miércoles, 9 de enero de 2013

Secretos en rojo, un libro para el debate


Escribe Héctor Solasso, destacado poeta y militante cordobés.

No es fácil abordar este libro, cuyo texto se desarrolla en varios planos, y en una gama de tonalidades que van desde los graves , el recuerdo emocionado y franco del autor de páginas de su vida, hasta los agudos, de definiciones polémicas, con las que se puede discrepar __ y de hecho, discrepo__ pero que crecen desde sus certezas y su honestidad.

Surge un primer interrogante, ¿por qué exhumar hoy, casi como en un acto de catarsis, secretos celosamente guardados en su momento, cuando han pasado veintiséis años de un Congreso partidario que inició la debacle, y más de veintidós años del hundimiento de la Unión Soviética, matriz y razón de ser de todos los PPCC del mundo?

Otra curiosidad, resulta del hecho de que, probablemente, el Partido Comunista Argentino haya sido, con mucho, la agrupación política que más libros publicó, que más imprentas y editoriales sostuvo, tanto en el país como en el extranjero, además de un vásto frente cultural e intelectual que llevaría a H.P.Agosti a escribir que "La sola existencia del Partido Comunista argentino, constituye en sí misma, un hecho cultural de primerísima magnitud".

Sin embargo, a partir de la crisis de los años ochenta, ningún dirigente, intelectual o cuadro político __a excepción, por lo que sé, de Fernando Nadra, Jorge Sigal e Isidoro Gilbert__ se atrevió o sintió la necesidad de expresar sus opiniones públicamente.

Quizás deba rastrearse esto en el desengaño, el desgarro, el quiebre de las certezas. Pero también en otras razones. Arturo Zamudio Barrios, en su libro "Las cárceles de Agosti" (Centro Editor), no se refiere a las prisiones físicas que el intelectual comunista padeció, sino a las limitaciones que las rejas del dogmatismo y el discurso único impusieron a su creatividad y solvencia. Y que afectaron igualmente a la mayoría de nosotros, porque dogmáticos, pro-soviéticos y stalinistas fuimos todos.

Claro, ahora es fácil descubrir otras lecturas, dudas que guardábamos, discrepancias que callamos. Tuvimos una historia de errores__ muchos de ellos trágicos__ y grandezas, de miserias y heroísmos, que, consciente o inconscientemente, todos conservamos en algún rincón de la memoria, porque nos formó (o deformó) marcando nuestras vidas.

Es en este sentido que "Secretos en rojo" es bienvenido, en un tiempo político que ha rescatado el debate, que revisa la historia. En este contexto, prácticamente todas las agrupaciones de izquierda han hecho su relectura a través de abundante bibliografía, no siempre lo suficientemente autocrítica  Cronicando períodos de la historia del PC, Alberto Nadra propone su aporte casi autobiográfico para cubrir este vacío. Sobre todo, en un punto que, paradójicamente, fue el detonante del "viraje" del 86 y sigue siendo leiv-motiv, por ignorancia o infamia: el rol del PC durante la dictadura militar, y en este aspecto, su testimonio veraz y documentado ofrece una visión esclarecedora sobre el divorcio entre una línea oficial errada y la práctica real de la militancia comunista, con el alto precio de miles de compañeros encarcelados y cientos de desaparecidos y asesinados.

No obstante, y desde el sincero reconocimiento de su mayor protagonismo, inserción partidaria y acceso a documentación, pero sobre todo, desde el respeto a su militancia y a su honestidad, me permito exponer mis discrepancias con enfoques que, más allá de lo anecdótico en el plano personal, comportan opiniones e interpretaciones políticas. Porque en algunos de esos enfoques, pareciera que hablamos de partidos e historias diferentes. De hecho, estuvimos en bandos opuestos, en una guerra sin gloria que enfrentó amigos, familiares, camaradas que creíamos entrañables, y que llevó finalmente a la virtual destrucción de un partido que supo ser grande y fuerte.

