
Luego del emblemático Juicio a las Juntas implementado durante la presidencia   de Raúl Alfonsín, de  las contramarchas que representaron las leyes de   Obediencia Debida y Punto Final en los ochenta y de los posteriores indultos   otorgados en los años noventa, la impunidad que protegía a los represores   comenzó a revertirse en los primeros años del nuevo siglo. Primero, el juez   Gabriel Cavallo dictaminó, en marzo de 2001, la inconstitucionalidad e   invalidez de las leyes dictadas durante el alfonsinismo. Luego, el Congreso   de la Nación    declaró la nulidad de esas normativas en setiembre de 2003. Y, finalmente,  la Corte Suprema de   Justicia confirmó la inconstitucionalidad de ambas leyes en junio de 2005.
Desde la Unidad Fiscal    de Coordinación y Seguimiento de las Causas por violaciones a los Derechos   Humanos cometidas durante el terrorismo de Estado, creada en la órbita de  la Procuración General    en 2007, el fiscal Jorge Auat y el coordinador Pablo Parenti destacan que se   puede observar una “consolidación” del proceso de juzgamiento en todo el   país. “Institucionalmente hay un verbo común en cuanto los juicios se   consolidan como política de Estado”, señala Auat.
De acuerdo al último informe de la    Unidad , se registra un total de 843 personas respecto de   las cuales se dictó al menos un auto de procesamiento. De estas 843 personas   procesadas,  449 ya cuentan con una o más causas elevadas a juicio y   otras 141 tienen alguna causa en la que la fiscalía solicitó la elevación a   juicio. Así, cerca del setenta por ciento (590) de los 843 procesados   actuales, ya tiene alguna causa en etapa de juicio o cuenta con requerimiento   fiscal de elevación a juicio. Además, más del treinta por ciento del total de   las elevaciones ya ingresó a la etapa de juicio propiamente dicha y se   encuentra próximo a obtener una sentencia definitiva a su respecto. Hasta   2008 se había condenado a 68 personas. En diciembre de 2011, esa cifra llegó   a 266. Se observa, entonces, que entre 2008 y 2011 la cantidad de condenados   prácticamente se cuadruplicó.
A este listado deben sumarse las recientes condenas dispuestas en el marco de   la causa por el asesinato del abogado laboralista Carlos Alberto Moreno, que   finalizó la semana última en la ciudad bonaerense de Tandil. Allí, el   Tribunal Oral en lo Criminal de Mar del Plata sentenció a prisión perpetua a   los ex militares Julio Alberto Tomassi, Roque Papalardo y José Luis Ojeda y   dispuso una pena de 15 y 11 años, respectivamente, a los civiles Felipe y   Julio Méndez. Los jueces también pidieron que se investigue el rol de ex   integrantes del directorio de la cementera Loma Negra, de dos ex ministros de   la Suprema Corte    de Justicia bonaerense y del ex ministro de gobierno, James Smart.
De todas formas, en la    Unidad Fiscal prevén que “los resultados más contundentes”   de la política de acumulación de casos para la concreción de “juicios   significativos” se empezarán a evidenciar aun con mayor claridad durante el   resto del año. En los tribunales federales de Paraná, esta semana comenzó el   juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en las ciudades de Concordia,   Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, en el que hay nueve inculpados,   treinta víctimas y 199 testigos. Los principales imputados son el ex ministro   del Interior, Albano Harguindeguy, y Ramón Díaz Bessone, ex jefe del II   Cuerpo de Ejército. También se inició el cuarto juicio en Misiones, en el que   se juzgarán a ex miembros de la cúpula de la policía provincial.
Además, se deberían concretar dos juicios muy importantes para la provincia   de Córdoba, en los que se investiga el accionar de los centros clandestinos   que funcionaban en La Perla    y en el Departamento de Informaciones de la policía provincial (también   conocido como D2). Ambos juicios involucran en conjunto a 48 procesados en   relación con 404 víctimas. En la provincia de Tucumán, está pautado que se   eleven las causas de la    Jefatura de Policía y la del ex Arsenal Miguel de   Azcuénaga, en el que funcionó un centro clandestino de detención y acaban de   hallarse los restos del ex senador peronista Damián Márquez, quien fue   secuestrado la noche del 13 de enero de 1977. También se esperan avances en   la megacausa ESMA (en el primer tramo se juzgaron delitos contra 85 víctimas)   y Campo de Mayo, entre otros procesos judiciales.
