Seguimos
con nuestra selección dominical de Tres mil historias de frases y palabras
que decimos a cada rato, de Héctor Zimmerman, Editorial Aguilar.
Expresa, como es sabido, la acción de dudar de algo, dejarlo entre
paréntesis, a la espera de examinar lo que se dice y someterlo a prueba.
Aunque nos viene de los tribunales, el dicho se remonta a la época
de los caballeros medievales, y nada tiene que ver con la industria textil.
La tela que aquí se
menciona –plural del latín telum, dardo
palo de una valla– era la empalizada que en los torneos separaba a los rivales
que combatían a caballo.
Algunas de esas lides se realizaban para someterse al llamado
juicio de Dios, mediante el cual se dirimía un derecho. “Poner en tela de
juicio” era, entonces, llevar a la palestra (un sinónimo de tela) muchos de los
pleitos que, en los tiempos que corren habitualmente, se ventilarían en un
juzgado.
Hoy en día la frase ha perdido su sabor guerrero. Al oírla, nadie
piensa en lanzas ni cabalgaduras. En cuanto a los individuos que
sistemáticamente ponen todo en tela de juicio, son desconfiados crónicos. Seres
que llevan cuanto no les suena familiar a la palestra de la incredulidad y la
sospecha.
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