La crisis que afecta
a la eurozona es, en manos de las burguesías, la herramienta que permitirá gerenciar la reconversión
industrial, que se basará en la reducción de los salarios y en el fin del
estado de bienestar. Ese es el precio que pagarán los pueblos para que las
patronales recuperen la competitividad perdida.
Desaparecido el
comunismo hace más de veinte años, el estado de bienestar --creado para
frenarlo-- es un lujo que resulta tan obsoleto como caro. Según el razonamiento
de las burguesías Europa no puede seguir pagando --medidos en dólares-- salarios
siete veces más caros que el promedio del Asia Pacífico y cuatro veces más que el
promedio de los países emergentes.
Al suprimir el estado
de bienestar los países europeos ahorrarán un tercio de sus gastos
totales, incluidos los de defensa. Y al reducir los salarios
aumentará la competitividad de sus precios, sus exportaciones y,
consecuentemente, sus ganancias. Esta
necesidad estructural del capitalismo europeo es lo que explica la presunta
"traición" de la socialdemocracia, finalmente un partido patronal con
antifaz progresista.
Puesto que también
han desaparecido los partidos comunistas, los trabajadores europeos se han
quedado sin representación política, si se exceptúan algunas módicas izquierdas
y movimientos incipientes del tipo de los "indignados" españoles.
Por ejemplo, cuando
haya nuevamente elecciones nacionales en España, ¿a quién votará el ciudadano
de a pie? Lo único que puede frenar la ejecución de este plan de las burguesías
es una enorme movilización popular, pero eso no está a la vista, más allá de
las previsibles huelgas de protesta, que los gobiernos pueden neutralizar sin mayores
problemas.
Los casi seis
millones de desocupados también son una palanca en manos del gobierno español,
cuya economía muestra curiosos números en los últimos años. Desde 2009 las
exportaciones crecieron 16 por ciento anual, y la productividad del trabajo aumentó
cerca del 25 por ciento. Aquí ya se puede detectar una reducción del salario
real del mismo porcentaje.
El euro es la llave
que garantizará la continuidad de la crisis por varios años más (período
necesario para completar el movimiento), porque en la práctica funciona como
una convertibilidad. ¿Por qué Grecia, España, Italia, Portugal e Irlanda
aceptan una moneda tan cara como el euro, cuya cotización respecto del dólar
excede largamente las posibilidades de sus economías? Simplemente porque a sus
respectivas burguesías les conviene (y porque es un atajo para alcanzar el
objetivo).
El plan de las
burguesías cuenta con el apoyo del poder político, económico y mediático. Los
trabajadores no tienen poder alguno y se ven obligados a vender su fuerza de trabajo
(cuando logran hacerlo...) al precio que las patronales decidan pagarle.
Así funciona el
capitalismo, sólo que nos sorprende ver uno de sus rostros más desagradables
en la vieja Europa, otrora aparente sinónimo de libertad, democracia y bienestar.
Definitivamente el derecho a la libertad encuentra su aplicación práctica en el derecho de la propiedad privada: “es, pues, el derecho a disfrutar de su patrimonio y a disponer de él arbitrariamente (…), sin atender a los demás hombres, independientemente de la sociedad, el derecho del interés personal. Aquella libertad individual, sí como esta aplicación de la misma, constituyen el fundamento de la sociedad burguesa, que hace que todo hombre encuentre en otros hombres no la realización sino, más bien, la limitación de su libertad.” (p. 191).
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