El compañero Nadra centra su crítica en el llamado "viraje en unidad", pero mantiene su defensa del "viraje", del cual se reconoce uno de sus promotores, hasta su renuncia en 1989. Para la mayoría de los comunistas cordobeses, fueron dos etapas del camino a la destrucción del Partido. Estuvimos de acuerdo con las Tesis y la necesaria autocrítica y corrección de los errores, pero siempre con la vista puesta en la construcción de un partido de masas, de su necesaria democratización interna y el acercamiento a los sectores más avanzados del peronismo, cuando el "viraje" proponía un partido elitista de cuadros, una "unidad de las izquierdas" que se traduciría en alianzas como el nonato Frente del Pueblo, el FRAL, Izquierda Unida , con el trotzkismo del MAS, desde un revolucionarismo tardío que alimentaría la mística acrítica del guevarismo. Hubo también una concepción del internacionalismo discutible, marcada por la diferencia entre la Brigada Gral. San Martín, que llevó su solidaridad activa a Chile, o la posterior ayuda prestada a los camaradas exliliados chilenos, acorde con las mejores tradiciones partidarias, y el aventurerismo irresponsable de enviar a un jóven cuadro, Marcelo Feito, a morir en la selva salvadoreña.

En ese momento, como Secretario de Propaganda, integraba el Secretariado del Comité Capital (Zona Centro). Ya desde 1984 comenzaron a detectarse algunos hechos extraños __porque no se trató de un debate fraternal, abierto, sino de una operación conspirativa solapada que contaba con el apoyo de algunos cuadros dirigentes__: como la incorporación de ex cuadros del ERP, que ya antes habían intentado esta maniobra "entrista" en el Partido Intransigente, y que tuvo su costo para la militancia alendista, distribuyendo __gracias a que no lográbamos unificar una posición contraria en el Secretariado__ la revista del movimiento Todos por la Patria y ocupando lugares subalternos. La juventud, mayoritariamente de extracción obrera, a pesar de la participación entusiasta de algunos de sus cuadros en la Brigada del café, comenzaría a ser suplantada por el sector universitario, para finalmente ser marginada y obligada a abandonar la Fede.

De 1985 hasta 1986 estuve en la Unión Soviética, pero recuerdo haber participado de dos asambleas provinciales con posiciones ya definidas y enfrentadas, la última de ellas, con la presencia de los "interventores" "Cacho" Álvarez y Domingo De Nápoli. Después, y hasta mi retiro en 1987, vino la "limpieza" del Partido. Decenas de cuadros, tanto en Capital como en el interior, compañeros firmes de toda su vida, que habían sufrido cárceles y torturas antes y durante la dictadura, fueron echados por "reformistas" y cubiertos de bajezas e infamias. A nivel nacional fueron miles, hombres y mujeres que habían entregado su vida a la militancia, privados como castigo de cualquier tipo de asignación, a una edad en que no podían "reintegrarse a la producción", eufemismo con que se designaba a las despromociones o "caídas en desgracia". Y todo esto sucedió entre 1987 y 1988, mucho antes de que los propios adalides del retorno al marxismo -leninismo se desmembraran en feróz interna. Y en este aspecto me véo obligado a señalar una limitación autocrítica del autor.

El Partido Comunista de Córdoba tenía una trayectoria de la cual estábamos y seguimos estando orgullosos. Desde el "Cordobazo" __que hoy toman como bandera sectores de ultraizquierda que en realidad tuvieron una participación mínima__, que no podría haberse realizado sin el acuerdo entre Tosco y Elpidio Torres, Secretario del SMATA (es decir, entre la izquierda y el peronismo) y sin el rol mediador de Jorge Canelles para convencer a Tosco, que se resistía a dicho acuerdo; hasta el "Navarrazo", cuando la Dirección pidió armas a Obregón Cano para defender el gobierno, quien se negó y prefirió viajar a Buenos Aires para solicitar la ayuda de Perón, que había aceptado calladamente el golpe y el posterior brutal asesinato del compañero Atilio López. Desde ser la única fuerza política en enfrentar abiertamente a Menéndez, García Rey, Lacabanne (Menéndez había amenazado con "no dejar un comunista vivo en Córdoba"), hasta una importante inserción sindical, con una respetable cantidad de delegados en los gremios más importantes, como Luz y Fuerza, docentes, bancarios y otros, y locales de intensa actividad en diversos barrios (zonas) de capital y provincia, además de un importante Frente Cultural que co-dirigía la SADE Filial Córdoba y las Direcciones de los gremios de la cultura (formados a nuestra iniciativa), Sociedad de Actores, de Artistas Plásticos y una política cultural respetada en todos los espacios políticos. De todo eso, no quedó nada, fue el desbande total. Hoy, muchos ex-comunistas compartimos con el PC (que no es ni la sombra de lo que fue el Partido) el apoyo al proyecto nacional y popular desde Nuevo Encuentro, en buena relación, aunque en lo personal, no deje de sospechar que su Dirección nacional, pese a haber corregido su línea y apoyar el proyecto nacional y popular, difícilmente pierda sus mañas opotunistas de cooptación y alternativismo.

