martes, 3 de abril de 2012

Tráfico y narcotráfico: dos caminos que se bifurcan


Norberto Emmerich, Lic. en RRII y doctor en Ciencia Política viene realizando aportes sustanciales para una Teoría Política del Narcotráfico, trabajo que --como amigo-- espero nos ofrezca en un cuerpo único y desarrollado en poco tiempo. Esta distinción,entre tráfico y narcotráfico, contiene sorprendentes revelaciones y opiniones, que como tales pueden compartirse o no, pero esenciales, cuando este año se dara un debate sobre la actual ley de Estupafacientes, para lo cual el senador Aníbal Fernàndez presentó un proyecto de cambio integral, y hay propuestas de modificaciones por parte de varios legisladores en la Camara de Diputados.

Ningún país considera al narcotráfico como figura jurídica y ningún país tipifica al narcotráfico como delito. Todos los países en su legislación penal y en su jurisprudencia denominan y tipifican a lo que habitualmente se llama narcotráfico como tráfico de drogas, tráfico de estupefacientes, etc. Algunos países penalizan la actividad, otros la tratan como asuntos de salud pública. Ningún país lo trata como problema político, pero todos politizan el problema.

Esta identificación entre narcotráfico y tráfico de drogas, no toma en cuenta que el narcotráfico:

1. es mucho más que tráfico, ya que incluye lavado de dinero, precursores químicos, producción, refinamiento, comercialización, militarización, información, inteligencia, logística, tecnología, organización y sistematicidad de la violencia, redes de abastecimiento, soborno, extorsión, secuestro, inversiones, etc.

2. tiene relación con e incidencia en muchos ámbitos de la sociedad nacional: fuerzas de seguridad, control territorial, crimen organizado, economía ilegal, reparto ilegal de la renta, acumulación primitiva de capital, fronteras, puertos y aeropuertos, exclusión social, maltrato y abuso infantil y adolescente, crímenes predatorios, fraude, evasión fiscal, etc.

3. abarca una cadena de actividades, sectores sociales y geografías nacionales muy amplia:

a. Actividades: cosecha de coca, raspado de la hoja, pisaderos, laboratorios, equipamiento, instrucción militar, transporte, bagayeo, tecnología, etc.

b. Sectores sociales: campesinado indígena, adolescentes marginales, graduados universitarios, migrantes, obreros desocupados, choferes, etc.

c. Geografías nacionales: el Putumayo colombiano, el Chapare boliviano y el Alto Huallaga peruano para la producción. Los puertos del norte colombiano, la línea norte (10 ciudades) de México, el puerto de Buenos Aires y las fronteras lábiles en general (frontera norte argentina) para el tránsito externo. Los corredores mexicanos y colombianos de tránsito interno, etc.

4. El narcotráfico tiene capacidad para dar significado social a geografías inviables, o sea “crear” geografías: las triples fronteras[1] son particularmente sensibles a este fenómeno: Mexicali, Califonia y Arizona[2] entre Estados Unidos y México. Leticia, Tabatinga, Santa Rosa entre Colombia, Brasil y Perú. En Leticia y Tabatinga, Colombia y Brasil están separadas por una calle que se cruza sin mostrar pasaporte[3]. Tacna es la parte peruana de una triple frontera entre Perú, Chile y Bolivia. Lo mismo sucede con los llamados “espacios vacíos” o “territorios sin ley”, como el Petén mexicano, el Darién panameño o Salvador Mazza en el norte argentino.

5. La diversidad del universo del narcotráfico permite que no todas sus actividades estén relacionadas con drogas. Es el caso del lavado de dinero y los precursores químicos, más una larga serie de “servicios” que el narcotráfico utiliza (por ejemplo, los halcones, menores de edad que “vigilan” e informan a los jefes).

El concepto de tráfico de drogas entiende que todo el proceso tiene como eje central y destino final el consumo de drogas mientras al mismo tiempo debate sobre la tipificación del consumo como delito penal o como problema de salud pública. Expresado de esta manera el concepto de tráfico de drogas encierra tres contradicciones:

1. Se debate sobre la legalidad del consumo, entendido como actividad de la esfera privada que no daña a terceros[4], mientras se sigue sosteniendo su judicialización, entendida como eslabón débil de la cadena del tráfico y como un problema de salud pública.

2. Se promueve el pase del consumo de la esfera penal a la esfera civil mientras se sigue sosteniendo por definición que el tráfico de drogas es esencialmente un problema de adicción, toxicomanía o consumo de estupefacientes. En este punto las drogas se comparan con el alcohol o el tabaco, que son de consumo legal y un problema de salud pública. Sin embargo y llamativamente las drogas no son legales[5].

