mucho antes de que alcanzara la presidencia de
Almagro, había arrancado con su militancia política. Abrazó las ideas de
izquierda –la influencia de su padre anarquista y su madre comunista fueron
determinantes– y no las abandonó nunca. “Siempre mantuve mi conducta y
compromiso políticos”, señala. Y aunque prefiere evitar la evocación de
momentos dolorosos del pasado o dar precisiones de su cautiverio en la ESMA,
recuerda: “Yo estuve sesenta y pico de días ahí. En el 76, pasados tres meses del
golpe, nos llevaron y al entrar nos metieron al fondo. Nos llevaban a la
tortura, siempre tabicados, sin poder ver, hablábamos con alguno, con otro.
Imagínese. En esa época, hace más de 40 años no había las comunicaciones que
hay ahora, era completamente distinto. Pero nosotros sabíamos por compañeros
que eran llevados ahí que en cualquier momento iba a haber una acción para
poder sacarnos”.
Carinelli desemboca su relato en un episodio que nunca
detalló hasta hoy: “Cuando pasó el tiempo y estábamos ahí, hubo una
explosión muy grande en la entrada. Pensaban que si atacaban la ESMA iba a ser
por adelante, pero también hicieron pelota un portón atrás. Pudimos salir
quince, de los cuales tres quedaron por el camino. Uno se cayó y se rompió la
pierna. Yo y mis compañeros tratamos de hacer un círculo de silencio por
nuestras familias, porque no sabíamos lo que podía llegar a pasar. ¿Usted
iba a pensar que pasados los años iban a salir por el 2 por 1? Yo sigo
pensando, aunque me puedo equivocar, que pueden volver los tiempos duros”.
La historia del ex presidente de Almagro se emparenta
en este punto con la de otro símbolo del club: Claudio Tamburrini. El ex
arquero de la Primera División que militaba en la Federación Juvenil Comunista.
Se fugó en 1978 del centro clandestino Mansión Seré, en Castelar, junto a otros
tres compañeros de cautiverio. “Hablamos de hacer cosas con él, pero no tengo
relación con Claudio. No se dio que habláramos de ciertos temas. Yo lo vi dos o
tres veces, pero no conversamos de eso, paramos la pelota ahí”, cuenta.
Carinelli evoca ahora que “nosotros
llegamos a la costa del río, donde nos esperaban. Lo que los militares no
pensaban era que podíamos escaparnos por ahí. Yo estuve viviendo después
bastante tiempo en el Tigre. Mi viejo iba a pescar todos los fines de semana
con la Cacciola, bajaba en un muelle y de ahí iba caminando hasta donde
estábamos nosotros”.
Su vida parece sacada de una película. Le hace falta
música de fondo. El propio personaje de esta historia podría tocarla con el
bandoneón o una trompeta. Los instrumentos con que se lo ve en las fotos
apiladas en un sobre. En otra se lo ve orgulloso con tres hinchas de Almagro y
un pedazo de tribuna de fondo. Ésa que levantó con sus propias manos, porque
Juan Carlos Carinelli ha dejado una obra a sus espaldas. En la vida, en la
militancia, en la educación, en un club de fútbol. Podría afirmarse con certeza
que nunca perdió el tiempo.