Volviendo a cómo vivimos el "viraje", las primeras reacciones fueron extremas, incluso con propuestas de ocupar el local con camaradas armados, exteriorización de rabia que por suerte no prosperó (no obstante, los "interventores" tomaron la precaución, con un pretexto banal, de pedirle el arma a "Pepito" o "Miguelito", un siciliano bajito y de pocas palabras que custodiaba el local, antes de despedirlo). Así surgió la Tendencia Nacional Comunista, dispuesta a presentar batalla política, integrada por medio Comité Provincial, los camaradas de Tucumán, encabezados por su Secretario General, Alberto Kumpel, el Secretario del Partido y miembros de la Dirección de Salta, y en Buenos Aires Enrique Salvi, Antonio Caporale y otros. En la imprenta de un compañero ex-montonero editamos el periódico "Tendencia" que dirigí. Publicamos nuestras propias Tesis, constituímos una Dirección que tenía como Secretario General a Ricardo Clementi, acompañado por Miguel Contreras (h), Caporale, Kunkel y yo. A lo largo de más de un año, tuvimos conversaciones con Arévalo, los hermanos Iscaro (Normando participó en una importante asamblea nacional realizada en Capital), y muchos otros. Recuerdo un café que tomamos con Fernando Nadra, invitándolo a sumarse, pero él estaba convencido de que su batalla la tenía que librar desde adentro, aunque apoyaba nuestro esfuerzo. "Yo les voy a tirar una bomba...", dijo con entusiasmo. Se refería a su libro "La religión de los ateos". En fin, la carencia de medios y la falta de una estructura desarrollada, y, quizás, esa misma religiosidad que señalaba Fernando y que inhibía en muchos camaradas su voluntad de enfrentar sacrílegamente al Padre Eterno, pusieron fin a esta resistencia en los 90. Hoy reconocemos que fue un esfuerzo inútil, pero ayudó a muchos camaradas y a nosotros mismos, a no bajar los brazos. Seguimos trabajando en tratar de construir agrupaciones unitarias, participando en los organismos de Derechos Humanos, etc. De hecho, hasta el día de hoy, la mayoría de los ex-comunistas, de un modo u otro, continuamos militando en defensa del proyecto nacional y popular, y bregando, obviamente, por su profundización. 

Pienso que los jóvenes y no tan jóvenes protagonistas del "viraje", no procesaron correctamente el trauma que sufrimos todos, disparado por la contradicción entre una línea política vergonzosa que de hecho significaba una desviación oportunista de derecha (expuesta en documentos oficiales y particularmente en el inefable libro del Secretario General Arnedo Álvarez sobre el "convenio nacional democrático") y la militancia real que protagonizamos, durante la dictadura y ántes, contra el terrorismo parapolicial del 74 al 76. Los camaradas encarcelados recibían de sus familiares dos "informes" distintos, uno el real y otro el "virtual" del Comité Central. Al respecto, quizás deba rescatarse la postura de Rodolfo Ghioldi y de Agosti, voces solitarias que planteában llamar a la dictadura por su nombre, aunque es preciso reconocer que la resistencia en el contexto represivo, solo era posible encararla desde la defensa de los Derechos Humanos o lo politico-cultural, ya que haberlo hecho desde el apoyo a las organizaciones armadas, aparte de estar reñido con la realidad y nuestro pensamiento teórico y político, hubiese significado, lisa y llanamente, la liquidación del Partido.