Estas dos primeras contradicciones plantean un escenario donde el consumo privado es legal, posiblemente un problema de salud pública no reprimible penalmente, mientras se propone aumentar las penas al tráfico de drogas[6]. El consumo legal de una sustancia ilegal no hace más que aumentar la tendencia hacia el fortalecimiento de la red de abastecimiento, porque la mezcla de prohibicionismo y tolerancia puede debilitar la demanda, pero seguramente fortalece la oferta.

3. Se desconoce o subestima el hecho de que el consumo de drogas constituye el más político de los mercados del narcotráfico. Aunque la aproximación liberal tipifica al consumo de drogas como una transacción establecida libremente entre un comprador voluntario y un vendedor de un bien ilegal, en realidad el consumo de drogas:

a. Ante todo constituye un mercado, no una sumatoria de transacciones individuales libres.

b. Se da un territorio social y geográfico previamente configurado y controlado, no libre. En un gran porcentaje, sobre todo en los estratos sociales más bajos, quien consumo se convierte en vasallo político de un señor.

c. El mercado de consumo establece leyes y valores que son ajenos, extraños, sustitutivos y a veces contradictorios con el todo social circundante inmediato, no con el mediato. No existe ningún caso en que el desafío haya llegado al Estado nacional.

d. Contrariamente a lo que se afirma el narcotráfico prefiere entornos estables y no violentos, dentro de los cuales establece y garantiza la existencia de áreas de estandarización del crimen, en acuerdo con las fuerzas policiales.

Convertir el tráfico de drogas en sinónimo de narcotráfico permite que los delitos del universo llamado “narcotráfico” sean tomados por separado, donde se juzgan conductas individuales y no se construye una “historia” que permita ver el ejercicio de una criminalidad específica que tiene cuatro características:

1. Son hechos producidos por una organización, lo que en consecuencia hace que el narcotráfico cumpla con las leyes de la teoría organizacional. Las políticas de “descabezamiento” de las organizaciones criminales debe tener en cuenta este punto porque suelen convertirse en un proceso de rotación de liderazgos y no de desmantelamiento de la organización. Y por otro lado las organizaciones del narcotráfico se adaptan a rutinas organizacionales, las que deben ser detectadas por los organismos policiales antes de intervenir.

2. Se desarrollan como “parte” de una conducta organizacional criminal y en consecuencia no se trata de “elecciones” o “decisiones” personales aisladas. El marco analítico de rational choice es inadecuado para comprender la dinámica criminal en el narcotráfico.

3. Tienen como objetivo último la ganancia económica, pero se desarrollan mediante instrumentos y en ámbitos no económicos, sino políticos. Por este motivo una guerra contra el narcotráfico potencia el comportamiento político del narcotráfico, que en circunstancias normales sólo se comporta como acumulador ilegal.

4. El delito de narcotráfico es “invisible”, no se constituye como tal hasta que las conductas individuales o particulares hayan sido involucradas en una totalidad ética y orgánica específica que da sentido y organicidad a las acciones celulares. Por eso es imprescindible el seguimiento, cuantificación y diagnóstico de los delitos presuntamente “predatorios”.

Narcotráfico y drogas

Mientras el tráfico de drogas necesariamente se refiere a una sola actividad, siempre con drogas, el narcotráfico no necesariamente tiene vinculación con las drogas[7]y no necesariamente implica sólo a las drogas.

Este “desenganche” puede manifestarse de dos maneras:

1. Hay un punto en el cual el narcotráfico, elevándose en su desarrollo, se desprende de la producción, comercialización y tránsito de drogas y se queda solo con las ganancias del negocio dispuesto a transformarse en acumulación normal. Es un proceso predecible y necesario en el tiempo, novedoso porque recién a fines de los 90s se da el proceso por el cual algunos narcotraficantes abandonan la acumulación primitiva y se involucran en la acumulación normal. Colombia es la máxima expresión de este proceso, donde los narcotraficantes se han transformado en terratenientes y sus ganancias tributan al fisco nacional y forman parte de la acumulación normal. Han abandonado la producción, comercialización y tránsito de drogas en manos de lugartenientes menores, ya que es más importante el resultado del proceso (ganancias invertibles) que el proceso mismo. Incluso algunos de ellos abandonaron totalmente el mercado de drogas. Por más llamativo que pueda resultar, no se trata de un fenómeno novedoso en el desarrollo civilizatorio ya que así se originó la acumulación económica.