APURAR EL PASO
Sin embargo, desde el Ministerio Público Fiscal advierten que “de ningún modo   se puede pensar que esta consolidación del proceso de juzgamiento no exija un   control y una suerte de custodia permanente. Los logros no nos deben   confundir ni hacernos pensar que ya está todo avanzado”. Respecto de la   cantidad de personas condenadas, aclaran que de los 266 condenados que   existen hasta el momento, sólo 43 de ellos registran condenas firmes.
En ese sentido, muestran su preocupación por las demoras que se vienen   registrando en el ámbito de  la Cámara Nacional de Casación Penal para la   revisión de las sentencias de los tribunales orales. Durante 2011,  la Cámara de Casación revisó   seis sentencias en relación con 13 imputados. Esa cifra, según  la Unidad Fiscal , no   muestra cambios relevantes en su actividad si se toma en cuenta que durante   2010 revisó cinco sentencias respecto de 12 imputados. También observan una   “excesiva demora” en el lapso que va desde la elevación a juicio hasta la   concreción de las audiencias de debate.
En esa línea, la    Cámara Federal de Casación Penal dispuso, en febrero   último, un conjunto de “reglas prácticas” que apuntan a evitar la repetición   de pruebas de un juicio a otro, la exposición reiterada de los testigos y la   reedición de discusiones ya saldadas sobre hechos indiscutidos. También   incluyen advertencias para que los jueces no generen dilaciones con ardides   legales, proponen un acuerdo entre las partes para fijar una frecuencia   razonable de audiencias, reducir la lectura de la acusación y lograr alegatos   acotados. Y establecen pautas para proteger a las víctimas que deben   testimoniar y resguardarlas de la “revictimización”.
El fiscal general Auat valora las reglas dictadas por  la Cámara de Casación, pero   advierte que “no resuelve la patología que describimos”. Y luego explica: “El   problema no es la falta de instrumentos, sino la voluntad institucional de   avanzar con los juicios. Todavía hay vastos sectores del Poder Judicial en   los que encontramos tremendos obstáculos, como en las provincias de Jujuy,   Salta, Santiago del Estero o Mendoza, en la que incluso hay un juez prófugo”.   Se refiere, claro, al suspendido camarista federal de Mendoza, Roque Otilio   Romano, quien escapó a Chile, y es acusado de omitir la investigación de 103 casos   de delitos como secuestros, torturas y robos de bienes a secuestrados entre   1975 y 1983, cuando fue primero fiscal federal y después juez subrogante en   Mendoza.
“Hace falta un crecimiento en la gestión judicial, que no depende de reglas   del código procesal. Que se celebren sólo una o dos audiencias por semana, o   que no se hagan los juicios porque no hay salas, lleva a una dilación de los   juicios. Y, a veces, son excusas, porque no siempre faltan salas. Necesitamos   que alguien tome un control de esto”, señala Parenti.
¿Qué estrategias se plantearon desde  la Unidad Fiscal para   agilizar las causas y evitar su atomización?
Parenti: Hay una resolución del   procurador general, Esteban Righi, que marca como pauta central el pedido de   acumulación de las causas, aunque no siempre logramos la decisión judicial   que solicitamos. Se lograron muchos avances, aunque no todo lo que   quisiéramos, ni en un ritmo similar en cada una de las provincias.
Auat: Hay un hecho muy   emblemático que permite entender que aún queda mucho por hacer, aunque el   proceso esté consolidado. A nueve años de la anulación de las leyes de   Obediencia Debida y Punto Final por parte del Poder Legislativo, las reglas   prácticas dictadas por la    Cámara de Casación Penal tienen escasamente un mes. Es   decir, todavía queda mucho por hacer y es imperativo terminar con ciertas   discusiones que tienen como único objetivo la demora de las causas.