Quizás de esa no resolución correcta del problema, en el caso del libro que comentamos, sin dudar en absoluto de su veracidad, surjan ciertos márgenes de exageración referidos al aparato militar, como la caracterización que hace Alberto del PC como una "organización político-militar", o Rodolfo, cuando escribe "ese aparato militar, en condiciones de dar batalla ejército contra ejército...". Efectivamente, el Partido siempre sostuvo los aparatos de autodefensa y el frente militar ( de lo que podemos dar fé, ya que uno de sus cuadros dirigentes en Córdoba, David Colman, sería secuestrado y asesinado en La Perla, junto a su compañera Eva, responsable de educación y su hija Marina, de 15 años, militante de la juventud), expresado, en nuestro caso, en las tareas asumidas de custodia del compañero Tosco y del local de Luz y Fuerza, su protección en la más rigurosa clandestinidad, su traslado a una clínica del Partido en Buenos Aires en su etapa final y el regreso de su cadáver a Córdoba para su despedida popular o el trabajo dirigido a sectores militares cercanos al Partido, operaciones estas de riesgo.

Más allá de esto, coincidimos en las críticas al aventurerismo, en la inexistencia de condiciones subjetivas reales, que "solo existieron en la imaginación de los dirigentes de precarias organizaciones armadas de entonces, muchos de los cuales aún siguen pontificando sobre los errores y haciendo un verdadero culto de lo que no fue. Lo que sí sucedió, y a ellos les cabe tremenda responsabilidad, es que llevaron a miles y miles de jóvenes y adultos a la muerte, que ejecutaron los militares asesinos y sus mentores y cómplices civiles". "Pero esa es otra historia", termina Rodolfo.

Si, una historia que amerita un debate, ya que puede hacerse extensiva esa responsabilidad a la teoría del "foco" y las derrotas del Che, como al propio error de los cubanos de querer exportar la revolución. Pero lo que podía justificarse en los 70 por un "clima de época", resultaba patético a finales de los 80, con el agravante de que se asumió una posición amañada frente a los hechos de La Tablada en 1989, "criticando a los compañeros equivocados" en lo que en realidad había sido una mesiánica acción provocadora que dañó seriamente a los organismos de DDHH y puso en riesgo a la democracia. En ese momento volvió a mi mente el hecho que mencioné antes, la revista Todos por la Patria difundiéndose en el local partidario.

Voy a omitir otros pasajes del libro (como las referencias al Che, el kirchnerismo o la crítica al keynesianismo, que merecen un debate que excede los marcos de este texto), recuerdos personales e imágenes íntimas ciertamente emocionantes. Pero hay uno que no puedo omitir, el que relata un hecho trágico que tuvo como protagonista, entre otros, a la compañera Leonor, de quién guardo (al igual que muchos de los viejos camaradas cercanos a mi) un afectuoso recuerdo. En esta historia, a cada uno le toca lo que le toca, y esa parte me emocionó profundamente. Yo había estado desde temprano en el local, en dos reuniones, una de ellas con Tita Hidalgo, que militaba en comercio, y salimos con una compañera a tomar un café al bar de la esquina. De pronto, la gente comenzó a pararse en la calle, que la policía ya había cortado. Desde la esquina, pudimos ver a los compañeros que eran tirados al interior de los celulares de la policía parapolicial. Rabia, impotencia, dolor. Luego, la movilización y la vigilia. Fué cuando la Dirección y los comunistas de Córdoba mostraron su estatura. Jorge Bergstein publicaría un folleto detallado y valioso, con las fotografías de los destrozos y las pintadas de la Triple A en las paredes. Agradezco el recuerdo, compañero, de ese pasaje de tu libro.

Quizás un exceso de anecdotario personal, valioso por cierto, restos de un rencor común que los años debiesen haber mutado en análisis político e histórico, no facilita el debate objetivo. Porque, ¿qué defendíamos o qué atacábamos en la disputa partidaria? La historia del "viejo" partido, merecía ser criticada, sus errores corregidos y superados. Una organización y una línea política no se sustenta o justifica en la mayor o menor heroicidad de su militancia. Pero toda la historia del PC y del movimiento comunista internacional, incluída la Unión Soviética, es una historia de errores y de aciertos, de grandes logros y de fracasos, atravesada por una línea ("una línea en la palma de la mano __diría Tuñón__ que separa la ceniza del fuego...") que marca la firme convicción en la lucha por derrotar al fascismo, la solidaridad internacionalista con la España Republicana, la epopeya del Ejército Rojo derrotando al nazismo, los movimientos partisanos de resistencia y, posteriormente, la ayuda soviética a todos los movimientos de liberación nacional, invalorable en el caso de la Revolución Cubana. Inmersa conscientemente en esa historia (curiosamente olvidada por "el Partido del XVI Congreso") transcurrió nuestra vida y nuestra militancia.

Y hasta se podría decir que sigue transcurriendo, como "Aquello donde quedó fijada, perturbada por lo que parece ser un duelo que nunca terminó y a lo que vuelvo obsesivamente, es el relato de lo que fue una esperanza y terminó en fracaso...", como sentidamente expresa esa gran escritora y compañera, Liria Evangelista.

Por eso, la crítica en bloque, descontextualizada, está más cerca de la autojustificación del desengaño que de una relectura lúcida desde la izquierda. Sigo creyendo que la Unión Soviética marcó la historia del siglo XX, y que su hundimiento puede interpretarse como una verdadera tragedia histórica, al decir de Eric Hobsbawm. Curioso destino el de los comunistas, de desgarro en desgarro. Cuando muere Stalin, millones de hombres y mujeres de todo el mundo lloraron. Cuando el XX Congreso del PCUS, millones de comunistas nos sentimos desconcertados, estafados. Cuando los tanques soviéticos entraron en Hungría para aplastar una contrarevolución fascista ("la batalla que perdió la reacción", como escribió Fernando Nadra) creímos (y sigo creyendo) que fue correcto. Cuando sucedió lo de Checoslovaquia, pensé y sigo pensando que se frustró la última posibilidad de una reforma democrática del socialismo.

Después, hechos como el cisma chino-soviético, Vietnam invadiendo Camboya para reprimir a "comunistas" genocidas, China atacando a Vietnam, para finalizar en el Vietnam soviético en Afganistan, fueron horadando el relato heroico. Y sin embargo, ese relato y esa realidad existieron, e indirectamente, somos sus herederos y también corresponsables de su fracaso.

Hoy, "militantes entre dos siglos", estamos pisando una nueva época. La Unión Soviética, que fue capaz de la epopeya de derrotar al nazismo, implosionaría sin resistencia, sin disparar un solo tiro. Los partidos comunistas de masas de occidente terminaron reducidos a su mínima expresión, y la caducidad de la hipótesis revolucionaria, al menos en los capitalismos desarrollados, es un dato objetivo de difícil refutación. Es que el derrumbe de muchos paradigmas, no es un invento de la posmodernidad, sino el resultado de un cambio de época que merece una lectura desde el marxismo, que reclama a su vez, una relectura que lo exima de determinismos teleológicos e influencias positivistas, rescatando y actualizando su riqueza en plenitud, desdogmatizada.

Si somos capaces de construir nuevos paradigmas, nuestros sacrificios, sueños y desgarros, no habrán sido vanos  "Hay cosas peores que tener una religión, por ejemplo, carecer de una visión organizada del mundo", como dice Ludolfo Paramio. Pienso en un socialismo factible, democrático, realizable, que no imponga al pueblo un destino sacrificial en aras de un futuro incierto, como ocurrió con todas sus frustradas expresiones. Es el camino que están mostrando los procesos latinoamericanos, con mayor o menor grado de profundización según sus contextos históricos nacionales y las respectivas correlaciones de fuerzas.

¿Los ex-comunistas? Ciertamente constituimos el partido más grande del mundo. No renunciamos a nuestra historia, incluso muchos no renunciamos a seguir considerándonos comunistas. Pero más allá de la lícita nostalgia, diario de a bordo de nuestras vidas, nuestras convicciones adquirirán vigencia en la medida de que seamos capaces de ejercer una crítica y autocrítica objetiva y honesta, que no nos empantane en teoricismos esquemáticos y consignismos vacíos  muchos de ellos perimidos, sino que nos permita acceder a una apreciación correcta de una nueva realidad nacional, latinoamericana y mundial, y contribuir con nuestra experiencia, a consolidar y avanzar en los nuevos caminos que, dificultosamente, con avances y retrocesos, con incertidumbres y certezas, vienen, venimos desbrozando los pueblos de nuestro continente.

No dudo que en este camino, compañero, marchamos juntos  más allá de interpretaciones del pasado o del presente. Si "Secretos en rojo" merece ser valorizado, es precisamente porque, por sobre las posibles y lógicas visiones diferentes, propias del debate político, expone con valentía y honestidad, una vida de admirable militancia que debe enorgullecer al "clan de los Nadra" (ya aclaré en un primer comentario las diferencias de valoración que tuvo este rótulo), y que nos enorgullece a todos los que supimos recorrer esos tramos de la historia.

6 comentarios:

  1. Exelente la historia y el analisis. Espero que muchos puedan conocerla.

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  2. La verdad que a mi el apellido Nadra me produce cierto escozor. Es que siendo militante del PC en los 70, sufrí en carne propia como Fernando Nadra me increpaba duramente por preguntar, tan solo preguntár, cual era su opinión sobre la situación de los judíos en la URSS. Cuando años después encuentro al rígido comunista al lado de Menem, y convertido al catolicismo que tanto repudió, no puedo sino alterarme al leer el apellido Nadra. Recuerdo que Monseñor Laguna siempre se ufanó de haber convertido a Fernando Nadra al catolicismo; el mismo Laguna amigo de Neustadt. Que asco.

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  3. Notable Aldo Omar, más que escozor debería darte verguenza, pues repetís sin comprobar.
    1.- No me consta tu "preguntar, sólo preguntar", ya que no dudo que mi padre te habrá contestado de acuerdo a la "sacrosanta" linea partidaria, como era su "obligacion", pero nadie, nadie, le niega su capacidad para escuchar y dialogar. En fin, vos sabrás.
    2)Jamás fue menemista. Es más criticó duramente desde el inicio el plan Bunge Born, y anticipó el indulto que luego se produjo.
    3)Jamás se convirtió al catolicismo.
    4) Laguna fue un interlocutor frecuente de Fernando Nadra, pero no lo convirtió a nada.
    Mi nombre es Alberto Nadra, si te altera (o alerta) lo lamento, pero deberías chequear informaciones de la "prensa independiente".

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  4. Es cierto que tuvo un circunstancial acercamiento a Menem, como el mismo narra en su folleto de renuncia, y esto le valdría amonestaciones de la Dirección del Partido. Los comunistas que adherimos a la Tendencia, apoyamos el Frejuli, y personalmente viajé varias veces a Tucumán para apoyar la campaña en esa provincia. Asimismo participé en una cena donde Menem se abrazó con el Gral. Liber Seregni, bajo una bandera del Frente Amplio. Las opciones coyunturales, acertadas o no, cuando son honestas, no pueden marcar el perfil que un militante forjó a lo largo de una vida.

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  5. Hector, preciso la información, pues todo circula y se pierden los ejes.
    1.- No tuvo un acercamiento a Menem, sino que fue uno de los tantos políticos con lo que tenía inteligentes y políticas entrevistas como es razonable. Lo conoció cuando salía del despacho de Perón, y el riojano era gobernador.
    2.- Cuando asumió --es cierto que lo amonestaron con esa precisa visión de la política que caracterizó ese período infantil-- acusándolo de apoyar al Carlos Menem recien asumido. Fue una reuniòn cordial, pero no hubo ningún acuerdo: el viejo planteó que el Plan Bunge Born era la entrada al infierno y no tenìa nada que ver con las promesas electorales que votaron millones de peronistas y no peronistas; 2 ) Le advirtió que el "indulto" de los militares encarcelados en el Juicio a las Juntas, del que ya se rumoreaba, sería un error garrafal, con graves costos para el futuro.
    Le dijo que ese era el camino de la modernidad, y le ofreció nada menos que la embajada en la ex Unión Soviética o en Cuba, la que prefieriera, lo que Fernando Nadra rechazó, justamente pues no había acuerdos en nada de lo esencial para el futuro del país. El trato fue cordial hasta la muerte de mi padre, donde se mezclaron las coronas de Fidel Castro, el Partido Comunista Cubano, organizaciones de derechos humanos, y también...las de Carlos Menem y Raúl Alfonsín. Esa noche, tuve el "privilegio" de recibir el abrazo emocionado, y con lágrimas, de muchos familiares o ex desaparecidos que saludaban al dirigente comunista, que nunca dejó de ser, aún después de su renuncia.

    U
    Hector, est no es una "respuesta" al estilo clásico, sino que teniendo en cuenta la carta del anonimo anterior, sólo pretendo precisarte este aspecto de esa epoca confusa.
    Hay otros temas que planteaste en tu valiosa nota, y que merecen largos intercambios, y comunes "desasnamientos".

    Un gran abrazo, camarada

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  6. En primer lugar, mis disculpas a Alberto porque no fue mi intención ofenderlo y, mucho menos, poner en duda la honorabilidad de su padre, que descuento fue un excelente padre que puede descansar en paz sabiendo que tiene un hijo que no permite que alguien lo denigre o se lo infame.
    Yo he sido militante del PC solo un par de años, desde 1972 hasta 1978. Fueron suficientes para considerar hoy, cuando ya tengo 60 años, que haber ingresado al partido fue lo mejor que me pasó en la vida después de mi esposa y mis hijos.
    Gracias al partido es que tengo aprehendidos valores como la solidaridad, la honestidad Y LA LEALTAD, valores que definen a un verdadero comunista. A contrario sensu, me inocularon un odio feroz al egoísmo, a la indecencia y a la traición, todos valores ínsitos a la derecha.
    Es lo que explica porque siento un visceral rechazo a todo aquel que, de alguna manera, traiciona sus convicciones. Más aún cuando fue un camarada
    Yo valoro a personas como Osvaldo Pugliese, Floreal Gorini y Carlos Victoriano Imizcoz (a quienes tuve el gusto de conocer) que se fueron de este mundo sin haber traicionado jamás sus principios y valores.
    No puedo decir lo mismo de su padre. Lo que no implica, por favor, que lo esté tildando de traidor ni de miserable converso. Simplemente quiero significarle que no tiene para mí la estatura que si tienen los que siempre fueron fieles al partido, más allá de sus errores y metidas de pata.
    No es mi propósito poner a Fernando Nadra al lado de personajes despreciables como Jorge Asis, Leuco, Chiche Gelblung y esa larga lista de "ex comunistas" que se puede ver en el libro La Fede de Isidoro Gilbert.
    Pero con la misma franqueza, me cuesta recordar a Fernando como rememoro a Don Floreal Gorini, por ejemplo.
    Reitero, pues, mis disculpas si Ud. se sintió ofendido o dolido. No fue esa mi intención.
    Aprovecho este espacio para comentarle que llegué a esta página de casualidad, como sucede a menudo cuando uno navega en la red. Como este tema del famoso "viraje" del PC y los que se dieron vuelta, pasando de "comunistas" a pragmáticos y pos modernos, me apasiona, me detuve en el excelente comentario que hace Héctor Solasso.
    La nota de Héctor refleja muy bien al comunista honesto consciente de los errores que todos cometimos como afiliados al partido. Errores cometidos por acción u omisión, de los que debemos hacernos responsables. Pero se nota que Héctor jamás dejó de lado sus sentimientos solidarios; sigue siendo un verdadero comunista, que reconoce errores, pero jamás será aupado por la derecha.
    Me sentí muy identificado con todos y cada uno de los conceptos que desarrolla en su comentario. Un gusto haberlo conocido.
    Aldo

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