2. La ruptura de los tradicionales procesos de cartelización del narcotráfico configura una pirámide criminal tan extensa que las jefaturas quedan desdibujadas y se habla de microemprendimientos o entrepreneurismo criminal. Entre estos diversos grupos muchos no trabajan con drogas sino que abastecen de recursos (militares, información, transporte) a los otros grupos centrados en el tráfico. Pero lo hacen desde “afuera” del núcleo traficante, formando una “joint-venture” o una UTE cambiante y de equilibrio inestable.

Que el narcotráfico no sólo se dedique a las drogas significa que cada vez más se relaciona con el resto de actividades que componen el crimen organizado. Esta vinculación del narcotráfico con el crimen organizado tiene tres características:

1. Los grupos narcos se dedican a una serie de diversas actividades. El analista mexicano Edgardo Buscaglia sostiene que el crimen organizado incluye 22 actividades delictivas. En casi todas ellas podemos encontrar involucrados a grupos de narcotráfico.

2. Los grupos del narcotráfico que se dedican a actividades de crimen organizado, las utilizan, dependiendo del nivel de desarrollo de la organización, para financiar su actividad central de tráfico de drogas. Entre las actividades del crimen organizado hay una jerarquía de interés y tasa de ganancia, como en cualquier inversión de capital. El nivel de cooptación acelerada del narcotráfico mexicano implica grandes gastos de inversión de los grandes carteles (Sinaloa, Los Zetas) en el sostenimiento de grupos más pequeños, algunos de los cuales ni siquiera se dedican al narcotráfico (el actual cartel de Tijuana, prácticamente paralizado).

3. El narcotráfico es la única actividad que por sus características tiene capacidad de convertirse en organizador de todo el crimen organizado. El control territorial, la economía de la violencia, el flujo de capital, la movilidad y la alta politicidad de su comportamiento, permiten al narcotráfico entrar y salir del crimen organizado sin afectar su núcleo original de acumulación. No parecen ser sensatas las afirmaciones de los especialistas que sostienen que la palabra carteles es inadecuada porque éstos se han convertido en parte del crimen organizado. Es a la inversa, la expansión a que obliga la guerra contra el narcotráfico deja a los carteles con una capacidad organizacional ociosa que es utilizada para extender actividades.

Narcotráfico y Estado nacional

Se dice que el narcotráfico penetra y corrompe al Estado. En el caso mexicano se dice que la debilidad del Estado mexicano favorece su dilución en manos del narcotráfico, avalando la hipótesis de un narcoestado o una narcodemocracia. La capacidad de invisibilidad del narcotráfico hace que el Estado se muestre corrompido y en su afán por evitarlo, como ha quedado demostrado en el caso colombiano, es más bien el Estado quien coopta al narcotráfico y no al contrario. Los acuerdos de Santa Fe de Ralito y el discurso del jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Carlos Castaño, en el Congreso Nacional dan prueba del proceso de cooptación ejercido desde el poder ejecutivo a los narcotraficantes colombianos. Las denuncias preventivas del presidente mexicano Felipe Calderón Hinojosa contra los “acuerdos” del PRI con el narcotráfico expresan la existencia de esa política.

Esta “legalización” del narcotráfico implica la transformación de los narcotraficantes en agentes económicos y el abandono de sus actividades ilegales, pasando de la acumulación primitiva a la acumulación normal. En el caso colombiano la mayoría de los narcotraficantes “cooptados” se convirtieron en terratenientes mediante la compra de amplias extensiones de tierra en el oriente colombiano, previa recuperación del control territorial por parte del Estado, en aras de la “soberanía nacional”.

Esto también es parte del proceso tradicional de formación del Estado nacional en nuestros países latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la resolución de la disputa entre oligarquías competitivas que convienen en negociar un acuerdo de integración al nuevo Estado a partir del reparto de esferas económicas con el sector burgués triunfante en las guerras civiles y el reconocimiento de un “centro” de poder. No todos los sectores entran en el acuerdo de conformación del Estado nacional, algunos son eliminados físicamente, como fue el caso de las montoneras argentinas en el siglo XIX, representantes de burguesías interiores de bajo desarrollo económico.

Definiciones del mercado de consumo

1. Crímenes predatorios:

Se llama crímenes predatorios a los crímenes que las organizaciones del narcotráfico llevan adelante como parte del control territorial inicial para establecer su actividad en una zona determinada. Es comparable a la definición weberiana del Estado y su monopolio de la violencia sobre un territorio determinado.

