Todos lo saben. Soy “bostero”. Fatal e
irremediablemente, como seré revolucionario –salvando las distancias—hasta que
me vaya.
Y hay amigos en igual condición,
en ambos equipos. Como hay peronistas, en absolutamente todos.
Pero hoy renuncio al derecho al clásico calificativo
con que nos reímos siempre de nuestros “eternos” rivales, y de esta manera van
mis respetos, a mi modo,
claro.
Ríver, “El glorioso Ríver Plate”, el eterno SEGUNDO DE ALMA EN
LA “A” (al margen de campeonatos,
más o menos), el que generalmente arrugó en los momentos difíciles, se ganó merecidamente
el mote de “gallinas”, y su hinchada –en general—acompañó esa debilidad.
Sin embargo, éste Ríver, el sufridamente ridiculizado
RIVER DE LA B, el Ríver
de las estrellas que dejan oportunidades europeas multimillonarias para
defender sus colores; el Ríver de la hinchada que puso lo que hay que poner
(los de verdad, no los de la cargada) para volver, no merece ahora este
calificativo, al menos hoy yo no volveré a usarlo, aunque no le guste a varios de
la “12”,
que no son más boqueases que el que escribe.
Hoy no tienen de “gallinas” más que nosotros de “bosteros”.
Los hinchas de corazón somos inmensamente creativos para
seguir inventando formas de cargarlos/nos en esos lunes de gloria o tragedia.
No pretendo que nadie que no quiera deje de usar el
adjetivo, al fin y al cabo es parte del juego, porque de eso se trata.
Por eso es que, al menos hoy, saludo a “los de la
banda”, y les damos la bienvenida a la categoría que nunca debieron perder.
Si ustedes saben que siempre los querremos como a un
hijo…
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