¿En qué aspectos es necesario avanzar con   mayor fuerza?
P: Debemos seguir investigando   los casos por apropiación de menores y, con ese objetivo, se creó un equipo   que está específicamente dedicado a esa tarea. También se debe mejorar la   respuesta respecto de los delitos sexuales cometidos durante el terrorismo de   Estado. Hay que ofrecerles a los testigos las condiciones adecuadas para que   puedan declarar este tipo de delitos, y para que sean calificados como   delitos sexuales y no queden desdibujados dentro del concepto genérico como   tormentos. También hay que avanzar con respecto a la actuación de los   funcionarios judiciales, que requiere un trabajo importante de revisión de   archivos, habeas corpus y expedientes de la época.
A: Fue muy importante instalar   en el propio sistema judicial la cuestión relativa a los delitos de violencia   sexual, porque es uno de los crímenes que mayor trauma causa en la víctima y   su invisibilización marcaba un cerco de impunidad. Por otra parte, también   hay que analizar los confines de la complicidad civil, para determinar hasta   dónde llegaba.
¿Qué sectores civiles aún deben investigarse?
P: En especial, la participación   de los empresarios y el rol de los propios funcionarios judiciales. También   queda un aspecto de la estructura represiva que es difícil de investigar y   que está vinculada a los agentes de inteligencia. Hay muchos imputados, pero   porque son reconocidos o porque se los pudo vincular a través de algún   documento. Pero es muy compleja la tarea de reconstruir el papel de los   agentes de inteligencia.
A: Existen dificultades   probatorias. No es fácil descubrir una cantera probatoria que permita imputar   al personal de inteligencia. De hecho, la investigación de los más de dos mil   setecientos “vuelos de la muerte” realizados entre 1976 y 1978 requirió de un   trabajo exhaustivo, observando planilla por planilla. Aunque, claro, si no   fuese así, no estaríamos hablando de terrorismo de Estado.
¿Por qué?
A: Siempre cito el caso de la   masacre de Margarita Belén, en el que fraguaron un enfrentamiento armado, e   incluso trasladaron cadáveres a otros lugares del país y los entregaron en   otras provincias. Es decir, esas coartadas estaban facilitadas por el manejo   de todos los recursos de los que dispone una estructura como la del Estado.   Por eso, la mecánica criminal de la última dictadura era muy compleja y   sofisticada. Pero el gran desafío es seguir investigando, porque las   dificultades probatorias tienen que ver con esa complejidad de la trama   criminal.
P: Por otro lado, hay que tener   en cuenta la destrucción de las pruebas, que nos obliga a trabajar en los   resquicios que quedaron.
ECUACIONES Y DESAFIOS
¿Cuáles son los ejes centrales que se     planteó la Unidad      Fiscal para este año?
Parenti: La prioridad es     encontrar respuestas dentro de la propia administración de justicia para     que los juicios puedan concretarse. Hay una gran cantidad de causas, en     muchas se avanzó, pero observamos una inercia peligrosa. Hoy, no cierra la     ecuación entre la velocidad actual, el tiempo que tenemos y lo que queda     por hacer. Por eso, creemos que hay que apurar el paso. Pero ese avance no     puede estar librado al azar, hace falta un paso más en cuanto a la gestión     judicial.
Auat: Es un déficit que tiene     cronicidad. Y no queremos legitimar el discurso perverso del propio sistema     que señala que faltan herramientas idóneas. Los instrumentos están.     Recibimos con beneplácito cualquier herramienta que mejore el sistema que,     sin dudas, es perfectible. Pero es un discurso invocado para legitimar las     dilaciones.
P: Se formaron unidades     especiales, como la de la      Corte , la nuestra, o  la Comisión Interpoderes.      Ahora Casación dictó las reglas prácticas. Y todos hablan de la demora y de     las dificultades, pero aún ningún juez fue sancionado ni echado de la     justicia por demorar estas causas.
 
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