Al contrario de la violencia política tradicional en la cual mediante la guerra el Estado busca establecer un diálogo que construya poder, o sea reclamando obediencia y reconocimiento de autoridad a un oponente ocasional, los crímenes predatorios buscan la eliminación física del adversario sin establecer ningún diálogo. En ese sentido se trata de violencia originaria, la que construye naciones, de ahí su peligrosidad política y su nivel de violencia. Con el aditamento de que la amenaza de extinción suele prolongar el período de asentamiento y los crímenes predatorios porque el conflicto sólo termina con la muerte de uno de los oponentes.

Parte indispensable de la inteligencia criminal son los homicidios callejeros, las heridas con arma blanca, las disputas nocturnas y los homicidios en riña. Los episodios deben sumarse por zona y debe seguirse una lógica situacional.


2. Control territorial:

El mercado de consumo, último mercado del narcotráfico, es el más político de los mercados del narcotráfico porque necesita ser territorial, porque la venta de droga es monopólica, porque es ilegal. Solo puede haber un vendedor, con control territorial, control que no se comparte, que respeta reglas de autoridad y jerarquía. Este control territorial debe ser exitoso, con un control de la violencia también exitoso. Al igual que el Estado que reclama para sí con éxito el monopolio legítimo de la violencia, igual sucede con el narcotráfico, que puede ser ilegal o no, pero no puede perder el monopolio de la violencia ni el control del territorio sobre el cual la ejerce.

El monopolio de la violencia sobre un territorio determinado es el principal instrumento del Estado para obtener su soberanía, ejercido por la policía. Y el narcotráfico ejerce su monopolio territorial mediante sus bandas armadas. Ambos monopolios tienen dos alternativas: o chocan o acuerdan recursos y conductas. Si ambos son actores políticos, lo más probable es que haya un acuerdo y una congruencia. En este sentido las políticas de seguridad que “delegan” la cuestión en las autoridades policiales, crean en el mejor de los casos un sistema de estandarización regulada de la seguridad. El narcotráfico es el principal beneficiario de estos acuerdos de estandarización porque es quien puede ejecutarlos con mejor margen de negociación y sobrevivencia. De esta manera, en determinados territorios, el narcotráfico le garantiza seguridad al Estado.

Una consecuencia de política exterior[8]

Un mercado de consumo territorial implica un acuerdo entre monopolios de la violencia e implica una cogestión de determinados territorios geográficos y sociales. Una de las consecuencias de política exterior de este análisis es que, dado que los mercados de consumo están en Europa y Estados Unidos, los Estados fallidos están allá y no acá. La idea de que el narcotráfico es un problema latinoamericano se basa en dos factores:

- la acumulación normal en estos países es muy alta y por lo tanto no son tan dependientes del capital global (al contrario son exportadores de capital) y no necesitan mucha acumulación primitiva. La crisis mundial hizo que esto cambie y el sur norteamericano se volvió fácil de penetrar, diluyendo la frontera política.

- La gran capacidad de exportación de la política exterior norteamericana que, claramente en el caso del narcotráfico, ha logrado convertirlo en eje político para varios países latinoamericanos, como actualmente sucede en México, Guatemala, Colombia y Honduras y antes en Perú y Bolivia.



[1] No se menciona la triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina porque su geografía, estrictamente hablando, no permite el surgimiento de un significado social apto para el narcotráfico.

[2] El federalismo norteamericano hace que Arizona y California tengan legislaciones penales diferentes, lo que es aprovechado por las bandas narcos en ambos países.

[3] En Leticia hay que dirigirse voluntariamente al aeropuerto a sellar el pasaporte. En Tabatinga hay que acercarse a la comisaría local.

[4] Esta es la postura de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fallo Arriola.

[5] Sean parte del fuero penal o del fuero civil, las drogas siguen siendo consideradas ilegales

[6] La pregunta de por qué utilizar drogas ilegales pudiendo hacerlo mediante mecanismos legales desnuda involuntariamente las limitaciones que plantea esta contradicción.

[7] El sicariato es una institución (no una organización) que no trafica drogas como actividad principal y sin embargo es un núcleo central del narcotráfico. Estos mercenarios del crimen organizado, como La Línea (que trabaja para el Cartel de Juárez) o Los Zetas en sus comienzos, trabajando como brazo armado del Cartel del Golfo, pueden cobrar sus servicios con droga pero no necesariamente es así. La guerra contra el narcotráfico en México ha llevado a un proceso de asociación de grupos, una fuerte cooptación de Los Zetas o Sinaloa sobre los demás grupos menores.

[8] Un análisis políticamente detallado del narcotráfico adopta implicancias para todos los órdenes de la vida social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario